|
||||||||||||||||||||||||
Día Internacional de los Trabajadores 2025 El orden capitalista se prepara para la guerra entre naciones ¡El proletariado debe prepararse para la guerra entre clases! Sólo el derrotismo revolucionario de la clase obrera puede detener la guerra imperialista ¡Abajo el nacionalismo - Larga vida al internacionalismo de la clase obrera! Nubes ominosas se están acumulando sobre vastas áreas del mundo, mientras que en otras, la tormenta de la guerra ya está rugiendo desde hace algún tiempo. En el mundo, dominado por las leyes del capital, están ocurriendo 56 conflictos de diverso tamaño e intensidad, que involucran a 90 países: desde Ucrania hasta Palestina, desde el Congo hasta Yemen, desde Myanmar hasta Sudán. La economía mundial se estanca, abrumada por la sobreproducción de bienes, y cualquier intento de restaurar su impulso choca con las irreconciliables contradicciones de este sistema de producción ahora anti-histórico. El abandono del libre comercio, que ha caracterizado las últimas décadas, y el retorno al proteccionismo y al nacionalismo económico, son una prueba más de que el régimen del capital está sobreviviendo a sí mismo. Por un lado, el proteccionismo aumentará aún más la explotación del proletariado, y por otro, intensificará la lucha por el reparto de los mercados. La guerra comercial entre los imperialismos es un anticipo de la guerra abierta, como ocurrió en las dos guerras mundiales del siglo pasado, la primera de las cuales fue detenida en toda Europa por la victoria de la revolución proletaria de Octubre de 1917 en Rusia, un brillante ejemplo histórico de cómo se puede romper la máquina de guerra del capital. Estados Unidos, la principal potencia económica y militar del mundo, está reaccionando a la crisis con el proteccionismo y amenazando con desplegar su enorme máquina de guerra para contener a su rival mundial, China. La República Popular China − la segunda nación capitalista más poderosa del mundo, usurpando el título de socialista, como lo hizo una vez la URSS estalinista − continúa con cada vez mayor dificultad, en un contexto de crisis económica general, su crecimiento industrial y militar, manteniendo un perfil bajo para ganar posiciones a nivel comercial y diplomático, mientras se prepara para la confrontación también a nivel militar. En un intento de salir de la recesión industrial, los imperialistas europeos se rearman, con el pretexto de responder a la amenaza rusa, pero su rearme se dirigirá principalmente contra el proletariado, que hoy está llamado a hacer sacrificios y mañana a ir al frente a defender los intereses de sus amos. Una Europa unida − imposible bajo el capitalismo − se verá desgarrada por una Tercera Guerra Mundial Imperialista, como ocurrió en la Primera y la Segunda, con los diversos Estados nacionales poniéndose del lado de los imperialistas estadounidenses o chinos. La carrera armamentística mundial requerirá la movilización de enormes recursos, que se restarán de hospitales, escuelas, salarios y pensiones. En Corea del Sur, la burguesía está trabajando para introducir una semana laboral de 64 horas, mientras que algunos países ya están considerando la reintroducción del servicio militar obligatorio; Polonia tiene la intención de reclutar a toda la población masculina para períodos de entrenamiento militar. La clase obrera no puede luchar de manera decisiva e intransigente para defender sus condiciones de vida y de trabajo sin desafiar la economía nacional, que no es más que capitalismo. Esta batalla debe librarse no sólo en todos los países, sino también dentro del movimiento sindical, que hoy está mayoritariamente dominado por sindicatos sumisos a los intereses burgueses nacionales. Los trabajadores deben luchar contra la dirección abiertamente burguesa u oportunista dentro de los sindicatos, que históricamente han sido cómplices de la marcha de los trabajadores por la defensa de su patria, y continuarán con la misma tradición cuando las fosas comunes de la Tercera Guerra Mundial Imperialista de mañana sean excavadas y llenadas con los cadáveres del proletariado. En Estados Unidos, el presidente del sindicato United Auto Workers ha aclamado los aranceles proteccionistas que aumentan los precios de los bienes como una victoria para la clase obrera. En Italia, el secretario general de la Confederación General Italiana del Trabajo encabezó una manifestación a favor del rearme europeo, es decir, la matanza de proletarios. Una verdadera lucha por aumentos salariales significativos, por mejores y más seguras condiciones de trabajo, por la reducción de la jornada laboral se convierte también en una lucha contra el gasto en rearme, la única verdadera oposición a la militarización de la economía y la sociedad − preparando eficazmente al proletariado para la lucha revolucionaria por el comunismo con la auténtica tradición marxista, representada por el partido de clase internacional como su instrumento de emancipación. La impersonal fuerza histórica y la necesidad del comunismo, un nuevo modo de producción que ya está maduro y apremiante en el vientre del monstruo capitalista, se presentará una vez más como la única alternativa verdadera posible: o guerra burguesa para la preservación de este sistema de producción o revolución comunista internacional. HOY COMO AYER, GUERRA A LA GUERRA! EL ENEMIGO DE LA CLASE OBRERA ESTÁ EN SU PROPIO PAÍS! ¡PROLETARIOS
DEL MUNDO, UNÍOS!
La “inteligencia artificial” Estamos asistiendo a la producción y utilización de sistemas de armas “inteligentes”, de drones que buscan y matan civiles. Ya vemos traductores, empleados de asistencia técnica y de centros de llamadas que se han quedado sin trabajo debido a la introducción de programas automáticos capaces de sustituir parte de su labor. Son necesarias luchas mucho más duras en el campo de la batalla de clase, de trabajadores manuales e incluso intelectuales, que se están despertando a esta amenaza. El Partido debe actualizarse también sobre el papel de la técnica más moderna en la perpetuación del régimen burgués.
Ya Marx nos enseñaba que ciencia e inteligencia se concretan en las máquinas, depositarias efectivas del ingenio y del trabajo de las generaciones pasadas, un impersonal patrimonio social. La inteligencia (que significa “ver dentro”) es siempre artificial. Solo el pequeño burgués, el intelectual, cree y reivindica su indefinible inteligencia individual. Porque intenta hacer de ella una mercancía y vivir de ella. Bienvenida sea, por lo tanto, la inteligencia artificial para quitarle al burgués también esta vana ilusión de autosuficiencia. Es una historia vieja. Desde la invención de la escritura prescindimos de los relatos a los jóvenes, de ancianos de particular buena y rica memoria. Desde que Pitágoras colgó en la pared su Tabla ya no fue necesario que cada uno recordara que siete por ocho son cincuenta y seis. En un halago mercantil al individualismo los llamaron Ordenadores Personales: luego se descubrió que sin conexión a la red no servían para nada. La inteligencia está en la red. No existe una inteligencia por encima de las clases. La inteligencia de la clase obrera es el partido comunista. Que es una estructura, disciplinada a un fin, una doctrina y una acción, que trasciende a los individuos, y que une en torno al mismo programa histórico a los comunistas de ayer y de hoy. La inteligencia revolucionaria surge de la necesidad histórica del comunismo y está custodiada en las páginas de nuestros textos. Si cualquier criba automática puede ayudar a nuestro odio y desprecio por esta sociedad moribunda y nuestra pasión por el comunismo a encontrar más rápidamente en nuestra vasta biblioteca algún valioso apunte dialéctico para mantener bien firmes los bastiones teóricos del partido, ¡bienvenida sea! La vieja mole, también en el campo de la elaboración de datos, siempre cava para la revolución. También los burgueses buscarán sus citas en sus textos. ¿Se necesita pronto un artículo de propaganda para la próxima guerra o para una campaña chovinista o racista? Se lo pedirán a la inteligencia artificial. Pero las revoluciones no las decide la propaganda. De lo contrario, nunca habría habido ninguna en la historia, teniendo desde siempre la clase en el poder, con el monopolio de su inteligencia de clase, hoy también artificial, infinitos medios y mucho más persuasivos de adoctrinamiento y falsificación.
El sector tecnológico, donde actualmente empresas como NVIDIA están obteniendo beneficios récord gracias al auge de la llamada inteligencia artificial, ha estado durante mucho tiempo dominado por empresas monopolistas. Pero lo que algunos hoy definen como “tecno-feudalismo” no es un fenómeno nuevo ni pre-burgués. Desde hace tiempo ya gigantescos monopolios, en particular estadounidenses y chinos, han obtenido rentas desproporcionadas imponiendo sus instrumentos, sistemas operativos y aplicaciones, para la ejecución del trabajo intelectual y de los cálculos en general. Monopolios similares se han formado también en la producción de microprocesadores. Tales productos son utilizados por las empresas como capital fijo, o para el consumo personal, pagando una licencia por el uso de una aplicación o el canon por el acceso a un servidor en la nube y, mañana, a la “inteligencia artificial”. Todavía existía una alta concentración en la recogida de publicidad y en la venta por correo, con consecuencias devastadoras para la pequeña burguesía mercantil. Gracias a su control monopólico de los mercados, grandes empresas como Google, Amazon, etc. son capaces de fijar los precios de sus servicios muy por encima del coste de producción. Estos grandes conglomerados pueden comprar cualquier competidor gracias a sus enormes disponibilidades financieras. La fuerza de este capital monopólico les permite incluso operar durante un cierto tiempo sin beneficios, con el fin de derrotar a los competidores. Antes del final del siglo pasado, toda la producción de hardware y software en los países europeos fue eliminada. Se trata, por lo tanto, solo de renta derivada de un monopolio. Monopolios que se han constituido y se mantienen contra los competidores mediante la enérgica protección de grandes Estados imperiales. En el precio de sus productos de software, la mayor parte es renta, casi nada nuevo valor añadido. Esta renta se sustrae del valor añadido producido en todos los demás países del mundo. Un enorme flujo de riqueza que, por ejemplo, desde Europa llega a Estados Unidos bajo la rúbrica de “servicios”. También para “resolver” esta disputa los capitalistas están preparando la guerra mundial. Por otro lado, todo monopolio no es absoluto e ilimitado. En torno a los nuevos descubrimientos científicos y a las nuevas invenciones se libra una guerra económica entre los monopolios, viejos y nuevos, dentro de las naciones y entre los bloques opuestos. Por ejemplo, el anuncio de la nueva aplicación china DeepSeek hizo caer los mercados bursátiles estadounidenses tan pronto como los inversores se dieron cuenta de la fragilidad de la ventaja que pensaban que Estados Unidos mantenía sobre los competidores imperiales de China. Taiwán se ha vuelto estratégico para los semiconductores, pero China está aumentando sus capacidades en el sector, irónicamente estimulada por el embargo impuesto durante la administración Biden. En el capitalismo, ni siquiera el progreso técnico trae la paz. Al contrario, la ramificación global de los monopolios tecnológicos sirve como instrumento de la dominación imperialista, y viceversa. Los servicios informáticos son parte integrante de las infraestructuras nacionales y militares, mientras que la inteligencia artificial se utiliza cada vez más en la guerra. Estas tecnologías extienden la influencia de los principales bloques imperialistas en la disputa entre las producciones de mayor interés estratégico: fuentes y generación de energía, semiconductores, así como el personal de técnicos y científicos entrenados para construir y mantener estos sistemas.
Los capitalistas confían en la inteligencia artificial para detener, si no revertir, el declive de la tasa de ganancia, en particular en los viejos industrialismos nacionales. Sueñan con una nueva “revolución informática” y hablan de invertir en el sector sumas colosales, 500 mil millones de dólares solo en Estados Unidos. Pero el declive, o la recuperación, del capitalismo no es un hecho estrictamente técnico ni de un sector particular de la producción, sino más bien económico e histórico general. La euforia productiva de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial y hasta la crisis de 1975 no fue asegurada por la difusión del uso y la venta de automóviles, por ejemplo; al contrario, la recuperación se basó en las reconstrucciones necesarias después de las destrucciones de la guerra, que permitieron, después de una década difícil, también la expansión del consumo interno. Desde entonces, la crisis se ha prolongado y no se ha precipitado no por la “revolución informática” sino por la apertura de los mercados asiáticos. Hoy también estos están saturados. La verdadera producción es la material. La exigibilidad del precio de un bien, de una mercancía inmaterial como la informática, que no tiene un propio valor de mercado, entendido como precio medio para su reproducción social, depende solo de la fuerza que protege su monopolio. Esta está sujeta a las vicisitudes de las relaciones entre los Estados y entre grupos de Estados, peso diplomático y militar. ¿Cómo es que Pitágoras y sus herederos no reciben su pago por cada uno de los que miran hacia su Tabla? Es posible, por lo tanto, que toda esta publicidad que se está haciendo sobre la inteligencia artificial se revele finalmente solo una burbuja y en cierto punto termine por estallar, como ocurrió con las puntocom. Recuerda las enormes inversiones en la posguerra en la “carrera espacial”, que también tenía implicaciones militares: no se obtuvo ni un dólar de beneficio. Hoy los multimillonarios querrían ir a hacer turismo a Marte: ¡ojalá fuera verdad!
La inteligencia artificial, como todas las formas de automatización empleadas por el capital desde siempre, es “trabajo muerto” encarnado. El hombre ha trabajado para crear estas máquinas, posteriormente estas mismas máquinas, con la asistencia de nuevos trabajadores o a veces casi sin ninguna asistencia, salvo para mantenimientos, realizan los trabajos que habían sido de artesanos o de obreros más especializados. Esta automatización técnica, aunque inicialmente costosa de producir y poner a punto, tiene grandes y revolucionarios efectos: aumenta la productividad del trabajo; requiriendo producciones a escala más vasta, contribuye a las crisis de sobreproducción; la mano de obra muerta, superando en valor a la mano de obra viva, induce la disminución de la tasa de ganancia. Es una dinámica que culmina en el bloqueo de la acumulación, que el capital intenta resolver aumentando la tasa de explotación y, finalmente, a través de las guerras imperialistas. El capitalismo no entra en crisis porque carezca de “inteligencia”; es la máxima inteligencia capitalista, la que mejor informa su desarrollo –en productividad, producciones, tráficos, etc.– la que al mismo tiempo más rápidamente lleva a la acumulación de las contradicciones que lo condenan a explotar. Si la inteligencia artificial puede hacerlo mejor que los capitalistas para el capitalismo, esto inevitablemente aproximará aún más su ruina y, finalmente, el comunismo.
Desde hace tiempo los programas para computadoras se utilizan para realizar todo tipo de funciones, incluidas las complejas que antes eran exclusivas de la mente humana, de forma mucho más rápida que esta: ¡las calculadoras, los programas que elaboran grandes masas de números e incluso para jugar al ajedrez! Pero por inteligencia artificial en particular se entienden sobre todo los modelos lingüísticos de gran tamaño (LLM) actualmente en uso, que son capaces de elaborar el lenguaje humano de forma muy similar a como funciona el autocompletado de las frases, encontrando la serie de palabras más probables que sigue a una dada. Para llegar al estadio del LLM se necesitaron décadas de estudio y de experimentos. Un progreso importante fue la invención de procedimientos de “transformación” los cuales, en lugar de adivinar una a una la siguiente palabra a proponer, identifican las partes importantes de la frase, que son traducidas como un todo. El instrumento matemático son las “redes neuronales”, que se basan en el cálculo de la frecuencia de asociación entre las palabras: a “manzana”-“árbol” le damos 90, a “manzana”-“Newton” 5, por ejemplo. Obviamente las combinaciones son un número enorme, por lo que se necesitan procesadores muy potentes. Son evidentes las posibilidades de errores: “Newton comió la manzana” podría poner a la “inteligencia” en crisis. Existe el problema, luego mucho mayor, de la fiabilidad de los textos de los que se copia. Lo que aparece estadísticamente en los Big Data, en los vastos archivos –generados por los usuarios, influenciados por las modas y la ideología dominante– no es necesariamente cierto. Por lo que a nosotros respecta, la verdad, y la Revolución, está, al contrario, en la duda, en la paradoja, en la negación de lo obvio. Además, cada vez más textos en los archivos online no serán producidos por estudiosos sino por incompetentes, si no por la misma inteligencia artificial, que puede hacer un “cortocircuito” en los modelos haciéndolos colapsar sobre sí mismos produciendo resultados realmente absurdos.
El futuro probablemente prevé la utilización del análisis del lenguaje ofreciendo sistemas más fiables para tareas actualmente realizadas por hombres, que serían despedidos. Este tipo de automatización llevará de todos modos a una reducción de los salarios, incluso para los empleados en actividades intelectuales. Ya es una realidad que se niega el reconocimiento de derechos de autor por el propio trabajo. El sindicato de guionistas de Hollywood en 2023 luchó para protegerse y obtuvo algunas protecciones, pero gran parte de los trabajadores afectados por estas aplicaciones no están afiliados a un sindicato. Y muchos sindicatos ni siquiera buscan protecciones en sus contratos, habiendo perdido todo carácter de clase. Históricamente los trabajadores han resistido el impulso de la automatización a descalificar y a devaluar el trabajo. Los luditas fueron una forma embrionaria de esta resistencia. Hoy decimos: aplique el capital sus innovaciones, pero los trabajadores lucharán de todos modos para mantener sus condiciones de vida.
Hoy la inteligencia artificial ya sustituye los trabajos más repetitivos y es de ayuda para algunas actividades intelectuales, pero sus aplicaciones están limitadas por el modo de producción capitalista, que impide que cualquier técnica sea utilizada de forma racional y en beneficio de toda la humanidad. La creciente incapacidad del capitalismo para mantener a sus esclavos impulsará a la clase obrera a organizarse contra sus efectos deshumanizantes y a derrocarlo en todo el mundo. Esto se hará posible cuando resurjan la solidaridad de los trabajadores y las huelgas coordinadas contra los patronos y sus títeres, las armas de la clase más eficaces contra la implacable depravación del capitalismo. Podremos entonces, tras encontrar la dirección del partido comunista, ir más allá guiando la lucha en esta guerra de clases por el comunismo.
Se espera un futuro en el que el capitalismo ya no existirá, con la clase obrera
victoriosa en todo el mundo. Entonces seremos capaces de emplear también estas
técnicas, y las nuevas extraordinarias que la humanidad hermanada sabrá crear,
para el bien y el desarrollo de la especie humana.
La guerra comercial de Wall Street no es nada nuevo Finanzas, moneda y comercio en el conflicto entre imperialismos en pugna El 2 de abril de 2025, la Administración Trump anunció su esquema de aranceles “Liberation Day”. El plan introdujo un arancel fijo del 10% sobre las importaciones extranjeras y aranceles más altos y retaliatorios para una selección de países, especialmente China. En los días posteriores al anuncio, la burbuja de entusiasmo de Wall Street por Trump estalló, con los índices del mercado de valores de EEUU cayendo entre un 15% y un 20% en lo que va del año. En dos días, las empresas del S&P 500 registraron una pérdida de 5 billones de dólares, superando la pérdida de 3,3 billones de dólares en marzo de 2020. Mientras Trump anunciaba “¡es un gran momento para comprar!” y culpaba a la situación de “un pequeño problema” en el mercado de bonos donde algunos “se desviaron un poco”, el Comandante en Jefe de la clase dominante llamó a sus compañeros trajeados de Wall Street a reagruparse y alinearse en la marcha hacia futuras súper ganancias derivadas de un asalto coordinado, exprimiendo a la competencia mientras utilizan estrategias de mercado manipuladoras y maniobras comerciales respaldadas por el bandidaje militarista para mantener el dominio financiero global. Mientras los liberales gritan sobre el daño causado a la “economía”, ¡solo les preocupa perder su parte del botín! Las clases medias y los diversos apéndices parasitarios dependientes de las súper ganancias del imperialismo estadounidense, solo ven locura mientras son expropiados por la gran burguesía y extirpados del cuerpo corporativista fascista como un cáncer. Sin embargo, a medida que más y más personas son obligadas a unirse a las filas del proletariado a regañadientes, aportan chispas para la futura revitalización de la lucha de clases. Detrás del arancel y el caos resultante en el mercado de valores hay una estrategia más amplia para aplicar presión económica y obligar a los países extranjeros a sentarse a la mesa en torno a un futuro acuerdo monetario “multilateral” destinado a reestructurar el orden monetario internacional y el sistema de alianzas al subordinar más directamente a los países dentro de la órbita de EEUU a sus intereses financieros y dominación militarista. El plan, llamado “Acuerdo de Mar-a-Lago”, tiene como objetivo asegurar el dominio del capital financiero estadounidense y revivir la manufactura industrial de EEUU al devaluar el dólar mientras se re-establece una nueva criptomoneda o un nuevo patrón oro, vinculando las garantías de seguridad de EEUU directamente a la tenencia de deudas estadounidenses a largo plazo bajo un control más directo y centralizado del Departamento del Tesoro de EEUU. Detrás de los planes del llamado Acuerdo de Mar-a-Lago hay un manual de juego de larga data del capital financiero estadounidense y cómo ha movilizado sus fuerzas para dominar y subordinar a los diversos sub-imperialismos dentro del mundo capitalista. La “guerra comercial” y sus aranceles son solo una herramienta en el arsenal más amplio de la burguesía estadounidense y su cartel financiero dominante, que intenta mantener su dominio global y contener al imperialismo rival emergente de China. A medida que el sistema capitalista en todo el mundo enfrenta un estancamiento creciente, la falta de capacidad para crecer, como resultado de deudas en aumento, con PIB que no mantienen el ritmo, podemos ver claramente en estas maniobras, los ardides desesperados de un orden capitalista mundial en decadencia y petrificación en su etapa imperialista, cuyo cadáver podrido será un terreno fértil para la revolución comunista que inevitablemente llegará.
Con la devastación de todos los imperialismos rivales y la masacre masiva del proletariado europeo y japonés al final de la Segunda Guerra Mundial, el capital financiero estadounidense y sus monopolios industriales exportaron su vasto excedente para reconstruir Europa. Con el establecimiento del sistema de Bretton Woods y la creación del Fondo Monetario Internacional, la burguesía estadounidense consolidó su dominio financiero del mundo. A través de Bretton Woods, las monedas de los países asociados estaban directamente vinculadas al dólar estadounidense, que estaba garantizado por la convertibilidad directa a una tasa fija de oro en lingotes establecida por el Departamento del Tesoro de EEUU, que en ese momento controlaba dos tercios de la oferta mundial de oro. Con EEUU como la única potencia industrial y el “taller del mundo” predominante, entró en un período de aplicación de políticas de libre comercio para obtener mercados abiertos como salidas para descargar de manera rentable su excedente industrial en explosión. Después de la guerra, la mayoría del capital de los monopolios industriales de Europa Occidental y Japón pudo recuperarse rápidamente. Beneficiados por la devastación de sus respectivas organizaciones de defensa proletaria, se recuperaron rápidamente y, para la década de 1950, su crecimiento superó los niveles anteriores a la guerra. A medida que las industrias europeas y su imperialismo asociado comenzaron a revivir, durante la década de 1950, Washington aumentó el gasto deficitario sostenido para financiar préstamos, ayuda y tropas para regímenes aliados, imprimiendo vastas cantidades de dinero para financiar su dominación imperial, lo que finalmente llevó a un exceso de dólares en circulación. Durante décadas, EEUU mantuvo el precio del oro fijo en 35 dólares la onza; sin embargo, a medida que el gasto deficitario aumentó y el comercio creció entre otros Estados, incluido el desarrollo de mercados de divisas extranjeras, la burguesía comenzó a reconocer que el dólar estaba sobrevaluado. Ansiosos por recuperar su antigua independencia imperial, los japoneses y europeos comenzaron a liberarse del dominio financiero de EEUU al retirar su oro de las reservas del Tesoro. A medida que la industria alemana y japonesa se alzó para disputar la supremacía exportadora de EEUU a fines de la década de 1960, Estados Unidos ya no era la potencia económica totalmente dominante que había sido en las dos décadas anteriores. Cuando la economía estadounidense pasó por primera vez en la era de posguerra de tener un superávit exportador a un déficit comercial, los temores comenzaron a pulular entre las filas de los monopolistas industriales estadounidenses al darse cuenta de que su estatus estaba en peligro. No pasaría mucho tiempo hasta que los eslóganes del “libre comercio” fueran olvidados en pos del proteccionismo para subordinar al imperialismo en desarrollo de Alemania y Japón. Para revertir la competitividad de las industrias estadounidenses, los movimientos para introducir el proteccionismo comenzaron en 1962 con límites impuestos a las importaciones de textiles de algodón de Japón. Como parte de la “estrategia del Sur” en la campaña presidencial de 1968, Nixon prometió más límites a las importaciones de textiles que competían con los bienes producidos domésticamente en el Sur. La administración Nixon se centró en gran medida en la promoción de exportaciones como vehículo para el crecimiento industrial y la creación de empleo. La idea de que un valor de cambio más bajo del dólar podría reforzar las industrias domésticas fue ampliamente discutida. En 1969, Estados Unidos negoció restricciones a las exportaciones con países europeos para limitar sus exportaciones de productos de hierro y acero. El Congreso pronto se vio inundado de propuestas para limitar aún más las importaciones. Temiendo importar la inflación de EEUU, Alemania “voluntariamente” acordó desvincularse del dólar y apreciar su moneda en 1969; sin embargo, Japón se negó. En 1970, el Congreso impuso cuotas a la ropa y calzado importados de Japón. En medio de esta guerra comercial unilateral, Estados Unidos también se centró en Japón y Alemania Occidental como países cuyas monedas deberían revaluarse. No solo Estados Unidos tenía déficits comerciales crecientes con ambos países, sino que las exportaciones japonesas amenazaban a poderosas industrias domésticas en textiles y electrónica, y los alemanes en hierro y acero. Una revaluación de la moneda debido a la forma en que se realizaba el comercio en dólares devastaría la competitividad de las dos economías exportadoras. Una devaluación del dólar también ayudaría con el déficit gubernamental creciente, ya que la deuda del Tesoro de EEUU se paga en USD. En medio de esta discusión en EEUU, las críticas crecientes del viejo imperialismo contra la política monetaria y comercial “injusta” de EEUU aumentaron, ante el temor de un incumplimiento de EEUU en sus deudas. Más y más comenzaron a cambiar sus dólares por oro, profundizando las preocupaciones sobre la capacidad del Tesoro para pagar todos los dólares de reserva. Para 1970, EEUU tenía menos del 16% de las reservas internacionales. En los primeros seis meses de 1971, activos por 22 mil millones de dólares huyeron de EEUU. En mayo de 1971, un estudio del Departamento del Tesoro concluyó que una crisis cambiaria era inevitable, ya que el dólar estaba sobrevaluado entre un 10% y un 15%. El Tesoro declaró que EEUU debería “aprovechar la crisis actual para lograr (i) una mejora duradera en la posición de la balanza de pagos de EEUU, (ii) un reparto más equitativo de las responsabilidades por la seguridad mundial y el progreso económico, y (iii) una reforma básica del sistema monetario internacional”. El memorándum propuso “las siguientes medidas como palanca de negociación: (i) suspensión de la convertibilidad del oro; (ii) imposición de restricciones comerciales; (iii) intervención diplomática y financiera para frustrar actividades extranjeras que interfieran con el logro de nuestros objetivos; y (iv) reducción de la presencia militar de EEUU en Europa y Japón”. Es de este mismo manual de juego que el imperialismo estadounidense tomaría notas en 1985 y nuevamente hoy en 2025. Nos recordamos de lo que dijimos en los números 19-21 de “Il Programma Comunista” de 1917, donde describimos la crisis monetaria que había estallado en ese momento: “En el torbellino de la moneda y los ídolos burgueses vacilantes, el colapso del sistema capitalista se vislumbra en el horizonte”. En agosto de 1971, Francia envió un buque de guerra al puerto de Nueva York para recuperar reservas de dólares por oro. Días después, Nixon impuso unilateralmente controles de salarios y precios por 90 días, y un arancel del 10% sobre todas las importaciones. Más significativamente, puso fin oficialmente al patrón oro al anunciar que los dólares ya no serían convertibles en oro, terminando efectivamente el sistema de Bretton Woods al provocar un incumplimiento de EEUU en sus deudas al hundir la moneda mientras se quedaba con lo que el resto del mundo pensaba que era su oro guardado en Fort Knox. Como resultado, el dólar estadounidense se desplomó en un tercio, lo que además dio lugar a una enorme especulación contra el dólar, con el marco alemán y el yen apreciándose significativamente. Para enero de 1973, el mercado de valores tuvo el mayor colapso desde la Gran Depresión, con el Promedio Industrial Dow Jones perdiendo el 45% de su valor, y el FT 30 de la Bolsa de Londres, que perdió el 73% de su valor durante el colapso. Aunque el mercado de Alemania Occidental fue el más rápido en recuperarse, volviendo al nivel nominal original en dieciocho meses, no regresó al mismo nivel real hasta junio de 1985. El Reino Unido no volvió al mismo nivel del mercado hasta mayo de 1987, mientras que EEUU no vio el mismo nivel en términos reales hasta agosto de 1993, más de veinte años después de que comenzara el colapso de 1973-74. Tras la recesión de 1973-75, EEUU experimentó una ola significativa de consolidación corporativa. La era posterior a la década de 1970 vio una mayor concentración en servicios, minoristas y mayoristas, y especialmente en el sector financiero. Varios bancos grandes se consolidaron en 1974 tras el colapso, formando Shearson Hayden Stone. Esta fusión fue parte de una serie que llevó a la creación de Shearson Lehman Brothers, y su transformación en el cuarto banco de inversión más grande del mundo. Su colapso más tarde instigaría la crisis financiera global de 2008 y la posterior “Gran Recesión”.
Para la primavera de 1973, todas las principales monedas se habían desvinculado del dólar, y los mercados continuaron con alta volatilidad. La situación económica se exacerbó con el apoyo de EEUU a Israel en la Guerra de Yom Kippur. El posterior embargo petrolero de la OPEP en octubre llevó a un aumento inflacionario masivo en todo el mundo. Los países europeos comenzaron a acumular grandes déficits para pagar los precios energéticos más altos, lo que finalmente resultó en el colapso de sus mercados financieros. La crisis de la libra esterlina de 1976 llevó a la humillación de Gran Bretaña, que fue “con la mano extendida” al FMI para un préstamo después del fracaso de su moneda, que anteriormente había sido la moneda de reserva mundial hasta que el imperialismo británico casi se arruinó en el transcurso de las Guerras Mundiales. La inestabilidad de las finanzas globales después del fin del sistema de Bretton Woods comenzaría a calmarse a medida que las industrias y monedas europeas en colapso dejaban a las finanzas estadounidenses más fuertes y sus monopolios industriales como los únicos en pie en medio del baño de sangre de su propia creación. Su dominio financiero y posición como moneda de reserva mundial se consolidó aún más a través del inicio del sistema de reciclaje de petrodólares con la OPEP y luego se impuso a Europa mediante continuas amenazas de renegar de las “garantías de seguridad” de la OTAN y la implementación de políticas de manipulación de aranceles y monedas, utilizando EEUU el miedo a desatar al oso ruso sobre Europa, su perro de ataque israelí en Medio Oriente y el PCCh bajo Mao sobre Japón para coaccionar la sumisión de sus “aliados” protectorados. El sistema se estableció en 1973 cuando Nixon envió a Kissinger a negociar un acuerdo con los saudíes para poner fin al embargo petrolero. En medio de la amenaza de invasión estadounidense y las amenazas saudíes de una estrategia de tierra quemada para incendiar sus propios campos petroleros durante la Guerra de Yom Kippur, los saudíes acordaron con Kissinger convertirse en un protectorado económico dependiente del imperialismo estadounidense para evitar la destrucción mutuamente asegurada de su Estado por un lado y la producción global de petróleo por el otro. El acuerdo garantizaba que los saudíes solo venderían petróleo en dólares estadounidenses y, a cambio, recibirían equipamiento militar, entrenamiento y una “garantía de seguridad” proporcionada por el mismo ejército estadounidense que acababa de amenazar con la invasión. Críticamente, el acuerdo también estableció que el superávit de exportación de petróleo saudí solo podía reinvertirse en activos denominados en dólares estadounidenses, bonos del Tesoro de EEUU. Con EEUU como el mayor comprador de petróleo, se creó un sistema de “reciclaje” mediante el cual el petróleo comprado en dólares tendría su superávit reinvertido en compras de deuda de bonos estadounidenses. Los bonos comprados con dólares proporcionarían un retorno de interés estable a los productores de petróleo, mientras que darían a EEUU la mayor parte del superávit real en forma de dólares. El gobierno de EEUU podría entonces usar esos dólares para financiarse, a menudo canalizándolos directamente a las manos de corporaciones estadounidenses a través de contratos gubernamentales. Mientras EEUU continuara pagando sus intereses y mantuviera su red de “garantías de seguridad” proteccionistas y utilizara con éxito su ejército para aterrorizar a los imperialismos inferiores y someterlos, podría seguir aumentando sus deudas mientras entregaba súper ganancias a las corporaciones estadounidenses, sin tener realmente ningún interés en “pagar” su deuda nacional, pero con todo el interés en incumplir periódicamente cuando fuera posible y necesario. Mientras la monarquía árabe atrasada, temiendo sus propias revoluciones en casa, incapaz de resistir el poderío militar estadounidense, se contentaba con sus nuevas pensiones bajo su paraguas imperial, el acuerdo fue rápidamente seguido por otros países de la OPEP, aunque no todos obtuvieron las mismas garantías de seguridad, como lo ha demostrado la montaña de cadáveres dejada por el intervencionismo estadounidense en la región. Como todos los países del mundo importaban petróleo de la OPEP, todos los bancos extranjeros ahora necesitaban dólares para comprarlos, lo que se convirtió en un pilar importante para preservar el estatus de EEUU como reserva de moneda global. El esfuerzo de EEUU por devaluar el dólar en 1971 también obligó a los países a tomar una decisión: mantener dólares (que podrían disminuir de valor), reinvertir esos dólares en activos estadounidenses, como bonos, que ofrecían una tasa de retorno de interés fija, o intentar establecer una alternativa monetaria al dólar y arriesgarse a enfrentar la agresión militar estadounidense. Cuando Japón comenzó a considerar un cambio al oro o a los marcos alemanes a fines de 1973, los funcionarios del Tesoro de EEUU le dijeron a Japón que no apoyar al dólar se consideraría hostil, lo que podría resultar en represalias comerciales o fricciones militares. Para 1978, el Bundesbank en Alemania quería dejar de comprar dólares y dejar que el marco alemán flotara más alto, considerando potencialmente diversificar las reservas lejos de los dólares. El Secretario del Tesoro de EEUU y el presidente Jimmy Carter enviaron un memorándum indicando que Alemania debía apoyar al dólar o enfrentar grandes consecuencias para la cooperación de la OTAN y las relaciones comerciales entre EEUU y Alemania. Los funcionarios estadounidenses advirtieron sobre inestabilidad política en la OTAN si fallaba la coordinación económica. El Bundesbank reanudó las compras de dólares, a pesar de la oposición interna. Durante el “Volcker Shock” de 1979-82, la Fed elevó las tasas de interés a casi un 20% para combatir la inflación. El Secretario del Tesoro, Donald Regan, exigió que los bancos centrales europeos mantuvieran sus reservas de dólares y bonos del Tesoro. Se advirtió a Europa que la falta de cooperación podría llevar a un desentendimiento de EEUU de los compromisos de la OTAN, restricciones comerciales o aranceles, y dinámicas de guerra monetaria. La posterior demanda de dólares para pagar energía y la demanda estable de bonos del Tesoro de EEUU como una inversión relativamente segura, garantizada por las constantes amenazas del ejército estadounidense de desestabilizar el mundo y, por lo tanto, las monedas de otros países, llevó a una situación en la que, en el año 2000, el 70% de todas las reservas de divisas se mantenían en dólares. Así, al forzar la compra de bonos estadounidenses y la tenencia de reservas en dólares, EEUU pudo asegurar que el sol no se pusiera en el imperio estadounidense. Con la amenaza de los monopolios industriales en ascenso transformándose en sus propios capitales financieros contendientes suplantados al ser forzados al sistema del petrodólar, el retorno a un valor al alza del dólar fue una vez más, más beneficioso para el capital financiero estadounidense. Justo cuando el nuevo orden mundial del petróleo estaba tomando forma, la visita de 1972 entre Nixon y Mao presagió que Nixon abandonaría Vietnam y dejaría al Estado proxy de EEUU en Vietnam del Sur en favor de la nueva amistad con China contra el viejo enemigo de Moscú, al igual que amenazaron con abandonar a la burguesía europea a las fuerzas del imperialismo soviético, la burguesía japonesa, sin ejército, se sentó temerosa de Mao. Así comenzó el proceso de establecer relaciones comerciales entre EEUU y China, y para fines de la década de 1980, las corporaciones estadounidenses comenzarían a trasladar la producción a los mercados laborales baratos de China, y para 1988, las exportaciones chinas a EEUU totalizaron 40 mil millones de dólares. A medida que el imperialismo estadounidense comenzó a extender sus tentáculos en el vientre de China, en medio de la alta inflación y las tasas de interés crecientes de la Fed, se orquestó un ataque total contra el trabajador estadounidense que, durante un siglo, había disfrutado de salarios y niveles de vida en constante aumento, históricamente altos en comparación con el resto del mundo desde la época colonial. A medida que los trabajos fabriles de altos salarios comenzaron a desaparecer en las décadas de 1980 y 1990, las importaciones baratas de Asia Oriental, alentadas por un dólar fuerte, aseguraron que los niveles de vida se mantuvieran relativamente estables. A medida que las industrias tecnológicas emergentes comenzaron a desarrollarse, extraerían súper ganancias de los proletarios chinos mientras los hijos de los trabajadores estadounidenses acudían en masa a las universidades con la promesa de obtener trabajos de altos salarios a costa de acumular más deudas privadas, solo para descubrir hoy que estos trabajos también están desapareciendo. Pero antes de investigar el llamado “Acuerdo de Mar-a-Lago”, debemos entender el Acuerdo Plaza.
De 1980 a 1985, el dólar se había apreciado aproximadamente un 50% frente a las monedas de las siguientes cuatro economías más grandes en ese momento. El alto precio del dólar generó altos rendimientos para las finanzas estadounidenses, pero amenazó a sus monopolios industriales que en ese momento todavía dependían de la mano de obra estadounidense para sus fabricantes. A mediados de la década de 1980, la industria alemana seguía teniendo dificultades para competir en los mercados internacionales, gran parte de su construcción naval, parte de su producción de acero y la mayor parte de su producción fotográfica se vieron superadas por la competencia más barata en EEUU y Japón. Sin embargo, la industria japonesa comenzó a salir agresivamente de su relativa recesión y se adentró en las exportaciones de productos básicos de mayor valor de producción. A medida que automóviles japoneses de alta calidad y bajo precio comenzaron a inundar los mercados internacionales y domésticos, los monopolios industriales estadounidenses se sintieron nuevamente amenazados. Una alianza de fabricantes y agricultores respondió con una campaña concertada solicitando protección contra la competencia extranjera. Los principales actores incluyeron a los exportadores de granos, la industria automotriz estadounidense, los fabricantes pesados estadounidenses como Caterpillar Inc., así como empresas de alta tecnología como IBM y Motorola, y para 1985, el Congreso comenzó a considerar aranceles proteccionistas y restricciones a las importaciones. A pesar de las políticas de “libre comercio” de Reagan, que comenzarían a ver cómo la manufactura estadounidense realmente comenzaba a trasladarse al extranjero, después de su inauguración, implementó varios acuerdos de cuotas que limitaban y restringían las importaciones japonesas. La perspectiva negativa de más restricciones comerciales del Congreso llevó a la Casa Blanca a comenzar esfuerzos para devaluar el dólar en relación con otras monedas por primera vez desde Nixon. Así, el Acuerdo Plaza comenzó a tomar forma cuando EEUU retorció el brazo de Francia, Alemania Occidental, Japón y el Reino Unido para que apreciaran sus monedas con respecto al dólar estadounidense. Con pocas opciones, dada la fuerte posición del imperialismo estadounidense, los países accedieron a las demandas. Posteriormente, el dólar cayó un 50% en relación con el yen y un 40% en relación con el marco. La maniobra finalmente culminó en la devastación de la industria japonesa, que hasta el día de hoy no se ha recuperado. A medida que el yen se apreció, las exportaciones japonesas cayeron dramáticamente, dañando irreversiblemente su industria, que estaba en auge gracias a las exportaciones a Occidente. El Banco de Japón intentó resolver la crisis reduciendo las tasas de interés e inyectando estímulos fiscales; sin embargo, las tasas más bajas llevaron a una burbuja artificial en bienes raíces y finanzas que estalló en 1994 con una gran cantidad de bancarrotas, incumplimientos bancarios y un colapso inmobiliario que resultó en lo que se llama la “década perdida”. Así, el Nikkei 225, el índice bursátil de las principales empresas japonesas, alcanzó su punto máximo en 1994, y tres décadas después del colapso, todavía no ha regresado al mismo nivel. Durante el mismo período de tiempo, el índice bursátil de EEUU tuvo un retorno del 1.000%. Así, con Japón reducido a su mínima expresión, EEUU retuvo su estatus hegemónico único hasta la década de 2010, con grandes cambios de producción y capital a China que solo explotaron a principios de la década de 2000 en comparación con décadas anteriores. No fue hasta mediados de la década de 2010 que EEUU comenzó a reevaluar realmente su estatus de comercio “más favorecido” con China al reconocer que se había convertido en un imperialismo rival contendiente, mientras que los capitalistas sacrificaron voluntariamente la salud de sus monopolios industriales mientras obtenían súper ganancias masivas del orden comercial y financiero mundial establecido en las décadas anteriores. Así, EEUU ha estado intentando durante años que China acepte otro Acuerdo Plaza y aprecie el yuan; sin embargo, el tiempo ha demostrado que es poco probable que China aprecie voluntariamente su moneda después de la masacre económica de Japón.
Desde finales de la década de 1970, la burguesía china se desarrolló asumiendo un papel subordinado bajo el imperialismo mundial, sirviendo como su intermediario que podía hacer el trabajo sucio de disciplinar y explotar la mano de obra barata china mientras el capital financiero global extraía súper ganancias. A medida que estos fabricantes continuaron desarrollándose en monopolios industriales más grandes, las finanzas chinas comenzaron a desarrollarse y transformarse en un capital financiero exportador. Como tal, también necesitaba un ejército en expansión para descargar sus excedentes y defender y garantizar sus propias deudas que vende a países en desarrollo. Como tal, China solo recientemente ha emergido como un imperialismo rival contendiente, y las políticas de guerra comercial prevalecientes no tienen nada que ver con devolver empleos a EEUU o “obtener un trato justo” para beneficiar a la clase trabajadora, sino que todo tiene que ver con las rivalidades de los dos bloques contendientes de capital financiero que deben dividir el mundo entre ellos para continuar acumulando o morir. China se desarrolló como el centro global de producción industrial de bajo costo después de comenzar a abrir sus mercados desde finales de la década de 1970 hasta la década de 1990, explotando en la década de 2000. Las corporaciones e instituciones financieras internacionales, a menudo a través de inversión extranjera directa (IED), obtuvieron acceso a los mercados laborales baratos chinos, donde la gran mayoría de la población todavía estaba atrapada en la pobreza de la vida campesina agrícola. Inicialmente, las corporaciones transnacionales invirtieron en Zonas Económicas Especiales, donde los trabajadores chinos trabajaban en condiciones de explotación, a menudo por menos del 5% de los salarios de los trabajadores estadounidenses en industrias similares. A medida que las corporaciones trasladaron la manufactura a China, el valor generado por la mano de obra hiperexplotada se realizó en los núcleos imperialistas al vender bienes a precios mucho más altos de lo que podían en los mercados domésticos chinos. Esto creó súper ganancias para los grandes minoristas y empresas tecnológicas que operaban como financistas comerciales, mientras que los pequeños burgueses fabricantes en China recibían participaciones de ganancias mucho más pequeñas a las tasas más bajas posibles. Aun así, ambas burguesías se beneficiaron de la hiperexplotación de los trabajadores chinos, lo que también permitió socavar el poder de negociación de los trabajadores occidentales y el estancamiento de los salarios durante el próximo medio siglo. La represión estatal de la organización laboral, con huelgas y sindicatos independientes aplastados por el PCCh, aseguró retornos confiables. Aunque a los extranjeros no se les permitía poseer directamente acciones mayoritarias de fabricantes o corporaciones en industrias clave, el excedente todavía se canalizaba de vuelta a las manos del capital financiero estadounidense de varias maneras. Mientras que la manufactura y ensamblaje de bajo nivel se hacía en China por subcontratistas, empresas estadounidenses como Apple, Nike y Walmart diseñaban, comercializaban y controlaban la marca y la venta al por menor, vendiéndola en EEUU y Europa, acumulando la mayor parte de las ganancias y forzando a los numerosos fabricantes competidores a aceptar acuerdos donde solo recibirían la parte más pequeña posible. En segundo lugar, las empresas estadounidenses mantuvieron el control monopólico sobre la propiedad intelectual, patentes, software y marcas. Las empresas chinas que querían acceso a mercados o tecnología a menudo se veían obligadas a formar empresas conjuntas, lo que transfería ganancias hacia arriba. Las empresas estadounidenses licenciaban la tecnología y capturaban regalías y tarifas de licencia. El Estado chino a menudo hacía cumplir estos contratos. Con el yuan subvaluado durante gran parte del período, las ganancias repatriadas a EEUU se magnificaban efectivamente. Estas súper ganancias llevaron a la explosión de corporaciones estadounidenses como Walmart y Apple, que se convirtió en la primera empresa en superar los 3 billones de dólares en valor de mercado. Además, el Estado chino, para asegurar ventajas para sus exportaciones, también recicló sus superávits comerciales en valores del Tesoro de EEUU, prestando efectivamente su excedente al gobierno de EEUU a bajos intereses, al igual que los países de la OPEP y los europeos. El capital financiero estadounidense sigue reinando supremo, pero ahora ha reconocido que está en una crisis existencial y debe implementar rápidamente políticas similares a las de la era Nixon y el Acuerdo Plaza o seguir el camino del capital financiero inglés. A partir de 2020, entre el 50% y el 60% de las exportaciones manufactureras chinas seguían vinculadas a marcas estadounidenses como Apple, como subcontratistas; sin embargo, a lo largo de las décadas, China ha desarrollado su propia cohorte de multimillonarios a partir de sus fabricantes que han establecido marcas independientes competidoras y mercados electrónicos como TEMU, que rivalizan con corporaciones estadounidenses como Amazon por derecho propio. Estas empresas chinas han comenzado a inundar los mercados internacionales con productos básicos de mayor calidad y valor a precios más baratos. En los últimos cinco años, la participación de tales empresas chinas independientes en el total de exportaciones se ha duplicado, llegando al 28% del total de exportaciones chinas. Así, a medida que el capital de la manufactura china y su sector inmobiliario se ha acumulado, ha comenzado lentamente a desarrollar sus propias empresas globales independientes, liberándose del monopolio del capital financiero estadounidense del que sus fabricantes habían dependido para acceder a mercados extranjeros. Correspondientemente, ha comenzado a desarrollar su propio capital financiero, que ha comenzado a exportar cada vez más su excedente a los mercados globales, compitiendo con el bloque dominante de EEUU, formando la base de la presente rivalidad interimperialista entre las dos potencias. En los últimos veinte años, el sector financiero chino se ha convertido en el más grande del mundo. En 1995, el gobierno chino aprobó la Ley de Banca Comercial, que sancionó a los bancos independientes y estableció al Banco Popular de China como reserva nacional. Los “Cuatro Grandes” bancos comerciales estatales son el Banco de China, el Banco de Construcción de China, el Banco Industrial y Comercial de China y el Banco Agrícola de China, todos los cuales se encuentran entre los diez bancos más grandes del mundo a partir de 2018. El sector financiero de China es ahora el más grande del mundo, con aproximadamente $58 billones de dólares en activos, lo que equivale a alrededor del 300% del PIB a finales de 2023. Medido en activos totales, su tamaño superó al del sistema bancario estadounidense en 2010 y al de todos los bancos de la zona euro combinados en el último trimestre de 2016. Desde 2017, China se ha convertido en el mayor acreedor oficial del mundo, superando al Banco Mundial, al FMI y a los 22 miembros del Club de París combinados, aunque la gran mayoría de sus inversiones, el 97%, siguen estando vinculadas a la propia China, ha comenzado a exportar una cantidad creciente de capital financiero a todo el mundo. Los cuatro grandes bancos chinos cotizan en bolsa; sin embargo, el gobierno chino conserva la mayoría de las acciones y un solo inversor extranjero no puede poseer más del 10% del capital total del banco, con una propiedad extranjera total limitada al 25%. La entrada de capital financiero de exportación chino como un importante competidor del capital financiero estadounidense en todo el mundo ahora amenaza seriamente el dominio estadounidense. A medida que la industria china se ha trasladado cada vez más a productos de mayor valor, como la tecnología y los automóviles, superando a Estados Unidos en los mercados extranjeros de todo el mundo, y a pesar de su gran industria financiera nacional que ha surgido de su explosión industrial, el único ámbito en el que China sigue significativamente rezagada es en lo que respecta a su competitividad en los mercados financieros mundiales. La cuota de China en los mercados de renta variable mundiales se mantiene entre el 10 y el 12%, mientras que Estados Unidos conserva entre el 45 y el 50%, con gestores de activos de pensiones y seguros entre 3 y 4 billones de dólares, mientras que a través de BlackRock, Vanguard y State Street se controlan más de 20 billones de dólares en activos en Estados Unidos. Del mismo modo, la capitalización del mercado de valores chino es aproximadamente del 10 al 12% del valor mundial, mientras que la de Estados Unidos se sitúa entre el 24 y el 50%. Entre 2000 y 2010, la inversión extranjera directa saliente de capital financiero chino aumentó de 900 millones de dólares a 68.800 millones de dólares, creciendo desde solo 12.000 millones de dólares tras un rápido crecimiento posterior a la crisis de 2008 impulsado por la inversión especulativa en su sector inmobiliario. El capital financiero chino experimentó entonces un período de consolidación significativa que condujo a un rápido aumento del capital financiero de exportación y, en 2016, alcanzó un máximo de 196.100 millones de dólares, incluyendo grandes operaciones en Estados Unidos y Europa. En el segundo trimestre de 2017, los activos transfronterizos de los bancos de la China continental ascendieron a 970.000 millones de dólares, ocupando el octavo lugar a nivel mundial y superando a los de centros financieros tradicionales como Suiza y Luxemburgo, o a países que albergan grandes grupos bancarios internacionales como España e Italia. A medida que la industria financiera china se ha expandido rápidamente y ha comenzado a verter su superávit en los mercados mundiales, China se ha transformado lentamente en un rival imperialista contendiente de Estados Unidos. Sin embargo, el rápido desarrollo del imperialismo chino también ha llevado al sistema capitalista mundial a una catástrofe cada vez mayor, a medida que la crisis mundial de sobreproducción empuja a los dos bloques de capital financiero a una guerra imperialista en un intento desesperado por continuar la acumulación de ganancias.
El capital financiero estadounidense ha trabajado durante años para derribar los muros del proteccionismo chino en torno a su sistema financiero emergente. Históricamente, China ha impuesto restricciones a la propiedad accionaria extranjera, especialmente en sectores sensibles como la banca, las telecomunicaciones, los medios de comunicación y la industria pesada. El gobierno estadounidense condicionó la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio en 2001 a la eliminación del proteccionismo en toda su economía, incluyendo las finanzas. Esto requirió que China permitiera operar a los bancos extranjeros en China y permitiera empresas conjuntas en seguros, valores y gestión de activos. El objetivo era abrir el mercado financiero chino a empresas estadounidenses como JPMorgan, Citi y Goldman Sachs bajo la narrativa de la “integración global”, pero con el motivo de la penetración de capital. Los Diálogos Estratégicos y Económicos entre EEUU y China de 2006 a 2016, celebrados anualmente bajo las administraciones de Bush y Obama, exigieron mayores derechos de propiedad extranjera en los bancos y fondos chinos, y la liberalización del tipo de cambio del yuan en beneficio del dólar estadounidense. Presentado como un “diálogo”, pero en términos materiales, una herramienta de diplomacia económica imperialista para disciplinar e integrar a China en las finanzas globales dominadas por el capital estadounidense. Hasta finales de la década de 2010, las empresas extranjeras generalmente solo podían poseer hasta el 49% de las empresas conjuntas en industrias clave. La propiedad extranjera total se restringió a sectores limitados como la fabricación para la exportación o las zonas de subcontratación tecnológica. A finales de la década de 2010, empresas estadounidenses como BlackRock, Goldman Sachs y JPMorgan comenzaron a ingresar a los sectores de seguros y gestión de activos de China. Aunque todavía reguladas, estas aperturas fueron victorias para las finanzas estadounidenses, ya que esperaban desviar los ahorros de los hogares chinos hacia productos vinculados a Wall Street. En 2020, como resultado de los crecientes desafíos financieros, China acordó tratados con Estados Unidos que abrieron aún más sus mercados financieros. Se permitió a las empresas estadounidenses el 100% de la propiedad en áreas como la gestión de activos (por ejemplo, BlackRock), las empresas de valores (por ejemplo, JPMorgan) y los seguros (por ejemplo, AIG, MetLife). Hoy en día, BlackRock, Goldman Sachs y JP Morgan han obtenido un acceso cada vez mayor a los mercados de capitales chinos después de 2018, gestionando miles de millones en activos chinos. Hoy en día, los bancos chinos todavía están lidiando con la prolongada agitación en el sector inmobiliario. En un intento por estabilizar los tambaleantes bancos regionales, las provincias chinas inyectaron un récord de 31.000 millones de dólares de capital el año pasado a través de bonos de propósito especial. Varios otros signos sugieren el potencial de una crisis bancaria en China. Según Bloomberg, “la primera contracción de los préstamos bancarios en China en casi dos décadas ha avivado los temores de que la segunda economía mundial se dirija hacia una “recesión de balance” como Japón hace décadas. Una caída en los nuevos préstamos corporativos combinada con los hogares que prefieren pagar la deuda hizo que los préstamos bancarios se redujeran el mes pasado por primera vez desde julio de 2005. Eso profundizó la batalla de años de China con la débil demanda de crédito, ya que una caída inmobiliaria genera cautela en la compra de viviendas y la expansión de la inversión. La determinación entre los consumidores y las empresas de pagar la deuda tras el colapso inmobiliario se considera un sello distintivo del tropiezo de Japón décadas de deflación en los años 90”. Una prueba más de la desesperación china se observó el 16 de enero de 2025, cuando el Banco Popular de China y otros cuatro reguladores importantes de China emitieron conjuntamente una opinión que esbozaba 20 nuevas políticas para abrir aún más el sector financiero, creando zonas piloto de libre comercio designadas, en su mayoría completamente abiertas a las finanzas estadounidenses en las principales ciudades y provincias. Si bien todavía existen considerables incertidumbres sobre los detalles y el calendario de implementación, la opinión acelera el derribo de los muros proteccionistas de China en torno a su sector financiero por la posición aún dominante del capital financiero estadounidense.
A mediados de la década de 2010, la posición dominante del capital financiero estadounidense y sus monopolios industriales comenzaron a verse amenazados por varias razones. El cambio de Estados Unidos de ser el mayor importador de petróleo del mundo a un exportador neto de petróleo debilitó los lazos económicos entre este y los saudíes, combinado con el ascenso de China como el mayor importador de petróleo del Medio Oriente. La ruptura de Rusia, una de las principales naciones productoras de petróleo del mundo, con el sistema financiero internacional dominado por Estados Unidos puso en peligro la hegemonía del sistema del petrodólar a medida que comenzaron a construirse nuevos sistemas financieros internacionales. Después de la invasión rusa de Crimea en 2014 y las posteriores sanciones estadounidenses, Rusia comenzó por primera vez a alejarse de la venta de petróleo en dólares. Grandes contratos petroleros se denominaron en yuanes o euros. Posteriormente, Rusia comenzó a desarrollar sistemas para eludir las redes financieras controladas por Occidente. SPFS (Sistema para la Transferencia de Mensajes Financieros): una alternativa nacional al SWIFT, lanzada por el Banco Central de Rusia en 2014. Sistema de Tarjetas MIR: un sistema nacional de tarjetas de pago para reemplazar a Visa y Mastercard, en caso de sanciones. Rusia firmó líneas de canje de divisas con socios comerciales clave, China ese mismo año realizó un canje de rublo-yuan por valor de 24.500 millones de dólares, seguido de Turquía, India y otros. Esto permitió que el comercio de energía y materias primas eludiera el dólar. A pesar de las sanciones financieras estadounidenses que se creía que aplastarían la economía rusa, los rusos siguieron adelante vendiendo petróleo a India y China, cambiando sus reservas a euros, yuanes y oro, reduciendo sus tenencias de bonos del Tesoro estadounidense a casi cero en 2020. En abril de 2024, Rusia anunció que su comercio con China casi había dejado de utilizar el dólar estadounidense. El Fondo Monetario Internacional descubrió que en 125 economías, el uso medio del renminbi en los pagos transfronterizos con China aumentó del 0% en 2014 al 20% en 2021; para una cuarta parte de estas economías, el uso del renminbi (petroyuan) ha aumentado al 70%. En 2023, una quinta parte del comercio mundial de petróleo se liquidó en monedas distintas al dólar. Y los crecientes lazos energéticos de Arabia Saudita con China han llevado a contratos de comercio de petróleo a largo plazo denominados en renminbi. En 2022, la participación del dólar en las reservas mundiales cayó diez veces más rápido que en las dos décadas anteriores, al 58%, desde el 73% en 2001. Así, los movimientos comenzaron a señalar un importante desafío al sistema pasivo de reciclaje de dólares y un movimiento hacia la maniobra multidivisa, con el imperialismo financiero chino liderando la carga de los sub-imperialismos rebeldes que se desprendían de la órbita estadounidense. La primera exportación de petróleo saudí realizada en yuanes a China en 2018 puso fin a los acuerdos internacionales de décadas para realizar únicamente la venta de petróleo en dólares, ya que Irán pronto prohibió todas las ventas de petróleo en dólares. Si más países realizaran compras de petróleo en otras monedas, se corre el riesgo de que el dominio del dólar disminuya a largo plazo. Esta realidad, combinada con el meteórico ascenso del capital financiero de exportación chino en 2016, facilitó algunas de las primeras escaramuzas entre las finanzas chinas y Estados Unidos por el dominio global. El colapso del sistema del petrodólar, combinado con la creación de un monopolio petrolero estadounidense competitivo directamente bajo el control de las finanzas estadounidenses y no dependiente de un sub-imperialismo árabe, ha modificado significativamente la posición estratégica del capital financiero estadounidense, que ahora se posiciona para contener y sofocar el bloque imperialista emergente centrado en China a través de un complejo conjunto de maniobras de divide y vencerás. No obstante, las herramientas utilizadas hoy por el imperialismo estadounidense no son diferentes de las que ha empleado durante casi un siglo de hegemonía imperial.
Con el declive progresivo del sistema del petrodólar, que sustentaba la dominación financiera estadounidense, Estados Unidos comenzaría a implementar sus estrategias de guerra comercial en 2018, repitiendo los mismos métodos del pasado. Las deudas crecientes, que son críticas para el imperialismo y su acumulación de beneficios, se enfrentan al muro de un PIB en declive. Eventualmente, se asumen más intereses para seguir vendiendo deudas, lo que solo empeora el problema del PIB, lo que lleva a un incumplimiento inevitable y a una posible explosión de la guerra. Así, Estados Unidos y China se preparan para la guerra mientras se preparan para los incumplimientos financieros. Los métodos por los cuales China y Estados Unidos se vieron obligados a rescatarse a sí mismos de la crisis financiera de 2008, después del colapso de los mercados de hipotecas de alto riesgo y la firma de banca de inversión Lehman Brothers, harían inevitable otra crisis financiera mundial. Después de 2008, hubo un gran aumento de la deuda corporativa mundial, que pasó del 84% del producto mundial bruto en 2009 al 92% en 2019. En 2019, la deuda mundial era un 50% más alta que durante la crisis financiera de 2008. Esto creó una situación en la que cualquier desaceleración económica significativa haría que las empresas con altos niveles de deuda corrieran el riesgo de incumplimiento. La sobreacumulación de capital condujo a burbujas en bienes raíces, tecnología y bonos corporativos sin salida rentable. En 2017 se dijo que el crecimiento mundial había alcanzado su punto máximo, cuando al año siguiente la producción industrial experimentó un declive sostenido, lo que llevó al FMI a afirmar que en 2019 la economía mundial ya estaba atravesando una “desaceleración sincronizada” a pesar de las bajas tasas de interés, lo que aumentó los temores de una “bomba de deuda” cuando inevitablemente estallara la próxima crisis económica. Así, todas las señales de una gran crisis económica ya estaban ahí. En 2018, la primera administración Trump anunciaría su primera ronda de aranceles y barreras comerciales a China. Los aranceles se dirigieron de manera desproporcionada a sectores alineados con la política industrial “Hecho en China 2025” del PCCh: semiconductores, robótica, aeroespacial, biotecnología, etc. El objetivo no era el comercio justo, sino la supresión estratégica del desarrollo chino en la producción de alto valor. A pesar de la retórica nacionalista, el imperialismo estadounidense utilizó los aranceles como palanca para obligar a China a abrir sus mercados para dar mayor acceso a las finanzas estadounidenses para continuar su extracción de superganancias y contrarrestar la creciente fortaleza de las finanzas chinas. Su objetivo era flexibilizar las restricciones a la propiedad extranjera de bancos y empresas de seguros y fortalecer la aplicación de la propiedad intelectual para proteger los monopolios estadounidenses. Los aranceles ayudaron a crear una crisis fabricada para justificar los subsidios industriales, como la Ley CHIPS de Biden, las prohibiciones de exportación basadas en la seguridad nacional (sobre semiconductores, IA) y la intervención estatal directa en los flujos de capital y las cadenas de suministro. Los aranceles apresuraron una desaceleración del comercio y la manufactura mundiales. Un comercio más lento redujo los beneficios industriales y estranguló la demanda de inversión. El capital fluyó cada vez más hacia formas especulativas y ficticias (bienes raíces, acciones, bonos corporativos) lo que llevó a burbujas de activos y estructuras financieras inestables. El pánico del mercado de recompra en septiembre de 2019 sería el primer temblor cuando el sistema de préstamos interbancarios de EEUU se paralizó, lo que obligó a la Reserva Federal a inyectar cientos de miles de millones en liquidez meses antes del COVID. La pandemia no causó la crisis en ningún sentido fundamental; más bien, sirvió como catalizador y cortina de humo, permitiendo a la clase dominante desviar la culpa, justificar la acumulación de deudas masivas y financiar la mayor consolidación de los grandes monopolios financieros corporativos, todo ello mientras se pacificaba la movilización de la clase trabajadora a través del miedo, la confusión y la política de emergencia. El colapso de 2020 sería el peor desde la Gran Depresión, con los principales índices cayendo entre un 20 y un 30% a finales de febrero y marzo. Tras el colapso, los mercados bursátiles mundiales se desplomaron, la demanda se derrumbó y millones de pequeñas empresas y trabajadores quedaron devastados. Sin embargo, casi de inmediato, las corporaciones más grandes se recuperaron y algunas alcanzaron ganancias récord a finales del mismo año. Esta no fue una recuperación impulsada por la producción, la innovación o el aumento de la demanda, sino una transferencia de riqueza y poder diseñada por el Estado hacia el capital monopolista, con los gigantes tecnológicos, Amazon, Apple, Google, Microsoft, Facebook (Meta) volviéndose aún más dominantes en todos los sectores. Decenas de miles de minoristas pequeños y medianos cerraron permanentemente y Walmart, Target, Home Depot y otros ampliaron su cuota de mercado. Los gestores de activos como BlackRock y Vanguard ampliaron sus participaciones en prácticamente todas las grandes empresas. La inyección de cientos de miles de millones de dólares, combinada con los aranceles de Trump, trabajaría para desplomar el valor del dólar en 2020 entre un 10 y un 20%, preparando el escenario para la actual crisis financiera e inmobiliaria china, tal como se hizo contra Japón en 1985. Así como Nixon esperó a que se desarrollara la situación de crisis en la década de 1970 para imponer sus políticas a sus altivos protectorados europeos y japoneses, la burguesía estadounidense haría lo mismo, incluso si su mano se hubiera visto obligada a aplicar algunas medidas de inyección de capital para evitar una corrida bancaria; el COVID sirvió como una cobertura conveniente para una estrategia de devaluación del dólar más aranceles. A los pocos días del colapso de marzo, la Reserva Federal bajó las tasas de interés a cero al tiempo que iniciaba una flexibilización cuantitativa de 700.000 millones de dólares. La afluencia de efectivo provocó un recalentamiento de la economía y, finalmente, una inflación a gran escala que, a su vez, condujo a un aumento del poder de negociación de los trabajadores y, por lo tanto, a una proliferación de huelgas. Las acciones comenzaron a recuperar sus precios y el PIB de la mayoría de las principales economías había vuelto o superado los niveles pre-pandémicos en abril. La política de confinamiento de China también permitió una mayor intervención estatal en la organización de la cadena de suministro para mitigar los impactos de la crisis financiera. Para el segundo trimestre de 2020, las fábricas chinas volvían a estar en gran medida en funcionamiento, mientras que las industrias estadounidenses y europeas permanecían cerradas y una mayor demanda de suministros médicos aseguró que grandes beneficios siguieran llegando al país. Las estrictas normas de confinamiento chinas permitieron al capital redirigir la producción a los mercados mundiales sin sobrecalentar la demanda interna y mantener una mayor disciplina laboral bajo la apariencia de gestión de la pandemia, reduciendo la militancia laboral y la presión salarial a corto plazo. En 2020, el PIB de China se contrajo un 6,8% interanual, la primera disminución oficialmente reportada desde 1976. La producción industrial cayó un 13,5% y las ventas minoristas se desplomaron un 20,5%, ya que los confinamientos paralizaron la economía interna. El Estado recurrió a su mecanismo de estímulo predeterminado: el gasto en infraestructura y la construcción. A medida que las economías occidentales se confinaban, la demanda mundial de bienes médicos chinos se disparó. El superávit comercial de China alcanzó un máximo histórico, impulsando una recuperación de la producción industrial. A medida que el capital huía del dólar estadounidense y se volcaba en el sistema financiero relativamente estable de China, el renminbi se apreció más del 6% frente al dólar a finales de 2020. El Banco Popular de China intervino en los mercados de divisas, recortando los requisitos de reserva y comprando indirectamente dólares para frenar el aumento, utilizando los mismos métodos empleados por Japón en las décadas de 1970 y 1980 para combatir la apreciación de su moneda. La masiva expansión del crédito a los promotores después de 2020 sembró las semillas de la crisis de Evergrande en 2021-23, cuando la empresa incumplió con 300.000 millones de dólares en pasivos. A medida que los precios y las ventas se desplomaron en 2021-23, los efectos se extendieron a la banca, la riqueza de los hogares y los gobiernos locales. El estímulo creó una sobrecapacidad en vivienda, infraestructura y capital industrial, una característica clásica de la crisis capitalista. El colapso de Evergrande en 2021 desencadenó una crisis de liquidez, lo que llevó al incumplimiento de más de 50 promotores y provocó una fuerte caída en las ventas de propiedades. Las ventas de viviendas de nueva construcción cayeron un 6% en 2023, volviendo a niveles no vistos desde 2016. Los precios de la vivienda se han desplomado alrededor de un 30%, lo que ha resultado en la destrucción de aproximadamente 18 billones de dólares en riqueza de los hogares. La inversión extranjera directa en China ha experimentado una disminución significativa, con una caída del 94% en el segundo trimestre de 2023 en comparación con el mismo período de 2021. No está claro dónde pueden obtener financiación los gobiernos locales endeudados, más allá de las cantidades relativamente pequeñas que el Banco Popular de China puede canalizar a través de los bancos estatales. Las ciudades chinas ya han acumulado alrededor de 15 billones de dólares en deuda, gran parte de ella oculta en la vivienda, habiendo pedido prestado fuertemente en los últimos años para cubrir el costo del gasto relacionado con la pandemia y los proyectos de infraestructura. Esto significa que China está cada vez más desesperada por capital extranjero para evitar su creciente crisis de deuda, que amenaza con colapsar su industria financiera y bancaria. Por lo tanto, podemos entender que las políticas comerciales actuales tienen la intención de aumentar la presión sobre el capital chino al dañar sus beneficios industriales, exacerbando aún más la crisis actual para forzar una mayor apertura de las finanzas chinas a la penetración de capitales estadounidenses.
El Acuerdo de Mar-A-Lago es un documento de política propuesto que esboza la estrategia más amplia que el imperialismo estadounidense deberá seguir en los próximos años, creado por Stephen Miran, actual presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, y respaldado por Scott Bessent, actual Secretario del Tesoro. El plan se basa esencialmente en las tácticas previas del imperialismo estadounidense implementadas desde el fin de Bretton Woods. Es un movimiento estratégico por parte del capital estadounidense para hacerle a la industria china lo que le hizo a la alemana y a la japonesa a finales del siglo XX; sin embargo, dado el poder relativo de Estados Unidos, ya no podrá coaccionar a estos gobiernos para que acepten un “acuerdo voluntario” sin que opongan resistencia, como lo hizo en el siglo anterior. Por lo tanto, mientras trabaja para penetrar la industria financiera china, está ejerciendo presión hacia una opción nuclear que, si no se ejecuta correctamente, corre el riesgo de devastar a la burguesía estadounidense; esboza una apuesta desesperada para aferrarse a la hegemonía económica mundial que se desarrollará en etapas que corresponden en gran medida a los movimientos iniciales de la administración actual, que considera los colapsos económicos periódicos como daños colaterales necesarios. El Acuerdo de Mar-A-Lago exige una devaluación mundial del dólar mediante la apreciación de otras monedas mundiales, como ocurrió bajo Nixon cuando retiró a Estados Unidos del patrón oro y luego nuevamente bajo el Acuerdo de Plaza de 1985; solo que esta vez implicaría que el dólar estadounidense se volviera a vincular al oro o a las criptomonedas, al tiempo que se controlaría qué países podrían y no podrían mantener dólares estadounidenses como reservas gracias a la ayuda de las nuevas tecnologías de vigilancia electrónica. El objetivo es simple: desplomar aún más las finanzas y la industria chinas, que todavía dependen de las exportaciones estadounidenses y están sedientas de capital para evitar una crisis bancaria catastrófica. Amenazan con orquestar un bloqueo global a sus productos, impidiéndoles completamente el acceso a dólares, a la vez que preservan su estatus como principal medio de comercio global. Para conquistar al cada vez más endeudado imperialismo chino por parte del cada vez más endeudado imperialismo estadounidense, estos deben, esencialmente, volver a dejar de pagar sus préstamos, y al mismo tiempo utilizar su poderío militar para obligar al otro imperialismo mundial a sumarse a la profundización de la subordinación financiera mientras los conglomerados financieros estadounidenses continúan su consolidación y su absorción del mundo. A pesar del movimiento hacia la desdolarización en Rusia, el proceso solo ha logrado avances iniciales en el resto del mundo e incluso dentro del bloque de dependientes del imperialismo chino. Estados Unidos todavía comprende entre el 50 y el 60% de las reservas extranjeras mundiales, ninguna otra moneda es actualmente un sustituto viable; sin embargo, las conversaciones en los BRICS sobre una moneda alternativa tienen asustado al imperialismo estadounidense. En reconocimiento del creciente desafío al dólar como moneda de reserva mundial como resultado del declive del sistema de reciclaje de petrodólares, el plan busca mantener el papel dominante del dólar del capital financiero estadounidense aprovechando el poder militar estadounidense para llevar a los países a bonos intransferibles a 100 años para, esencialmente, comprar protección militar estadounidense. Para ganar influencia y obligar a otros países a aceptar este acuerdo, el plan exige el despliegue de un período de aranceles severos combinados con altas tasas de interés para reducir la inflación. Asimismo, también exige al secretario del Tesoro que comience a cobrar un impuesto mínimo del 1% sobre los pagos de intereses a los gobiernos extranjeros que poseen bonos del Tesoro estadounidense existentes, que se variará punitivamente en función del cumplimiento del país con las políticas estadounidenses. Esto, combinado con las amenazas de retirada de las fuerzas de seguridad estadounidenses en todo el mundo, se aprovechará para lograr un acuerdo sobre las revaluaciones de divisas y los canjes de bonos “voluntarios” por bonos a 100 años, junto con las negociaciones para un retorno a aranceles más bajos. Con la muerte del sistema del petrodólar, la burguesía estadounidense mira hacia atrás para aprovechar sus activos de oro para primero devaluar la moneda en su beneficio y, con un cambio de rumbo, mantener su poder como moneda de reserva mundial. Una revaluación del precio del oro por parte del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que lo mantiene vinculado a los niveles de la era de Bretton Woods, ayudaría a socavar el giro en desarrollo hacia otros sistemas monetarios. Las naciones BRICS en su conjunto poseen oficialmente 5.700 toneladas de reservas de oro, lo que representa el 16% de las reservas de oro extraídas a nivel mundial, y han aumentado drásticamente sus reservas de oro en los últimos años. Goldman Sachs ha informado que China aparentemente ha comprado 10 veces más oro del declarado oficialmente. Suponiendo que los países BRICS declaren una moneda digital respaldada por oro, con menores costos de transacción y problemas de cambio, podría generar miles de millones de dólares en ganancias para la burguesía de los BRICS. A esto se suma que China posee el 80% de los minerales de tierras raras del mundo, como el germanio, el galio, el litio, etc., y Rusia es el almacén de productos básicos, desde metales hasta combustibles fósiles y agricultura. Sin embargo, el equilibrio del poder del oro todavía está sesgado a favor de los países del G7, que juntos poseen 17.500 toneladas, o el 49% de las reservas mundiales totales. La revaluación de las reservas de oro estadounidenses a los niveles del mercado también podría aumentar sustancialmente el valor del oro a nivel internacional, cerrando así la ventana de oportunidad para que los países BRICS construyan sus reservas de oro, lo que pudieron hacer a precios suprimidos hasta hace poco.
Así, estamos viendo una lucha mundial al estilo imperialista clásico por el
control directo de las materias primas y el oro, a medida que los bloques
financieros construyen apresuradamente sus hordas de reservas para asegurar el
dominio de sus sistemas monetarios sobre el comercio mundial, en medio de una
intensificación de la carrera armamentista y una guerra activa entre los
sub-imperialismos de los dos Estados que ya está estallando en todo el mundo.
Para las finanzas estadounidenses, continúan buscando la dominación total del
mundo bajo Trump, incluso si él afirmó, al igual que Nixon, estaría ejecutando
sus políticas en nombre de poner fin al imperio y evitar una guerra mundial.
Para la astuta burguesía que busca manipular las diversas palancas de la
economía aplicando más o menos influencia aquí y allá para obtener el resultado
deseado, su sistema económico continúa avanzando en una dirección cataclísmica.
Argentina 2025 Neoliberalismo obsoleto, austeridad, traición de los sindicatos y oposición teatral de la izquierda parlamentaria La Argentina de 2025 es la vitrina rota del neoliberalismo latinoamericano. Bajo el gobierno de Javier Milei, los indicadores macroeconómicos − como la reducción de la inflación al 98,2% interanual − son celebrados por los medios, pero estos números no logran ocultar una catástrofe social: 55% de pobreza, salarios que no cubren la canasta básica (950 dólares) y un desempleo que ha aumentado al 8,1%. Argentina se enfrenta a una crisis económica − expresión de la crisis global del capitalismo − caracterizada por altos niveles de inflación, desigualdad social y un mercado laboral en crisis. Las políticas implementadas por el gobierno de Javier Milei, centradas en la austeridad fiscal y la reducción del gasto público, han tenido un impacto significativo sobre los salarios y el empleo, deteriorando aún más las condiciones de vida de la clase obrera.
Hay tres contradicciones sin resolver:
La prensa burguesa promociona “éxitos” como el superávit comercial récord (1.200 millones de dólares en 2024) y el “control” de la inflación (98,2% en abril de 2025 frente al 292% en abril de 2024). Pero lo que no se dice es que habrá una caída libre de los salarios, con un desplome del 22% del poder adquisitivo a partir de 2023. El salario mínimo (265 dólares) equivale a 2,5 bolsas de alimentos básicos (INDEC, abril 2025). El 65% de los trabajadores gana menos de 500 dólares al mes, mientras el costo de una canasta básica de alimentos supera los 950 dólares. Pese a una mejora simbólica, el salario mínimo (265 dólares) es el más bajo de América Latina… Los resultados del shock de ajuste económico implementado por el gobierno burgués también son visibles en el comportamiento del desempleo estructural. La tasa de desempleo alcanzó el 8,1% en abril (frente al 5,5% en 2023), con 42.000 despidos en el sector público en 2024.
El gasto público se ha reducido un 28% en términos reales en los primeros 11
meses de 2024, siendo los recortes más significativos los que se producen en la
inversión pública y las pensiones, dos partidas que por sí solas explican el 50%
de la reducción. El porcentaje se completa con recortes en ayudas sociales,
subsidios y salarios públicos. La fuerte reducción del gasto viene acompañada
(siempre en los primeros 11 meses de 2024) de una moderada reducción de los
ingresos (-7%) (“las rebajas de impuestos son un robo” declaró Milei en el cargo
desde finales de 2023)... en general, el empleo ha sufrido una caída del 17,2%
en los primeros 11 meses de enero a noviembre de 2024 en comparación con el
mismo período de 2023 con el sector servicios, que representa el 60% del empleo
total, que ha perdido el 20% del empleo formal. Y, como consecuencia de los
acuerdos con el FMI, sólo podemos esperar que el desempleo siga aumentando.
Otro factor importante para visualizar el impacto de las políticas del gobierno argentino sobre los asalariados es la condición insostenible de la deuda. A pesar de las medidas de austeridad, la deuda pública alcanzó los 466.800 millones de dólares en 2024, con reservas netas negativas (-12.000 millones de dólares). El nuevo crédito de 13 mil millones de dólares (abril de 2025) requiere más recortes a la salud y a la educación. El préstamo del FMI colocará cargas adicionales de sobreexplotación sobre los hombros de los trabajadores. El nuevo préstamo del FMI (abril de 2025) consolida el círculo vicioso: deuda → ajuste → pobreza. No es de extrañar entonces que trabajadores de la educación y la salud hayan hecho declaraciones como: “Mis hijos me preguntan por qué la cena es pan y mate. No sé cómo explicarles que mi sueldo es menor que hace un año” o “Antes comíamos carne dos veces por semana, hoy comemos arroz y pasta. Mi sueldo no me alcanza ni para medicinas”. Así resume la clase obrera los resultados del programa de ajuste presentado por el gobierno de Milei.
En diciembre de 2024, el FIT-U (con mucha propaganda y agitación en el movimiento sindical) no votó contra la reforma laboral que facilitaba los despidos. Tampoco presentó iniciativas para aumentar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo de las empresas mineras y exportadoras de litio, que en 2024 obtuvieron ganancias del 82,6% (1.200 millones de dólares). De hecho, mientras la producción industrial manufacturera recién tuvo una recuperación en diciembre de 2024 y enero de 2025 con +8,4% y +7,1% (luego de 18 meses consecutivos de caídas que cerraron 2024 con -9,4% respecto a 2023), el índice de producción industrial minera, en cambio, creció 6% respecto a 2023 con un aumento en la extracción de petróleo de 10,6% y +47% en la extracción de minerales… De hecho, Argentina es la tercera economía del país después de Brasil y México y se caracteriza por una gran presencia de yacimientos de litio, petróleo y gas, pero a pesar del incremento del sector, estos resultados no se han traducido en mayores salarios para la clase trabajadora, si acaso todo lo contrario... finalmente, según cifras de fin de año, la industria en general está operando al 62% de su capacidad. Argentina es la tercera economía de la región, después de Brasil y México, y cuenta con grandes yacimientos de litio, petróleo y gas. Sin embargo, pese al crecimiento del sector, estos resultados no se tradujeron en mejores salarios para la clase trabajadora, sino todo lo contrario. Según datos de fin de año, la industria en general opera al 62% de su capacidad. Desde las bases de los partidos parlamentarios de izquierda, los militantes suelen decir que “En las asambleas hablan de revolución, pero en el Congreso se limitan a tuitear indignación” o “nos llaman a la lucha, pero en el Congreso pactan con la derecha”. Estos son síntomas de que el sucio trabajo de colaboración con el régimen burgués y sus teatrales poses de oposición ya no pueden engañar ni siquiera a los contingentes de sus militantes de base. El parlamentarismo se confirma una vez más no sólo como una táctica inútil para la era del imperialismo, sino como una traición descarada a la clase obrera y a la revolución. Los distintos partidos que se sientan en el parlamento argentino (y en todos los parlamentos) están allí, ya sea en minoría o en mayoría, sólo para dar apoyo político a la dominación de clase de la burguesía y favorecer sus negocios y la explotación de los trabajadores.
En cuanto a la lucha sindical, las 12 huelgas generales de 2024 no fueron ni generales ni afectaron el funcionamiento de las empresas, debido tanto a las disputas entre la CGT y la CTAA (ambos sindicatos patronales) como a la división de los trabajadores en acciones aisladas. Los líderes sindicales del régimen priorizaron acuerdos entre los sindicatos y frenaron las movilizaciones de calles. Las protestas obreras solo sirvieron para negociar con el gobierno la aplicación del ajuste económico a costa de la sobreexplotación laboral. En abril de 2025, convocaron una “huelga nacional” de 36 horas que excluyó a sectores clave (transportes, energía) y fue una muestra más de la traición de las direcciones sindicales, a pesar del descontento y la voluntad de lucha en las calles y los centros de trabajo. Las centrales sindicales del régimen aprobaron recortes del 15% en las jubilaciones (50% del ajuste fiscal) y aceptaron la flexibilización laboral a cambio de migajas para las burocracias sindicales. La huelga de abril fue precedida por los enfrentamientos a mediados de marzo, con 100 detenidos y 20 heridos, donde miles de hinchas de fútbol se unieron a los jubilados en una marcha reprimida violentamente por la policía, con el uso de cañones de agua, balas de goma y gases lacrimógenos para dispersar a la multitud que intentaba llegar simbólicamente a la plaza del parlamento. La verdadera naturaleza y el carácter represivo del Estado no tardan en manifestarse cuando la clase obrera intenta oponerse a los planes de patronos y gobiernos, como nos demuestran las repetidas represalias en todo el mundo, ya sea en los regímenes más dictatoriales o en las repúblicas más democráticas.
El espectro de la crisis económica argentina, que tuvo su episodio más dramático en 2001 y parece reaparecer cíclicamente a pesar de algunos períodos de estabilidad, es la crisis de un país que lucha por pagar sus deudas… La crisis de sobreproducción mundial de mercancías y la creciente “financiarización” de la economía global empujan a algunas naciones a contraer enormes deudas con bancos, inversores privados y otros países, quedando atrapadas en las garras de un capitalismo cada vez más usurero… Argentina, por ejemplo, es el país más endeudado con el FMI, con más de 50 mil millones de dólares, un factor que parece estar detrás del reciente y momentáneo rechazo de Milei a unirse a los BRICS, la otra alianza imperialista precaria que busca desafiar la hegemonía de EE.UU. en el mercado mundial… La insostenibilidad de la deuda argentina y su divergencia con el desempeño de la economía productiva parecen ser la base de los repetidos defaults, como en 2001, pero también en 2014 y 2020. En 2001, tras la inmanejable deuda externa que entonces alcanzaba los 160.000 millones de dólares, el Estado, en quiebra de hecho, congeló los depósitos bancarios para frenar la fuga de capitales (de marzo a diciembre, salieron del país más de 15.300 millones de dólares), imponiendo a los depositantes la prohibición de retirar más de 250 dólares semanales y congelando los pagos de la deuda a medida que vencían. Muchos acreedores tenedores de bonos argentinos han renegociado en el futuro con frecuencia un plan para reducir la carga de la deuda argentina (incluso hasta el 70%), pero las reestructuraciones repetidas han alejado aún más la confianza de los mercados y han llevado al país a una espiral sin fin en la que el Estado necesita equilibrar cíclicamente las cuentas públicas para obtener más préstamos… su economía se ha convertido en un perro que se muerde la cola, a expensas de la clase trabajadora. En conclusión, es la economía capitalista global que ha llegado a esta etapa la que arrastra a los eslabones débiles que contraen enormes deudas externas, que son efecto y no causa del poder excesivo de los imperialismos más fuertes sobre los países menos desarrollados. En este escenario, la burguesía con su aparato estatal sólo puede recortar y hacer pagar su crisis a la clase trabajadora, y los gobiernos burgueses que le sigan continuarán la nefasta obra de sus antecesores, con la implementación de aún más medidas de austeridad para permitir el rescate de los ingresos financieros locales y extranjeros. Argentina se encuentra en la paradoja de un ajuste, publicitado como un éxito para los mercados, que sólo beneficia a la burguesía, pero que ha sido devastador para las mayorías asalariadas, sometidas a salarios insuficientes. Los sindicatos actuales, que aglutinan a la mayoría de los trabajadores sindicalizados y que llevan a cabo una política basada en la traición, han quedado una vez más en evidencia como organismos carentes de credibilidad y claramente comprometidos con el gobierno y los patrones. La “izquierda”, por su parte, también ha sido desenmascarada como una alternativa no creíble que convive con los partidos de derecha y la patronal y ha sido cómplice del gobierno. Hasta ahora el ciclo crisis económica - deuda - ajuste - estallido social - control político por partidos oportunistas y centrales sindicales traidoras ha tendido a repetirse, dejando a los trabajadores indefensos frente a los distintos gobiernos y patrones burgueses. Una asamblea de trabajadores en Salta en abril declaró: “La única huelga general que vale es la que paraliza el país y derrota al régimen”. Esta es la prueba de que los trabajadores pueden romper el ciclo de traición y oportunismo y convertirse en una fuerza poderosa para detener las políticas antiobreras del gobierno argentino.
Para los trabajadores argentinos, el futuro plantea el desafío de multiplicar
las luchas, de hacerlas confluir en una huelga general, indefinida y sin
servicios mínimos, de avanzar en la unidad de acción del movimiento sindical, y
de plantear la hipótesis del salto cualitativo que significará el resurgimiento
de verdaderos sindicatos de clase; todo ello al margen de las distintas
centrales y federaciones sindicales actuales y distanciándose de los distintos
partidos de la izquierda oportunista y de su parlamentarismo; distanciándose
también de los llamamientos a la defensa de la patria y de la economía nacional
o de los llamamientos electorales.
POR EL SINDICATO DE CLASE Los ataques a los migrantes en EEUU también son para reprimir a la clase obrera En el marco de la oleada de persecución, detención y deportación de migrantes, adelantada por el gobierno norteamericano, ha comenzado a mostrarse una clara represión política selectiva contra dirigentes obreros o activistas que promueven la liberación de migrantes detenidos o incluso activistas que se han opuesto a la masacre contra los palestinos. Así como han repercutido en los medios de comunicación la suspensión de visas, detención y deportación estudiantes extranjeros que han manifestado su solidaridad con los palestinos (ejemplo: Mahmoud Khalil y Rumeysa Ozturk), también han aprovechado la ola anti-migrantes para detener a dirigentes sindicales dentro de los cuales se conoce de Alfredo “Lelo” Juárez, dirigente sindical de obreros agrícolas que se encuentra encarcelado en el Centro de Procesamiento del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. (ICE), del Noroeste en Tacoma. En Tacoma también se encuentra detenida Lewelyn Dixon, técnica de laboratorio de la Universidad de Washington y miembro del sindicato SEIU 925, que tiene tarjeta de residencia permanente y lleva 50 años viviendo en Estados Unidos. El ICE está acosando e intimidando a las personas y sin presentar órdenes judiciales. Y en esto une fuerzas con la Patrulla Fronteriza y de esta manera se integran al accionar de todo el aparato represivo del Estado burgués. El 27 de marzo, el Consejo Laboral del Estado de Washington, que representa a todos los sindicatos de Washington, organizó una manifestación frente al centro de detención en Tacoma, exigiendo la liberación de Alfredo Juárez y Lewelyn Dixon. Lo que está en juego es el sostenimiento y profundización de la sobre-explotación de los trabajadores agrícolas, migrantes o no, sometidos a largas jornadas, a inestabilidad laboral en contratos temporales. Pero también encontraremos la misma situación entre los trabajadores de la construcción y los trabajadores en general. Y esta ofensiva de explotación a la clase obrera solo puede ser detenida por la unidad, organización de base y movilización contra los patronos capitalistas y el gobierno. Los trabajadores deberán levantar un movimiento sindical de clase, combativo, que rompa con cualquier tipo de diferenciación entre sus afiliados por razones de raza, nacionalidad, oficio y cualquier otra excusa artificial utilizada para dividir a la clase obrera. La clase obrera es una sola y lucha por las mismas reivindicaciones en todo el mundo. Y este movimiento de lucha deberá desoír los llamados de demócratas, republicados y de todos los politiqueros que buscan el voto para llegar al parlamento burgués. Solo la reanudación de la lucha de clase de los trabajadores, con una dirección revolucionaria, sentará las bases para la verdadera emancipación de la barbarie capitalista. * * * Luchas de los trabajadores iraníes En Irán, se ha producido un fuerte resurgimiento de la lucha obrera contra el régimen burgués de los ayatolás. La tregua temporal que siguió a la dura represión de las luchas obreras en 2019-20 parece estar llegando a su fin. En agosto tuvo lugar una primera huelga, en la que participaron enfermeras que protestaban contra las pésimas condiciones laborales, los salarios, la seguridad laboral, la reducción de la jornada laboral y las horas extra, y el derecho a la huelga. Su salario promedio ronda los 220 dólares, cerca del salario mínimo. La huelga se produjo tras la muerte de una enfermera de 32 años en un hospital de la provincia de Fars, a causa del exceso de trabajo. Esto desencadenó protestas, que luego se extendieron a las provincias de Arak, Mashhad y Yasuj, con manifestaciones en toda la región apoyadas por el sindicato de transporte y estudiantes, especialmente de medicina. La profunda crisis, según reveló el sindicato, está provocando la emigración mensual de entre 150 y 200 enfermeras (11.500 profesionales sanitarios han abandonado Irán en los últimos dos años), con graves consecuencias para la atención a los trabajadores y a los desempleados. Los jubilados se movilizaron entonces a nivel nacional con grandes protestas en Ahvaz, Shus, Isfahán y Qaemshahr. En Ilam, exigieron que las pensiones se ajustaran al costo de la vida, diezmado por la alta inflación del país. En Kermán y Shiraz, protestaron contra el impago de las indemnizaciones por despido. En muchas de estas manifestaciones, resonó el lema "¡No más guerras, nuestras mesas están vacías!". En los bazares de Teherán, algunos comerciantes cerraron sus tiendas, intimidados por la fuerza del movimiento, y los cierres se extendieron a mercados clave de otras ciudades. Se produjeron otras oleadas de protestas entre los trabajadores petroleros de la Compañía Ofoq, en el campo petrolífero de Yadavaran y frente a la mina Agh Dere Meshkinshahr, donde se produjeron arrestos. También hubo conflicto en la refinería Fair Jam y en la Compañía de Petróleo y Gas Gasaran. En el municipio de Tabas, los trabajadores protestaron por la falta de pago de tres meses de salario y dos meses de horas extras por parte del municipio. Los trabajadores de carreteras de Sod Fars también protestaron por mejores condiciones de vida y seguridad. Finalmente, volviendo al sector sanitario, las enfermeras del Hospital Ghadi de Teherán protestaron por la falta de pago de sus salarios durante los últimos tres meses. Estas luchas proletarias están directamente relacionadas con las de 2019-20. En aquel entonces, comenzaron las manifestaciones contra el aumento del 50% al 200% en los precios de los combustibles y la consiguiente alta inflación del 35%, con una devaluación del 60% del rial frente al dólar. El gobierno se vio obligado a conceder subsidios a 60 millones de ciudadanos, pero esto no logró sofocar el levantamiento, que finalmente fue controlado con una masacre. Violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad dejaron alrededor de 1.500 manifestantes muertos. Según Amnistía Internacional, la policía disparó desde tejados, helicópteros y a quemarropa con ametralladoras. Sin embargo, se cree que el número de muertos es mayor, ya que la policía retiró y ocultó los cadáveres. Las familias de las víctimas fueron amenazadas para impedirles hablar con los medios de comunicación. Los trabajadores reaccionaron a la dura represión asaltando 731 bancos gubernamentales, incluido el banco central, 50 bases militares y nueve centros religiosos islámicos, y derribando estatuas del líder Jamenei. Mientras tanto, el acceso a internet quedó bloqueado en todo el país, aislándolo de sus vecinos, donde se estaban produciendo otras protestas, como en Irak y Líbano. Los enfrentamientos de 2020 fueron los más violentos desde 1979, incluso más que los ocurridos durante las protestas de mujeres en 2022. En Teherán, una serie de manifestaciones comenzaron en septiembre de 2022 y finalizaron en 2023, desencadenadas por el asesinato de Masha Amini, una joven kurdo-iraní de 22 años, arrestada y asesinada por la “Policía Moral”, supuestamente por violar la ley del Hiyab. Las manifestaciones se extendieron al Kurdistán. Estas protestas, que ya habían comenzado unos años antes, fueron protagonizadas principalmente por mujeres y estudiantes. Si bien, además de la cuestión del velo y la libertad de las mujeres, también se referían a las malas condiciones de los trabajadores urbanos y rurales. Afectaron principalmente a las clases medias urbanas y por lo tanto, fueron de naturaleza interclasista. A pesar de ello, fueron objeto de una dura represión, con miles de arrestos y asesinatos de manifestantes considerados "enemigos de Dios", incluyendo menores que fueron golpeados hasta la muerte, frente a sus compañeros de clase.
El estallido de la guerra entre Hamás y el Estado de Israel, también sirvió para mantener a los trabajadores iraníes bajo control, distrayéndolos de la lucha de clases con la táctica burguesa, ya probada, de buscar un "enemigo externo". Las burguesías iraní e israelí son cómplices en la guerra, del uso de medios letales y de extenderla al Líbano, Yemen y Siria, con la esperanza de un debilitamiento temporal de la lucha de clases en sus países. En julio, las elecciones para elegir al nuevo presidente iraní registraron la participación más baja en la historia de la República Islámica, por debajo del 40% en la primera vuelta y del 49% en la segunda. En una situación muy precaria y de descontento, la burguesía consideró apropiado presentar un gobierno "reformista" para dar la ilusión de cambio, un gobierno "abierto al diálogo" con Occidente, también con vistas a renegociar las sanciones que han afectado al país desde que Estados Unidos se retiró del acuerdo nuclear en 2018. Existe preocupación por la estabilidad del frente interno, que se ha visto comprometida por la crisis económica y, en el exterior, por la caída de los aliados de Hezbolá en el Líbano, el régimen de una década de Assad en Siria y la reducción del poder de los hutíes en Yemen, que están desestabilizando y alterando el equilibrio de poder y las alianzas en Oriente Medio. El nuevo presidente, Masoud Pezeshkian, quien sucedió a Ebrahim Raisi, quien falleció en circunstancias misteriosas en un accidente aéreo en mayo de 2024, ha decidido suspender temporalmente una nueva ley de "hiyab y castidad" que debía entrar en vigor en diciembre. La ley habría exigido que las mujeres mayores de 9 años llevaran un velo para ocultar todo su cabello y habría aumentado las penas para los infractores, incluyendo la cárcel. El aplazamiento demuestra el temor del gobierno a una nueva protesta social y su debilitada posición. El comandante de las fuerzas iraníes, Hossein Salami, cree que Irán podría ser el próximo objetivo, después de Siria, tanto en términos de bombardeos como de un golpe de Estado. «Las fuerzas extranjeras se han abalanzado sobre una gacela solitaria como lobos hambrientos, y si un ejército no permanece unido, todo el país cae en el caos». La burguesía iraní teme un ataque a instalaciones nucleares, que Estados Unidos podría ordenar al estado sirviente de Israel, y perder su influencia en Irak, después de Siria, como lo demostró la visita del secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken, al primer ministro iraquí Al-Sudani. Para colmo, Francia, Alemania y Gran Bretaña, signatarios del acuerdo nuclear de 2015 -considerando el escenario bélico internacional- han declarado que, "de ser necesario", podrían proponer a la ONU la reactivación de las sanciones anteriores.
Estos factores de política exterior están agravando la crisis económica del país, que se ha prolongado durante más de una década. Sin embargo, Irán sigue siendo la tercera mayor reserva de petróleo del mundo (13,3% del total) y la segunda mayor reserva de gas (16,2% del total mundial). Si bien las sanciones han afectado duramente a la economía, aún tiene la posibilidad de eludirlas a través de sus vínculos comerciales con China, que representa el 90% de sus exportaciones de hidrocarburos, con un valor de 35 000 millones de dólares. Por lo tanto, China tiene interés en estabilizar la situación en Oriente Medio. Sin embargo, casi todas las exportaciones pasan por el estrecho de Ormuz, donde hay presencia naval occidental. En este escenario, si la economía del país mantiene un crecimiento del PIB del 4,7%, comparado con el 4% del año anterior, y una ratio de deuda/PIB del 30%, Irán será el país con menor crecimiento de Oriente Medio entre 2005 y 2025. De hecho, el PIB per cápita ha caído un 45% en comparación con 2012, mientras que en 2005 no estaba lejos del de Turquía, hoy está muy por debajo; incluso Egipto, que es más poblado y más pobre en recursos naturales, y a pesar de estar también en plena crisis, se ha aproximado mucho. Pero lo que hace explosiva la situación es la inflación, que ha subido del 31,2% al 34,5%. El rial cerró 2024 en un mínimo histórico de 821.500 por dólar, un 40% menos que a principios de año. El 23 de enero de 2025, el tipo de cambio ya estaba en 840.000; ¡hoy está en 900.000! Los bajos salarios y el alza de los precios han provocado una grave crisis de la demanda interna. A esto se suma la paradoja de la «crisis energética», a pesar de producir y exportar gas y petróleo, Irán no puede satisfacer su demanda interna de metros cúbicos de gas, electricidad y gasolina. El gobierno ha instado a las familias a reducir la temperatura de sus hogares en 2 grados, y en diciembre se decretó un confinamiento parcial con el cierre de escuelas y edificios públicos. La crisis energética ha impactado en la producción industrial, que representa el 44,6% del PIB, incluyendo los sectores petroquímico, textil, alimentario, siderúrgico y automotor. Se estima que las plantas industriales han operado al 41% de su capacidad, con consecuencias desastrosas dado que el 30% de la población activa trabaja en el sector. Es un panorama complejo. Pero lo cierto es que la burguesía iraní no duerme tranquila. Ninguna burguesía del mundo puede dormir tranquila. El capitalismo sigue acelerando las fracturas y crisis que llevarán a la clase trabajadora a emprender la lucha por su propia supervivencia. Su gran tarea es derrocar un régimen que ya no puede garantizar la estabilidad ni la paz a nadie. La clase trabajadora emprenderá la lucha, primero a nivel nacional y luego internacional, contra su enemigo de clase y sus gobiernos, liderada por su propio partido comunista internacional. La burguesía está arrastrando a la humanidad al abismo de la destrucción. Trabajamos para asegurarnos de estar preparados ante esta encrucijada de la historia.
Las luchas obreras en Turquía, que cobraron impulso a partir del último trimestre de 2024, continúan en 2025, extendiéndose a otros sectores, ciudades y regiones. ¡La creciente crisis económica impulsa a los trabajadores a la resistencia para ganarse la vida!
El mes pasado, bajo el liderazgo de BIRTEK-SEN, los trabajadores de decenas de
fábricas de la Zona Industrial Organizada de Başpınar, en Antep, se declararon
en huelga para exigir un aumento del salario mínimo. Por si fuera poco, arrestaron a Mehmet Türkmen, presidente de BIRTEK-SEN, acusado de “violación de la libertad laboral” e “incitación a delinquir”. ¿“Violación de la libertad laboral”? ¡No se viola la “libertad” de trabajar, sino la “libertad” de explotar a los trabajadores! ¡Y el “delito” incitado es el trabajador que exige un salario digno! No vamos a dar sermones sobre cómo debería organizarse la economía capitalista, ni a criticar la ley en todos los países como si no fuera ley burguesa, amparándonos en conceptos falsos de “derechos”, “justicia”, etc. La opresión forma parte del funcionamiento normal de la economía capitalista y de la ley burguesa.
A pesar de todas estas represiones y prohibiciones, los trabajadores de Has Sag
culminaron la lucha con logros como la reincorporación de los trabajadores
despedidos y una indemnización. Los trabajadores de Grand Carpet y Yalçın
Kardeşler lucharon codo con codo sin ceder ante la represión policial. Los
trabajadores de Grand Carpet finalizaron la lucha con un aumento salarial,
mientras que la huelga en Yalçın Kardeşler continúa. El movimiento sindical
continúa expandiéndose. El 4 de marzo, Durkar Carpet y Sebat Carpet iniciaron la
resistencia. El 6 de marzo, los trabajadores de Bellatex Carpet pararon sus
labores y los trabajadores de Eviza Carpet, Durkar Carpet y Sebat Carpet
finalizaron la lucha con logros, paralización de los despidos y aumentos
salariales. El 7 de marzo, los trabajadores de Gür Thread y Alka Polyester
iniciaron la resistencia.
Mientras algunas huelgas de trabajadores municipales iniciadas en noviembre de 2024 en los distritos de Maltepe, Kartal y Ataşehir (Estambul) y en enero de 2025 en Esmirna han terminado, nuevas oleadas de paros han comenzado. En Esmirna, los trabajadores de la municipalidad metropolitana se declararon en huelga tras un recorte de 1.600 millones de liras del Banco de Provincias y reducciones salariales. El 8 de enero, una asamblea de trabajadores de İZENERJİ e İZELMAN (empresas municipales) frente a la sede de DİSK se convirtió en una marcha tras amenazas del alcalde Cemil Tugay. Tras negociaciones, DİSK logró el pago de salarios y la huelga terminó con victoria. En febrero, los trabajadores subcontratados de limpieza de baños empleados por la municipalidad metropolitana de Esmirna fueron despedidos de sus puestos debido a la lucha por sus derechos iniciada en enero. Las acciones de los trabajadores subcontratados comenzaron con la exigencia de su derecho al trabajo. A finales de febrero, tras un mes de lucha, llegaron a un acuerdo con la administración municipal sobre sus demandas y suspendieron la huelga. Según la declaración de los trabajadores, volverán al trabajo en marzo con sus logros. En marzo, los trabajadores del tabaco se unieron a la ola de huelgas iniciada por los trabajadores municipales de Esmirna. Los trabajadores del tabaco Sunel y Oriental, organizados en la Sección nº 7 del Sindicato Tekgıda-İş, afiliado a la confederación sindical del régimen Türk-İş, se declararon en huelga. Los trabajadores se declararon en huelga en tres fábricas diferentes tras no lograr los resultados esperados en las negociaciones del convenio colectivo, y un total de casi 1700 trabajadores se declararon en huelga por sus derechos. Los trabajadores manifestaron que los salarios que reciben no cubren el aumento del costo de la vida, que las propuestas patronales están lejos de la realidad y que respondieron a la situación con solidaridad obrera. En Estambul, el Beşiktaş se sumó a la huelga de trabajadores municipales que comenzó en la zona de Anatolia (Ataşehir, Maltepe y Kadıköy), organizada por DISK. Según informes, el retraso en el pago de salarios se ha convertido en un problema crónico en el municipio durante el último mes y medio. Sin embargo, el municipio se escuda en la detención del alcalde del Beşiktaş, Rıza Akpolat, por cargos de corrupción y en el discurso de “desprestigio” que ha creado con esta detención. Los trabajadores organizados en torno a la Zona Europea nº1 de DISK Genel-İş irán a la huelga a partir del 15 de marzo si no se llega a un acuerdo. Sin embargo, los trabajadores de los departamentos de limpieza, parques y jardines, veterinaria y obras públicas del municipio de Beşiktaş han abandonado sus puestos de trabajo independientemente del sindicato debido a que el pago de sus salarios se ha retrasado durante meses. Tras la decisión de los trabajadores de ir a la huelga, el municipio de Beşiktaş, afiliado al CHP, decidió despedirlos y apeló al municipio vecino de Beyoğlu, también afiliado al CHP, para que rompiera la huelga. Los trabajadores de limpieza también mostraron su enojo con la Sección Europea nº1 de Genel-İş, uno de los sindicatos más colaboracionistas de DİSK, porque los pagos retroactivos del contrato firmado en noviembre se aplazaron hasta mayo de 2025 sin consultar a los trabajadores. Paralelamente a estos movimientos, los trabajadores de infraestructura eléctrica también continúan sus protestas. Tras más de dos meses de negociaciones infructuosas entre ISPER.AŞ y DİSK Enerji-Sen, la sección de Estambul de DİSK Enerji-Sen convocó una huelga provincial. La principal demanda del sindicato era aumentar los salarios de “ayuda” impuestos por el municipio. El 28 de febrero, el sindicato emitió un comunicado de prensa ante la Dirección General municipal de ISKI y anunció que rechazaba una vez más el salario de miseria.
Los trabajadores del municipio de Seyhan, en Adana, protestaron por pagos
incompletos de salarios. El municipio no cumplió con los términos del convenio
colectivo firmado y pagó los salarios, que debían ser de 55 mil liras, como si
fueran 35 mil liras. En respuesta al pago insuficiente de los salarios, los
trabajadores del municipio de Seyhan realizaron un comunicado de prensa el 25 de
febrero, organizado por DİSK Genel-İş.
El 20 de noviembre de 2024, 500 mineros de Çayırhan, una ciudad cercana a Ankara, se encerraron en la mina para protestar contra la decisión de privatización. La ley burguesa es incapaz de defender los derechos de los trabajadores. Durante el proceso de privatización, el pliego de condiciones no incluyó ninguna cláusula que protegiera los derechos de los trabajadores; además, se exigió que las viviendas donde se alojaban los trabajadores se desalojaran en un plazo de cuatro meses. Esto provocó una reacción entre los trabajadores. Los trabajadores se refugiaron en la clandestinidad con una voluntad y determinación férrea; en la superficie, sus protestas recibieron un amplio apoyo. El estado burgués, que no tiene nada que temer más que la unión y el apoyo mutuo de los trabajadores, estaba en llamas. La policía bloqueó a los trabajadores que querían entrar en la mina. Los trabajadores decidieron esperar frente a la barricada hasta que entraron. Talih Kocabıyık, presidente de la sección del Sindicato de Mineros de Turquía, afiliado a Türk-İş, declaró: “Es una empresa muy rentable, probablemente por eso se está privatizando”, pero no ofreció ninguna explicación sobre la decisión. La huelga de facto iniciada por los trabajadores dio resultados parciales en 10 días. La Administración de Privatización decidió posponer la licitación hasta el 4 de marzo. Los trabajadores volvieron a la acción, coreando: “No pospongan, no hagan trampa, cancelen la venta”. A pesar de todo, los trabajadores consiguieron cambiar las condiciones de la licitación y ganaron el derecho de contratar a 2050 trabajadores como mínimo durante 5 años y el derecho a vivir en la casa de hospedaje durante un año aunque el trabajador sea despedido. El plazo de presentación de ofertas finalizó el 4 de marzo de 2025 a las 18.00 horas. Los trabajadores declararon que mantendrán sus tiendas de campaña en la zona para estar preparados ante situaciones que puedan causarles dificultades. El presidente de la sucursal de Maden-İş Çayırhan dijo que permanecerán en guardia hasta que finalice el proceso de licitación: “Hoy ha sido el último día de licitación durante 104 días. Todavía no hemos recibido los resultados. Como ustedes saben, casi 50 de nuestros compañeros han estado bajo tierra durante dos días. No nos arriesgamos por el riesgo para la salud, sacamos a nuestros compañeros. La lucha continuará aquí, en la boca de la mina. Nuestra tienda continuará aquí hasta que el proceso de licitación tome una forma clara. En caso de que no nos convenza o nos ponga en dificultades, nuestra tienda seguirá aquí hasta el viernes, manteniéndonos siempre preparados de cualquier manera. Esperamos un anuncio claro para el viernes. Nuestra lucha no ha terminado, nuestra lucha continúa”. Mientras los trabajadores de Çayırhan luchan con determinación por sus derechos, también expresan una reacción nacionalista a favor de la nacionalización. Por ello, a través del sindicato oficialista Türkiye Maden İş, partidos burgueses de oposición, tanto de izquierda como de derecha nacionalistas, que abogan por una propiedad estatal parcial en contra de la privatización, han intentado intervenir en el proceso. En este punto, cabe recalcar nuevamente que, bajo el capitalismo, la propiedad estatal y la privada son, en esencia, una distinción legal que no cambia la naturaleza de la empresa ni elimina la relación de explotación.
Tras el fin del acuerdo entre Yum Brands e İş Gıda, han comenzado los despidos masivos de trabajadores. Mientras İlkem Şahin, que tiene inversiones en muchos sectores, dice que está en bancarrota debido a una deuda de 7.700 millones, alguien debería recordarle a Görkem Şahin que dijo “no quebraré aunque quiebre el Estado”. La empresa no pagó los salarios de los dos últimos meses a sus empleados y “echó a la calle” a sus trabajadores cuando se declaró el convenio. Los trabajadores de KFC creen que los despidos estaban planeados de antemano. Mientras la empresa se preparaba para declararse en quiebra, el jefe intentó eludir los derechos de los trabajadores poniendo sus bienes a nombre de su mujer e intentando divorciarse de ella. Aunque se sabía que se declararía un convenio, se mantuvo a los trabajadores trabajando hasta el último día. No recibieron sus salarios, no se les liberó del seguro a tiempo, por lo que tendrían que renunciar a su derecho a indemnización si querían aceptar otro trabajo.
¡Esta es la esencia del mecanismo judicial burgués! İlkem Şahin es capaz de
utilizar la ley para salirse con la suya con los despidos masivos haciendo que
los trabajadores trabajen hasta el último día de su empleo, ¡y así sacar
provecho de ello! Después de crear esta victimización masiva de los trabajadores
(¡nuestra llamada burguesía endeudada!) compra un yate por 50 millones de liras.
Se burlan descaradamente de la victimización de los trabajadores. El aparato
estatal burgués es uno de los cómplices de este crimen. Sus leyes protegen a la
burguesía y victimizan a la clase trabajadora. ¿Por qué estos incidentes no
llegan a oídos de los gobernantes? La ley y el estado burgues han demostrado su
meticulosidad al enviar a las policías a las luchas obreras. Pero cuando se
trata de los trabajadores (como era de esperar), ¡ignoran la injusticia! “Hemos guardado silencio y aguantado dos años, pero ya es suficiente. Hemos trabajado horas extra sin pedir vacaciones, cargando pesadas cargas. Esta marca, que creció con nuestro sudor, ahora nos condena a la inanición. Sabemos que esta situación no nos afecta solo a nosotros. Puede afectar a todos los empleados de Yum Brands en todo el mundo. Por eso, hacemos un llamamiento a los trabajadores de Yum Brands de todo el mundo. ¡Despierten, defiendan sus derechos, no se callen! Si actuamos juntos, podemos hacer oír nuestra voz. Pongamos fin a esta injusticia uniéndonos, hagamos oír nuestra voz en todo el mundo”. La mayor arma de la clase trabajadora contra empresas internacionales como Yum Brands son las huelgas y la resistencia internacionales. Las empresas que intentan alcanzar sus objetivos de crecimiento declarándose en quiebra y trasladando su capital de un país a otro parecen cubrir sus gastos de mudanza con los salarios no pagados de los trabajadores. Los trabajadores pueden protegerse de este capitalismo global depredador protegiendo su autoorganización, sus sindicatos. Obligar a los sindicatos a forjar vínculos internacionales y extender las huelgas y la resistencia a muchas empresas aumentará sus posibilidades de victoria.
La planta nuclear de Akkuyu (Mersin), construida con capital ruso-turco, es un campo de concentración para la clase obrera. Con 4 reactores, las obras de las unidades 3 y 4 fueron suspendidas por Rosatom, despidiendo trabajadores. Los obreros enfrentan condiciones inhumanas, despidos arbitrarios y salarios no pagados desde diciembre de 2024. “¿Por qué contrataron a tantos trabajadores si iban a despedirlos? Vivimos en barracas, sin dinero ni derechos. Nos pagan migajas, nos dan comida podrida. ¿Para qué? Ya trabajamos casi gratis. ¡Esto no es una obra, es un campo nazi!” Un trabajador relató: “Grabé videos para que crean lo que pasa. Un día encontraron condones usados en el yogur. ¿Qué clase de falta de escrúpulos es esta?” Incapaces de soportar estas condiciones laborales inhumanas, los trabajadores iniciaron un paro laboral. La reacción del Estado, el garrote sangriento de la burguesía, ante el paro no sorprende: el envío de policías. Dondequiera que un trabajador reclama sus derechos, el orden político burgués lo obliga a cooperar con el Estado y lo somete a barreras legales o, como a los trabajadores de Akkuyu, intenta silenciarlo. Esta es la realidad de los derechos, la justicia y la ley con la que nos trata la hipócrita sociedad burguesa. ¡Solo mediante la existencia de sindicatos y un partido de clase los trabajadores pueden liberarse del orden capitalista!
VIDA DE PARTIDO Reunion internacional del Partido Del 25 al 26 de enero de 2025 Al capitalismo en crisis mortal, que muestra su rostro feroz de egoísmos nacionales, exterminios y destrucciones, se opone el revolucionario Programa del Comunismo Celebramos nuestra reunión general internacional los días 25 y 26 de enero, con una amplia representación de todos nuestros grupos. Se realizó por videoconferencia. Donde tenemos secciones territoriales, asistimos desde un mismo local. Como es habitual, hemos garantizado una traducción completa de todas las intervenciones y ponencias en nuestros tres idiomas actuales: italiano, inglés y español. Los trabajos comenzaron con el informe del Centro, que hizo un balance del desarrollo de las tareas del partido durante el año pasado. Parte de estas funciones incluye la defensa de la naturaleza orgánica en las relaciones internas entre los militantes. Este modelo — que no es meramente organizativo, sino de sentimientos y colaboración comunista, en línea con nuestra repugnancia de siempre hacia todo lo que huela a burgués — ha demostrado ya su eficacia en su aplicación práctica durante al menos seis décadas, permitiendo al pequeño partido cumplir con excelencia las tareas que la situación externa le asigna, en la medida de lo posible: desde la defensa del programa y la ciencia marxista hasta la firme búsqueda del contacto con la clase obrera y sus luchas, de las cuales, en última instancia, obtenemos nuestra razón de ser y, en un sentido histórico integral, toda nuestra fuerza y certeza. Con la expansión de nuestra mínima organización fuera de Italia, hemos podido comprobar con satisfacción que esos esquemas orgánicos son aplicables de manera natural a jóvenes compañeros y secciones distantes, que los reconocen como adecuados y necesarios para la militancia comunista y facilitan su cohesión y trabajo común. En esto ya podemos ver la confirmación de nuestra previsión sobre el funcionamiento del futuro partido comunista renacido, bien arraigado en la clase obrera mundial. Una unidad de movimiento, fruto de un trabajo estrecho, impersonal, colaborativo y no conflictivo entre compañeros y grupos. No confiamos en individuos, ni siquiera en los eventualmente más competentes y experimentados, sino en el esfuerzo de elaboración de un órgano colectivo que busca en la doctrina y en el pasado el camino hacia el futuro. Una búsqueda, un continuo refinamiento teórico y de experiencias, como si estuvieran sentados a la misma mesa los comunistas de hoy y todos los que nos precedieron. El partido es también el resultado de sus propias lecciones. El partido vivo renace siempre “más igual” a sí mismo, confirmado y fortalecido en sus convicciones. No con licencia para innovar, pues la doctrina fue establecida de una vez por todas en su origen, sino, al contrario, siendo cada vez más fieles y conscientes de lo que siempre hemos sido. Otras pruebas aguardan al partido en estos tiempos de acercamiento a la catástrofe del capitalismo, que renovará sus ataques desesperados contra la revolución, el comunismo y los comunistas. Pero por ello no adoptaremos en el partido los métodos de nuestros enemigos. Hoy nos basta dar continuidad a los estudios en los distintos campos de investigación, su presentación al partido y a la clase en la propaganda y en las publicaciones de prensa, así como proseguir nuestra siempre difícil y exigente batalla en los sindicatos y entre las luchas obreras. El actual mínimo crecimiento de la organización nos llama a nuevos compromisos y tareas, dentro de una visión integral de las necesidades y actividades del partido. Los nuevos compañeros que se incorporan son alentados, orientados y ayudados a abordar cualquier tema y tarea que la vida del partido requiera. Como escribió Lenin, una verdadera centralización del partido, no formal, exige la máxima descentralización, la armoniosa distribución de sus diversas responsabilidades. * * * Estas son las ponencias presentadas en las dos sesiones de la reunión:
Para profundizar en estos temas remitimos a los lectores a nuestras revistas “Comunismo” (italiano) y “Communism” (inglés).
El informe en la reunión de nuestro Partido, denunció que ya a finales de enero la tregua se estaba revelando frágil. El Estado de Israel, un largo brazo de la maquinaria de guerra estadounidense, ha luchado en siete frentes: en Gaza, en el Líbano contra Hezbolá, en Siria e Irak contra las milicias proiraníes, contra los hutíes en Yemen, contra Irán y finalmente, contra los grupos armados de Hamás y el IPJ en Cisjordania. En este amplio marco, la guerra librada por Israel en estos 15 meses ha sido un éxito. Hezbolá, militarmente mucho más poderoso que Hamás, ha sido severamente debilitado, con una parte considerable de su liderazgo eliminado físicamente, con sus instalaciones logísticas en el sur del Líbano en gran parte destruidas y con golpes igualmente duros infligidos a lo largo del valle de Beqaa y en los barrios chiítas de Beirut. Esto obligó a Hezbolá a firmar una tregua el 27 de noviembre, con el derecho de Israel de atacar a Hezbolá si no se retira al norte del río Litani, un derecho que Israel ha ejercido con bombardeos selectivos casi a diario. Menos de una semana después, las milicias suníes afiliadas a Hay’at Tahrir al-Sham (HTS) comenzaron el avance en Siria, conquistando Alepo el 2 de diciembre (2024) y tomando Damasco el 8 de diciembre, derrocando a los Assad, quienes estaban en el poder desde 1971. Esto provocó la ruptura del llamado "corredor chií", que iba desde Irán a través de Irak y Siria hasta el Líbano, y abastecía de armas a Hezbolá, y permitía la huida de las milicias proiraníes de Siria, que se retiraron a Irak. Este fue un segundo golpe importante para el régimen iraní y sus ambiciones en la región. Lo único que queda para distraer a las fuerzas israelíes del conflicto en Gaza son las milicias proiraníes en Irak y los hutíes en Yemen. De hecho, tras la caída de Assad en Siria el 8 de diciembre, Israel lanzó una ola de bombardeos contra las instalaciones militares Árabe Sirio (SAA), el ejército regular sirio, destruyendo casi por completo todas sus fuerzas aéreas, antiaéreas y navales. La caída de Assad ha favorecido al imperialismo turco, que con el Ejército Nacional Sirio –financiado, abastecido y entrenado por Ankara– actúa en el noroeste de Siria combatiendo a las fuerzas kurdas del Partido de la Unión Democrática (PYD), la rama siria del PKK, que lideran las Fuerzas Democráticas Sirias, una minoría árabe sunita. Los kurdos controlan la zona al este del Éufrates, más rica en petróleo y productos agrícolas, y partes limitadas en el norte. Los kurdos sirios han mantenido una relación no hostil con el régimen de Assad, que les otorgaba una autonomía sustancial. El fortalecimiento del imperialismo turco en Siria ha llevado a la dirección del PYD a buscar una alianza con el régimen israelí. Vale la pena notar lo poco que valen las cuestiones de principios para los regímenes y partidos burgueses, que las utilizan para justificar sus guerras. El régimen israelí denuncia la opresión nacional kurda mientras perpetúa la opresión palestina en un mar de sangre. Al mismo tiempo, los partidos nacionalistas kurdos se están aliando con los dos imperialismos –Estados Unidos e Israel– principales responsables de una opresión nacional idéntica a la que ellos han sufrido. Por otra parte, no hay solidaridad entre las minorías nacionales oprimidas, a pesar de que están tan cerca geográficamente. Desde el momento en que las luchas nacionales ya no tienen ninguna función histórica progresista, los partidos nacionalistas se convierten en meros títeres de las potencias imperialistas. Las justificaciones ideológicas burguesas no sirven de nada. Estados Unidos considera al PKK una organización terrorista, pero no al PYD, la rama siria del mismo partido respaldada por Estados Unidos. HTS también fue definido por Estados Unidos y la Unión Europea como una organización terrorista, pero a través de la ayuda militar ucraniana, recibió el apoyo de Estados Unidos, finalmente reconocido en el poder por todos los países occidentales. El imperialismo ruso tuvo que evacuar de Siria gran parte de sus fuerzas armadas –terrestres, aéreas y navales– y probablemente también las bases navales de Tartus y la base aérea de Khmeimim. Para Moscú, la pérdida de estas bases en Siria representaría un duro golpe, ya que perdería un centro logístico-operacional en el Mediterráneo Oriental, necesario para la proyección imperialista rusa hacia África. La reacción a los reveses sufridos por Irán y Rusia fue la firma el 17 de enero (2025), de un “tratado de asociación estratégica integral” entre ambos países. Sin embargo, Israel disfrutó de acceso casi ilimitado al espacio aéreo sirio en coordinación con el comando ruso. Sin embargo, en Gaza no se puede decir que el resultado sea igualmente favorable a Israel. Aunque unos 20.000 militantes de Hamás y otros partidos nacionalistas palestinos han muerto en los 15 meses de combates y su fuerza militar se ha reducido severamente, el objetivo proclamado por el gobierno israelí de destruir a Hamás e impedirle mantener el poder en la Franja de Gaza no se ha logrado. Hamás afirmó en los días posteriores a la tregua que el despliegue de sus militantes y policías tenía por objeto “evitar un vacío de poder y el caos, garantizar el orden público a pesar de la devastación” y que “ha logrado restablecer el funcionamiento normal de todas las comisarías de policía de la Franja”. El jueves 23 de enero, el Ministerio del Interior de Hamás anunció que sus hombres estaban enfrentando ataques a camiones de comida por parte de “bandas criminales”. Es probable que se trate de grupos criminales, pero también de población hambrienta. Esto pone en peligro los logros de Hamás y su control sobre la población. Ahora que temporalmente las bombas israelíes ya no llueven, no será fácil para Hamás mantener el control sobre 2,3 millones de personas, en las condiciones a las que las ha reducido la guerra. Debemos creer los informes que indican que Hamás sigue reclutando a muchos jóvenes de variadas edades, llenos de odio y de ira por las masacres y la destrucción llevadas a cabo por Israel. Pero no hay duda de que también se está extendiendo entre la población el descontento hacia Hamás, que ha arrastrado a los habitantes de Gaza a una devastadora guerra. Sin embargo, ser miliciano proporciona una fuente de ingresos en una economía destruida. La demostración de fuerza de Hamás no se dirige pues sólo contra Israel, sino también contra el proletariado y los desposeídos de Gaza, para advertirles que cualquier levantamiento será respondido con el plomo de esos policías y milicianos, bien vestidos y armados. Incluso para el Estado burgués israelí, por una parte, haber firmado una tregua con Hamás significa admitir que no ha alcanzado el objetivo proclamado en la guerra, pero por otra parte le permite mantener en el país el estado de excepción, de guerra inminente, necesario para controlar a la clase obrera israelí. La vendida burguesía israelí propaga la mentira de que todos los palestinos están con Hamás, así como, por otro lado, los partidos burgueses palestinos inculcan la idea de que todos los trabajadores israelíes consienten el exterminio de los palestinos y que, por esto, no puede haber solidaridad proletaria por encima del frente. Por lo tanto, el objetivo de destruir a Hamás, además de ser muy difícil de alcanzar, ni siquiera es deseable para la burguesía israelí. Las raíces de Hamás son la financiación de las potencias regionales que lo apoyan y de los palestinos desposeídos y marginados que se alistan en sus milicias. Para destruir a Hamás no bastan los bombardeos desde el aire y servirse de más hombres sobre el terreno. Esto es insostenible para un ejército que, a pesar de estar armado hasta los dientes, gracias a donaciones del imperialismo norteamericano, ya muestra síntomas de crisis, con una población de sólo 8 millones de ciudadanos judíos israelíes, y un goteo diario de víctimas. Incluso si fuese aniquilado militarmente, el “alma” de Hamás generaría un partido similar. Luego está la cuestión demográfica. Un “Gran Israel” que abarcaría Cisjordania y Gaza tendría una población compuesta en un 50% de árabes y palestinos. Un capitalismo en su fase joven y progresista aspiraría a superar las divisiones étnicas y religiosas en la nación, con crecimiento económico y reformas estructurales positivas radicales. El capitalismo en su fase senil, imperialista, se encierra en el racismo, en la opresión de las minorías. En Israel, en el “Estado judío”. Por tanto, el Estado burgués israelí no tiene solución para la “cuestión palestina”. Por otra parte, las proclamaciones de Hamás sobre la "destrucción de Israel" sirven para mantener a los trabajadores israelíes aterrorizados y buscando protección en su propio estado, lo que los llevaría a la masacre. Es por esto que Israel ha apoyado financieramente a Hamás durante años y más recientemente aceptó que Qatar aumente su financiación. Por eso hoy rechaza cualquier proyecto de confiar el control político a la Autoridad Nacional Palestina, que lo tiene en Cisjordania: porque decir “no” a la AP en Gaza equivale a decir “sí” a Hamás. La “solución” que el capitalismo tiene que ofrecer al proletariado israelí y palestino, es un conflicto general, una tercera guerra mundial. En ella será posible, mediante la limpieza étnica y el genocidio, “resolver” capitalistamente este viejo conflicto, ya sea con un “Gran Israel” o con una “Palestina libre desde el Jordán hasta el mar”, dependiendo de qué frente imperialista salga victorioso. En todo caso, sería el proletariado el que sería derrotado una vez más, de ambos lados del frente, unido incluso en la derrota porque su condición es la misma. En Irán, las huelgas se multiplicaron a finales de año y en los primeros meses de enero (2025). La moneda nacional continuó devaluándose y la inflación continúa aumentando. Si el régimen de los ayatolás cayera bajo los golpes de la clase obrera en lucha, al régimen burgués israelí le faltaría ese ‘enemigo externo’ que indirectamente sostiene su frente interno. Tanto entre los palestinos como entre los israelíes, se debilitarían los partidos nacionalistas y belicistas. Es cierto que ambos impulsadores de esta guerra pueden considerarse ganadores, porque el verdadero perdedor es el proletariado de Gaza, de Israel y de todo el Medio Oriente. Una tregua deseada y decidida por las fuerzas burguesas que querían la guerra, no determinada por la rebelión de las masas proletarias de uno o ambos lados del frente, es sólo una pausa en espera de la reanudación del conflicto. Pero también es cierto que todas las burguesías y sus Estados son
intrínsecamente débiles, amenazados por la crisis económica y social del
capitalismo que avanza y se profundiza cada día, y que no pueden evitar. Todos
ellos están ya históricamente derrotados porque no tienen nada que ofrecer para
salvarse, excepto la muerte y la destrucción, la devastación de Gaza y del resto
del mundo. El proletariado, derrotado en todo conflicto que comienza y se consume hasta el final, es el problema que el capitalismo no puede resolver y que, cuando por determinaciones materiales se reencuentre inevitablemente con su partido, superando 100 años de contrarrevolución, significará la muerte para todas las máquinas de guerra del capital.
El lento avance de las tropas rusas continuó tanto en el frente sur de Donetsk como en la región rusa de Kursk. Las cuatro regiones de Luhansk, Donetsk, Zaporizhia y Kherson, anexadas por Rusia en referendos celebrados en septiembre de 2022, aún no están completamente bajo control militar ruso, aparte de Luhansk que junto con Crimea están incluidas en las reivindicaciones territoriales que Moscú siempre ha establecido como condición previa para negociar un acuerdo. En Donetsk hay que conquistar metro a metro el poderoso sistema defensivo construido a lo largo de los años. La estrategia rusa parece ser la de obligar a los ucranianos a concentrar tropas en determinados puntos del frente, donde puedan ser atacadas por aviones o artillería. En el frente diplomático, Rusia no parece interesada en alcanzar rápidamente un alto al fuego. La situación de las Fuerzas Armadas ucranianas, afectadas por decenas de miles de deserciones, la incertidumbre sobre los suministros militares, la escasez de municiones y una fuerza aérea reducida, abre el camino a nuevos éxitos para Moscú, que debe justificar ante el proletariado las decenas de miles de muertos y daños económicos causados por este conflicto. Rusia también exige la desmilitarización de lo que queda del Estado ucraniano y una garantía de que Ucrania permanecerá fuera de la OTAN. El reciente acuerdo estratégico con Irán ha fortalecido la posición internacional de Rusia, aunque la alianza militar tiene límites precisos y no llega hasta el punto de prever que en caso de que uno de los dos firmantes sea atacado por un tercer Estado, el otro esté obligado a intervenir. Durante la campaña electoral, en contraste con las ideas “aislacionistas” predominantes sobre abandonar a Kiev a su suerte, Trump hizo afirmar a su asesor de seguridad nacional que la nueva administración presionaría a Ucrania para “reducir la edad de movilización a 18 años, para atraer a cientos de miles de nuevas tropas”, continuando así la guerra “hasta el último ucraniano”. Los líderes de la Unión Europea y de la OTAN, insisten en su decisión de ayudar a Kiev “hasta la victoria” en la reconquista de los territorios actualmente ocupados por Rusia. Incluso tienen la intención de seguir apoyando a Ucrania, incluso si Estados Unidos dejara de hacerlo. “Si no hacemos nada, Rusia podría atacarnos”, gritan a coro los belicistas que representan a la Unión Europea, para ocultar su interés común en los beneficios de las industrias armamentísticas. Actualmente, Estados Unidos suministra el 70% de las armas a los estados europeos de la OTAN. También hay un acuerdo con los líderes de la OTAN para que los estados miembros aumenten el gasto en armas al 5% del PIB, lo que sería más del doble del nivel actual. También hay amenazas de tomar decisiones unilaterales de enviar contingentes militares de algunos países de la OTAN a luchar en Ucrania. Los países europeos, por el contrario, corren el riesgo de quedar excluidos de cualquier negociación de paz, ya que el presidente estadounidense ha anunciado que está dispuesto a deshacerse de ellos y a tratar directamente con Putin, sin dejarles, como siempre, voz y voto en el asunto. Por otra parte, las famosas sanciones contra Rusia están poniendo de rodillas al aparato industrial europeo, en lugar de a la economía rusa, que ha encontrado otros compradores en el mercado mundial. Por supuesto, no existe una posición única entre los 27 estados de la Unión Europea, que siguen políticas diferentes e incluso contrastantes. Francia ha adoptado una respuesta militar de línea dura, pidiendo recientemente la participación directa de la Alianza Atlántica en el conflicto, y ha levantado las restricciones al uso de sus misiles de crucero SCALP para atacar territorio ruso. Polonia también esperaba una implicación directa en el conflicto y lleva varios años llevando a cabo un audaz plan de rearme, con importantes compras a Estados Unidos y Corea del Sur, y planea destinar el 4,7% de su presupuesto estatal a defensa el próximo año. El ahora resignado gobierno alemán ha adoptado una posición intermedia, enviando importante ayuda militar a Kiev, pero impidiendo el uso de sus misiles Taurus de largo alcance dentro de Rusia. Italia sigue enviando armas y ayuda a Kiev, pero siempre se ha declarado firmemente en contra del envío de tropas a territorio ucraniano. Reino Unido se declara dispuesto a una confrontación directa con Moscú y autoriza el uso de misiles de crucero contra Rusia. El nuevo Gobierno laborista, en perfecta continuidad con el anterior conservador, ha firmado un pacto de “colaboración de cien años” con el Gobierno ucraniano, que incluiría incluso la posibilidad de instalar bases militares en el país. Pero los círculos militares señalan que las Fuerzas Armadas de Su Majestad nunca han sido tan débiles desde la era napoleónica. El Estado ucraniano no tiene ningún rol en estos juegos de poder. Depende enteramente de sus “protectores” en Washington. Esta sumisión del gobierno del “mendigo” Zelensky, como lo llamó Trump, queda demostrada por el papel de los servicios secretos de Kiev, al apoyar el avance de los rebeldes que derrocaron al régimen de Asad en Siria, junto a Estados Unidos que los protegió y apoyó. La fuerza numérica de los ejércitos, es un problema que la guerra en Ucrania plantea a todos los Estados Mayores de Europa. Los ejércitos profesionales, compuestos por decenas de miles de especialistas, no son aptos para combatir la guerra que se está preparando. Será necesario movilizar cientos de miles millones de proletarios, para utilizarlos como carne de cañón. Muchos estados ya se están preparando para reintroducir el servicio militar obligatorio. Lo que está surgiendo, pues, a pesar de la propaganda sobre la posibilidad de la paz, es una prolongación de esta guerra por mucho tiempo. Los proletarios de Ucrania y Rusia, ya probados por años de guerra, sometidos al talón de hierro de gobiernos corruptos y belicistas, podrían rebelarse contra una nueva petición de derramar su sangre e imponer a los Estados, su paz, la única posible, derrocando el régimen del capital como lo hizo el proletariado ruso en octubre rojo de 1917. Solo el proletariado que lucha por el comunismo podrá poner fin a los estados de guerra permanentes, de miseria y hambre, de incertidumbre y terror para el mañana, al que el régimen capitalista en plena crisis, no solo económica e ideológica, sino también social y política, ha llevado a toda la humanidad.
El segundo Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) se celebró en Shanghái en julio de 1922 con la presencia de nueve delegados que representaban a los 123 miembros del partido. Los documentos del Congreso analizaron la situación política e internacional de China, con un foco en el imperialismo y la lucha contra la agresión extranjera. Se subrayó la división interna de China, caracterizada por la presencia de los Señores de la guerra y de la guerra civil, que impedía la unidad del país. Una burguesía compradora actuaba como intermediaria entre el capital extranjero y la economía china. Los campesinos, empobrecidos, representaban la fuerza más numerosa en la revolución, pero que solo sería eficaz en alianza con la clase obrera. El Congreso sostenía que China se encontraba en una fase de transición entre el feudalismo y el capitalismo, y que la burguesía china debía luchar contra el feudalismo, con el proletariado que debería aliarse con los campesinos para liderar la revolución. Sin embargo, los documentos carecían de una visión clara con respecto al papel de las clases sociales en la revolución, dejando abierta una posible interpretación hacia una “revolución por etapas”, como la teorizada en Rusia por los mencheviques. El PCCh decidió apoyar a las otras fuerzas revolucionarias, entre ellas el Kuomintang, pero tratando de mantener la independencia del proletariado. También se propuso una “Alianza Democrática” que habría unido a varios grupos, pero la iniciativa no encontró la aprobación del Kuomintang y fue abandonada. El trabajo en el movimiento obrero siguió siendo el objetivo principal del PCCh, que buscaba promover la organización independiente de la clase obrera. Además, surgieron desacuerdos internos sobre la centralización del partido, con una tendencia democrática liderada por Li Hanjun que se oponía a la visión centralizada del PCCh. Li sostenía un partido menos centralizado y más enfocado en la promoción del comunismo entre los intelectuales, una visión que fue apoyada por Maring por su apertura al Kuomintang. El segundo Congreso del PCCh en 1922 aceptó las directivas del segundo Congreso de la Internacional Comunista con respecto a la cuestión nacional y colonial, pero continuaron persistiendo las divisiones sobre la táctica a adoptar con respecto al movimiento nacional-revolucionario, en particular sobre la cooperación con el Kuomintang (KMT). A pesar de que la propuesta de Maring de formar un “bloque interno” con el KMT no fue adoptada por el Congreso, Maring obtuvo el visto bueno del Comité Ejecutivo del Comintern (CEIC) para su línea, que preveía el traslado de la sede del PCCh a Cantón y una estrecha cooperación con el KMT. El CEIC aprobó algunas recomendaciones de Maring, indicando a los comunistas chinos que trabajaran estrechamente con él en Cantón, donde el KMT ejercía una fuerte influencia. Aunque no hubo una declaración oficial que justificara el ingreso de los comunistas en el KMT, el CEIC proporcionó directivas que consideraban al KMT una organización revolucionaria, con el objetivo de apoyar su “ala proletaria” y de educar a futuros miembros ideológicamente independientes hacia el PCCh. Las instrucciones del CEIC, aun sin aprobar explícitamente la línea de Maring, reflejaban un enfoque ambiguo y abierto al oportunismo, presuponiendo que el PCCh aún debía formarse y que los comunistas debían apoyar a un ala del KMT considerada representativa de los “elementos proletarios”. El CEIC produjo unas Instrucciones para el Representante del CEIC en la China Meridional, con las que establecía la línea a adoptar por parte de los comunistas chinos. Este enfoque llevaría a apoyar la teoría de un “ala izquierda” dentro del partido burgués chino, una posición que, con el tiempo, tendría implicaciones negativas para la revolución en China. A mediados de 1922, la Internacional Comunista ordenó a los comunistas chinos “organizar grupos comunistas en el KMT”, una propuesta similar a la de Maring que fue inmediatamente rechazada por el PCCh. Para superar la oposición interna, Maring convocó el Pleno de Hangzhou entre el 28 y el 30 de agosto de 1922, donde, utilizando la autoridad de la Internacional, logró obtener el consenso del PCCh para la táctica de entrar en el KMT. Este encuentro marcó el inicio de una cooperación más estrecha entre el PCCh y el KMT, con los comunistas que formarían un “bloque interno” en el partido nacionalista. La decisión del PCCh de entrar en el KMT marcó un giro importante: los comunistas renunciaban a su independencia política y organizativa y se sometían a la disciplina del KMT. Este proceso culminó en el Tercer Congreso del PCCh, cuando los comunistas cederían definitivamente al KMT la dirección de la revolución nacional. Sin embargo, muchos comunistas chinos, como Zhang Guotao y Cai Hesen, estaban en contra de esta línea, sosteniendo en cambio la centralidad del movimiento obrero. Pero, a pesar de la resistencia, la disciplina a la Internacional prevaleció, y los dirigentes del PCCh, aun estando en contra, aceptaron la línea impuesta. Solo la Secretaría del Trabajo continuó oponiéndose. La oposición a la política de Maring era fuerte en el partido e incluso detestada por los miembros del Comité Ejecutivo Central. Maring, para fortalecer su posición, sugirió su expansión añadiendo miembros favorables a su línea, como Li Hanjun y Li Dazhao, representantes de la derecha nacionalista. Así, a pesar de las resistencias, la dirección del PCCh se desplazó gradualmente hacia una posición favorable al ingreso en el KMT. El ingreso en el KMT marcó el inicio de una cooperación que vería a los comunistas participar en la reorganización del Partido nacionalista. Mientras tanto, en el IV Congreso de la Internacional se discutía sobre un posible apoyo militar soviético. El delegado chino Lin-Yen-Chin habló de un “frente unido” con el KMT, con la idea de que los comunistas entraran en el partido individualmente para fortalecer la influencia revolucionaria. Esta táctica de infiltración en el KMT, apoyada por la Internacional y por Maring, era fundamentalmente errónea, basada en la ilusión de poder arrebatar influencia a los nacionalistas. Radek, en su intervención, criticó el optimismo de los delegados chinos y subrayó la debilidad del movimiento revolucionario en China. Consideraba que la situación aún estaba lejos de ser favorable al socialismo o a una república soviética, y sugería que la tarea de los comunistas era concentrarse en la organización de la clase obrera y establecer alianzas con las fuerzas burguesas revolucionarias para combatir el imperialismo. Radek no apoyaba directamente la táctica de Maring, pero la realidad del PCCh entrando en el KMT a nivel individual de los militantes condenaba al Partido Comunista a trabajar para la burguesía; habría, en la práctica, impuesto la sumisión del Partido Comunista y del proletariado chino a la burguesía. La Internacional, con sus “Tesis sobre la cuestión oriental”, promovió la táctica de un “frente único antimperialista”, pero sin considerar los problemas de una alianza similar en China. El IV Congreso de la Internacional y el Partido Comunista de Italia reiteraron la necesidad de claridad ideológica y de una estructura organizativa fuerte, pero en China la penetración de los comunistas en el KMT ponía en peligro la independencia política y la eficacia del movimiento proletario. En enero de 1923, el IV Congreso de la Internacional formalizó su posición sobre China, favoreciendo la cooperación entre el PCCh y el KMT. La resolución subrayaba que el KMT era la única fuerza revolucionaria en China, expresada por la burguesía democrática, la pequeña burguesía, los intelectuales y los obreros. Dado que el movimiento obrero era aún débil, el PCCh debería colaborar con el KMT en la lucha contra el imperialismo. Esta alianza con el KMT marcaba un cambio con respecto a las críticas anteriores hechas por la Internacional con respecto a la burguesía china. La política llevaba a la subordinación del PCCh a la burguesía del KMT, abandonando la independencia del movimiento proletario como se indicaba en los Congresos anteriores. En enero de 1923, la Internacional y el PCCh se alinearon con Sun Yat-sen, el líder del KMT, que estaba buscando el apoyo soviético, aun aceptando que China no estaba preparada para el comunismo. Esta política menchevique negaba la adopción de una revolución socialista radical, optando por una alianza con la burguesía. En febrero de 1923, tras la represión de las huelgas de los ferroviarios, el PCCh, aun teniendo una fuerte influencia sobre la clase obrera, se encontró ligado al KMT. El Tercer Congreso del PCCh, celebrado en junio, confirmó esta alianza con el KMT como central para la revolución nacional, abandonando todo intento de autonomía política. Este compromiso con la burguesía llevaría a la derrota de la clase obrera en la represión de 1927. En el Tercer Congreso del PCCh surgió por parte de muchos miembros, entre ellos Mao Zedong, la renuncia a la posibilidad de una revolución autónoma. La disputa sobre el centralismo dentro del PCCh se resolvió con la adopción de medidas para fortalecer el centro del partido. En consecuencia, algunos miembros de derecha, como Li Hanjun, abandonaron el PCCh para unirse al KMT. Sin embargo, seguían siendo controvertidas las relaciones con el KMT. Muchos miembros del PCCh estaban en contra de la táctica del entrismo, pero Maring la defendió sosteniendo que el PCCh debía concentrarse en la revolución nacional, uniéndose al movimiento nacionalista e integrando la fuerza del KMT. Justificaba esta alianza con su evaluación del atraso económico y social de China, unido a la debilidad del PCCh. El Tercer Congreso del PCCh no resolvió completamente la cuestión. Si por un lado se reconocía la necesidad de influir en el KMT, por otro se criticaba su táctica militar, que lo acercaba a los militaristas e imperialistas, considerados incompatibles con una revolución nacional. El PCCh debería entonces suscitar un ala izquierda dentro del KMT, compuesta por obreros y campesinos, para orientarlo hacia una política más revolucionaria. En noviembre de 1923 la resistencia dentro del PCCh continuaba. Zhang Guotao rechazaba la idea de que el KMT fuera el único movimiento revolucionario y sostenía que la burguesía china era aún demasiado dependiente de los imperialistas. Aun reconociendo la necesidad de trabajar dentro del KMT, Zhang sostenía que el PCCh debía mantener una posición independiente, continuando organizando a los trabajadores y desarrollando una lucha autónoma, evitando que el movimiento obrero fuera subordinado al KMT. Zhang Guotao criticaba al KMT considerándolo no solo un falso partido nacionalista, sino también carente de verdadera organización; de hecho, su primer Congreso se celebraría en 1924. Algunos miembros del PCCh, entre ellos Chen Duxiu, no estaban dispuestos a ceder el papel de liderazgo de la revolución al KMT y consideraban importante mantener la independencia política del PCCh. Sin embargo, a pesar de la oposición interna, la dirección del PCCh confirmó la línea del Tercer Congreso, apoyando la participación de los comunistas en la reorganización del KMT. En noviembre de 1923, el Ejecutivo del PCCh ratificó la decisión de considerar al KMT la fuerza central de la revolución en China, con los comunistas que debían integrarse en sus secciones. La resolución no dejó dudas sobre el camino emprendido: todo el trabajo del Partido Comunista debía llevarse a cabo dentro del Kuomintang, ahora considerado la fuerza central de la revolución en China. La reorganización y el desarrollo del Kuomintang se habían convertido en las tareas principales del Partido Comunista. La resolución emitió directivas precisas: los comunistas, aun permaneciendo miembros del PCCh, debían unirse a las secciones del KMT en los centros donde estas ya existían o crear ellos mismos secciones del KMT donde no las hubiera; el programa dictado por la dirección del KMT debía ser seguido; y la corrección de las tendencias políticas del KMT debía efectuarse “de conformidad con el principio nacionalista encarnado en los Tres Principios del Pueblo”. En diciembre de 1923, el PCCh emitió una circular obligando la participación de los comunistas en el Congreso del KMT, que se celebraría en enero de 1924. Este enfoque fue acompañado de una reelaboración teórica que enfatizaba el papel revolucionario de la burguesía en la guía de la revolución nacional. Mao Zedong, recién elegido al Comité Central, apoyó esta posición, teorizando que los mercaderes (parte de la burguesía) serían los más motivados a luchar contra los militaristas y los imperialistas, debido a sus intereses económicos. Así, teorizando un papel preeminente de la burguesía comercial, se llegó a tomar la posición clásica del menchevismo, que deja la guía de la revolución en los países atrasados a la burguesía nacional. Esta interpretación del desarrollo revolucionario en los países atrasados, según la cual el yugo imperialista habría hecho a la burguesía nacional de los países coloniales y semicoloniales más revolucionaria que la burguesía antifeudal rusa, en las formulaciones sucesivas será la misma con la que la Internacional degenerada justificará todas las directivas impuestas a los comunistas chinos, que llevarán a la trágica derrota de la revolución proletaria en China, mientras que Lenin ya había aclarado que «la revolución burguesa es imposible como revolución de la burguesía», separando definitivamente el bolchevismo de la corriente menchevique.
1923 fue un año de intensa lucha de clases y de represión en Turquía. Entre julio y noviembre, 32.000 trabajadores participaron en una oleada de huelgas. Los Sentimientos nacionalistas estaban muy extendidos. Los comunistas solo desempeñaron un papel significativo en un pequeño número de huelgas, debido a la dura represión que sufrieron. A finales de año, la Liga de Sindicatos Rojos fue disuelta y todas las organizaciones comunistas fueron obligadas a pasar a la clandestinidad por los kemalistas. A finales de 1923, la represión de la izquierda comunista y de los sindicatos rojos despejó el camino para los círculos intelectuales, siempre favorables al kemalismo. En su artículo de 1923 “Movimientos del socialismo en Turquía”, Şefik Hüsnü no solo expresó sus habituales ilusiones sobre el movimiento kemalista, sino también su concepción del socialismo como una sociedad introducida por estadistas nacional-burgueses: «Turquía no está exenta de clases ni de lucha de clases. Solo que, dado que la clase burguesa capitalista es una entidad muy pequeña y débil, mientras que la clase obrera y campesina constituye una enorme mayoría, la lucha de clases se desarrolla entre los capitalistas extranjeros, las élites locales y los ricos terratenientes que están a su servicio, y básicamente toma la forma de una lucha nacional. Hasta ahora, en esta lucha, los distintos gobiernos dinásticos siempre se han puesto del lado de los capitalistas, enemigos de la nación (...) De ahora en adelante, el gobierno del pueblo, que extrae su poder de la soberanía nacional, debe ponerse del lado de los justos, es decir, de la nación, y ser un gobierno del trabajo y de los trabajadores». «La presencia entre los estadistas, como los Diputados de Economía y de la Previsión Social, de personas que parecen inclinadas a actuar con una mentalidad marxista, hace indispensable que nuestro gobierno no dude en seguir ese camino. Queremos que esta política sea más abierta y que se cree una confianza más sincera y mutua entre la clase obrera y campesina y las instituciones y autoridades del gobierno que estarán guiadas por los intereses de las masas trabajadoras. Solo así será posible cumplir adecuadamente con nuestra actual revolución. Si mientras tanto logramos desarrollar nuestra industria, entonces será necesario dar nuevos pasos en el valle del socialismo». Para entonces, sin embargo, las izquierdas en Anatolia, Constantinopla y Bakú ya habían entrado en contacto entre sí y no estaban dispuestas a ceder el control del partido a la derecha. Una carta de 1924 escrita por Ginzberg a los camaradas nos da una idea del alcance de las actividades de la izquierda en ese período: «En cada número del periódico, deben informar incluso de los eventos y cambios más pequeños en el movimiento sindical en Turquía, especialmente en Constantinopla (...) Incluyan también noticias sobre los problemas sindicales actuales, acontecimientos políticos actuales, los campesinos, los impuestos, etc., así como información sobre el país, las nuevas leyes, etc. Asegúrense de que haya más noticias del interior del país que del extranjero (...) Del 1° de mayo, relaten hasta el más mínimo detalle y envíen un informe extenso de lo ocurrido o un largo artículo de crónica en el “Taarruz” (Ofensiva) ». «Como saben, los futuros intelectuales del partido comunista de Turquía se están desplazando cada vez más hacia la derecha. Debemos combatir esta tendencia hacia el “marxismo legal” con todas nuestras fuerzas, como lo hemos hecho en el pasado, teniendo presente que si persisten en este camino, los elementos sanos -especialmente los proletarios- no los seguirán (...) Solo en la acción se revelará su verdadero rostro (...) Lenin dijo una vez: “Es necesario separarse para reunirse mejor”; esa es nuestra situación actual. Creo que muchos de ellos tarde o temprano caerán en el menchevismo». Aydınlık fue duramente criticado por el delegado ucraniano Manuilsky en el V Congreso de la Comintern. «En el segundo congreso, establecimos la actitud de las jóvenes secciones comunistas hacia los movimientos de liberación nacional bajo la dirección de la burguesía, que marchaban hacia el poder. Pero desde entonces nos enfrentamos a una nueva situación en los países de Oriente: ¿qué debemos hacer contra las burguesías nacionales que han tomado el poder? En el órgano del Partido Comunista de Turquía han aparecido artículos que invitan al Partido Comunista a apoyar el desarrollo del capitalismo nacional contra el capitalismo extranjero. En este punto, encontramos entre nuestros camaradas turcos una tendencia que encuentra su clara expresión en la visión del “marxismo legal”, defendido en su momento en Rusia por Struve (quien decía que la clase obrera debía apoyar el desarrollo del capitalismo en Rusia) ». Las críticas de la izquierda a la derecha comenzaban a ser escuchadas dentro de la Internacional. En respuesta a Manuilsky, habló uno de los delegados de la izquierda, Kazım de Van. La intervención de Bilen, por su parte, habría impactado a Ginzberg, el delegado de la izquierda de Constantinopla, al afirmar que la clase obrera no existía realmente en Turquía: «Algunos camaradas opinan que, durante la guerra mundial, en el Cercano Oriente se desarrolló un proletariado industrial por un lado y una industria nacional por otro, preparando el terreno para la liberación económica del país de los imperialistas. Esto es completamente erróneo (...) La guerra del kemalismo contra el imperialismo y los restos del sistema feudal aún no han terminado. Por eso, estamos obligados a apoyarlos como antes, y esto ya está en nuestro interés de clase». Los dos primeros documentos que leímos en la reunión fueron escritos por İsmail Hakkı y Aleko Stakos, de la organización juvenil de la izquierda. El primero es significativo por su elaboración de la línea de la izquierda contra el fascismo: una lucha resuelta, pero sin formar un frente o alianza con otros partidos ni desviarse del objetivo de la dictadura del proletariado. El segundo es un importante relato de la izquierda sobre la oleada de huelgas de 1923. Los dos artículos expresan la línea hacia la revolución nacional y el papel del proletariado trazada por Ginzberg, uno de los principales exponentes de la izquierda. El tercer documento expuesto, el discurso de Kazım de Van en el V Congreso de la Comintern, se diferencia de la posición de Ginzberg en matices sobre la duración de las tareas destructivas del movimiento nacional contra el antiguo régimen feudal. Kazım de Van también sostiene que no hay reivindicaciones nacionales entre la minoría kurda en Turquía, una posición que probablemente era cierta respecto a las revueltas kurdas a favor del califato, pero que pronto sería desmentida con el nacimiento de la República Kurda de Ararat en 1927. El cuarto documento presentado a los camaradas es la respuesta de Ginzberg a
İsmail Bilen en el III Congreso del Profintern, donde refuta la idea de la
inexistencia de un proletariado industrial en Turquía.
En nuestra reunión de enero de 2025, el compañero presentó la segunda parte del informe que continuó la investigación sobre los eventos que en los últimos años han afectado a Burkina Faso y la región circundante del Sahel, caracterizados por una fuerte inestabilidad política en los antiguos territorios coloniales franceses, lo que hoy se conoce comúnmente como Françafrique. Se describió la historia de la región. El territorio que hoy ocupa el Estado de Burkina Faso formó parte, entre los siglos XII y XV, del vasto Imperio Mossi, cuyo reino más grande era el de Ouagadougou. En 1896, después de años de feroz resistencia por parte de las poblaciones indígenas de los reinos Mossi, Francia, durante la ignominiosa colonización europea, derrotó al Reino de Ouagadougou y convirtió los territorios circundantes en un protectorado francés. En 1898 se firmó la Convención anglo-francesa que definió muchos de los límites que aún están vigentes, incluido el de Burkina Faso. Durante la Primera Guerra Mundial, la metrópoli recurrió a la conscripción de sus súbditos coloniales, desestabilizando las comunidades locales. Afligidos por años de trabajos forzados y pesados impuestos, los diferentes grupos étnicos se unieron en una revuelta que comenzó a finales de 1915 en lo que hoy es Malí, Volta y Burkina Faso. Lucharon valientemente, poniendo en fuga al ejército francés gracias a tácticas de guerrilla. Los colonizadores finalmente ganaron utilizando solo los métodos más infames. La resistencia anticolonial de 1915-16 dejó un legado que preanunció e influenció las revoluciones anticoloniales de los pueblos del África negra después de la Segunda Guerra Mundial. En 1919, los franceses establecieron formalmente el Alto Volta como colonia, que se convirtió en una fuente de mano de obra para las colonias francesas cercanas, en particular para las plantaciones de cacao en Costa de Marfil. Una migración de mano de obra que aún existe hoy. Francia intentó utilizar el Alto Volta para el cultivo de algodón. Como era habitual, la producción de monocultivos trastornó la primitiva economía comunista local. Se impuso el trabajo forzado a la población en la construcción de ferrocarriles y en las plantaciones. La región sigue estando muy subdesarrollada hoy en día, después de décadas de explotación colonial y luego imperialista, y Burkina Faso sigue siendo una de las naciones más pobres de África. Los franceses finalmente dividieron la colonia en los Estados de Malí, Níger y Costa de Marfil. La agitación anticolonial no hizo más que crecer. En 1958, la colonia se convirtió en una república autónoma pero dentro de la Comunidad Francesa, un legado colonial en el que Francia buscaba mantener su esfera de influencia. El Alto Volta alcanzó la independencia en 1960. Después de una serie de golpes
de Estado, el popular Thomas Sankara llegó a representar el nacionalismo burgués
revolucionario y anti-imperialista que buscaba desvincular al país de Francia y
buscar una verdadera soberanía económica para el Alto Volta, renombrado Burkina
Faso. Pero el movimiento de emancipación finalmente fue traicionado: Blaise
Compaoré gobernó durante los siguientes 25 años con el apoyo de la Francia
democrática y Occidente. En cuanto a la situación actual, el informe describió la consistencia demográfica y económica del país. La actividad productiva de Burkina Faso se centra en la agricultura, que emplea alrededor del 80% de la fuerza laboral, en gran parte en una agricultura de subsistencia. La industria capitalista se concentra en el sur. Los servicios contribuyen con el 48% del PIB y la manufactura menos del 10%. El PIB per cápita era de solo 774 dólares en 2019. El proceso de proletarización del país ha sido extremadamente lento. El desempleo juvenil es alto, especialmente en el norte, donde los grupos islamistas lo utilizan como reservorio de reclutamiento. La mayoría de los jóvenes trabaja en la agricultura. Solo el 46% de la población está alfabetizada. La agricultura moderna se ha basado históricamente en el algodón. El oro y el algodón representan el 85% de las exportaciones. La pobreza está arraigada, especialmente en las áreas rurales. La limitada mecanización del capital agrícola hace que las empresas sean vulnerables a las sequías cíclicas. La falta de carreteras es la razón por la cual el mercado interno es bastante reducido. Por otro lado, Burkina Faso es una de las economías africanas de más rápido crecimiento, con una tasa del 5,68% en 2019, a pesar de las amenazas de los grupos islamistas y la pandemia del Covid. Entre 2000 y 2022, la participación del PIB del sector manufacturero cayó del 16,2% al 9,9%, la de la agricultura del 26,4% al 21,7% y la de los servicios del 48,8% al 50,5%. Pero las industrias extractivas aumentaron del 1,9% al 14,5%. En el mismo período, la participación del empleo en la industria pasó del 4,2% al 7,0%, la de los servicios del 10,4% al 18,8%, mientras que la de la agricultura cayó del 85,4% al 74,2%. El país sigue así el camino recorrido por todos los países capitalistas. Sin embargo, la población activa todavía está compuesta principalmente por campesinos. Como en la mayoría de los países del “tercer mundo”, debido al colonialismo y al imperialismo occidentales, se han reducido a proveedores de materias primas, con la burguesía autóctona obteniendo una renta a través del arrendamiento de tierras de granjas y minas, actuando como un obstáculo para el desarrollo del país. El imperialismo bloquea el desarrollo capitalista de estos países. Y en particular de Burkina Faso. En 2022, la inflación de los alimentos había alcanzado el 14,1%. Esto, unido a la inestabilidad política causada por los insurgentes islamistas, llevó al segundo golpe de Estado en menos de un año, que puso en el poder al capitán Ibrahim Traoré. El declive del imperialismo francés en la región se manifestó por primera vez en Malí, donde se sucedieron dos golpes de Estado en menos de un año. Este alejamiento de los franceses abrió el camino a la participación rusa, cuyos mercenarios se han establecido en la región. El descontento popular que alimentó estos golpes de Estado se debió tanto a la incapacidad de los regímenes anteriores para combatir las insurgencias yihadistas como al dramático aumento de los precios de los alimentos y la extendida inestabilidad social. En 2023, más de 2 millones de burkineses estaban desplazados internamente y casi 150.000 habían buscado refugio en países vecinos. Los campesinos en el norte de Burkina Faso se encontraron entre la violencia de los islamistas y las represalias del ejército. El reclutamiento obligatorio de miembros de sindicatos en el ejército, como fue denunciado por la Unité d’Action Syndicale (UAS), refleja la desesperada necesidad del régimen de reforzar las filas militares. Los Estados del Sahel han expulsado todo rastro de lo que huele a francés, en la ola de sentimientos antioccidentales, latentes pero presentes en toda África occidental. Níger extendió esta expulsión al Comando de los Estados Unidos para África (AFRICOM) y ordenó a los Estados Unidos evacuar todas sus presencias militares para septiembre. Senegal, Costa de Marfil y Chad han querido recientemente deshacerse de toda la presencia militar occidental, y especialmente francesa. Pero lo que, por otro lado, caracteriza a todos los Estados del Sahel es la creciente cooperación con Rusia, China y Turquía, imperialismos que buscan expandir su influencia en África. Estos tres Estados han proporcionado principalmente apoyo militar. En 2023, Níger, Malí y Burkina Faso formaron la Alianza de los Estados del Sahel (AES), destinada a fortalecer la cooperación en materia de seguridad contra los grupos islamistas. Una de las primeras acciones emprendidas por los Estados sahelianos fue retirarse de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS). La AES ha “irrevocablemente” cortado los lazos con la ECOWAS, una estructura que correctamente ven solo como un portavoz de Occidente. En julio de 2024, la Alianza se transformó en la Confederación de los Estados del Sahel, con el objetivo expreso de fortalecer aún más los vínculos económicos y políticos mutuos. La ambición de la Confederación es crear una moneda común y colaborar en sectores como la agricultura, el agua y la energía, en una estrategia más amplia para alcanzar la “soberanía económica”. Sin embargo, como la historia ha demostrado, una verdadera independencia económica de estas naciones -si permanecen dispersas y no unidas en un verdadero bloque panafricano- es imposible en el marco del capitalismo, insertadas en el sistema global dominado por imperialismos más poderosos. El apoyo popular a la junta, en particular entre el proletariado y la pequeña burguesía, es en gran parte el resultado de la retórica nacionalista y “anti-imperialista” del régimen. Sin embargo, este apoyo es frágil y depende de la capacidad de la junta para cumplir sus promesas de seguridad y estabilidad. Burkina Faso ha comenzado a nacionalizar las minas para explotar mejor sus recursos naturales, en particular el oro. El gobierno ha adquirido dos minas por aproximadamente 80 millones de dólares y ha incautado 500 kilos de oro por “necesidad pública”. La mayoría de las minas de oro, sin embargo, siguen siendo propiedad extranjera, británica, canadiense, china e india. Veremos si la burguesía burkinesa no solo ladra sino también muerde.
El último informe sobre la actividad sindical en Italia, en la reunión intercalar del 23 de noviembre, daba cuenta de la lucha librada dentro del sindicalismo de base por nuestros compañeros, junto con otros militantes sindicales, para lograr una huelga general unida en Italia. Finalmente, tras la huelga general del 18 de Octubre, proclamada únicamente por
SI Cobas, se produjo una huelga de casi todo el sindicalismo de base y los dos
sindicatos del régimen, Cgil y Uil, para el 29 de Noviembre. La huelga del 29 de Noviembre marcó un cambio significativo en la conducta de la mayoría del sindicalismo de base, que siempre se ha caracterizado por su negativa a unirse a los sindicatos del régimen. Desde la crisis económica de 2008, el sindicalismo de base ha experimentado un debilitamiento general, aunque con excepciones parciales y nada desdeñables. Esta debilidad fue uno de los factores que llevó a sus dirigentes a cambiar su conducta y a posicionarse tanto en la base de la unidad del sindicalismo conflictivo como en la unidad de acción más general de los trabajadores, según la cual las huelgas, en general, deben ser apoyadas independientemente del sindicato que las organice, especialmente si se trata de sindicatos cuya huelga se espera que movilice a sectores significativos de los trabajadores. Si bien esta fue una decisión que las dirigencias de los sindicatos de base tomaron por debilidad, esto no le resta valor a su hecho positivo. Un grupo de sindicatos de base hizo referencia explícita a la conducta de los sindicatos en Francia, donde en los últimos años se han convocado huelgas generales por un frente sindical unido, una intersindical. Las manifestaciones, en comparación con movilizaciones similares de la CGIL y la UIL en los últimos años, han experimentado un aumento de participación. Sin embargo, la participación en la huelga — una cifra mucho más difícil de conocer en el sector privado — parece mantenerse en niveles bajos. Intervenimos distribuyendo el folleto especialmente redactado en las manifestaciones de Génova y Nápoles. Los sindicatos de base de casi todas las ciudades, a pesar de hacer huelga el mismo día, organizaron pequeñas marchas separadas. Una decisión que siempre hemos criticado, ya que es necesario organizar segmentos unitarios del sindicalismo de base dentro de las marchas de los sindicatos del régimen. La única excepción fue Turín, donde la CUB organizó un segmento con buena participación. La huelga de la USB, como era ampliamente esperado, fue muy débil, tanto en términos de adhesión como de participación en las manifestaciones. En las semanas siguientes, la actividad sindical disminuyó debido a las vacaciones y a la falta general de combatividad de los trabajadores. Señalamos los compromisos de trabajo, es decir, los frentes de lucha sindical que queremos reportar en los próximos números del periódico: - Hoy [25 de Enero] está en marcha la octava huelga convocada por la Asamblea Nacional del PdM-PdB, es decir, del personal de a bordo (maquinistas y conductores de trenes) de los ferrocarriles, en el marco de la disputa por la renovación del contrato nacional; las siete huelgas anteriores tuvieron una alta adhesión; - El pasado 10 de Enero, se produjo la novena huelga promovida por la Asamblea Nacional de Trabajadores de Mantenimiento Ferroviario (RFI), una organización nacida un año antes al margen y en contra del régimen y de los sindicatos autónomos, firmantes de un acuerdo que liberaliza el trabajo nocturno, sabatino y dominical. En este caso, sin embargo, la afiliación (35%) confirma que el impulso a la lucha ha disminuido. No obstante, se ha consolidado una organización sindical combativa, la ANLM, que se ha constituido formalmente como sindicato. En el sector logístico, el llamado preacuerdo para la renovación del convenio colectivo nacional fue firmado por los sindicatos del régimen (Cgil, Cisl, Uil, Ugl), un sector en el que el sindicalismo de base se ha fortalecido en los últimos 15 años, en contraste con el debilitamiento general. Comentaremos el contenido del nuevo convenio y las reacciones de los sindicatos, tanto de base como del régimen. Se firmó el preacuerdo para la renovación del convenio colectivo nacional para conductores de autobús y tranvía. Los sindicatos de base, unidos, se oponen a la firma por parte de los sindicatos del régimen convocando un referéndum. Se firmó la renovación del convenio colectivo nacional para los trabajadores estatales en las Funciones Centrales. La firma fue realizada por el sindicato del régimen Cisl y los sindicatos autónomos, con la oposición de Cgil, Uil y Usb. Estos tres sindicatos organizaron conjuntamente un referéndum, sin el reconocimiento de la patronal, que rechazó la renovación del contrato; - El conflicto sobre la renovación de los trabajadores metalúrgicos sigue abierto, con negociaciones que fracasaron debido a la indisponibilidad de la patronal, según declaró Fiom Cgil.
La sección norteamericana del Partido comenzó su trabajo dentro de los sindicatos de manera sistemática hace casi dos años. Bajo la dirección de la central sindical internacional, inició el estudio de la historia del movimiento obrero estadounidense y adquirió experiencia dentro de los sindicatos existentes. Debido a la historia compleja y diversa del movimiento obrero en los distintos países, las directivas contingentes del Partido en los sindicatos en un ámbito nacional deben determinarse mediante un estudio específico. Además, se requiere la experiencia directa de los comunistas en las organizaciones y luchas obreras. En 2024, en Estados Unidos hubo alrededor de 334 acciones sindicales en 515 localidades. Las estadísticas muestran que California tuvo el mayor número de huelgas, seguida por Nueva York, Oregón, Illinois y el Estado de Washington. Las ciudades con más huelgas fueron: Los Ángeles, San Francisco, Nueva York, Portland, Chicago y Seattle. En los últimos doce meses, los camaradas en EE.UU. han realizado actividad sindical en los sectores del ferrocarril, la educación, la salud mental, la alimentación, los servicios públicos, la tecnología y comercio minorista. Directamente como partido o a través de la Red de Acción por la Lucha de Clase, dentro de algunos sindicatos importantes. Los camaradas también han participado en tres coordinaciones de base en educación, ferrocarriles y de los servicios, donde pequeños grupos de trabajadores se organizaron en torno a programas de sindicalismo de clase, oponiéndose a los dirigentes. También hemos apoyado la organización de nuevas oposiciones sindicales en varios lugares de trabajo. Además, hemos estado presentes en los piquetes de numerosas huelgas y dirigido algunas luchas obreras locales. Tres camaradas fueron despedidos por su actividad sindical y se vieron obligados a buscar otro trabajo. Estamos así aprendiendo el funcionamiento de muchos sindicatos existentes, sus estructuras organizativas, tanto formales como informales, las normas legales que limitan su acción, los métodos por los que los dirigentes oportunistas y vinculados a la patronal se apoyan en los sectores mejor pagados para imponer moderación y contrarrestar nuestra propaganda e influencia, y la disposición y motivación general de los trabajadores para entrar en conflicto con la patronal y los dirigentes sindicales, a distintos niveles y en distintos sectores. Debido a las condiciones económicas predominantes, a la abrumadora y perniciosa influencia de la burguesía y sus agentes sobre la clase obrera, y al número aún reducido de militantes del Partido y de contactos que tenemos dentro de la clase, en este momento histórico la capacidad de los trabajadores para llevar a cabo una lucha de clase sigue siendo relativamente baja en comparación con otras épocas de mayor combatividad proletaria. Los sindicatos existentes que hasta ahora han sido más permeables a la intervención del Partido son aquellos con una estructura relativamente más “democrática” y descentralizada, o donde las secciones locales son pequeñas y aún no están organizadas de manera estable. Sin embargo, los sindicatos con regímenes más “dictatoriales” son los que representan a los trabajadores más pobres y proletarios, como en el caso de la UFCW. Estos sindicatos persiguen abiertamente a nuestros militantes, de la mano con el patrón, y se esfuerzan por lograr su despido. Si bien es cierto que todavía es posible realizar trabajo sindical a nivel de partido dentro de muchos de estos sindicatos, su naturaleza institucional dentro del estrecho marco regulatorio de la National Labor Relations Board (Oficina Nacional de Relaciones Laborales) significa que, incluso si uno es admitido como delegado de los trabajadores, uno queda confinado a llevar a cabo diversas tareas burocráticas, con el reconocimiento implícito de la legitimidad del orden legal burgués, en contradicción con los principios comunistas y de la lucha de clase. Por lo tanto, cualquier elección a un cargo oficial debe ir acompañada de un rechazo total a cumplir normas y prácticas contrarias al comunismo. En la mayoría de los casos, esto significa renunciar a las responsabilidades del cargo según los estatutos sindicales. En esencia, practicamos una forma de abstencionismo de principio dentro de los sindicatos cuando nos enfrentamos a estas contradicciones. Dicho esto, hemos comprobado que en momentos de movilización y posible acción de huelga somos capaces a través de nuestro trabajo interno de extender al máximo nuestra influencia en los sindicatos; ganar puestos en los comités de huelga y organización nos ha permitido promover acciones más combativas en los sindicatos locales. Invitaremos a constituir asambleas territoriales y agrupaciones de trabajadores, comités de huelga, etc., como algunas de las iniciativas más importantes a reafirmar en nuestra propaganda en este momento. En el caso EE.UU, con un proletariado que vive dentro del orden imperialista estadounidense todavía relativamente próspero, los sindicatos existentes representan los intereses de una minoría de trabajadores relativamente acomodados, promoviendo aspiraciones pequeñoburguesas a cambio de renunciar a la verdadera lucha de clase. Los sindicatos siguen conformándose con estructuras tradicionales, divididas en secciones periféricas, locales, parroquiales y microscópicas, marcadas por rivalidades entre dirigentes locales, que hacen de cualquier acción común unificada una dificultad extrema. La excepción la constituyen los sindicatos del régimen, los más grandes, poderosos y centralizados. Mientras la clase obrera no se organice sobre una base militante, organizada en torno a un programa sindical de clase, conscientemente opuesto a los métodos del sindicalismo del régimen (NLRB) y de la dirección vinculada a la patronal, la conquista de cualquier posición oficial será, en el mejor de los casos, momentánea. Solo una revolución dentro de los mismos sindicatos, que derribe por completo los métodos, las reglas y normas existentes, puede llevarlos al terreno de la lucha de clase. Del mismo modo, la creación de una base combativa de fuerzas sindicales de clase dentro de los sindicatos ya establecidos no siempre es posible, porque no siempre existen las bases para la agitación y la organización, porque la asimilación del respeto al ordenamiento jurídico burgués existente y de sus métodos colaboracionistas sigue siendo dominante en la mayoría de los sindicatos, donde a los trabajadores se les ha inculcado esta idea de lo que es un sindicato durante generaciones. Hemos comprobado que en muchos casos las corrientes de la izquierda sindical, representadas por elementos de Labor Notes y Democratic Socialists America, han aumentado su influencia en muchos sindicatos, representando una corriente de reforma sindical que muestra abrazar la huelga, la democratización sindical y similares. Pero estas corrientes obviamente se quedan cortas ante la verdadera lucha de clases, aceptando y defendiendo el orden general de colaboración de clases de la NLRB, inoculando a los trabajadores, en la mayoría de los casos, la necesidad de adherirse escrupulosamente a las reglas de orden establecidas. Nuestras intervenciones en la conferencia nacional Labor Note han ampliado nuestra comprensión de las formas en que la izquierda sindical, el ala izquierda del capital y el Partido Demócrata cooperan dentro del movimiento obrero existente para presentar un frente radical, para reintegrar a los trabajadores al terreno de la colaboración de clases. También hemos sido testigos del continuo ascenso de sindicatos independientes que surgieron a raíz de las elecciones de la National Labor Relations Board (Junta Nacional de Relaciones Laborales), como el sindicato de Amazon, solo para ser absorbidos por los grandes sindicatos del régimen, como los Teamsters, o, en el caso de sindicatos como el New Seasons Labor Union de los trabajadores del comercio minorista de Oregón. Por lo tanto, para la gran mayoría de los proletarios que siguen desorganizados, ni los sindicatos del régimen ni los pequeños sindicatos locales independientes fundados sobre garantías legales burguesas es la respuesta. Solo un sindicato general de clase, dispuesto y moralmente capaz de operar fuera del marco del NLRB, uniendo a los trabajadores de diversos sectores e industrias, puede defender adecuadamente sus intereses económicos. En Estados Unidos, existen pocos o ningún órgano de defensa que opere sobre bases de clase, y muy pocos que sean capaces de organizar efectivamente a las masas de trabajadores no calificados en industrias con altas tasas de reemplazo. Nuestras experiencias en los sindicatos reafirman la necesidad vital de la intervención del partido político de clase para dirigir una batalla de dirección dentro de los sindicatos, con el fin de que los trabajadores vuelvan a luchar siguiendo líneas de clase y se alejen del programa complaciente y de corto plazo de la colaboración social. |