Partido Comunista Internacional

El Partido Comunista N.35 - Noviembre 2023

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actualizado  el 13 de noviembre de 2023

órgano del partido comunista internacional
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos – la dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero

Contenido:

Guerra en Gaza: Todos los partidos de las burguesías israelita y palestina empujan a sus proletarios a la masacre de la guerra [Pdf]

¡Adelante bárbaros! Siguiendo a la clase trabajadora liderada por el Partido Comunista: El asesinato de Nahel - ¿Qué ha cambiado desde la revuelta de 2005? - La respuesta de la burguesía: represión - La respuesta de los partidos y de los sindicatos colaboracionistas - Sólo el movimiento obrero comprometido en la lucha de clases puede dar salida a la revuelta

La empresa "Fascista" (?) en Abissinia: (Prometeo, nº 120, 21 de julio de 1935) - Presentación en “Comunismo”, n.38, 1999

"Partido y organismosn proletarios de clase en la tradición del comunismo revolucionario” (I) - (“Il Partito Comunista”, n.12, 1975): Lucha económica y lucha política - Organismos proletarios y partido político - El papel del partido en las tesis de la Internacional Comunista - Partido cerrado Organizaciones obreras abiertas - El comunismo de izquierda en 1920 y hoy - Sindicatos y soviets - Luchas y organismos económicos y partido político - La internacional comunista y los sindicatos - La internacional sindical roja

Por el Sindacato de clase: Brasil. Trabajadores petroleros del Terminal Bahía de Guanabara (TABG) hacen huelga en defensa de los trabajadores tercerizados y otras demandas - El sindicalismo brasileño, politiquero y traidor, asume como un “logro” sus huelgas contra las privatizaciones

Venezuela y Guyana: Los trabajadores deben rechazar los llamamientos de la burguesia y sus partidos a defender el Territorio Esequibo

– Vida de Partido:
      Para hacer retornar las palabras del comunismo a los corazones de los proletarios de todos los países - Reunión Internacional del Partido  del 26 al 28 de mayo de 2023 [RG.146]: La clase obrera en America Latina - Teoría marxista de la crisis: Las teorías de la plusvalía. David Ricardo - Orígenes del Partido Comunista de China: La sumisión al Kuomintang en el IV Congreso de la Internacional - La questione militare: La seconda campagna del Kuban. Fin de la campaña del Kuban






Guerra en Gaza

Todos los partidos de las burguesías israelita y palestina empujan a sus proletarios a la masacre de la guerra por la defensa de sus ganancias y la supervivencia del podrido régimen del capital

Contra la guerra imperialista, por la guerra civil revolucionaria

En los 75 años transcurridos desde 1948 – cuando nació el Estado hebreo y el nacionalismo pan-árabe sufrió una derrota crucial en Medio Oriente, quizás perdiendo su última cita con la historia – la población Palestina ha sufrido deportaciones, masacres, terror y persecuciones interminables.

Para contribuir a la opresión nacional impuesta por el Estado de Israel han estado los otros Estados desde la región, que han desarrollado las variadas organizaciones armadas palestinas para sus propios intereses de poder, pero que, más allá de las hipócritas proclamas a favor de la “causa palestina”, no han salvado a los refugiados palestinos de persecuciones y masacres.

En Jordania, en Septiembre de 1970, fuerzas militares conjuntas jordanas y sirias sofocaron una revuelta que causó miles de muertes entre los refugiados Palestinos. En el Líbano, en agosto de 1976, una milicia de extrema derecha, los falangistas, con la complicidad siria, mató miles de palestinos de todas las edades en el campo de Tell al-Zatar. En 1982, nuevamente en el Líbano, los falangistas, con la complicidad del ejército de ocupación israelí, masacraron miles de palestinos en el Barrio de Sabra y en el adyacente campo de refugiados de Shatila, en la periferia de Beirut.

A nadie le interesa la “causa palestina”, a nadie le interesa el destino del proletariado palestino. Hoy, sin embargo, todos los gobiernos están preocupados de la guerra, necesaria para todas las burguesías, y de cómo sacar ventaja de ella. Pero para cada guerra es necesario un “casus belli”.

La burguesía israelí se aprovechará de la incursión de Hamás para justificar la imposición, por la fuerza, de la disciplina interna a todas las clases y acciones sangrientas contra los proletarios palestinos.

Incluso Hamás, originalmente un peón de Israel contra la Organización de Liberación de Palestina, debe mantener su régimen de terror sobre los proletarios de Gaza. Mientras tanto, la OLP controla Cisjordania por cuenta de Israel y guarda silencio sobre el destino de sus rivales en Gaza.

El resultado buscado por todas las burguesías será el de provocar una nueva carnicería en preparación para una guerra regional y tal vez general.

En el actual cuadro general de su extrema podredumbre, el capitalismo mundial está listo para desencadenar armas letales para aterrorizar y someter millones de proletarios en todos los frentes.

Nosotros, comunistas internacionalistas, tenemos que revelar los términos reales de esta amenaza, siempre oculta detrás de pantallas nacionalistas, democráticas, étnicas o religiosas.

Debemos invitar a los proletarios palestinos a no dejarse engañar por su burguesía, vendida al servicio de las potencias regionales, para inmolarse como carne de cañón en guerras contrarias a sus intereses. La huelga general que tuvo lugar en Cisjordania el 8 de octubre, aunque aún no está libre de influencia nacionalista, fue la primera reacción del proletariado palestino contra la guerra. Sin embargo, el proletariado palestino por sí solo no puede impedir las masacres.

Debemos invitar a los proletarios judíos israelíes a sabotear el esfuerzo bélico de su burguesía imperialista y genocida y a combatir contra su burguesía y contra la opresión nacional de sus hermanos de clase palestinos.

Debemos invitar a los proletarios de todos los países a no dejarse seducir por las sirenas de la propaganda que se pone del lado de una de las dos burguesías asesinas en falsa lucha en Palestina e Israel.

El conflicto en curso será usado en todas partes por la burguesía mundial para intimidar al proletariado, para desviarlo de sus intereses vitales, para justificar medidas de empeoramiento de los salarios y nuevos sacrificios.

Nosotros los comunistas tenemos en cambio que decir a los proletarios que el rechazo a la guerra comienza para los proletarios, con la intensificación de la lucha sindical por los salarios y por la reducción de la jornada de trabajo.

La burguesía no podrá conducir su guerra si no logra convencer con su propaganda mentirosa a amplios estratos de la clase obrera. Debemos contrarrestar esta propaganda no sólo respondiendo con nuestra propia verdad a los engaños de la clase dominante. Debemos responder dirigiendo la lucha obrera hacia las necesidades materiales del proletariado, una experiencia práctica en la que se revelarán las falsedades de la burguesía y de sus servidores en las filas obreras.

El proletariado, frente al constante empeoramiento de sus condiciones de vida y el horror de la catástrofe del capitalismo, dará vida a una gigantesca temporada de luchas que cruzará mares y fronteras.

Para que esta nueva gran guerra de clases triunfe, es necesario fortalecer el órgano esencial de la clase obrera mundial, el Partido Comunista Internacional.







Francia - 6 de julio
¡Adelante bárbaros!
Siguiendo a la clase trabajadora liderada por el Partido Comunista


El asesinato de Nahel

La revuelta de la juventud francesa del departamento 93 (Sena Saint Denis) comenzó inmediatamente después de la muerte violenta de Nahel, en Nanterre, en el mismo departamento, ejecutada por un policía la noche del martes 27 de junio. Las imágenes que circulan son inconfundibles. La revuelta se extendió a otras ciudades de la región parisina, incluida París, y a toda Francia (Grenoble, Lille, Lyon, Marsella, Guadalupe), hasta provocar manifestaciones en Bélgica.

Los jóvenes de los “barrios” están furiosos. No pueden aceptar la muerte de otro de los suyos a manos de un policía.

Estos niños, a menudo menores de edad, a veces incluso de 12 o 13 años, se dejan llevar por la dinámica del grupo y se organizan a través de las redes sociales. La ira suscitada por la muerte de Nahel se ve evidentemente agravada por la pobreza social, el deterioro de los servicios públicos, el agravamiento de la crisis económica con la inflación y los abusos que viven a diario los habitantes de los barrios.

Como en las tres semanas de disturbios en las “banlieues” en 2005, la causa del motín fue la intervención de la policía, pero esta vez no fue una persecución que provocó la muerte de dos adolescentes, sino un acto deliberado de asesinato, un disparo hecho para matar.

Nahel, de 17 años, conducía un coche de alquiler, acompañado por dos amigos de 14 y 17 años, cuando la “policía nacional” le detuvo para realizar un control en carretera. Fue ejecutado por un policía, un ex miembro de la Brav-M (Brigada motorizada de represión de acciones violentas), conocida por sus agentes en moto que atacan con porras las colas de las manifestaciones, y también de la CSI 93 (Compagnie d’intervention et de sécurisation de Seine Saint-Denis ou 93) también conocida por su brutalidad.

El policía fue acusado el 29 de junio y permaneció bajo custodia. Un fondo para “apoyar a la familia del policía”, organizado por un polemista de extrema derecha, estrecho colaborador del político de extrema derecha Eric Zemmour y de Marine Le Pen, ha recibido donaciones por un total de 1,6 millones de euros, aumentando la ira de los participantes en la revuelta.

El 93º es el departamento más pobre de Francia continental (quinto después de Mayotte, Guayana Francesa, Reunión y Guadalupe). En 2019, el 28% de su población vivía por debajo del umbral de pobreza. Este departamento, que también ha pagado el precio más alto durante la pandemia de coronavirus, está estigmatizado por la alta tasa de criminalidad, con sus bandas de narcotraficantes, las riñas cada vez más mortales entre jóvenes de distintos barrios por la defensa del “territorio”, su única propiedad.

Gran parte de los habitantes proceden del Magreb y de la inmigración africana. No son “pobres” por el color de su piel, sino por el pasado colonial histórico de Francia en África y la política migratoria necesaria para los patrones y el capital. Encerrados en guetos de “viviendas populares” repartidos por todo el país, forman un reservorio de mano de obra de reserva de bajo costo. El departamento 93, que en la posguerra perteneció al cinturón rojo del PCF, es ahora víctima y cantera de constructores de viviendas para los estratos salariales mejor pagados y de construcciones faraónicas destinadas a los futuros Juegos Olímpicos de 2024.

El adolescente Nahel tuvo una vida similar a la de muchos otros jóvenes en estos guetos. Habiendo abandonado la escuela y apasionado por el rap y las motos, pasaba su tiempo en el barrio; había tenido problemas menores con la ley por negarse a obedecer órdenes policiales; sus padres son inmigrantes argelinos, pero fue criado solo por su madre y vivía en un edificio de apartamentos en un complejo residencial en la ciudad de Nanterre, limítrofe con la capital. Nahel estaba siguiendo un camino de integración con una asociación que apoya a los jóvenes a través del deporte.

Estos complejos residenciales “populares” acogen a trabajadores precarios, asalariados no calificados, desempleados y jóvenes que han abandonado la escuela, comunidades secuestradas por traficantes de drogas y redadas policiales represivas e indiscriminadas. A pesar de los esfuerzos heroicos de numerosas asociaciones de “reinserción social” con devotos “hermanos mayores” que recorren a lo largo y ancho estos suburbios, en su mayoría excluidos de las “riquezas” de la República, estos jóvenes han perdido toda la fe en el sistema educativo, a menudo carente de muchos aspectos, y en el sistema social y representativo, incapaz de ofrecerles perspectivas de futuro.

Aparte de algunas subvenciones públicas caritativas, la única respuesta a la delincuencia que ofrece el gobierno es la represión, con sus controles diarios, a menudo violentos e insultantes, sobre personas seleccionadas por su rostro de inmigrante, jóvenes abiertamente hostiles a estos policías cuya llegada a en los barrios sólo despierta sospechas, repugnancia, odio y comportamientos rebeldes. La relación con la policía es de vieja data; no esperaron a los chalecos amarillos para experimentar la represión. Para ellos, el enemigo es la policía, un instrumento de represión, incapaz de ayudarlos a escapar de los traficantes de drogas, que los atraen a sus pequeños negocios con promesas de ganancias fabulosas.

Su odio no sólo se dirige a la policía, contra todas las instituciones que la apoyan y justifican, sino también contra aquellas que traen el espejismo de la “integración” social, en la que ya no creen. Desde comisarías y ayuntamientos hasta servicios sociales, guarderías, escuelas, transportes y bibliotecas, dirigen su rabia hacia la destrucción de infraestructuras, que la población del barrio será la primera en sufrir.

La represión judicial contra los detenidos es dura e inflexible.


¿Qué ha cambiado desde la revuelta de 2005?

No es casualidad que los medios de comunicación y los representantes de la república burguesa, al servicio del capital, utilicen el término “disturbios” (“émeutes”), destacando la destrucción y el saqueo, sin mencionar la ira de una juventud sacrificada en el altar de la explotación capitalista y condenados a enfrentar crecientes desigualdades.

El espectro de la revuelta suburbana de 2005 todavía persigue a la burguesía internacional. Aunque muchos de los manifestantes actuales nacieron después de 2005, la violencia policial de los últimos 15 años ha moldeado su percepción de la realidad y sus sentimientos. La revuelta, descrita como desórdenes o como “excesos”, es una larga serie, como los de los defensores de la ZAD de Notre Dame des Landes, aquellos de los chalecos amarillos en 2018, las repercusiones en Francia de la revuelta en Estados Unidos con el movimiento Black Lives Matter, sin olvidar los que acompañaron al movimiento de los trabajadores contra la reforma de las pensiones de enero a junio de 2023, estos con la participación de un gran número de manifestantes, no provenientes de los barrios de la periferia sino de esa “juventud dorada”, con un destino un poco mejor, pero igualmente desesperada y en rebelión

Si comparamos el levantamiento de 2005, que duró tres semanas y media, con el de hoy, éste se caracteriza por una violencia más organizada y destructiva y por la escala de la represión implementada inmediatamente por el Estado burgués bajo la dirección mordaz del Ministro del Interior Darmanín. En una semana el número de detenciones fue desproporcionado en comparación con las tres semanas de violencia de 2005: 3.486 en siete días según el Ministerio del Interior, y 374 juzgados inmediatamente según el Ministerio de Justicia; en 2005, 4.728 fueron arrestados en tres semanas y media de violencia (que terminaron el 20 de noviembre) y 1.328 posteriormente.

Los daños a edificios y automóviles también fueron mayores: 5.892 vehículos incendiados y 1.105 edificios atacados, según el Ministerio del Interior. Sólo en la región de Isla de Francia, un centenar de edificios públicos resultaron dañados o destruidos y más de un municipio de cada diez fue atacado, según afirma el entorno de Valérie Pécresse, presidenta de la región, del grupo político de derecha LR. Hasta el otoño de 2005, se habían incendiado 10.346 vehículos, incluidos autobuses urbanos, y 233 edificios públicos y otros 74 edificios de propiedad privada habían sido destruidos o dañados.

En comparación con 2005, hubo un mayor número de policías involucrados, de los cuales muchos más resultaron heridos. Al cabo de una semana, 808 miembros de las fuerzas de “seguridad” resultaron heridos, mientras que, según el Ministerio del Interior, 269 locales de policías y gendarmerías fueron atacados. ¡Pero no se habla de “insurrección”!

Los daños serán mayores: las aseguradoras han estimado un coste de 280 millones de euros, frente a 160 en 2005. Según fuentes policiales, a diferencia de 2005, los jóvenes rebeldes estaban mejor organizados y la policía tuvo que movilizarse en más lugares: los jóvenes de hecho utilizaban sistemas de mensajería como WhatsApp y Telegram para comunicarse entre sí, con funciones de geolocalización, actuando de forma rápida y precisa en pequeños grupos móviles de 30 a 50 personas que se movían cada 10 minutos de un punto a otro. En 2005, Facebook estaba aún en pañales, Twitter, Instagram, Snapchat y TikTok no existían y los enfrentamientos no se retransmitían en las redes sociales como hoy.

Algunos de los jóvenes de 2023 patrullaban los accesos a los barrios en scooters con matrículas camufladas para avisar de la llegada de la policía. Estos grupos de jóvenes, con sus rostros a menudo ocultos por bufandas o pañuelos −aunque los más jóvenes a menudo iban sin máscaras− se enfrentaron a la policía utilizando tubos pirotécnicos de cartón y fuegos artificiales, lanzados también contra los odiados edificios del poder y la riqueza, causando daños e incluso incendios. El uso de fuegos artificiales como arma es nuevo. Para comprarlos en Francia se necesita una licencia, pero es fácil conseguirlos en Internet, enviados por correo. Estas “bombas” se pueden adquirir a partir de diez euros.

Por eso se necesita algo de organización y también dinero para abastecer a los “barrios”. Es posible que las bandas de traficantes de drogas, perturbadas por las redadas policiales en sus barrios, también hayan aprovechado la revuelta y hayan apoyado a los rebeldes.


La respuesta de la burguesía: represión

Los medios de comunicación y el gobierno han puesto en marcha una propaganda para deslegitimar las protestas y preparar el terreno para una ola de represión y aterrorizar a la población hablando sólo de saqueos y destrucción de edificios públicos por parte de una horda de rabiosos. Mientras las fuerzas de derecha y extrema derecha y los sindicatos de policias exacerban las tensiones y fomentan el conflicto, el debilitado macronismo se prepara para fortalecer los dispositivos de la represión.

Para sofocar los disturbios, el Estado ha implementado un increíble despliegue de 45.000 policías y gendarmes, y en algunos barrios fuerzas especiales como la BRI (brigada antipandillas) y la RAID (unidad de élite de la policía nacional para el asalto militar), el GIGN (grupo de intervención de la gendarmería nacional). ¡Ahora lo único que falta es el ejército! En 2005, en el momento álgido de la violencia, participaron hasta 11.700 policías y gendarmes, de los cuales 224, además de los bomberos, resultaron heridos. Algunos fueron atacados (con munición real o de pequeño calibre), en particular el 6 de noviembre de 2005 en Grigny (departamento 91 al sur de París), diez agentes de policía fueron heridos, dos de los cuales fueron hospitalizados.

Toques de queda locales, bloqueos nocturnos de autobuses y tranvías en París, amenaza de estado de emergencia y cierre de las redes sociales... todo el abanico de medidas se está poniendo a prueba. ¡Hay que recordar que el uso de fuerzas especiales en el marco de operaciones de orden público ya se había utilizado en Guadalupe en noviembre de 2021 y más recientemente en Mayotte durante la operación de limpieza de barrios marginales conocida como Operación Wuambushu (“recuperar el control” en lengua maorí)! ¡Sin mencionar el despliegue de 12.000 policías y gendarmes el 23 de marzo contra la protesta por la reforma de las pensiones! Con los apaleamientos a los manifestantes, las detenciones de huelguistas, las prohibiciones de manifestaciones, la disolución del movimiento ecologista “Soulèvements de Terre”, la feroz represión de las revueltas de los jóvenes en los barrios y en las calles.

Al mismo tiempo, la ofensiva judicial está en marcha: cientos de jóvenes serán juzgados y se espera que reciban penas muy duras. Muchos abogados han denunciado la ilegalidad de la situación, ¡especialmente para los niños de 12 a 13 años! ¡Pero el Ministro de Justicia, el abogado Dupont Moretti, envía circulares a los jueces pidiendo penas muy severas!


La respuesta de los partidos y de los sindicatos colaboracionistas

¿Qué podemos esperar de la Intersindical nacional, la que retomó las negociaciones con el gobierno sin haber logrado nada después del extraordinario movimiento que se desarrolló de enero a junio?

Prevalece la moderación, incluso el silencio, mientras se apresuran a escribir comunicados, algunos muy elocuentes. El 29 de junio, la CFDT se declaró “satisfecha con la diligencia de los tribunales”. «Deben seguir trabajando con calma para arrojar plena luz sobre las causas de esta tragedia. Este no es el momento de explotar la muerte de Nahel para alimentar la ira. Ahora es el momento de calmar las cosas. El comité ejecutivo de la CFDT saluda el trabajo de los empleados públicos que trabajan para lograr este objetivo a pesar de las tensiones actuales”.

Mientras que la CGT, la CFDT y el FSU denunciaron el uso de armas de fuego por parte de la policía, la UNSA, FO y CFE-CGC se abstuvieron de reaccionar para no ofender a sus sindicatos de categoría de la policía.

La CGT no parece mucho más combativa. Aunque la CGT recuerda el asesinato de 13 personas en 2022 por negarse a obedecer órdenes policiales, su tardío comunicado confederal se centró principalmente en el recordatorio “a las auroridades públicas”. El 4 de julio, el sindicato de servicios públicos CGT publicó un comunicado de prensa en el que denuncia “la espiral destructiva” y saluda “la acción de los funcionarios y empleados públicos que actualmente están en primera línea, demostrando cotidianamente la naturaleza indispensable de los servicios públicos”.

Los sindicatos estuvieron en gran parte ausentes de la “marcha blanca” para recordar a Nahel el jueves 29 de junio en Nanterre, como lo estarán el viernes siguiente por la tarde. En la manifestación estuvieron presentes trabajadores ferroviarios de Sud Rail, activistas del partido trotskista Revolución Permanente y trabajadores de la energía. Entre ellos, Cédric Liechti, de la CGT énergie Paris, insistió en la importancia de un vínculo entre el movimiento obrero y los jóvenes de los barrios obreros: «Los jóvenes han ejercido una presión tan fuerte sobre los barrios populares que el gobierno se vio obligado a condenar a medias el asesinato de Nahel. Ahora nos toca a nosotros, el mundo del trabajo, unir fuerzas con estos jóvenes que atacan a nuestro mismo enemigo”.

Si bien Solidaires ha emitido comunicados de prensa más explícitos –planteando la cuestión de la violencia policial estructural y el racismo de Estado, y convocando a una marcha blanca, a la construcción de una movilización seria, a través de acciones de huelga– estas propuestas parecen lejos de estar en el orden del día para los dirigentes sindicales.

Para France Insoumise LFI, las declaraciones iniciales de Mélenchon se caracterizaron por la empatía, de un sujeto “revolucionario”, por una recuperación de los “beneficios” de la revuelta. Luego, ante el “caos preanunciado” y el negacionismo mediático y político, el oportunismo mostró su verdadera cara y reaparecieron sus sentimientos de mantenimiento del orden: después de haber fingido una negativa a llamar a la calma en los medios de comunicación, LFI dio un giro de 180°. Frente la presión del gobierno de Macron, que denuncia violentamente su apoyo a las revueltas, France Insoumise finalmente optó por alinearse, apareciendo en varios mítines de la clase política en apoyo de las instituciones republicanas en peligro. En Saint-Denis, el diputado del LFI Eric Coquerel habló junto a la exponente de derecha Valérie Pécresse y los prefectos implicados en la represión en curso. Y la famosa coalición de izquierda NUPES (LFI, PS, PCF y Ecologie) se puso del lado del gobierno el lunes 3 de julio.

Finalmente las organizaciones “ciudadanas”, los sindicatos y los partidos políticos han decidido “pasar a la ofensiva”. 90 organizaciones, entre ellas LFI, NPA, Partido Ecologista, CGT, Solidaires y FSU, han convocado marchas populares en todo el país a partir del 5 de julio, siguiendo el ejemplo de la marcha organizada por el comité “Verdad para Adama” (Adama Traoré, 24 años de edad, fue asesinado por la policía hace 7 años durante un paro, y el Comité Adama, vinculado al movimiento Black Lives Matter, encabezó las históricas movilizaciones de junio de 2020 contra la violencia policial y el racismo sistémico en Francia), el sábado 8 de julio en Beaumont sur Oise (lugar donde mataron a Adama), pero también en todo el país, y el organizado por la Coordinación Nacional contra la violencia policial el sábado 15 de julio.

El comunicado de prensa condena el abandono y la discriminación de quienes viven en los barrios, los llamamientos de la extrema derecha piden la guerra civil contra estas zonas y un cambio en las normas que regulan el uso de armas de fuego por parte de la policía, así como una reforma policial. Veremos si este llamamiento será escuchado por los “ciudadanos”, pero en cualquier caso el Estado volverá a hacer oídos sordos.


Sólo el movimiento obrero comprometido en la lucha de clases puede dar salida a la revuelta

Estas revueltas, que expresan angustia, impotencia y rechazo a este mundo cerrado y despiadado, sólo pueden chocar con las violentas armas de represión en manos de una clase que quiere mantener sus privilegios de explotación codiciosa de las fuerzas vivas de la humanidad.

La crisis económica se extiende por el mundo y la destrucción que provoca este modo de producción es cada vez más evidente; la parte viva pero sufriente de la humanidad, los jóvenes desheredados y los trabajadores explotados de todo tipo en estos momentos la mayor parte del tiempo no tienen otro recurso que la violencia para expresar su rabia.

Nosotros, el Partido Comunista Internacional, saludamos a estos “bárbaros”. Sabemos que en todo el mundo el movimiento obrero resurgirá del hilo rojo de la lucha de clases, el único capaz de afirmarse en esta corteza terrestre cada vez más devastada. Desafortunadamente, todavía se está gestando un impulso radical y decisivo para lanzarse por el camino de la revolución para la destrucción del capitalismo, ahora totalmente parasitario.

¡Adelante, bárbaros! Pero con las organizaciones obreras, encabezadas por el Partido Comunista, único depositario de la conciencia histórica de los oprimidos.







La empresa "Fascista" (?) en Abissinia

(Prometeo, nº 120, 21 de julio de 1935)


Presentación (en “Comunismo”, n.38, 1999)

Son notables, en el artículo que sigue, las rigurosas evaluaciones de todos los aspectos, sociales, políticos, económicos, clasistas, tanto nacionales como internacionales, que contribuyeron a determinar la necesidad de que el imperialismo italiano tomará por primera vez las armas; pero el artículo adquiere aún más importancia si tenemos en cuenta la época en que fue escrito: julio de 1935. No se trata, por tanto, de un frío, aunque lúcido, análisis a posteriori, sino de una previsión con base materialista, demostrada posteriormente por los hechos, de lo que puntualmente sucedería en los meses y años siguientes.

El título, que consta de sólo tres palabras, representa una formidable síntesis de la posición comunista revolucionaria que nuestra fracción mantenía frente a lo que, por traidores de todos los rangos, se llamó la aventura fascista.

El documento, con un estudio límpido y directo, demuestra cómo ya en el siglo pasado los grandes imperialismos europeos habían puesto sus ojos, e incluso sus manos, en el llamado imperio etíope, y no tanto por sus riquezas minerales o la fertilidad de sus territorios, sino sobre todo por la posición estratégica que ocupaba.

Si Abisinia había podido mantenerse independiente durante tanto tiempo se debía, exclusivamente, a que los contrastes entre los distintos imperialismos habían acabado neutralizándose mutuamente. Pero este equilibrio, que se había mantenido durante medio siglo, se derrumbó de repente cuando se dieron todas las condiciones objetivas para el desencadenamiento de la segunda matanza imperialista. Y si fue Italia la que rompió la pax imperialista, no se debió al espíritu belicoso y belicista del régimen fascista, sino al hecho de que el capitalismo italiano, más débil que sus competidores, había sentido los golpes de la gigantesca crisis económica y, antes que los demás, tuvo que recurrir a la medicina a la que deben recurrir todos los capitalismos agónicos: la guerra.

Si la empresa etíope hubiera sido única y exclusivamente el resultado de la política y la ideología fascistas, habría que haber explicado qué razones habían llevado a los diversos gobiernos italianos, que no eran fascistas, a emprender la conquista de Eritrea, a intentar la conquista de Etiopía más de una vez y, sobre todo, a llevar a cabo la conquista de Libia. Habría que haber explicado por qué toda la operación se había iniciado con el asentimiento de la república democrática francesa, tras el histórico acuerdo de Laval. También debería haberse explicado por qué Estados Unidos (patria de todas las libertades) y la Unión Soviética (patria del socialismo en un solo país), desafiando las sanciones, habían suministrado a la Italia fascista maquinaria de guerra y, sobre todo, petróleo, permitiéndole completar su guerra.

Definir la campaña de Etiopía como una guerra fascista, sin embargo, sirvió a los socialistas y estalinistas para cumplir su función contrarrevolucionaria de desviar a la clase proletaria internacional de sus objetivos revolucionarios y atar sus destinos a los destinos del capitalismo nacional. Lo que la socialdemocracia había hecho en 1914, en nombre de la defensa de los principios democráticos y contra los peligros de victoria de los regímenes reaccionarios, ahora, en 1935, el estalinismo lo ostentaba como defensa de las conquistas proletarias, de la revolución rusa, del socialismo.

También en aquella ocasión, sólo un pequeño núcleo de camaradas, educados en la escuela de la izquierda comunista, levantó la voz de la solidaridad internacional entre proletarios y explotados, del rechazo a cualquier tipo de guerra imperialista y a su transformación en guerra entre clases.

Nuestros camaradas no se hacían ilusiones de poder forzar los acontecimientos históricos, ya irremediablemente comprometidos, pero, por otra parte, eran siempre conscientes de que nuestra voz, “sofocada hoy”, serviría “mañana, dando conciencia a la violencia de las masas que se lanzarán de nuevo al ruedo de las luchas revolucionarias por la victoria comunista y la liquidación de todos los traidores”.


La empresa “fascista” (?) en Abisinia

Un artículo de uno de nuestros camaradas publicado en el número 20 de “Bilan” permitirá a los camaradas conocer, en detalle, el trasfondo del actual conflicto en el que el imperialismo italiano está tomando partido contra el régimen semipatriarcal y semifeudal de Etiopía. La persistencia de una zona no controlada directamente por ninguno de los imperialismos europeos no se debe en absoluto a que Francia, Inglaterra o Italia (por limitarnos a los capitalismos más interesados en esta región del África tropical) no concibieran planes para conquistar Etiopía. Entre 1860 y 1900, de vez en cuando, cada una de estas tres potencias intentó ocupar las tierras altas de Abisinia y si renunciaron a ello fue únicamente porque no podían alcanzar su objetivo sin tener que enfrentarse a una guerra contra el imperialismo competidor. Si Inglaterra dejó al principio que Italia se apoderara de la salida marítima de Massawa, fue sólo porque esta acción debilitó la resistencia que los derviches del Alto Nilo oponían entonces a la victoriosa conquista británica. Pero después, cuando no fue posible proceder sin una guerra mundial a modificar las zonas de influencia establecidas en África, Italia y Francia sobre todo tuvieron que abandonar cada vez la empresa de conquista: En 1898 la misión de Marchand en Fachoda en el Alto Nilo tuvo que rendirse ante las amenazas británicas y si en 1896 Italia pudo aventurarse hacia Ardua esto sólo fue posible porque Inglaterra ya estaba segura de la derrota del ejército italiano, derrota que representa una excepción en toda la historia del bandidaje colonial imperialista. En todas partes los reveses militares del principio fueron seguidos de una victoria que la burguesía pudo conseguir gracias a la posibilidad que tenía de armar hasta los dientes a sus ejércitos “civilizadores”.

No fue así en Abisinia por dos razones esenciales: en primer lugar el despertar del proletariado italiano que rompió las manos de Crispi, y en segundo lugar la entrada segura en el campo del imperialismo británico si no se sentía suficientemente garantizado por la resistencia del ejército comandado por Menelik. No estamos haciendo aquí una simple hipótesis, sino señalando este hecho histórico de los acontecimientos del año siguiente en Fachoda, donde Gran Bretaña intervino directamente cuando Francia, una potencia mucho más fuerte que Italia y asegurada por condiciones internas favorables y no perturbada por una fuerte agitación proletaria, pasó al ataque.

Etiopía, por otra parte, tenía una constitución geológica y económica que iba a permitir lo que se llamó su independencia. Carente de grandes yacimientos minerales y extendida sobre tierras infértiles, había podido preservar una estructura económica en la que no sólo la industria no había podido hacer su intervención revolucionaria, sino que las propias formas de economía de servidumbre habían podido hacer escasas incursiones; los elementos primitivos de las formaciones tribales habían podido persistir dando vida a un imperio que en realidad no era más que una confederación de Estados donde la tierra estaba sujeta a una distribución común según las estaciones.

Pero desde el punto de vista estratégico, mucho más que desde el económico, Abisinia siempre ha despertado el apetito de tres imperialismos competidores que no podrían ganar su conquista sin una guerra entre ellos. El hecho de que en la última matanza Francia, Italia e Inglaterra participaran en la misma constelación explica probablemente por qué aún hoy Etiopía es el único Estado que no está bajo control imperialista directo (no mencionemos Liberia, de importancia extremadamente secundaria y de escaso valor estratégico).

Hemos querido citar estos precedentes únicamente para dejar claro que no se trata en absoluto de una necesidad particular del fascismo, ni de una manifestación de ese espíritu guerrero que, según los traidores socialistas y centristas que parecen querer reunirse en Basilea, sería prerrogativa exclusiva de los fascistas. El liberal Giolitti estaba al frente del gobierno cuando el capitalismo italiano se lanzó a la conquista de Tripolitania y a partir de ese momento se fijó la premisa de los acontecimientos actuales; extender las zonas conquistadas con vistas también a su conexión. En Versalles Italia no pudo lograrlo debido a las posesiones de Inglaterra en África, luego intentó conseguirlo mediante maniobras pacíficas encaminadas a atraer a Etiopía bajo su control y finalmente llegó al ataque frontal de estos días. Si en el lugar de Mussolini hubiera estado Nitti, Sforza o tal vez un gobierno del tipo que pretenden los centristas en Francia, el problema sólo habría cambiado en la forma. No habríamos tenido la borrachera de estilo imperial del fascismo, sino el agitar en la cara la necesidad de civilización que habría acompañado a la saturnalia del capitalismo como, por ejemplo, hicieron los archidemócratas ingleses en la carnicería contra los bóers.

No se trata, por tanto, de una guerra “fascista”, sino de una guerra capitalista contra la que sólo el proletariado italiano e internacional puede levantarse para apoyar a las masas oprimidas de Abisinia que, debido a una economía extremadamente atrasada, aún no han tomado conciencia de la necesidad de romper el régimen que las oprime.

Por otra parte, incluso un rápido análisis de las condiciones concretas en las que se desarrolla actualmente el plan de expansión italiano nos permitirá ver una clara confirmación de la posición que defendemos, que concluye oponiendo a la formulación de “guerra fascista” la otra de “guerra capitalista”. Es perfectamente correcto, el socialismo y el centrismo se encuentran en Italia en condiciones más o menos análogas a las que vive el proletariado italiano, es decir, no pueden afirmar sus posiciones políticas, ni determinar movimientos políticos de oposición al gobierno actual. ¿Pero en otros lugares, entonces? En Rusia, por ejemplo, no hay duda: el centrismo domina sin discusión y no sólo es capaz de disolver violentamente cualquier movimiento de oposición, sino que incluso puede llegar a dar ejemplo a los gobiernos democráticos o fascistas de todos los demás países asesinando legalmente a los refugiados políticos que no quieren doblegarse y convertirse en instrumentos de la política centrista. ¿En qué posiciones se encuentra el proletariado ruso? En las de apoyo entusiasta a las “victorias proletarias” consistentes en la entrada de la URSS en la Sociedad de Naciones y la conclusión del pacto franco-soviético.¿Ha habido una sola voz desde Rusia para estimular la acción internacional del proletariado para oponerse al plan del imperialismo italiano? Ninguna, pero en cambio poderosas movilizaciones de las masas para aplaudir a Litvinov y Stalin que evidentemente van de victoria en victoria cuando se trata de entrar audaz y vergonzosamente en la arena del capitalismo mundial.

¿Y en Francia? Basta leer el “Populaire” o “L’Humanité”: “El fascismo no pasa”, “el Frente Popular inflige cada día una derrota al fascismo”. Para nosotros (nuestros lectores lo saben) si estas victorias socialistas y centristas son posibles y reales, esto depende únicamente del hecho de que la función política que el capitalismo ha confiado al fascismo en Italia y Alemania, esta misma función puede ser confiada en Francia a los radicales, socialistas y centristas: el único objetivo capitalista es la destrucción del proletariado, y en este camino socialistas y centristas han obrado milagros desde la declaración de Stalin y hosanna a la República que asesinó a decenas de miles en la Comuna y aplastó con una violencia despiadada toda tentativa de los explotados en las colonias. Pero si estas victorias son tan reales, ¿cómo es posible que no influyan en los acontecimientos de Etiopía? ¿Cuál es el comportamiento del gobierno francés, de este mismo gobierno que debe ceder a la influencia del “Frente Popular”? Es más, si se trata de una “guerra fascista”, ¿por qué no poner en marcha una acción del proletariado francés con vistas a una agitación obrera en todos los países? La respuesta es muy simple: tal acción sería contraria a los intereses del capitalismo francés, que da vía libre al capitalismo italiano esperando tener a cambio su apoyo en la política dirigida contra el plan de venganza del imperialismo alemán. No está descartado, es más, en opinión del redactor de estas líneas es seguro que Italia no entrará en la guerra junto a Francia, pero el problema es el siguiente: el gobierno francés sobre el que se puede ejercer una “formidable” presión por parte del Frente Popular que cuenta con numerosos ministros en la persona de radicales que recientemente han entrado en la alianza con centristas y socialistas, este gobierno ha hecho saltar por los aires el proyecto Edén, a través del cual el imperialismo británico intentaba contener el plan de expansión italiano. Si vamos un poco más lejos, vemos que el acuerdo franco-italiano del pasado mes de enero es el que ha permitido desencadenar la ofensiva italiana: ahora este pacto ha sido aprobado por los socialistas franceses que militan en la misma Internacional socialdemócrata donde se sientan los “antifascistas” italianos que tomaron la iniciativa de convocar al Congreso de Basilea a deportistas, escolares, mujeres, combatientes y proletarios.

Recientemente, en la Sociedad de Naciones, se planteó la cuestión de Abisinia e Inglaterra esperaba poder llegar a un compromiso que impidiera el desarrollo de la acción italiana. Laval, que regresaba de Moscú, tomó la iniciativa del compromiso. Litvinov presidía y el problema era el siguiente: Italia admitía el procedimiento de arbitraje a condición de mantener la movilización y desarrollar el envío de ejércitos a África. Una orden del día consagrando esta pretensión italiana al mismo tiempo que dejaba a Abisinia la posibilidad de nombrar delegados no etíopes, fue votada por unanimidad, bajo la presidencia -repetimos- del hombre que “L’Humanité” presenta siempre, con razón por otra parte, como “nuestro camarada Litvinov”.

Este rápido análisis nos permite ver la situación en la que se encuentran las masas trabajadoras: influenciadas por centristas y socialistas que vinculan al proletariado en torno a posiciones que corresponden a los intereses del capitalismo mundial. Esto explica porqué el capitalismo italiano puede proseguir imperturbable su plan de expansión en Abisinia. La única oposición que puede encontrar es la del capitalismo de otro país. Ya hemos indicado cómo en Roma, en enero, y después en Stresa, el capitalismo italiano compró la aquiescencia francesa. Con respecto a Inglaterra no pudo ofrecer nada inmediatamente, mientras que hay razones profundas por las que no es posible un compromiso entre los dos bandidos. Pero los problemas de este tipo se resuelven en un plano en el que se tienen en cuenta tanto los intereses del proletariado italiano como los de los explotados abisinios, pero en el sentido de la lucha a muerte contra los obreros. En definitiva, estos problemas se plantean sobre esta base: si vais demasiado lejos os lo impediré por la fuerza, lo que en términos concretos significa que Etiopía podría convertirse en el pródromo de la guerra mundial. ¿Se repetirá la historia? La matanza de 1914 fue precedida por las advertencias que representaron las hazañas libias y balcánicas del capitalismo italiano. En el brasero actual de los contrastes mundiales, ¿seguirá teniendo Italia este papel de patrulla dirigente del capitalismo mundial?

Aparte de estas consideraciones, sobre las que cualquier predicción es una apuesta, el hecho es que el pacto Laval-Mussolini está en la base de la empresa italiana y se establece de acuerdo con el plan de venganza del capitalismo alemán, que ya ha dado una primera respuesta mediante el pacto naval con Inglaterra. El proletariado de todos los países ha sido enredado en el plan de la Sociedad de Naciones por el centrismo y el socialismo mientras se prepara el Congreso de Basilea. Esta bacanal hinchará hasta la exasperación el odre de los traidores atornillados, que no tendrán límites para sus arrebatos demagógicos, que el capitalismo mundial admirará con exultación: nunca antes su causa había encontrado tanto entusiasmo; para preparar mejor la escena, Litvinov puede ser llamado todavía a presidir la sesión de la Sociedad de Naciones en la que se consagrarán los derechos del proletariado a ser masacrado por los intereses de la patria.

La fracción de izquierda, porque plantea el problema sobre la base de los intereses del proletariado italiano y de todos los países, así como de los explotados de Abisinia, debe exponer a sus militantes a ser golpeados en las reuniones donde los centristas y socialistas quieren desarrollar sin freno su obra de corrupción y traición. Nuestra voz será probablemente ahogada hoy, pero resonará mañana dando conciencia a la violencia de las masas que serán lanzadas de nuevo por los acontecimientos a la arena de las luchas revolucionarias por la victoria comunista y la liquidación de todos los traidores.








Partido y organismos proletarios de clase en la tradición del comunismo revolucionario

(Il Partito Comunista, n.12, 1975)


I
LUCHA ECONÓMICA Y LUCHA POLÍTICA

Continuando con la clarificación de la cuestión del frente único, volvemos a los fundamentos de nuestra concepción marxista. La clase trabajadora se ve obligada a luchar contra el régimen capitalista por la necesidad de defender sus condiciones de existencia, sus salarios, su trabajo, su vida misma. Esta lucha que se desarrolla en el terreno de las condiciones económicas de los obreros, se transforma en ciertos momentos críticos en una lucha política, en una lucha por la conquista del poder político, porque en esos momentos la defensa misma de las condiciones de vida de los trabajadores sólo puede lograrse arrebatando el poder político de las manos de la burguesía, estableciendo el poder dictatorial de la clase proletaria, sobre cuya única base es posible la destrucción del modo de producción capitalista y la reorganización comunista de la economía y la sociedad. La conducción de la lucha política sólo puede delegarse a un organismo de combate surgido y adecuado para tal objetivo, para esta finalidad: el partido político de clase.


ORGANISMOS PROLETARIOS Y PARTIDO POLÍTICO

La primera consecuencia que se deriva de esta formulación marxista del problema y que resulta verificada en toda la historia del movimiento proletario, es la necesidad objetiva, por no depender de la voluntad de nadie, de que la acción y organización proletaria se manifieste sobre el terreno de lucha económica. Esta acción defensiva de la clase obrera es común a todos los obreros independientemente de su ideología, de sus convicciones políticas. Su raíz no está en un hecho de ideas o de voluntad, sino en la situación material real en la que se encuentran viviendo los obreros. Esta acción se expresa en una forma organizativa adecuada: la organización económica, sindical, que agrupa a los obreros en cuanto asalariados, en cuanto estar sometidos a la presión material del modo de producción capitalista. La organización de los obreros para la conducción de la lucha económica, por tanto, no reúne a los obreros sobre la base de la adhesión a una finalidad, a un programa político, sino que los reúne en cuanto obreros, en cuanto asalariados que se encuentran en la misma situación material, que sienten que tienen los mismos intereses inmediatos que defender.

La finalidad, el reconocimiento de que la lucha económica en sí misma es insuficiente y, por lo tanto, debe convertirse en una lucha política general de toda la clase por la conquista del poder, la preparación de los medios materiales e ideales para esta lucha es patrimonio y tarea del partido político. El partido, por tanto, no se define por su composición social, ni por el ámbito de reclutamiento de sus adherentes, ni por una estructura organizativa adherida a la superficie de la clase trabajadora por categoría o por puesto de trabajo; es definido, por el contrario, precisamente por su tendencia hacia un fin y, por tanto, por su programa político revolucionario. Uno se adhiere a él sólo en la medida en que acepta su teoría, programa, principios y propósitos, y se puede ser obrero o no obrero. Somos, en la fórmula de Lenin, “revolucionarios profesionales”.

Por lo tanto, existe una clara distinción entre organismos que califican como obreros, es decir, que reúnen a todos los asalariados de una determinada empresa, categoría productiva, sector industrial con miras a la defensa de intereses contingentes comunes a todos, y la organización política del proletariado, caracterizada por sus posiciones y su finalidad. Clara distinción, que no significa en absoluto ausencia de relaciones y vínculos recíprocos, sino el desempeño de funciones de clase que no pueden coincidir organizativamente, así como en el cuerpo humano el cerebro no coincide con el estómago, aunque sí hay entre uno y otro órgano estrechísimas e indispensables conexiones e influencia mutua.

El hecho es que la conciencia política de la clase obrera, de sus objetivos generales -superando empresas y categorías- e históricos, que por tanto van más allá de la sucesión misma de generaciones obreras, se materializa en un órgano determinado, el partido político de clase, el cual reúne sólo a una minoría de la clase misma, sobre la base de la adhesión a un fin, a un programa, a posiciones políticas determinadas. Este órgano político “importa” (la fórmula es de Lenin) la conciencia política a los estratos de la clase obrera que la situación pone en movimiento.

Pero esta importación no sucede en el sentido de una disolución del partido político en las organizaciones obreras, ni se resuelve en una labor “educativa” que deba hacer crecer la conciencia de las masas proletarias hasta el momento en cual no haya más necesidad del órgano especial partido, o éste se reduzca a un simple elemento técnico de conducción de la lucha. Sucede, al contrario, a través de una acción que tiende a influir en las organizaciones obreras, a establecer los más estrechos vínculos entre estas y el órgano partido, a fortalecer este mismo órgano mediante el paso a él de aquellos proletarios que adquieren, en el curso de la lucha misma, la conciencia de la finalidad del partido y que aceptan sus posiciones integralmente y en bloque.

La clase proletaria manifiesta su existencia histórica y materialmente en la famosa forma piramidal que expresa la complejidad de su lucha y de su organización de clase: partido-soviets-sindicatos. Ninguno de estos organismos de clase puede ser considerado inútil o “superado”: es en la existencia de todos ellos y en la intersección de sus relaciones y sus vicisitudes donde se manifiesta la clase en lucha por su completa emancipación.

En nuestro texto de 1951 “Partido Revolucionario y Acción Económica” hemos definido así los factores del proceso revolucionario: 1) La presencia de un proletariado extendido de asalariados puros. 2) La presencia de una extensa red de organismos económicos abiertos únicamente a los obreros independientemente de sus convicciones ideológicas y políticas. 3) La presencia del órgano específico partido de clase y su influencia en los organismos económicos de la clase misma, a través de su red organizada de grupos comunistas en las organizaciones económicas.

Sobre el mismo terreno y en el mismo sentido se sitúa nuestra clásica afirmación: sólo el partido político representa la finalidad revolucionaria de la clase. Las otras organizaciones de clase, que lo son en cuanto reúnen a los obreros, pueden ser influenciadas y subordinadas por orientaciones y perspectivas no revolucionarias, burguesas, de conservación social, realmente contrarrevolucionarias.

Esto sucede no sólo porque la burguesía tiende a influir sobre la clase obrera con todos sus poderosos medios materiales y espirituales, y a corromperla en mil formas, de las cuales la más dañina ha sido y es la del oportunismo, pero también porque, al menos en el plano inmediato y parcial, los intereses de los grupos individuales y estratos de obreros no son en absoluto incompatibles con la permanencia del modo de producción capitalista, con el dominio burgués, incluso si en un nivel general e histórico contradicen los intereses de la clase en su conjunto. Sólo en determinados momentos críticos de la historia los intereses, incluso inmediatos y parciales, de los grupos obreros entran en abierta contradicción con el modo de producción capitalista y es en esos momentos cuando el único órgano que tiene una visión histórica y mundial de los intereses de clase puede conquistar útilmente su influencia en los organismos obreros inmediatos.

Esto aplica no sólo para las organizaciones sindicales, económicas, sino también para organismos, como los soviets, que expresan la tendencia de los obreros hacia la lucha revolucionaria.

Por lo tanto, todos los organismos obreros deben ser conquistados para la perspectiva revolucionaria mediante la acción en su seno del organismo revolucionario, el partido político. De lo contrario, son impotentes desde un punto de vista revolucionario, aunque sigan siendo organismos obreros.

Hay aquí una línea fundamental y constante del enfoque marxista. Los obreros en cuanto tales pueden, alcanzar al máximo la conciencia de la necesidad de defender sus condiciones de vida y de organizarse para esa defensa. El paso de esta conciencia elemental “tradeunionista” (sindicalista), a la conciencia política, socialista, sólo se produce mediante la intervención y la influencia del partido político. De lo contrario, la lucha económica y las organizaciones económicas pueden sucumbir a perspectivas y orientaciones no revolucionarias, pueden ser dirigidas por una política burguesa. El tradeunionismo, dice Lenin, es la política burguesa de la clase obrera.


EL PAPEL DEL PARTIDO EN LAS TESIS DE LA INTERNACIONAL COMUNIST
A

Estas nociones elementales que hemos recordado son el resultado de la experiencia de toda la lucha proletaria mundial durante un siglo. Estaban en la base del gigantesco trabajo realizado por la Internacional Comunista. Empecemos de nuevo por sus “Tesis sobre el papel del partido comunista en la revolución proletaria”, 1920:

«Hasta que el poder estatal no sea conquistado por el proletariado y éste no haya consolidado su dominio para siempre, salvaguardándolo de una restauración burguesa, el partido comunista sólo incluirá en sus filas organizadas a más que una minoría de los obreros. Hasta la conquista del poder y en el período de transición, el partido comunista puede, en circunstancias favorables, ejercer una influencia moral y política indiscutible sobre todos los estratos proletarios y semiproletarios de la población, pero no puede agruparlos organizativamente en sus filas. (...) las nociones de partido y clase deben mantenerse separadas con el mayor rigor. Los miembros de los sindicatos “cristianos” y liberales de Alemania, Inglaterra y otros países pertenecen indudablemente a la clase obrera. Los círculos obreros más o menos considerables que todavía siguen a Sheidemann, Gompers y consortes son, indudablemente, parte de la clase obrera. En determinadas circunstancias históricas, es muy posible que existan numerosos grupos y estratos reaccionarios en el seno de la clase obrera. La tarea del comunismo no es adaptarse a estos elementos atrasados de la clase obrera, sino elevar a toda la clase al nivel de su vanguardia comunista.

«El intercambio entre estos dos conceptos –partido y clase– puede conducir a los errores más graves y a las peores confusiones. Por ejemplo, está claro que a pesar de los errores y prejuicios de una parte de la clase obrera durante la guerra imperialista, el partido obrero tenía el deber de reaccionar a toda costa ante esos estados de ánimo y prejuicios, defendiendo los intereses históricos del proletariado que exigía al partido proletario declarar la guerra a la guerra (…)

«El nacimiento de los soviets como forma histórica fundamental de la dictadura del proletariado no disminuye en modo alguno el papel dirigente del partido comunista en la revolución proletaria. Cuando los comunistas alemanes de “izquierda” declaran que “el partido también se adapta cada vez más a la idea de los consejos y asume un carácter proletario”, expresan confusamente la idea de que el partido comunista deba disolverse en los Soviets, que los soviets pueden sustituir al Partido Comunista. Esta idea es radicalmente falsa y reaccionaria. En la historia de la revolución rusa pasamos por toda una fase en la que los soviets marchaban contra el partido proletario y apoyaban las políticas de los agentes de la burguesía. La misma cosa se ha podido observar en Alemania. Lo mismo es posible también en otros países. Para que los soviets puedan llevar a cabo sus tareas históricas, es necesaria la existencia de un fuerte partido comunista que no se “adapte” simplemente a los soviets, sino que sea capaz de empujarlos a rechazar cualquier “adaptación” a la burguesía y a la guardia blanca socialdemócrata y, a través de las fracciones comunistas en los soviets, pueden llevar a los soviets mismos a remolque del partido comunista».

Hemos realizado esta larga cita para confrontarla con las tesis «Sobre los sindicatos y los consejos de fábrica» porque, de la admisión de que sólo el partido es el órgano revolucionario de la clase, los comunistas nunca descendieron a una desvaloración de la importancia de los organismos inmediatos de la clase misma, sino más bien su caracterización exacta: organismos, los sindicatos y los soviets, cuya función no deriva de su naturaleza más o menos revolucionaria, sino de su característica de organismos obreros que se convierten en órganos de la revolución sólo en la medida en que se subordinen a la dirección política del partido.


PARTIDO CERRADO – ORGANIZACIONES OBRERAS ABIERTAS

Nosotros y todos los “izquierdistas” de entonces y de hoy estamos ante dos caminos globalmente opuestos y divergentes. Estamos de parte, con la Internacional y con Lenin, de la “distinción más precisa y clara entre las nociones de partido y clase”. El partido, órgano político de la clase, es el único depositario de la conciencia de clase ya que posee, como cuerpo colectivo, una teoría interpretativa que le permite leer los hechos de la historia, posee un conjunto de principios y de finalidades que se basan en esta teoría, un programa que describe el ciclo completo de la revolución proletaria, un conjunto de líneas tácticas que están en correlación con los principios, con la finalidad y con el programa y según las cuales el órgano combatiente se orienta en las diversas situaciones contingentes. Este patrimonio histórico, que no es otra cosa que la condensación de las enseñanzas de la lucha práctica del proletariado a escala mundial y en el arco de más de un siglo, no puede pertenecer a ninguna generación obrera, a ningún grupo obrero impulsado a luchar por tensiones contingentes. Sólo puede pertenecer a un organismo histórico que nunca ha cesado la batalla, manteniendo una continuidad de pensamiento, de acción y de organización en las vicisitudes alternas de la lucha entre las clases y que de esta manera ha podido extraer las lecciones de todas las luchas pasadas y forjar sobre esta base una orientación clara e inflexible para la conducción de las luchas futuras.

Representando la conservación, la defensa y la utilización en la lucha práctica de este bloque monolítico de posiciones, el partido no puede más que ser cerrado y estrictamente delimitado en su organización. La orientación política del partido es indispensable para guiar la lucha proletaria en el sentido revolucionario, pero eso es un resultado del desarrollo histórico y global de esta lucha, no es algo que pueda ser puesto en discusión o sometido democráticamente a la aprobación de cada grupo o categoría de obreros que la situación empuja a luchar. Se acepta, incluso sin entenderlo individualmente, reconociéndolo como el arma insustituible de la lucha revolucionaria de clases. Y sólo aquellos que lo aceptan total y globalmente entran en la organización del partido. El partido es, por tanto, un organismo cerrado a todos aquellos, incluso proletarios, incluso combativos, que no aceptan en bloque sus posiciones.

Las organizaciones obreras, tanto económicas como políticas del tipo soviet, tienen una función útil en la lucha de clases dado que son abiertas, es decir, estar constituidas de tal manera que incluyan al mayor número posible de obreros de una empresa, de una categoría, de una localidad. Para las mismas funciones que proponen necesitan reunir a todos los trabajadores que se encuentran en las mismas condiciones económicas o en el mismo territorio. Una organización obrera encargada de llevar a cabo la lucha económica contra los patrones, que en principio no fuera adecuada para acoger a todos los obreros de la categoría a la que se dirige, anularía así su función. Lo mismo puede decirse de los soviets que, al ser organizaciones territoriales de los obreros para ejercer el poder, deben necesariamente estar abiertos a todos los obreros de una determinada localidad.

No sólo eso, sino que como estas organizaciones están abiertas a todos los obreros, con exclusión de los que pertenecen a otras clases sociales, necesariamente deben estar abiertas también a todas las ideologías políticas que se han sucedido en el proletariado, a la influencia de todos los trabajadores partidos proletarios. No pueden discriminar a los obreros ni por motivos políticos ni religiosos. Sólo así podrá realizarse la función para la que nacieron y viven en los acontecimientos de la lucha de clases.

Los comunistas, sostenedores del cierre máximo del órgano político de clase, siempre han sido los que no sólo han sabido comprender la naturaleza y la necesidad de las organizaciones obreras inmediatas, pero que también han sido siempre los que han defendido su carácter obrero, es decir, abierto, contra todas las desviaciones, no sólo oportunistas, sino también “de izquierda”.

Naturalmente, así como hay una delimitación de clase en el sentido físico, según la cual sólo se organizan aquellos que pertenecen a una clase específica, la de los trabajadores asalariados, también existe una delimitación de los órganos del Estado burgués, de la influencia de los partidos abiertamente burgueses, que niegan en principio a los obreros el derecho real a defender sus condiciones de vida y de trabajo mediante la lucha de clases y la organización autónoma de clase. Es decir, niegan la función misma por la cual surgen los organismos inmediatos. Pero ésta es la única delimitación organizativa de estos organismos.


EL COMUNISMO DE IZQUIERDA EN 1920 Y HOY

Lejos de nosotros está la idea de establecer un paralelismo entre el “izquierdismo” que podríamos definir como grave de los alemanes, fustigado en 1920 por Lenin, y que representó en gran medida, como el anterior anarco sindicalismo italiano o francés, una reacción de grandes grupos y estratos de obreros combativos contra la traición de la socialdemocracia, y el “izquierdismo” de los actuales grupúsculos más o menos numerosos, que no representan más que una regurgitación pequeñoburguesa que nada tiene que ver con el movimiento de clase de los trabajadores. La única tarea que este “neoizquierdismo de opereta” pudo realizar fue desviar hacia posiciones falsas e impotentes a ese pequeño número de obreros que sentían la necesidad de oponerse al oportunismo desenfrenado de los distintos PCI.

Hacemos el paralelo sólo para demostrar la irremediable y total divergencia entre el enfoque del Partido Comunista Marxista y el de estos supuestos “vecinos”, demostrando que no data de hoy sino de hace cincuenta años y, sin perjuicio de las proporciones y la gravedad de la cuestión.

El “izquierdismo” de los comunistas alemanes en 1920 partió, como el de los “izquierdistas” de hoy, de un polo opuesto al nuestro marxista: de la más completa “confusión de los conceptos de partido y de clase”. Esta confusión, que equivale a estar fuera y para siempre de la corriente marxista, llevó al KAPD alemán, como a los ordinovistas italianos, a no comprender, por un lado, la función primaria del partido y la necesidad de su existencia como órgano centralizado y disciplinado de dirección de la lucha revolucionaria, por el otro, y en consecuencia, a la negación de la función de las organizaciones obreras inmediatas.

Feroces partidarios del partido “que se disuelve en los soviets” de la “democracia obrera”, del partido y de la dictadura “no de los jefes, sino de las masas”, apoyaban al mismo tiempo la tesis de la “destrucción de los sindicatos” como formas obsoletas de organización proletaria, y estaban a favor de la formación de organizaciones obreras fundadas sobre bases ideológicas.

El partido proletario tuvo que “abrirse”, las organizaciones obreras inmediatas tuvieron que “cerrarse”. El mismo rasgo, aquí la validez del paralelo histórico, distingue a todos los “izquierdistas” de hoy. Mientras luchan ferozmente contra el dogmatismo y el sectarismo del partido, son incapaces de comprender la necesidad de organizaciones económicas inmediatas de los proletarios e inventan diversas formas de “comités”, “colectivos”, “ligas” obreras que no son nada más que el duplicado sindical de su organización política.


SINDICATOS Y SOVIETS

Cuando hablamos de organismos obreros inmediatos de la clase obrera nos encontramos ante otra pregunta de los habituales “buscadores de formas”.

¿Deberían ser estos organismos inmediatos los soviets o los sindicatos? ¿Organismos económicos u organismos políticos? De hecho, la aparición de la forma soviética causó, desde 1917, una gran impresión entre los pequeñoburgueses que ven la lucha de clases como una representación teatral. Se dijo entonces que ésta era la nueva forma de organización proletaria finalmente descubierta y que esta forma haría inútiles tanto al partido político como al sindicato.

Al pequeño burgués le resulta difícil pensar que la lucha entre clases surge del estómago, es decir, de las necesidades inmediatas y cotidianas de las masas y no de las ideas, y le resulta muy difícil convencerse de que los trabajadores llegan a el acto “heroico” de lanzar el ataque al poder burgués y fundar una nueva sociedad por el vulgar hecho de no querer morir de hambre. En consecuencia, la organización sindical siempre ha sido mal vista por la pequeña burguesía que en el fondo intenta “superarla” y pasar directamente a formas “superiores” de lucha. Ahorramos al lector la infinidad de manifestaciones sobre “la superación de las luchas reivindicativas”, la “forma sindical misma”, etc., con el consiguiente corolario de que sólo una “educación” adecuada puede llevar a los obreros a la revolución. Desafortunadamente, quizás el lector sepa más sobre esto que nosotros.

En cualquier caso, la cuestión se ha planteado y se plantea así:

«Los Soviets o Consejos de obreros y campesinos (y soldados) son los órganos con los que la clase trabajadora ejerce el poder político después de haber derrocado con la revolución el poder del Estado burgués y se han suprimido los órganos representativos de éste (parlamento, consejos municipales, etc.). Son los “órganos de Estado” del proletariado.

«Los soviets son elegidos exclusivamente por los trabajadores, con exclusión del derecho electoral de todos aquellos que utilizan el trabajo asalariado y en cualquier caso explotan a los proletarios. Su característica sustancial consiste en que todas las demás modalidades de su constitución son completamente secundarias...

«Los consejos obreros surgen en el momento de la insurrección proletaria, pero también pueden surgir en un momento histórico en el que el poder de la burguesía atraviesa una grave crisis y está muy extendida entre el proletariado la conciencia histórica y la tendencia a asumir el poder.

«El problema revolucionario no consiste en la creación formal de los Consejos, sino en el paso del poder político a sus manos. El instrumento de la lucha política de clase del proletariado es el partido de clase, el partido comunista... » (Tesis sobre la constitución de los consejos obreros propuestas por el CC de la Fracción Comunista Abstencionista del PSI - 1920).

«Los hechos mencionados muestran que para la creación de los Soviets son necesarias determinadas premisas. Se pueden y se deben organizar los Soviets de obreros y transformarlos en Soviets de los diputados obreros y soldados, sólo bajo las tres condiciones siguientes: a) Un impulso revolucionario de masas entre el círculo más amplio de obreros y obreras, soldados y población trabajadora; b) Un empeoramiento de la crisis económica y política de tal manera que el poder comience a escaparse de las manos de los gobiernos constituidos; c) La maduración en las filas de estratos notables de trabajadores y sobre todo del partido comunista de la firme decisión de emprender una lucha decisiva, sistemática y planificada por el poder...

«Los intentos de algunos grupos comunistas en Francia, Italia, Estados Unidos e Inglaterra de crear Soviets que, sin embargo, no acogen a grandes masas de trabajadores y que, por lo tanto, no pueden lanzarse a la lucha directa por el poder, no hacen más que perjudicar el trabajo real de preparación de la revolución soviética...

«Sin revolución los Soviets son imposibles. Los Soviets sin revolución proletaria se convierten inevitablemente en una parodia de los Soviets. Los verdaderos Soviets de masas aparecen como una forma históricamente dada de la dictadura del proletariado...” (Tesis de la Tercera Internacional sobre las condiciones para la constitución de los Consejos obreros - 1920).

Los Soviets son, por tanto, los organismos que la clase obrera se forja con miras a la conquista del poder y al ejercicio de la dictadura, conquista y ejercicio que, sin embargo, sólo es posible en la medida en que estos organismos obreros, que expresan la exigencia y la necesidad, sean permeados e influenciados por el partido político, el único organismo que verdaderamente puede conquistar el poder y ejercer la dictadura.

Por lo tanto, incluso los Soviets no se caracterizan por su orientación o por su naturaleza intrínsecamente revolucionaria, sino por su estructura obrera que los hace aptos, una vez conquistados por la influencia del partido, para asumir y ejercer el poder político. Pero sobre todo, y esto es lo que queremos subrayar, no constituyen una forma sustitutiva de las organizaciones de trabajadores de carácter económico, defensivo o sindical.

Representan una función diferente de la clase que de mil maneras puede combinarse con la función económica defensiva, pero que no la anula ni la inutiliza. Alejándonos del mecanismo de las “formas de organización” y apuntando a la sustancia, diremos que los trabajadores necesitan, para llevar a cabo su lucha diaria contra los efectos de la opresión capitalista, y por tanto en el terreno económico, organismos económicos de clase (mil formas, las combinaciones posibles; la función es una e insustituible: ser órganos constitucionalmente accesibles sólo a los obreros, servir para defender los salarios, los empleos, el pan de cada día). Mientras que en los períodos en los que la lucha social está próxima a transformarse en lucha por el poder, los obreros necesitan, y por ello surgen, organismos obreros aptos para ejercer las funciones estatales de la dictadura proletaria.

Desde el punto de vista de las formas, pueden ser incluso las mismas organizaciones obreras de defensa económica que, radicalizando la lucha y bajo la influencia del partido, pueden asumir la función de asalto político al poder burgués y de destrucción del poder del Estado burgués.

Cuando hablamos de los organismos inmediatos de la clase obrera queremos decir, por tanto, más allá de las formas específicas y contingentes, de los organismos que la clase se ve obligada a crear para sí misma, impulsada por sus necesidades esenciales. Hablamos de funciones y necesidades más que de formas. Y sostener que la clase obrera puede prescindir de organismos económicos inmediatos significa ni más ni menos que argumentar que puede prescindir de la lucha por las reivindicaciones. Significa negar el supuesto fundamental de todo el marxismo según el cual la lucha política no es más que la precipitación crítica en ciertos momentos, y bajo la influencia del partido, de la lucha misma que los trabajadores libran para defender sus condiciones de vida.


LUCHAS Y ORGANISMOS ECONÓMICOS Y PARTIDO POLÍTICO

Por otro lado, nuestra visión marxista combate el mecanismo de los “buscadores de formas”. Si los soviets sin revolución se convierten en una parodia y están condenados a morir, si su tendencia a conquistar el poder político puede encontrar su salida, su realización, sólo bajo la influencia de la orientación revolucionaria del partido de clase, degenerando de lo contrario en formas vacías que son impotentes para realizarse, lo mismo, y más aún, se aplica a las organizaciones obreras para la defensa económica y a la lucha económica misma. Las luchas y organizaciones de los obreros se vuelven nulas e ineficaces, se cierran en la defensa de estrechos intereses corporativos, en la defensa de un grupo de trabajadores en detrimento de otro, se vuelven impotentes para la función misma para la cual surgieron cuando están influenciados y dirigidos por una política burguesa, conservadora y antirrevolucionaria. Su función misma de defensa económica “se completa e integra” sólo cuando a su cabeza está el partido político de clase, así como los resultados inmediatos que los trabajadores logran con sus luchas cotidianas se convierten en conquistas estables y reales sólo mediante la conquista del poder por el proletariado.

Los organismos económicos inmediatos sólo pueden desempeñar plenamente su función subordinándose a la dirección revolucionaria; corren el riesgo de volverse impotentes para llevar a cabo esta misma función elemental subordinada a una dirección burguesa u oportunista.

Pero esta realidad no puede desentrañarse en términos formales, planteando la hipótesis de organismos obreros de por sí capaces de no ser influenciados por el adversario de clase, constitucional o fisiológicamente adaptados a nunca traicionar ni siquiera los intereses inmediatos de la clase. La contradicción se resuelve en el seno de la dinámica histórica de la lucha de clases que empuja a los obreros a forjar armas para la defensa de su pan cotidiano y ve en estos organismos de clase la lucha a muerte entre las orientaciones políticas de su sometimiento a las necesidades de conservación social, al Estado burgués, hasta convertirse en un engranaje del aparato estatal, y la orientación que tiende a introducirlos en el campo de la revolución y por tanto también a fortalecer, extender y profundizar su acción.

Si los sindicatos tricolores actuales son el resultado de la sumisión de las organizaciones obreras a cincuenta años de política burguesa reaccionaria, los sindicatos rojos de 1921-26 fueron el resultado de la conquista de las organizaciones obreras inmediatas por la orientación revolucionaria. Históricamente, los organismos económicos de la clase trabajadora enfrentan la alternativa: o sucumbir a la política burguesa y así volverse, a largo plazo, ineficientes para los propósitos mismos de la defensa de clase en el terreno económico, o sucumbir a la orientación revolucionaria y liderar la lucha económica hasta su punto históricamente culminante y definitivo: la conquista del poder político, el establecimiento de la dictadura del proletariado.

Pero si esto puede disgustar a quienes ven la historia de una manera mecánica y formal, eso no significa que en realidad las luchas económicas y las organizaciones económicas de los trabajadores constituyan la base concreta, real y material de la acción revolucionaria. Históricamente, la burguesía siempre ha intentado someter al movimiento y la organización económica de los trabajadores a sus intereses, sabiendo muy bien que la lucha política revolucionaria del proletariado podría desarrollarse en este terreno, que no puede ser eliminado porque brota de las entrañas mismas de la sociedad capitalista. Históricamente, el Partido Comunista ha contrarrestado este proceso paso a paso, sabiendo muy bien que sin conquistar la red de organizaciones económicas inmediatas a la influencia del partido es imposible emprender la conquista del poder político.

Históricamente, la revolución ha perdido su batalla a escala global, y la consecuencia ha sido, y no podía dejar de ser, el sometimiento de las organizaciones obreras al Estado burgués. Pero el partido sabe que la rueda del proceso revolucionario volverá a moverse en la medida en que la clase obrera pueda volver a expresar sus organismos de lucha económica, replanteándose así el terreno real en el que se desarrollará el choque entre revolución y contrarrevolución.


LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y LOS SINDICATOS

Así las tesis del II Congreso de la Internacional “Sobre los sindicatos y los consejos de fábrica” volvieron a proponer la visión marxista de la relación entre el partido y los organismos económicos. La tarea de los comunistas no era entonces, como no lo es hoy, inventar “nuevas formas” de organización y lucha, sino trabajar para extender su influencia en todos los organismos inmediatos del proletariado, sabiendo que sólo esta acción del partido podrá transformarlos en órganos de la lucha revolucionaria. Y como los obreros se organizaron y lucharon en los sindicatos reaccionarios, dirigidos por los peores oportunistas, la tarea de los comunistas era permanecer en estos organismos y ganárselos a la influencia del partido:

«Para lograr la victoria en la lucha económica, las grandes masas obreras que hasta ahora permanecían fuera de los sindicatos acuden a sus filas. En todos los países capitalistas hay un fuerte fortalecimiento de los sindicatos, que hoy son una organización no sólo de la parte avanzada del proletariado, sino de sus amplias masas. Al fluir hacia los sindicatos, intentan convertirlos en su arma de lucha. Los conflictos de clases cada vez más encarnizados obligan a los sindicatos a tomar la iniciativa en huelgas, que envuelven a todo el mundo capitalista en poderosas oleadas e interrumpen constantemente el proceso de producción e intercambio. Al elevar sus demandas en paralelo con el aumento de los precios y su creciente pobreza, las masas trabajadoras alteran los fundamentos de todo cálculo capitalista, este presupuesto elemental de toda economía ordenada. Los sindicatos que, durante la guerra, se habían convertido en órganos de influencia de las masas trabajadoras en interés de la burguesía, se convierten en órganos de destrucción del capitalismo...

«Teniendo en cuenta la afluencia de poderosas masas trabajadoras a los sindicatos, teniendo en cuenta el carácter objetivamente revolucionario de la lucha económica que estas masas lideran en antítesis de la burocracia sindical, los comunistas de todos los países deben entrar en los sindicatos para convertirlos en órganos de lucha por el “derrocamiento del capitalismo, por el comunismo”. Deben tomar la iniciativa de formar sindicatos donde no existen.

«Todo alejamiento voluntario del movimiento sindical, todo intento artificial de crear sindicatos particulares sin verse obligado a hacerlo por actos excepcionales de violencia de la burocracia sindical (disolución de grupos revolucionarios locales en los sindicatos por las centrales oportunistas) o por su política estrictamente aristocrática, que prohíbe a grandes masas de obreros no cualificados el acceso a las organizaciones, representa un grave peligro para el movimiento comunista. Amenaza con entregar a los trabajadores más avanzados, más dotados de conciencia de clase, a los dirigentes oportunistas que trabajan al servicio de la burguesía.

«La debilidad de las masas obreras, su indecisión, su accesibilidad a los argumentos ficticios de los dirigentes oportunistas, sólo podrán superarse, a medida que se intensifica la lucha, en la medida en que los estratos más amplios de la clase obrera aprendan, a través de su misma experiencia, a través de sus victorias y derrotas, que sobre la base del sistema económico capitalista ya no se pueden lograr condiciones de vida humanas; en la medida en que los obreros comunistas de vanguardia aprendan a ser, en la lucha económica, no sólo los propagandistas de las ideas del comunismo, sino también los líderes más decisivos de la lucha económica y de los sindicatos...

«Dado que los comunistas dan más importancia a los objetivos y a la naturaleza de la organización sindical que a su forma, no deben retroceder ante una escisión en las organizaciones sindicales, si la renuncia a la escisión equivaliera a la renuncia al trabajo revolucionario en los sindicatos, a la renuncia al intento de convertirlo en un instrumento de la lucha revolucionaria, a la renuncia a la organización de los sectores más explotados del proletariado. Pero incluso si tal división resulta necesaria, sólo debe producirse si los comunistas logran, con una lucha incesante contra los líderes oportunistas y sus tácticas y con la participación más activa en las luchas económicas, convencer a las amplias masas trabajadoras de que la división es necesaria no por objetivos revolucionarios remotos que todavía les resultan incomprensibles, sino más bien por el interés concreto y más inmediato de la clase obrera en el desarrollo de sus luchas reivindicativas. Si una escisión se hace necesaria, los comunistas deben evaluar con sumo cuidado si esto no conduce a su aislamiento de las masas trabajadoras».

«La tendencia a crear consejos de fábrica, que anima cada día más a los trabajadores de diferentes países, tiene su origen en las más diversas causas (lucha contra la burocracia contrarrevolucionaria, desmoralización tras las derrotas en la lucha puramente por agravios, esfuerzo por crear organizaciones que abarca a todos los trabajadores), pero conduce siempre y en todas partes a la lucha por el control de la industria, tarea histórica específica de los consejos de fábrica. Por tanto, es un error querer organizar consejos de fábrica sólo con trabajadores que ya se mueven en el terreno de la dictadura del proletariado. Al contrario, la tarea del partido comunista es aprovechar la ruina económica para organizar a todos los trabajadores y armarlos de cara a la lucha por la dictadura del proletariado».

De lo escrito en las Tesis reconfirmamos una conclusión que se encuentra en todos nuestros textos posteriores a la Segunda Guerra Mundial. No es la línea política del sindicato, por fétida que sea, la que determina la salida de los comunistas de este. Los comunistas deben militar en las organizaciones económicas, incluso si están dirigidas por una política contrarrevolucionaria, y trabajar para conquistarlas basándose en otras condiciones: 1) Que se les permita llevar a cabo la labor de influencia revolucionaria en el sindicato (en otras palabras, que el sindicato admita de hecho la expresión en su seno de las corrientes políticas). 2) Que no se pongan obstáculos a la organización de todos los obreros de una determinada categoría o rama de industria. Dadas estas condiciones, los comunistas no persiguen la escisión de los sindicatos existentes, sino que trabajan dentro de ellos para emprender su conquista, “quizás a golpes”.

Si estas condiciones ya no existen en un organismo sindical determinado (lo que de hecho significa que pierde su naturaleza misma de sindicato), los comunistas no defienden la organización sólo de obreros que sigan la política del partido o que se adhieran a determinadas posiciones, sino más bien el renacimiento de organizaciones económicas abiertas a todos los trabajadores y dentro de las cuales puedan llevar a cabo su labor revolucionaria.


LA INTERNACIONAL SINDICAL ROJA

La Internacional Sindical Roja, coherente con lo anterior, no pretendía agrupar sólo a aquellos trabajadores que aceptaban los principios de la revolución y el comunismo, sino a aquellos sindicatos y organizaciones económicas de todos los obreros (fábricas, profesionales, industriales) que fueron conquistados y sometidos a la dirección revolucionaria.

Su estatuto establece en el punto 4: «Toda organización económica de carácter revolucionario de clase que acepte las siguientes condiciones puede convertirse en miembro de la Internacional de Sindicatos Rojos: 1) reconocimiento de los principios de la lucha de clases revolucionaria; 2) Implementación de estos principios en la lucha diaria contra el capital y el Estado burgués; 3) reconocimiento de la necesidad de derrocar el capitalismo mediante la revolución social, y de establecer, en el período de transición, la dictadura del proletariado... 7) Unidad de acción con todas las organizaciones revolucionarias y con el partido comunista del propio país, en todas las acciones defensivas y ofensivas contra la burguesía”.

Los organismos sindicales que se unieron a la Internacional Roja siguieron siendo organismos de trabajadores abiertos a todos los trabajadores, cualquiera que fuera su opinión o ideología. Fueron estos mismos órganos económicos de todos los trabajadores los que reconocieron la influencia y dirección de la dirección comunista, sin perder su característica de órganos sindicales. Esto es completamente opuesto a la pretensión de los “izquierdistas” entonces, como ahora, de crear organizaciones que reúnan sólo a aquellos trabajadores que compartieran los principios revolucionarios. Las mismas Tesis de la Internacional Sindical Roja (votadas en su primer Congreso en 1921) critican esta posición antimarxista.

«La concentración de fuerzas revolucionarias en el movimiento sindical debe realizarse a través de los consejos de fábrica y de empresa. Estos Consejos deben ser elegidos por todos los trabajadores de una determinada empresa, independientemente de sus opiniones políticas y religiosas. El intento de crear consejos de fábrica y de empresa en conventículos de camaradas de la misma tendencia, como ocurre en la Confederación General del Trabajo de Alemania, constituye en sí mismo una caricatura de los consejos de fábrica y de empresa y desacredita la idea misma de tal organización...

«En realidad, bajo el seudónimo de Consejos de Fábrica, la Unión General del Trabajo no constituye más que sus núcleos de fracción, un derecho indiscutible para toda organización: pero es inútil en este caso poner etiquetas tan pomposas a estos núcleos...

«La actitud antirrevolucionaria asumida actualmente por la burocracia sindical, la ayuda que ha prestado a la represión del movimiento revolucionario de los obreros, ha empujado a una parte de los proletarios y revolucionarios de todo el mundo a romper con los sindicatos y a crear nuevas organizaciones propias, puramente revolucionarias, de las que surgen las consignas “destrucción de los sindicatos”, “fuera de los sindicatos”, que encuentran cierta simpatía entre los elementos revolucionarios más desesperados, vueltos pesimistas por la inercia de las masas. Esta táctica de expulsión de los elementos revolucionarios y abandono de los sindicatos, de millones de proletarios, a la influencia indiscutible de los traidores de la clase obrera, le hace el juego a la burocracia sindical y, por lo tanto, debe ser rechazada decisiva y categóricamente. No destrucción, sino conquista de los sindicatos, es decir, de las masas organizadas en los viejos sindicatos: ésta es la consigna en torno a la cual la lucha revolucionaria debe organizarse y desarrollarse...

«Los partidarios de la Internacional Roja cometerían un error muy grave... si abandonaran los sindicatos para replegarse en pequeños grupos sindicales revolucionarios. Los trabajadores expulsados de los sindicatos no deben dispersarse, sino que deben permanecer organizados en el mismo marco al que pertenecían antes de la exclusión, actuando continuamente como miembros regulares y legítimos del sindicato que los expulsó...

«La tarea de los elementos revolucionarios del movimiento sindical no consiste, por tanto, en separar de los sindicatos a los mejores y más conscientes obreros y formar pequeñas organizaciones, sino en infundir un espíritu revolucionario a los sindicatos, permaneciendo dentro de ellos, reivindicando día a día las aspiraciones revolucionarias de la clase obrera y tratando así de transformarlos en instrumentos de la revolución social.

«Todo el trabajo de organización en los viejos sindicatos debe estar encaminado a combatir la pasividad y la traición de la burocracia sindical, en el curso de la lucha por los intereses cotidianos de los obreros. Conquistar los sindicatos significa conquistar a las masas obreras, que sólo pueden ser conquistadas con un trabajo sistemático y obstinado, poniendo de relieve continuamente el contraste entre la tendencia al compromiso y a la colaboración de clases y nuestra tendencia estrictamente revolucionaria. La consigna “lejos de los sindicatos” nos impide conquistar a las masas y por tanto nos aleja de la revolución social”.

Otro golpe a los “cultivadores de las formas”, esta vez a los cultivadores de la “forma sindical”, todavía numerosos hoy. De hecho, las Tesis continúan:

«Pero también sería un error considerar a las organizaciones sindicales como un fin en sí mismas. Los sindicatos no son un fin, son los medios para lograr un fin; y por eso mientras rechazamos la consigna de “¡lejos de los sindicatos!” También debemos afirmarnos de la forma más decidida contra el fetichismo organizativo y la consigna de “unidad a cualquier precio y sin reservas”. Conquistar a los sindicatos no significa apoderarse de las arcas y propiedades sindicales, sino de conquistar el alma de los miembros de los sindicatos. Muchos camaradas olvidan esta distinción, confundiendo a menudo el sindicato con su local, con el fondo y con el personal directivo. Este punto de vista debe ser rechazado categóricamente por los sindicatos de clase revolucionarios. Estos están a favor de la unidad y en contra de la escisión, pero no temen la escisión: he aquí un punto que debe quedar claro para cada uno de nosotros”.

Cincuenta años de indiscutible dominio oportunista sobre los sindicatos obreros, combinados con la tendencia capitalista hacia la sumisión de los sindicatos al Estado y su maquinaria y la ausencia casi absoluta del proletariado de la lucha revolucionaria, ciertamente han dado a los sindicatos actuales una característica mucho más reaccionaria que los de 1921, lograron deformar la práctica y la organización misma de una manera mucho más dañina que lo que pudieron hacer los oportunistas de la posguerra, presionados desde atrás por un proletariado que luchaba a nivel europeo. Los sindicatos tricolores de hoy ciertamente no son los sindicatos de clase de 1921. Esto modifica los términos de la táctica del partido hacia estos sindicatos, pero no modifica en absoluto los términos generales de la posición del partido hacia los organismos económicos de clase que los obreros, habiendo regresado a la lucha, se verán obligados a reconstituir. Siguiendo su tradición marxista, el partido, a diferencia de todas las demás agrupaciones pseudorrevolucionarias, indica la reanudación de la acción de clase en el terreno económico y el renacimiento de organizaciones económicas de clase que pueden ser conquistadas bajo la dirección del partido y abiertas a todos los obreros, el camino hacia la reanudación de la lucha revolucionaria.








Por el Sindacato de clase


Brasil: trabajadores petroleros de Terminal  Bahía de Guanabarav(TABG) hacen huelga en defensa de los trabajadores tercerizados y otras demandas

Los trabajadores petroleros permanentes y tercerizados del Terminal de la Bahía de Guanabara, unidad de transferencia y almacenamiento de Transpetro, ubicada en tres islas de la bahía del mismo nombre en Río de Janeiro, iniciaron el viernes 13.10.2023 un paro. Su huelga es una continuación del movimiento de “bloqueo” que comenzó el día 11. La agenda de la huelga planteó la reintegración de 2 trabajadores subcontratados arbitrariamente despedidos y varias otras demandas.

La huelga de los trabajadores de Transpetro en esta importante unidad de Río de Janeiro movilizó a empleados y tercerizados y su principal reclamo fue el despido sumario y arbitrario de dos trabajadores de “apoyo operativo” de la empresa Sudamin Brasil. Destaca en esta lucha la unidad entre trabajadores permanentes y tercerizados o bajo contrato temporal, reflejándose no solo en las acciones de lucha sino en el pliego de exigencias al patrón.

Esta huelga fue asumida por tiempo indefinido teniendo como pliego de exigencias la reincorporación de los despedidos, la igualdad de derechos entre empleados y tercerizados en cuanto al lugar de fichaje, denunciando situaciones graves de seguridad operativa, como las que involucran a las embarcaciones que transportan diariamente a los trabajadores a las islas donde trabajan, caída de escaleras con el ascensor en la torre de acceso a las naves, huecos en los techos de tanques, y hasta la exigencia de un pago adicional para los trabajadores que laboran en esta aislada unidad.

La huelga del TABG se produjo en medio de una postura intransigente de Petrobras en la negociación del convenio colectivo de la categoría. La empresa, incluso bajo la dirección del PT, es intransigente en no retirar los ataques a todos los trabajadores petroleros en relación con el plan de salud y los descuentos agresivos a los ingresos de los jubilados, entre otras demandas de los trabajadores. Tanto la Federación Única de Trabajadores Petroleros, como la Federación Nacional de Trabajadores Petroleros manifestaron su rechazo a la propuesta de la empresa y propusieron un calendario de movilizaciones a partir del 27/10. El movimiento de lucha ha crecido incorporando a las movilizaciones a buena parte de los trabajadores petroleros que además vienen exigiendo aumento salarial.

Destaca como uno de los elementos positivos de esta lucha la unidad de acción entre los trabajadores fijos o permanentes y los trabajadores a tiempo parcial o tercerizados. Una de las características del sindicalismo de clase es la unión y organización de los trabajadores asalariados sin distingo de categoría, oficio, calificación, condición (permanentes, a tiempo parcial, jubilados, pensionados, desempleados), nacionalidad y cualquier otra característica que pueda convertirse en fuente de la división de la clase trabajadora. Independientemente del resultado de esta lucha y de las desviaciones reformistas y legalistas del sindicato actual, apoyamos este tipo de integración, no solo en las luchas sino en la organización de base, que tiene que ser el reflejo de esta unidad de acción.


El sindacalismo brasileño, politiquero y traidor, asume como un "logro" sus huelgas contra las privatizaciones

La ola de privatización de empresas estatales avanza en el gobierno de Lula en Brasil. Durante el 2023 destacan los siguientes conflictos de trabajadores:
     - 14 de febrero - BH Metro - Región Metropolitana de BH, MG
     - 24 de marzo - Petrobras - Nacional
     - 8 de mayo - Trensurb - Región Metropolitana de Porto Alegre, RS
     - 9 de mayo - Empleados municipales de Governador Valadares, MG
     - 27 de junio - Refinería Lubnor - Fortaleza, CE
     - Julio 13 - CBTU - Recife, PE
     - 13 de julio - Cemig - Minas Gerais
     - 2 de agosto - CBTU - Recife, PE
     - 9 de agosto - Puertos - Nacional
     - 15 de agosto - Companhia de Saneamento Deso - Sergipe
     - 17 de agosto - Docentes de la red estatal de Santa Catarina
     - 13 de septiembre - Centrais Elétricas Celesc - Santa Catarina
     - 2 de octubre - Carris Porto-Alegrense - Porto Alegre-RS
     - 3 de octubre - Metro, CPTM y Sabesp - São Paulo.

En todos estos conflictos destaca la colocación del rechazo a la privatización como reivindicación de estas luchas. Pero el rechazo a la privatización de las empresas, ni es una reivindicación sindical de clase ni es una postura obrera, de izquierda o socialista.

El movimiento sindical de clase concentra sus reivindicaciones en la exigencia de aumentos en salarios, pensiones y jubilaciones, en la reducción de la jornada de trabajo, en la reducción de la edad de jubilación y en la mejora de las condiciones y medio ambiente de trabajo. En la medida que las luchas obreras toman fuerza y se produce la reacción de los patronos y sus gobiernos, el movimiento sindical de clase también enfrenta la represión y lucha contra los despidos y por la libertad de luchadores obreros presos. La principal y más potente arma de lucha de los trabajadores es la huelga, que puede iniciarse en una sola empresa, pero que todo sindicato de clase tratará de ampliarla a todas las categorías, empresas y ramas de actividad económica, de una localidad, región o país y con visión internacionalista.

Las luchas contra la privatización de las empresas no le aportan nada a la clase obrera y la apartan de sus verdaderas reivindicaciones. Es como luchar por preferir un patrón estatal ante un patrón de la empresa privada. Tanto el patrón estatal como el patrón de la empresa privada explotan a los trabajadores, se apropian de la plusvalía, en la búsqueda de la maximización de las ganancias y la reducción de los costos. No importa la condición estatal o privada del patrón, el sindicato debe enfrentarlos y plantear sus verdaderas reivindicaciones. Quienes impulsan la lucha contra las privatizaciones en el movimiento sindical, asumen un papel patronal, reformista y anti-obrero.

En cuanto a quienes se consideran “izquierdistas” y hasta “socialistas” y se oponen a las privatizaciones es importante que quede claro que, para el marxismo y los comunistas, la condición estatal de una empresa no la hace socialista; y esa condición estatal no cambia el hecho de que produzca mercancías y persiga la obtención de ganancias en base a la explotación del trabajo asalariado. La lucha contra la privatización de las empresas es una posición oportunista que desnaturaliza la lucha de clase y desvía las luchas de los trabajadores hacia el reforzamiento de la democracia burguesa.

 

 

 

 


Venezuela y Guyana
Los trabajadores deben rechazar los llamamientos de la burguesia y partidos a defender el Territorio Esequibo

El llamado “Territorio Esequibo” es un área geográfica, que abarca tanto tierra firme como espacios marítimos, que ha estado en disputa por décadas entre Venezuela y Guyana (que en el pasado fue Colonia inglesa). Se trata de un territorio que cuenta con materias primas de alto valor económico, destacando el petróleo y el gas. Las trasnacionales, dentro de las que destaca Exxon Mobil, han avanzado recientemente en realizar operaciones de exploración avaladas por el gobierno de Guyana. El gobierno venezolano ha protestado estas acciones y ha rechazado el apoyo militar anunciado por EEUU, que necesita aumentar sus suministros de petróleo. Toda esta controversia no es otra cosa que un choque entre Estados burgueses (de Venezuela y Guyana) y en la que intervienen las potencias imperialistas que persiguen el control de materias primas y mercados.

En 2015 se agudizaron las tensiones entre los dos países porque la petrolera Exxon Mobil, de Estados Unidos, halló un pozo petrolífero en el mar en disputa y lo hizo con permiso de Guayana. El presidente de Venezuela denunció que Exxon Mobil financia campaña desestabilizadora, refiriéndose a como esta trasnacional se ha apoyado en el gobierno de Guyana para hacer incursiones en el territorio en disputa. Por otro lado se conoció recientemente que la petrolera ExxonMobil abandonó el trabajo de exploración que adelantaba en el Bloque Kaieteur, pero no por la presión de Venezuela, sino por los pobres resultados conseguidos en la operación. Pero la Exxon Mobil mantiene operaciones de exploración en zonas más prometedoras. Durante mucho tiempo esta trasnacional hizo negocios con el gobierno venezolano en la explotación petrolera y desde el 2015 rompieron relaciones comerciales. Pero entre los burgueses no hay relaciones de amistad o de afinidad ideológica, sino relaciones de competencia, de conveniencia y donde se producen alianzas o confrontaciones en correspondencia de los intereses en juego. De esta manera es tan hipócrita el rechazo del gobierno burgués venezolano a la Exxon Mobil, como es hipócrita el apoyo de esa trasnacional y de la “comunidad internacional” (léase potencias imperialistas y trasnacionales) al gobierno burgués de Guyana para explotar el petróleo y el gas en ese territorio. En ambos bandos de esta controversia están en juego los intereses de los consorcios capitalistas. Y en esta controversia los trabajadores solo son mano de obra a explotar, con los mínimos salarios posibles, y “carne de cañón” en caso de surgir una confrontación militar.

El tema del Esequibo está siendo utilizado por el gobierno burgués venezolano para atizar el nacionalismo, ante la crisis de popularidad que atraviesa y que pudiera afectar sus aspiraciones de ganar en las elecciones presidenciales de 2024. De esta manera la convocatoria del Estado burgués venezolano a un Referendum Consultivo para el 3 de diciembre 2023, sobre la posición a asumir ante la disputa con Guyana es, como siempre, parte de una estrategia electorera. Ya los partidos que respaldan al gobierno conformaron sus “Comandos de Campaña por la Defensa del Esequibo”. Pero también en esa dirección han comenzado a actuar los partidos de oposición, como Acción Democrática, que también han anunciado que conformarán organismos similares y, al igual que el gobierno, llamarán a participar en esta Consulta. De manera tal que el Referendum Consultivo venezolano se convertirá en una confrontación electoral que será antesala a las elecciones presidenciales del 2024.

La promoción del patriotismo, además de ser útil a los partidos que buscan recuperar su “popularidad” y aumentar su influencia entre los electores, tiene otro conjunto de efectos dañinos para la clase obrera y benéficos para la explotación capitalista. El patriotismo o nacionalismo impulsa la unidad de todas las clases, de explotados y explotadores, por la defensa de la patria y de la economía nacional y, por lo tanto, el patriotismo anula la lucha de clase, aparta a los trabajadores de la lucha por sus verdaderas reivindicaciones (salarios, pensiones, jubilaciones, duración de la jornada de trabajo, condiciones y medio ambiente de trabajo), pone a los trabajadores a moverse al servicio de los intereses de los patronos (públicos y privados) llegando al punto de convertirlos en carne de cañón ante un posible choque militar, que pondría a los asalariados venezolanos a matarse en lucha contra sus hermanos de clase de Guyana.

Los sindicatos que se reivindiquen como verdaderos y consecuentes defensores de las reivindicaciones de los trabajadores, deben mantenerse al margen del Referendum Consultivo del 3 de diciembre y rechazar cualquier llamamiento a la guerra entre Venezuela y Guyana y al envío de los asalariados a una guerra entre Estados burgueses e imperialistas que se disputan las riquezas minerales presentes en el Esequibo.

Los trabajadores venezolanos, que no fueron consultados para someterlos a salarios, jubilaciones y pensiones de hambre, ni para desmejorar sus condiciones y medio ambiente de trabajo o su calidad de vida, no deben asistir a ni al Referendum Consultivo, ni a ninguno de los procesos donde se elige a sus verdugos (presidente, gobernadores, alcaldes, diputados, etc.).

Los trabajadores, tanto en Venezuela como en Guyana, deben enfocarse en la lucha por aumento de salarios, pensiones y jubilaciones, deben organizarse por la base en un Frente Único Sindical de Clase e impulsar luchas que confluyan en la Huelga General, rechazando a los politiqueros y denunciando como traidores a todos los dirigentes sindicales que llaman a “defender el Esequibo” y a ir a la guerra contra Guyana. Los burgueses y sus lacayos que vean que hacen en su disputa por el control de materias primas y los trabajadores deben concentrarse, unidos y organizados, en sus luchas por aumento de salarios, pensiones y jubilaciones, por la reducción de la jornada de trabajo, por la reducción de la edad de jubilación y por la mejora de las condiciones y medio ambiente de trabajo.







VIDA DE PARTIDO

REUNION INTERNACIONAL DEL PARTIDO

Para hacer retornar las palabras del comunismo a los corazones de los proletarios de todos los países

[RG.146]

En Video-Conferencia, 26 al 28 de mayo de 2023



La clase obrera en America Latina

En este Primero de Mayo, desde México a la Patagonia hemos sido testigos de los desfiles de trabajadores que se han plegado a las políticas demagógicas de los gobiernos, o que se mantenían en la ilusión de anuncios de aumentos de salarios o del “mejoramiento” de las condiciones de trabajo. Esperando que cayeran de la mesa, las migajas del banquete patronal.

En cada país el demagogo gobierno ha hecho sus promesas con el apoyo de las empresas y las centrales sindicales sometidas al capital.

Si excluimos a países como Venezuela y Cuba, donde los salarios nominales se aproximan a cero, Colombia, Brasil y Perú se distinguen por los salarios mínimos más bajos. Sin embargo, sabemos que incluso en Uruguay, Ecuador, Chile, Argentina y Paraguay, quienes tienen el salario más alto de la región, los trabajadores sobreviven a costa de muchas privaciones, para alimentarse, mantener la salud e higiene.

Por otra parte, los esquemas salariales imperantes en varios países tienden a reducir a niveles muy bajos, lo que se paga a los pensionados y despedidos y privan de cualquier recurso a las grandes masas de desempleados y de desempleo oculto: trabajadores de la economía informal, "autónomos", jornaleros, etc.

Los salarios reales se ven erosionados por la inflación y la rapacidad patronal, que busca maximizar la explotación de los trabajadores. Todo esto está provocando un deterioro de las condiciones de vida, alimentación y de salud de la familia proletaria.

En Colombia no ha habido promesas gubernamentales de algún tipo para los trabajadores. Las centrales sindicales le han reservado a los trabajadores el papel de comparsas, para hacerlos confluir hacia el evento organizado por el presidente Petro, quien necesitaba mostrar el “apoyo popular” a su política antiproletaria. Petro llamó a los “ciudadanos colombianos” a movilizarse en apoyo a las reformas que su gobierno ha propuesto en el Congreso de la República. El descontento de los trabajadores se ha canalizado hacia los mecanismos institucionales de la democracia burguesa, dejando la lucha obrera a un segundo plano, respecto a sus proyectos de reforma laboral.

En Brasil las centrales sindicales han movilizado a los trabajadores, obteniendo del gobierno de Lula un ajuste en el salario mínimo. De 1.302 a 1.320 reales (cerca de 267 dólares mensuales, un aumento de 1.38 %) y la excepción del impuesto sobre la renta para quienes ganen hasta 2.640 reales.

Los profesores han iniciado una huelga exigiendo un aumento salarial. Denuncian que la solicitud de la tabla anunciada por el gobierno reducirá la retribución total, con repercusiones en el cálculo de pensiones. Por ejemplo, si un profesor con 40 horas de trabajo gana 3.529,74 reales mensuales como salario base, con bonificaciones su salario sería 4.500 reales (unos 911 dólares): este trabajador no recibirá ningún aumento. De la misma manera, el ajuste salarial del gobierno no trajo beneficios salariales al personal administrativo de las escuelas. La huelga comenzó el 4 de mayo, con 5 años de retraso. Pero el Poder Judicial ordenó su interrupción so pena de una multa de 300.000 reales por cada día de huelga. Entonces el Gobernador del Distrito Federal, pidió al Poder Judicial redoblar el monto de la multa a 600.000 reales por día y el congelamiento de la cuenta bancaria del Sindicato. Así comenzó el paro en el Distrito Federal. Concluido después de 21 días, con un acuerdo para el pago de un salario más alto en el segundo semestre de este año, y no para 2024 como estaba previsto anteriormente.

México: El presidente se reunió con los payasos de sindicatos centrales, para almorzar y compartir discursos demagógicos sin ninguna referencia a posibles aumentos salariales. Los sindicatos independientes se están movilizando por las demandas de los trabajadores.

En Argentina se han dado importantes manifestaciones de calle, en las que los sindicatos rechazaron los acuerdos del gobierno con el FMI y exigieron medidas para controlar la inflación. Argentina se encuentra entre los países con mayor aumento del costo de la vida en el mundo. En marzo el aumento de los precios fue del 7,7% y en términos anuales alcanzaría el 104,3%.

En Bolivia, el presidente Luis Arce ha encabezó la marcha de los trabajadores junto a la Central Obrera Boliviana, donde anunció un aumento salarial del 5% que elevará el salario mínimo a 2.362 bolivianos, equivalente a 340 dólares estadounidenses mensuales. El ministro del trabajo afirmó que el aumento busca compensar la inflación que ocurrió en el país el año pasado, que fue del 3,2%. Pero la realidad es que este salario es insuficiente para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. En una frase que aclara cómo las principales centrales sindicales están integradas al Estado burgués, el demagogo Arce ha afirmado que su gobierno “es fuerte porque los sindicatos son fuertes”. De hecho, los distintos gobiernos que se han sucedido han logrado promover y mantener sus políticas antiobreras, gracias al trabajo alevoso de las centrales eléctricas sindicales. Durante estos acontecimientos, los docentes estatales que están en conflicto con el gobierno desde mediados de marzo, manifestaron alrededor del cortejo oficial. Los profesores estatales exigen mejores salarios y más contrataciones, pero el diálogo con el Ministerio de Educación hasta el momento no ha tenido éxito. A pesar de que son afiliados a la Central Obrera, los docentes han denunciado que esta organización no los representa. Mientras tanto, por su parte, Los empresarios dijeron que el aumento salarial del gobierno aumentará el desempleo.

En Venezuela, después de meses marcados por una dura lucha de los trabajadores escolares, que pedían aumentos salariales, el gobierno logró capitalizar la falsa marcha del 1 de mayo, movilizando sobre todo a trabajadores de empresas e instituciones estatales, gracias también al transporte proporcionado por el Gobierno. Movilizaciones alternativas a las del gobierno, que pedían aumentos salariales, fueron realizadas en varios estados del país, pero con baja participación. Un importante intento de realizar una marcha alternativa tuvo lugar en la capital, Caracas; con una gran participación de los trabajadores, que se fue diluyendo en el camino, debido al fuerte cerco policial que la ralentizó y también a la ausencia de una dirección sindical de clase, que hubiera proporcionado la orientación necesaria.

El gobierno anunció un aumento en bonos, pero mantuvo el salario mínimo en 130 bolívares (alrededor de 5 dólares al mes). Con la política de primas, el gobierno reduce el coste de la mano de obra (las vacaciones y los subsidios se calculan en función del salario mínimo) y también puede reducir los costes de despidos de trabajadores.

Después de los anuncios del Primero de Mayo, han aumentado las manifestaciones de descontento de los trabajadores y su oposición hacia las confederaciones y federaciones sindicales. En la región de Guyana, al sur del país, con amplio desarrollo empresarial de procesamiento de hierro, aluminio, del acero y otros procesos, ocurrieron grandes muestras de hostilidad por los trabajadores hacia los representantes regionales de la CBST (Central Bolivariana Socialista de Trabajadores). Allá ha habido informes de protestas en Plantas industriales, en los locales de la CBST, en la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), SIDOR (acero), ALCASA (aluminio), FERROMINERA (hierro) y VENALUM (aluminio). Tras estas protestas, algunos sectores del movimiento sindical en estas empresas, están promocionando celebración de elecciones sindicales, donde hace 8 años no se realizan para la renovación de las directivas sindicales.

* * *

Los oportunistas y sindicalistas aún logran mantener a los trabajadores desmovilizados, desorganizados, divididos y sometidos a las políticas de conciliación de clases con la patronal capitalista y los gobiernos de turno.

En general, el movimiento obrero carece de referencias sindicales clasistas. Hay iniciativas combativas esporádicas a nivel sindical, que todavía no pueden alcanzar y crecer en términos de influencia, incluso causa de la confusión por la presencia de posiciones nacionalistas, en defensa de soberanía nacional, e inclinaciones hacia la Participación electoral y parlamentarismo. Las grandes centrales sindicales de América Latina, viejas y nuevas, mantienen una política de conciliación de clases, lejos de cualquier llamado a luchar desde verdaderas posiciones clasistas.

 


Teoría marxista de la crisis
Las teorías de la plusvalía - David Ricardo

La exposición del capítulo sobre las teorías de las crisis que concierne a Ricardo, que se adentra en el estudio de la concepción burguesa de la caída de la tasa de ganancia, de la acumulación y, por consiguiente, de las crisis de sobreproducción, el horror más absoluto de todo apologista que se precie de negar la catástrofe a la que tiende constantemente el abominable último modo de producción clasista.

El lenguaje utilizado en esta coyuntura por Marx es cualquier cosa menos simple y sencillo, pero todo gran logro científico va debidamente precedido de una buena dosis de esfuerzo, y esto es lo que exigimos al lector comunista, cuyos músculos cerebrales deben entrenarse para aprender la teoría de la liberación del proletariado.

La amplitud del espacio dedicado a Ricardo en Teorías de la plusvalía permite retomar una y otra vez los mismos principios para acercarse por etapas al centro de la cuestión.

Uno de los puntos más importantes del sistema ricardiano es el descubrimiento de que la tasa de ganancia tiene tendencia a bajar.

Según Smith, esto ocurriría como consecuencia del aumento de la acumulación y de la consiguiente competencia creciente del capital. Ricardo responde a esta tesis afirmando que la competencia puede igualar los beneficios en las distintas ramas de la producción; sin embargo, no puede reducir la tasa general de beneficio.

La tendencia a la baja de la tasa de ganancia se deriva también del aumento de la tasa de renta de la tierra, pero esta tendencia de la renta no existe en realidad, por lo que su efecto sobre la caída de la tasa de ganancia disminuye.

En segundo lugar, la investigación descansa en el supuesto erróneo de que el ensayo de la plusvalía y el ensayo de la ganancia coinciden, y que por lo tanto una caída en el ensayo de la ganancia corresponde a la de la plusvalía.

La teoría ricardiana descansa, pues, en supuestos erróneos: 1) que la existencia y el crecimiento de la renta de la tierra están condicionados por la disminución de la fertilidad de la agricultura; 2) que la tasa de ganancia es igual a la tasa de plusvalía y sólo puede subir o bajar en proporción inversa a cómo baje o suba el salario.

Llegados a este punto, es necesario desviar nuestra atención hacia el escenario donde todas las contradicciones y antítesis de la producción burguesa llegan a su punto álgido: el mercado mundial. Precisamente porque todos los elementos contradictorios alcanzan aquí su punto culminante, la apologética despliega sus peores armas y, en lugar de investigar en qué consisten los elementos contradictorios que estallan en la catástrofe, se contenta con negar la catástrofe e insistir, ante la periodicidad regular de las crisis, en que si la producción se ajustará a los libros de texto, el fin de la prosperidad nunca llegaría. La apologética consiste entonces en falsificar las relaciones económicas más simples y sobre todo en sostener la unidad frente a la antítesis.

Para demostrar que la producción capitalista no puede conducir a crisis generales, se niegan todas las condiciones y determinaciones de la forma, todos los principios y diferencias específicas, en definitiva la propia producción capitalista, y de hecho se demuestra que si el modo de producción capitalista, en lugar de ser una forma de producción social peculiar y específicamente desarrollada, fuera un modo de producción que permaneciera tras sus orígenes más crudos y sus antítesis, no existirían sus propias contradicciones y, por tanto, tampoco sus explosiones en crisis. Las crisis se eliminan mediante razonamientos que niegan los primeros supuestos de la producción capitalista, la existencia del producto como mercancía, la escisión de la mercancía en mercancía y dinero, los momentos de separación resultantes en el intercambio de mercancías y, por último, la relación entre dinero o mercancía y trabajo asalariado.

Entonces, ¿cuáles son las condiciones que hacen posible las crisis?
     1. La posibilidad general de crisis en el proceso de metamorfosis del capital se da, por partida doble: en la medida en que el dinero actúa como medio de circulación, separando la compra de la venta; en la medida en que actúa como medio de pago, donde opera en dos momentos distintos, como medida de valor y como realización de valor.
     2. Crisis derivadas de variaciones de precios que no coinciden con las variaciones del valor de las mercancías.
     3. La posibilidad general de la crisis es la metamorfosis de la forma del capital, es decir, la separación temporal y espacial de la compra y la venta.
     4. Las crisis también pueden generarse por transformaciones desproporcionadas del capital surplus en sus diversos elementos.
     5. Las crisis derivadas de la transformación desordenada de las mercancías en dinero.

El último capítulo trata de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la limitación del consumo.

Ricardo cree que la mercancía-forma es indiferente al producto; además, que la circulación de mercancías sólo se diferencia formalmente del trueque; que el valor de cambio es aquí sólo una forma transitoria de intercambio material; que el dinero es, por tanto, simplemente un medio de circulación.

Se ve obligado a creer que el modo de producción burgués es el modo de producción absoluto, por lo tanto sin una determinación específica. Por tanto, ni siquiera puede admitir que el modo de producción burgués implique un límite al libre desarrollo de las fuerzas productivas, límite que sale a la luz en las crisis.

Sale a la luz, entre otras cosas, en la sobreproducción, fenómeno fundamental de las crisis, que Ricardo se ve obligado a negar. Las dificultades que Ricardo y otros plantean contra la superproducción descansan en el hecho de que consideran la producción burguesa como un modo de producción en el que o bien no hay diferencia entre comprar y vender. O bien como una producción social, tal que la sociedad, como si siguiera un plan, distribuye sus medios de producción y sus fuerzas productivas en la medida en que son necesarios para la satisfacción de sus diversas necesidades, de modo que cada esfera de producción obtiene la parte de capital social requerida para la satisfacción de esa necesidad.

Esta ficción proviene de la incomprensión de la forma específica de producción burguesa. Y esta incomprensión proviene de estar hundido en la producción burguesa, entendida como producción simplemente, igual que quien cree en una determinada religión ve en ella simplemente la religión y fuera de ella sólo falsas creencias.

 


Orígenes del Partido Comunista de China
La sumisión al Kuomintang en el IV Congreso de la Internacional

La orientación del IV Congreso de la Internacional Comunista sobre la cuestión de China, favorable a la cooperación del Partido Comunista de China con el Kuomintang a medida que los comunistas comenzaran a unirse al partido nacionalista, se formalizó en una resolución del Ejecutivo de la Internacional el 12 de enero de 1923:

“1. La única organización nacional-revolucionaria seria en China es el Kuomintang, que tiene su base en parte en la burguesía democrático-liberal y la pequeña burguesía, en parte entre los intelectuales y los trabajadores”.

“2. Puesto que en el país el movimiento obrero independiente es todavía débil, puesto que la tarea central para China es la revolución nacional contra los imperialistas y sus agentes feudales dentro del país, puesto que además la clase obrera está directamente interesada en la solución de este problema revolucionario-nacional, aunque todavía no está suficientemente diferenciada como fuerza social plenamente autónoma, el CEIC cree que el Kuomintang y el joven PCdCh deben coordinar su acción”.

“3. En consecuencia, en las condiciones actuales, es conveniente que los miembros del PCdCh permanezcan en el Kuomintang”.

De este modo, la Internacional recogía la propuesta defendida por Maring, que ya había intentado en el primer semestre de 1922 empujar a los comunistas chinos a unirse al Kuomintang. La indicación que la resolución daba al PCdCh, por tanto, iba más allá de la necesidad de “coordinar la acción” del partido con la que se consideraba la única verdadera organización nacional-revolucionaria, y formalizaba lo que de hecho ya había comenzado, con los primeros comunistas que empezaron a afiliarse individualmente al Kuomintang a partir de la segunda mitad de 1922.

Esta táctica, como se sugiere también en el primer punto de la resolución, partía de un malentendido sobre la naturaleza del Kuomintang, que tendría como “base” en parte a la burguesía y a la pequeña burguesía democrático-liberal, en parte a los intelectuales y los trabajadores.

Deteniéndose únicamente en el origen social de los miembros del partido nacionalista, se pasó por alto su política burguesa de compromiso tanto con las clases terratenientes chinas como con los imperialistas extranjeros.

Desaparecían así las críticas que sólo un año antes, en el Congreso de los Trabajadores a principios de 1922, el propio Zinóviev y también Georgy Safarov habían lanzado contra el Kuomintang, cometieron el grave error de dejar de lado lo que las Tesis del II Congreso habían indicado sobre la necesidad de “preservar siempre el carácter independiente del movimiento proletario incluso en su forma embrionaria”. Se daban así los primeros pasos hacia el abandono de la defensa del partido y de su autonomía programática y organizativa, como claramente señalaban las Tesis de 1920.

Los lazos con el Kuomintang iban más allá del aspecto interno de la cooperación con el PCdCh, afectando también el plano diplomático de las relaciones con el Estado soviético. A finales de enero de 1923 tuvo lugar en Shanghai un encuentro entre Joffe, desde agosto de 1922 jefe de la diplomacia soviética en China, y Sun Yat-sen quien, tras su expulsión de Cantón, estaba bien dispuesto a desplazar su partido “hacia la izquierda” y a recibir ayuda soviética contra sus rivales internos y extranjeros.

Por parte soviética, tras los infructuosos intentos de negociación con el gobierno de Pekín en años anteriores, también se había producido cierta apertura hacia el señor de la guerra Wu Peifu, que se había establecido en China central y cuya actitud inicial antijaponesa se había traducido en un acercamiento a los imperialistas anglosajones, se empezó a fijarse cada vez más firmemente en Sun Yat-sen como aspirante al poder en China. Para llegar a un acuerdo con Sun Yat-sen, la diplomacia soviética hizo ver al jefe del nacionalismo chino la ventaja de una alianza con el débil PCdCh pero con la fuerza del Estado soviético. Incluso al precio de una renuncia momentánea a los objetivos comunistas y revolucionarios en China. Así, el 23 de enero de 1923 Joffe y Sun Yat-sen redactaron la siguiente declaración:

“El Dr. Sun Yat-sen sostiene que ni el orden comunista ni el sistema soviético pueden introducirse actualmente en China, porque no existen allí las condiciones necesarias para el éxito de la institución del comunismo o del sovietismo. Esta opinión es totalmente compartida por el Sr. Joffe, quien piensa también que el problema supremo y más urgente de China es lograr la unificación nacional y lograr la plena independencia nacional; y, en relación con esta gran tarea, aseguró al Sr. Sun Yat-sen que China cuenta con la más calurosa simpatía del pueblo ruso y puede contar con el apoyo de Rusia”.

Las relaciones iniciales entre el Estado proletario ruso y lo que eran los gobiernos de la burguesía china, en un contexto político caracterizado por la división del país, se convirtieron en una alianza a partir de 1923. Partiendo del pretexto de que China no estaba madura para el comunismo y al sistema soviético, es decir, para la dictadura del proletariado, se llegó a circunscribir las tareas de su revolución en un marco compatible con un orden burgués, del que Sun Yat-sen era el principal protagonista.

Se aprobó de hecho una política menchevique, en cuanto desde el punto de vista económico China no estaba entonces mucho más atrasada que Rusia en 1917, donde los bolcheviques habían luchado primero por una revolución radical, aunque democrática, dirigida por el proletariado y los campesinos pobres contra todos los demás partidos burgueses y pequeñoburgueses. Invirtiendo las enseñanzas de Lenin sobre la táctica en esas llamadas revoluciones dobles y las indicaciones de la Internacional para el proletariado en las colonias y semicolonias, el nuevo curso empujó al partido del proletariado a someterse a la dirección burguesa.

Las relaciones entre la Rusia soviética y Sun Yat-sen se desarrollaron tan pronto Sun Yat-sen tomó las riendas del gobierno en Cantón en febrero de 1923.

En febrero de 1923 se reprimió la huelga de los ferroviarios de la línea Pekín-Hankow, la última de la oleada de huelgas iniciada en 1919 y que había alcanzado su punto álgido en 1922. Este acontecimiento fue leído como una confirmación de la debilidad del PCdCh y de la necesidad de vincularse al Kuomintang.

En realidad, esta supuesta debilidad del Partido Comunista de China no correspondía del todo a la situación real en cuanto, si a principios de 1923 los miembros del Partido eran efectivamente pocos, era cierto también que éste se había hecho con la dirección de muchos sindicatos que habían experimentado un gran desarrollo en el curso de 1922, estableciendo así ya entonces una influencia notable sobre la joven clase obrera china, todavía no tocada por el contagio del reformismo y el oportunismo que se habían ya arraigado firmemente en Europa. Además, durante 1922 el movimiento proletario había demostrado una gran capacidad de lucha y la represión de febrero de 1923 sólo había causado solo una momentánea interrupción de la vigorosa acción de clase que pronto se reanudaría con fuerza superior, culminando en el gran movimiento huelguístico de 1925-1927.

Pero el Partido Comunista llegó a esta importante etapa de la confrontación de clases en China con una organización atada de pies y manos por la alianza con el Kuomintang.

Con la tesis de que el Partido Comunista estaba poco desarrollado en China, la misma tesis que se utilizó en Europa para empujar a los partidos comunistas hacia la táctica del “frente único”, se le negó la posibilidad de cualquier acción autónoma dentro del proceso revolucionario chino. Es más, según el Ejecutivo de la Internacional Comunista, sólo la disolución del Kuomintang podría llevar a cabo con éxito la revolución de la holgazana burguesía nacional.

El III Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en junio de 1923 en Cantón, lanzó la consigna: “Todos a trabajar por el Kuomintang. El Kuomintang debe ser la fuerza central de la revolución nacional y asumir su dirección”. Aprobó además, basándose en la resolución de enero del Ejecutivo, la táctica del ingreso individual en el Kuomintang.

Este planteamiento significaba el abandono de la correcta indicación de una revolución radical, y en perspectiva, comunista y la capitulación ante la burguesía china que conduciría a la sangrienta derrota de la clase obrera en 1927.

 


La cuestión militar
La segunda campaña del Kuban

Denikin, tras la conquista de Ekaterinodar, decidió cruzar el río Kuban y conquistar la estratégica Stavropol, en el límite de la estepa Calmucchi. Contaba con el apoyo económico de las fuerzas antibolcheviques, con la posibilidad de gestionar los empujes autonomistas de los diversos grupos cosacos, pero sobre todo con la crisis del Ejército rojo del Cáucaso, en varias ocasiones derrotado aunque numéricamente superior. Éste, al mando de Sorokin, contaba con 75.000 efectivos distribuidos en varios ejércitos separados e independientes, de los cuales sólo el Ejército de Taman, confiado a Matveev, el más experimentado y combativo, se consideraba el único capaz de tomar la iniciativa. Moscú se preocupaba más por el nuevo frente de Caricyn contra los cosacos del Don y por el frente del Volga atacado por el ejército checoslovaco, por lo que consideraba el frente de Kuban como secundario.

Matveev pretendía unir su ejército al de Sorokin mediante una larga marcha desde la costa del mar Negro hasta Armavir. Se unieron a los rojos también 25.000 desplazados que huían por miedo a las feroces represalias de los blancos. Denikin, presintiendo el peligro de la unión, envió fuerzas adecuadas de caballería cosaca para interponerse entre los dos ejércitos rojos en el distrito de Majkop. Sin embargo, persistieron en la feroz e injustificada represión de 2.000 obreros locales que fueron masacrados por considerarlos bolcheviques. Sin embargo, se vieron atrapados entre los ejércitos de Taman y Sorokin, que el 11 de septiembre de 1918 iniciaron una serie de ataques contra los blancos, que se vieron obligados a retirarse, dejando libres a los bolcheviques para dirigirse a Armavir, donde podrían así reunirse. En venganza, los cosacos volvieron a Majkop y mataron a 4.000 civiles, encontrados posteriormente en fosas comunes.

Las unidades de Sorokin y Matveev fueron reorganizadas en el 11º Ejército, puesto bajo el mando del poco disciplinado Sorokin. A ellos se unió el recién elegido Comité militar revolucionario del frente (RMSR), de acuerdo con las recientes instrucciones de Trotsky sobre la reorganización del ejército bolchevique. Compuesto por miembros militares del ejército y miembros políticos elegidos por los soldados de la unidad en acción, este comité tenía autonomía de decisión en todas las cuestiones operativo-estratégicas. A este respecto se ha citado el siguiente pasaje de los escritos militares de Trotsky: “El mando, por tanto, estaba en cierto modo dividido. El comandante conservó la simple dirección militar; el trabajo de educación política estaba concentrado en manos de los comisarios. Pero el comisario era ante todo el representante directo del poder soviético en el ejército. Sin obstaculizar el trabajo propiamente militar del comandante y sin disminuir en ningún caso la autoridad de éste último, el comisario debía crear condiciones tales que esta autoridad no podrían nunca actuar contra los intereses de la revolución”.

Denikin, para aniquilar definitivamente al 11º Ejército, reaccionó estableciendo desde 5 direcciones un cerco a los bolcheviques atrincherados entre los ríos Laba y Kuban con el objetivo de cortar toda posibilidad de suministros y vías de escape. Un plan ambicioso para sus limitadas fuerzas, que acabó en tres semanas de duros combates al final de los cuales el contraataque de Sorokin obligó a los blancos a rendirse y retirarse.

Los interminables desacuerdos entre Sorokin y Matveev sobre la dirección de las operaciones se reavivaron cuando llegaron de Moscú directrices precisas de avanzar inmediatamente hacia Caricyn para llevar socorro al 10º Ejército; mientras Matveev proponía el traslado inmediato por ferrocarril a Caricyn, al contrario Sorokin, pretendía descender hacia el este para controlar Stavropol, luego hacia el sur hasta Groznj y los campos petrolíferos contra los cosacos de Terek, y finalmente dirigirse hacia Caricyn.

Sorokin hizo aprobar su plan a pesar de las protestas de Matveev, que en los días siguientes se negó a cumplir sus órdenes. Sorokin convenció al Comité militar revolucionario del frente (RMSR) para que lo arrestara y fusilara.

El 7 de octubre, el mismo día de la ejecución de Matveev, comenzó la elaborada maniobra de Sorokin para tomar Stavropol, para cuya defensa Denikin envió refuerzos adecuados. Asimismo, el comandante de la División de Hierro, Žoloba, en desacuerdo con la decisión de Sorokin, desoyó sus órdenes y se dirigió por la ruta más rápida a la defensa de Caricyn. Esta otra desobediencia desencadenó fuertes desavenencias internas, hasta el punto de que algunos miembros del Comité militar, acusados falsamente por Sorokin de traición, fueron detenidos y fusilados. Todo el Cuartel general cayó en el caos total, al punto de que era incapaz de emitir órdenes seguras y precisas y ni siquiera conocía la ubicación exacta de sus fuerzas y el resultado de las batallas.

Denikin aprovechó la inmovilidad del 11º Ejército rojo y el debilitamiento de algunos sectores y ocupó Armavir. Por miedo a las seguras represalias cosacas, aumentó el número de voluntarios que se alistaron en el Ejército rojo, pero empeoró el problema de los suministros y la calidad de las tropas.

Sin embargo, el 28 de octubre, el ataque de la Infantería roja de Taman sobre Stavropol hizo retroceder a los blancos más de 30 kilómetros de la ciudad, pero el Cuartel general rojo, aún sumido en el caos, no aprovechó la situación favorable para dispersar a las formaciones de Denikin, que recibieron nuevos suministros militares de los aliados, lo que permitió así un amplio contraataque para reconquista de la estratégica Stavropol, último punto de abastecimiento para el 11º Ejército. La situación empeoró para los bolcheviques cuando los miembros sobrevivientes del Comité militar declararon traidor a Sorokin, que buscó refugio entre los soldados de Stavropol que creía que le eran leales. El 2 de noviembre cayó en manos de los excombatientes de Matveev y fue inmediatamente fusilado.

En los días siguientes, la caballería blanca de Vrangel, en repetidos ataques que duraron días, logró ocupar la ciudad, mientras que lo que quedaba del 11º Ejército, el 20 de noviembre, inició una larga marcha a través de las estepas que lo separaban de Astrakhan. La caballería blanca enviada en su persecución tuvo que rendirse, empantanada en el barro.

Las causas de la derrota de aquel valeroso ejército fueron dos: la falta de suministros y el caos debido a las luchas internas.

Una vez alcanzadas las ciudades del bajo Volga, el antiguo 11º Ejército comenzó a reorganizarse, teniendo primero que vencer la fiebre española y el tifus.


Fin de la campaña del Kuban

Las tropas blancas de Denikin también sufrieron grandes bajas, y entre sus mejores comandantes, en combate y por enfermedad, pero seguían siendo suficientes para controlar el norte del Cáucaso. En cambio, las fuerzas rojas en toda esa vasta región llegaron a contar con 150.000 efectivos, de los cuales, sin embargo, solamente 60.000 estaban disponibles para el combate. La unidad principal estaba formada por lo que quedaba del ejército de Sorokin, el ejército de Taman y de nuevos voluntarios de la región, con un total de 88.000 hombres y 75 cañones. Se dispuso en una línea de 250 kilómetros, lejos tanto de Astrakhan como de Caricyn, su flanco sur estaba protegido por el débil 12º Ejército estacionado en las laderas de las montañas del Cáucaso.

El mando estratégico del Cáucaso organizó una ofensiva para recuperar las posiciones perdidas.

El 28 de diciembre de 1918, el 11º Ejército atacó el centro del despliegue del Ejército de Voluntarios, formado por un conjunto de fuerzas contrarrevolucionarias con el objetivo de cortar en dos el frente enemigo y luego rodear el ala norte por detrás e impedir todas las conexiones con Ekaterinodar y el Don. Otras unidades atacaron y rodearon el frente sur en una maniobra similar; otras estaban destinadas a la reserva y la retaguardia.

Después de enfrentamientos violentos y costosos, el Ejército de Voluntarios se retiró a Stavropol; en la confusión del ataque, una división de Taman dejó una peligrosa brecha que permitió a la caballería de Vrangel montar un devastador contraataque que obligó a las fuerzas soviéticas de ese sector a retirarse. El despliegue inicial se desintegró, otros grupos que permanecieron aislados fueron atacados por la retaguardia y obligados a retirarse. Incluso en el sector sur la ofensiva roja fracasó, dejando al 11º Ejército rojo con grandes pérdidas de efectivos y material. Desmoralizado y rodeado por tres flancos por el enemigo con el mar Caspio detrás, incapaz de llegar a Astrakhan en invierno, decidió fortificarse en posiciones seguras y reorganizarse para recuperar la iniciativa.

La caballería de Vrangel, con continuos ataques en diferentes direcciones, impidió estas maniobras hasta tal punto que a finales de enero en el Cáucaso ya no había un único frente soviético, sino secciones aisladas de lo que había sido el valeroso 11º Ejército.

El Cuartel general rojo decidió entonces retirarse a las montañas del Cáucaso contando con el apoyo de los bolcheviques locales. La retirada se vio gravemente obstaculizada por la caballería de Vrangel, que con nuevos ataques consiguió romper el ejército en varias secciones que se dirigieron a diferentes lugares. Decidida a asestar el golpe final a los revolucionarios en retirada, la caballería blanca atacó entre el 27 de enero y el 6 de febrero de 1919 a los grupos más pequeños que fueron derrotados y capturados.

A los comandantes rojos se les ofreció unirse a los blancos y ante su negativa fueron inmediatamente ahorcados; como norma, todos los comisarios políticos bolcheviques hechos prisioneros eran fusilados inmediatamente.

El 6 de febrero de 1919, las tropas de Vrangel conquistaron las principales ciudades y llegaron al mar Caspio con 31.000 prisioneros, 8 trenes blindados y 200 cañones. Los sobrevivientes del 11º Ejército, ya sin posibilidades de sostener adecuados enfrentamientos, emprendieron el difícil camino a Astrakhan en terribles condiciones físicas y atmosféricas por el frío, la nieve y una epidemia de tifus que mató incluso al comandante en jefe Levandosvskij.

De los 80.000 miembros iniciales del 11º Ejército, sólo 13.000 llegaron a Astrakhan. De hecho, un completo grupo de ejércitos bolcheviques dejó de existir tras lo que se consideró la derrota más dura de toda la guerra civil.

Los ejércitos del Cáucaso fueron reorganizados y reubicados. El 12º Ejército fue enviado en dirección a Chechenia, donde se había refugiado la dirección bolchevique del antiguo 11º Ejército. A excepción de Chechenia y Daghestan, todo el Cáucaso estaba ahora bajo el control de los contrarrevolucionarios.

Esta victoria, con la retaguardia bien asegurada, permitió a los contrarrevolucionarios de poder socorrer a los cosacos del Don en apuros en Caricyn.