El Partido Comunista Internacional
el Partido Comunista Internacional N. 45 - Julio
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Actualizado el 13 julio de 2025
organo de partido
Lo que distingue a nuestro partido: – la línea de Marx a Lenin a la fundación de la III Internacional y del Partido Comunista de Italia a Livorno 1921, a la lucha de la Izquierda Comunista Italiana contra la degeneración de Moscú, al rechazo de los Frentes Populares y de los bloques partisanos
 – La dura obra de restauración de la doctrina y del órgano revolucionario, en contacto con la clase obrera, fuera del politiqueo personal y electorero
Contenido:

Revuelta de trabajadores inmigrantes arassa Los Angeles
¡Alerta Trabajadores! - [YouTube]
Israel-Irán: Pruebas de Guerra Mundial
El conflicto India-Pakistán
Ciclos de sobreproducciόn y el inevitable cataclismo revolucionario
Aranceles y contra Aranceles. Pero la cuenta se la presentan a los trabajadores del mundo
La mega cárcel salvadoregña y la disciplinalaboral de los inmigrantes
Sobre los ejécitos de reclutas y profesionales
– El "Socialismo democrático" falso amigo de la clase obrera

POR EL SINDACATO DE CLASE:
– Trabajo Sindical en Norteamérica
Huelga de los trabajadores de Birmingham, “Mega piquetes” y solidaridad internacional
Protestas en las escuelas secundarias de Turquía
Huelgas de trabajadores en las fábricas de producción de armas aeronáuticas en EEUU y huelgas de trabajadores en Irán
Colombia: La Reforma Laboral, un nuevo engaño
Venezuela: Solo verdaderos sindicatos de clase serán garantía de una lucha consecuente por aumento de los salarios, pensiones y jubilaciones

VIDA DE PARTIDO:
Reunión Internacional del 25 al 26 de enero de 2025
Las ideologias de la burguesía. Dante Alighieri
– La Cuestión Agraria
La izquierda del socialismo otomano y el partido comunista.






Revuelta de trabajadores inmigrantes arassa Los Angeles

El 6 de junio de 2025, Los Ángeles fue escenario de una importante revuelta proletaria espontánea. Tras una escalada de redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) como parte de una directiva federal destinada a aumentar los arrestos diarios a 3.000, las fuerzas represivas del estado burgués lanzaron provocativas operaciones militarizadas contra barrios proletarios habitados principalmente por trabajadores inmigrantes latinoamericanos en toda la ciudad, violando las normas legales que regulan la autoridad federal y repudiando las políticas locales de la izquierda burguesa de “Ciudades Santuario”, destinadas a limitar la cooperación con las agencias federales de inmigración.

A pesar de la retórica demócrata, que siempre glorifica estas políticas fragmentadas como pasos realistas y razonables hacia un cambio significativo en el futuro, estas supuestas políticas de “santuario”, disfrazadas de multiculturalismo progresista, en la práctica hacen muy poco para detener a los agentes del ICE, quienes cuentan con instalaciones y capacidades para operar de forma independiente en todas esas ciudades, manteniendo la amenaza constante de deportación en la mente de los trabajadores inmigrantes, mientras el capital continúa atrayendo grandes reservas de mano de obra indocumentada a ciudades del suroeste para ser explotadas cuando sus sectores agrícola, de la construcción y hotelero ansían más inmigrantes. Estas políticas locales, que en realidad nunca ofrecen mucha protección ni garantías legales por parte de las autoridades federales, se contraponen constantemente a la silenciosa continuidad del Partido Demócrata con la política migratoria republicana cada vez que regresan al poder en el gobierno federal. A pesar del intento de los demócratas de presentarse como defensores y defensores de los inmigrantes, la falsa oposición democrática queda expuesta con la llegada de las fuerzas federales a Los Ángeles, mientras que las autoridades locales y estatales solo ofrecieron declaraciones flácidas de sentimentalismo democrático y antifascista, dejando al proletariado la tarea de defenderse solo.

A principios de mayo, 239 migrantes indocumentados ya habían sido capturados. Agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) allanaron obras de construcción, almacenes y espacios públicos, como estacionamientos de Home Depot, buscando a jornaleros. En una sola redada, arrestaron a 44 trabajadores en un almacén de ropa. A lo largo del día, otros 77 fueron capturados en todo Los Ángeles. Mientras los arrestos separaban a las familias, separando a las madres aterrorizadas de sus hijas, metiendo a los padres en jaulas de acero y dejando a muchos niños abandonados en las calles, amigos, familiares y compañeros de trabajo tomaron medidas desafiantes motivados por un combativo sentimiento de solidaridad. Estallaron protestas, pequeñas al principio, que luego fueron creciendo. En una explosión de energía proletaria, jóvenes y trabajadores no organizados, junto con sindicalistas, salieron a las calles. Muchas de estas manifestaciones a menudo comenzaban con grupos de adolescentes sin conexión con grupos o corrientes de izquierda establecidas y rápidamente se convirtieron en enfrentamientos callejeros con autoridades estatales bien armadas y equipadas. A diferencia de las protestas estudiantiles de los últimos dos años contra la guerra en Gaza, que tuvieron lugar principalmente en campus universitarios afiliados a diversas tendencias activistas y siempre se dispersaron rápidamente ante la represión estatal, estas protestas tuvieron sus raíces en la resistencia espontánea del proletariado.

Al principio, David Huerta, líder del sindicato SEIU en Los Ángeles, resultó herido y arrestado mientras bloqueaba la entrada a un lugar de trabajo para impedir que los vehículos del ICE salieran con los trabajadores detenidos. En respuesta a este y otros enfrentamientos, las manifestaciones se tornaron violentas rápidamente en los días siguientes, convirtiéndose el Edificio Federal en el centro de la ciudad en uno de los puntos álgidos de las protestas, junto con el Home Depot en Paramount. El tráfico en la autopista 101 fue interrumpido. Los trabajadores también intentaron impedir físicamente que los agentes del ICE realizaran arrestos lanzando objetos e intentando bloquear los vehículos que transportaban inmigrantes. En un almacén de ropa, una multitud rodeó camionetas negras y otros vehículos, intentando impedirles la salida, lo que obligó a los agentes a usar granadas aturdidoras para dispersarlos. En enfrentamientos posteriores, muchos vehículos policiales y sistemas de vigilancia fueron destruidos.

A medida que aumentaba la agitación, 2.000 efectivos de la Guardia Nacional fueron desplegados en Los Ángeles ese sábado, seguidos de otros 2.000 el lunes y 700 infantes de marina. Esta medida eludió el protocolo habitual de una solicitud de un gobernador, ya que el presidente invocó una ley poco conocida llamada Título 10, argumentando que las protestas constituían “una forma de insurrección”. Sin embargo, la justificación legal para el despliegue de militares en activo aún no se ha resuelto, ya que probablemente viola la Ley Posse Comitatus, una ley federal de 1878 que la burguesía no ha estado dispuesta a pisotear en el pasado. El gobernador de California y el alcalde de Los Ángeles, ambos demócratas, condenaron el despliegue y posteriormente fueron amenazados con arresto por el gobierno federal, lo que no hizo mucho por cambiar sus planes de no hacer nada tangible ante la intrusión.

Mientras las filas de infantes de marina y guardias nacionales ocupaban las esquinas de las calles de Los Ángeles, se implementaron toques de queda y una estricta regulación del movimiento proletario en toda la ciudad. Los trabajadores no se dejaron intimidar fácilmente por los toques de queda, los gases lacrimógenos y la presencia policial y militar que enfrentaron. De hecho, la imposición de esta ley casi marcial y la represión hicieron evidente que la dictadura de clase siempre abandonará su máscara liberal de “justicia” y “estado de derecho” cuando la rentabilidad de su capital se vea amenazada. La grandiosidad del despliegue estatal fue una respuesta mesurada que la clase dominante demostró estar dispuesta y ser capaz de dar, y que los trabajadores ahora tendrán que anticipar donde las masas salgan a las calles en oposición combativa a las políticas represivas del estado capitalista. Esta demostración de fuerza busca disciplinar y desmoralizar aún más a los trabajadores y reubicar a sus esclavos asalariados prescindibles según las cambiantes necesidades de la acumulación; sin embargo, deberíamos ver en este estallido una chispa energética que señala el potencial de futuros desarrollos y la maduración de la lucha defensiva de los trabajadores. La profundización de la crisis del capitalismo obliga al régimen del capital a intensificar la extracción de plusvalía del trabajo asalariado, reduciendo a los sectores más vulnerables de la clase trabajadora, como los inmigrantes, a condiciones de híper-explotación al aplastar brutalmente su capacidad de organización. Para administrar esta brutalidad, el estado burgués moviliza su aparato de fuerzas coercitivas, en consonancia con su papel histórico como guardián armado de la acumulación de capital. Por ello, la mano de obra inmigrante explotada necesita desesperadamente la solidaridad de clase más amplia de las masas trabajadoras para unir sus fuerzas en una huelga conjunta y detener estos ataques, ya que no son meros ataques contra los inmigrantes, sino un ataque contra toda la clase trabajadora que amenaza con sentar las bases para que el estado capitalista intente organizarse para defenderse a sí mismo y al régimen de propiedad, en medio de la continua caída de las masas trabajadoras en una miseria y explotación cada vez mayores.

Si bien el estallido de la respuesta proletaria espontánea en las calles interrumpió temporalmente las actividades represivas del estado burgués y destrozó el barniz de la paz social, estas protestas deben convertirse en acciones laborales coordinadas colectivamente para privar al capital de su plusvalía vital, privándolo de recursos para obligar al enemigo a hacer concesiones reales a las demandas de los trabajadores, reduciendo temporalmente su acumulación de ganancias, algo que los disturbios y protestas callejeras no pueden lograr por sí solos.


El rostro inmigrante del proletariado

Los trabajadores inmigrantes indocumentados constituyen el sector más explotado de la clase trabajadora en Estados Unidos. Concentrados en sectores donde el trabajo es prolongado, mal pagado y físicamente agotador, son esenciales para el funcionamiento del capital, pero se ven privados incluso de las protecciones sociales más básicas. Su precariedad legal es un mecanismo deliberado de disciplina de clase para garantizar que trabajen constantemente bajo el temor de ser expuestos ante las autoridades por los empleadores. El temor siempre presente a las redadas del ICE y a la detención indefinida sirve como herramienta represiva y preventiva contra las huelgas, para evitar la acción colectiva y mantener los salarios bajos.

A medida que la crisis de rentabilidad del capital se agrava, la burguesía recurre al terror para controlar a la clase trabajadora. Las campañas de deportación, las redadas y las detenciones no buscan eliminar por completo a los indocumentados, que constituyen la mayor parte de la fuerza laboral en los sectores agrícola, de la construcción y la hostelería, sino impedir que este sector de la clase trabajadora se organice abiertamente para su defensa común y reduzca su tamaño relativo a las necesidades de mano de obra asalariada del capital. El arresto de líderes sindicales de trabajadores agrícolas en Nueva York, la detención de un sindicalista inmigrante en Tacoma y el ataque a barrios de inmigrantes con operaciones como “Devolver al Remitente” forman parte de un esfuerzo por obtener más plusvalía de los trabajadores inmigrantes infundiendo miedo en sus filas y atacando sus estructuras sindicales existentes.


Organizarse para defender las necesidades inmediatas

Ninguna apelación a las normas humanitarias defenderá a los trabajadores inmigrantes de las necesidades explotadoras del capital, que este satisface mediante la coerción violenta. La intensificación de las campañas de deportación y el arresto de organizadores sindicales son abusos generalizados y solo una de las respuestas del capital a la crisis que se avecina. Los intentos de apelar a los “derechos humanos”, las reformas legales o las coaliciones interclasistas solo sirven para oscurecer la verdadera naturaleza del conflicto y desviar a la clase trabajadora de sus tareas hacia callejones sin salida.

Las estrategias legislativas y las apelaciones a las simpatías de los partidos burgueses de izquierda neutralizan la fuerza proletaria al vincularla al orden burgués. Mientras la dictadura del capital permanezca intacta, apoyada por sus prisiones, ejércitos y leyes, toda reforma lograda será siempre temporal y toda protección legal, revocable. El proletariado inmigrante está al frente de una represión que, en última instancia, alcanzará a todos los sectores de la clase trabajadora. Los actuales ataques, deportaciones, encarcelamientos y la ley marcial en las ciudades son maniobras preparatorias para las crisis más graves que se avecinan: el colapso económico y la guerra inter-imperialista. En este contexto, solo la organización sindical clasista, que une a trabajadores nativos e inmigrantes, puede ofrecer una verdadera vía de defensa.

Cuando ocurren levantamientos espontáneos, bienvenidos como expresiones positivas de la ira proletaria, la clase trabajadora debe buscar elevarlos a la categoría de un movimiento organizado de huelgas lo más amplio posible.

En respuesta a estas redadas en los lugares de trabajo con el fin de deportar a trabajadores inmigrantes y arrestar a militantes sindicales, el Partido Comunista Internacional insta a todos los trabajadores a fortalecer el movimiento sindical clasista y a utilizar la huelga como arma tanto a nivel laboral como territorial.

En Los Ángeles, si ya hubiera existido un movimiento sindical clasista suficientemente maduro y fuerte, las redadas deberían haber sido respondidas con una huelga general en apoyo a la revuelta. Los comunistas luchamos por este objetivo, por el cual llamamos a todos los militantes del sindicalismo clasista a unirse y luchar. Los trabajadores que se encuentran fuera de los sindicatos establecidos deben trabajar para establecer asambleas y consejos territoriales en medio de estas revueltas para organizar y movilizar la fuerza laboral colectiva de amplios sectores de la clase trabajadora en una acción económica generalizada que pueda paralizar, aunque sea temporalmente, los mecanismos de extracción de plusvalía para el capital, obligando al Estado a ceder ante las demandas obreras de poner fin a las deportaciones.

Los jóvenes proletarios que salieron a las calles para luchar contra la policía deben descubrir la gran fuerza del movimiento obrero, y el movimiento sindical clasista debe volver a recurrir a las fuerzas vitales del joven proletariado para empuñar el arma de la huelga.

La resistencia local debe dar paso a un sindicato de clase, nacional e internacional, moderado por la lucha, que no busque cambios parlamentarios, sino los objetivos concretos de la clase trabajadora: aumentos salariales sustanciales, especialmente para los peor pagados; reducción de la jornada laboral sin rebaja de salario; salarios íntegros para los trabajadores despedidos a expensas de la patronal y su Estado. Rechazamos la “solidaridad nacional” y levantamos la bandera del internacionalismo proletario: la única bandera bajo la cual la clase obrera puede vencer.







¡Alerta Trabajadores! - [YouTube]

Frente a los ataques a nuestro nivel de vida, la super-explotación activa y las deportaciones de nuestros hermanos de clase inmigrantes, ustedes han elegido el camino de la acción, de la resistencia, que debe ir acompañado de una lucha dentro de nuestros sindicatos y en nuestros lugares de trabajo ¡hacia la huelga general! Las revueltas y protestas son un gran primer paso, pero sin huelgas y organizaciones obreras más fuertes, están condenadas al fracaso. ¡Alerta! La burguesía busca apropiarse de nuestra genuina ira proletaria para servir a sus propios fines y reforzar el mismo sistema que genera estos ataques despiadados: el capitalismo.


¡NO DEJEN QUE SU HERMOSA DISPOSICIÓN DE LUCHA Y SACRIFICIO SEA EN VANO!

La democracia y el fascismo son dos caras del sistema capitalista que se refuerzan y dependen la una de la otra. La democracia liberal es la forma estable de la dictadura de clase de los capitalistas cuando la inevitable crisis social es controlable, mientras que el fascismo es asumido por la misma clase en el poder, pero con la centralización de la autoridad y la expansión de la violencia estatal externa para mantener el capitalismo durante las crisis.

El Estado burgués, con su Constitución, Declaración de Derechos, tribunales, leyes y parlamento, no es «nuestro» ni lo será nunca, ya que son estas instituciones las que sirven para defender y hacer cumplir la explotación rabiosa del proletariado por la burguesía. ¡No hay nada que defender dentro del Estado burgués! ¡Ni la democracia, ni la Constitución, ni el estado de derecho burgués! La burguesía proclama «derechos inalienables» de todo tipo (humanos, civiles, naturales, etc.), sin embargo, son completas falsedades y no sirven para beneficiarte, ya que se basan en la separación, la competencia y la propiedad. El reciente estallido de ira proletaria en Los Ángeles demuestra la necesidad del Estado de eludir sus propias leyes para someter los disturbios que amenazan su existencia.

Según la burguesía, la libertad significa la libertad de explotar a los trabajadores asalariados para obtener ganancias y la igualdad significa la igualdad legal formal de las personas en un mercado de poder desigual. La burguesía y sus lacayos quieren hacernos creer que simplemente haciendo oír nuestra voz y apelando a los políticos, ya sean demócratas o republicanos, se logrará un cambio, ¡pero nada podría estar más lejos de la verdad!

Abolir el ICE, la policía o cualquier otro cambio fundamental en la sociedad es poco realista sin una revolución obrera internacional. El proletariado debe continuar librando sus luchas por aumentos salariales radicales, reducciones de las horas de trabajo, mejores condiciones laborales y la ampliación de una solidaridad significativa que se extienda no solo entre sectores y sindicatos, sino también entre las divisiones raciales, aumentando nuestra capacidad internacional para defender activamente a los más explotados entre nosotros, incluidos los trabajadores inmigrantes residentes en nuestro país. Esto significa organizarse en sindicatos o coordinadoras obreras y luchar por un sindicalismo de clase, contra los dirigentes que colaboran con los patrones y el Estado, de modo que si algún trabajador fuera arrestado en su lugar de trabajo por el ICE, un sindicato podría convocar inmediatamente una huelga general en toda la ciudad.

Se necesitará un número y una oleada bárbara de corazones, diez veces mayor de lo que vemos en Los Ángeles, unidos como trabajadores por encima de todas las divisiones, en un movimiento sindical de clase con la dirección del Partido Comunista Internacional en una guerra contra el capitalismo mismo. La liberación verdaderasolo puede venir con el establecimiento de la dictadura del proletariado y el comunismo mundial con la abolición del trabajo asalariado, el dinero, la producción de mercancías y el Estado.






Israel-Irán
Pruebas de guerra mundial

El gobierno israelí ha justificado el ataque a Irán para impedir que se dote del arma nuclear. ¿Una guerra defensiva, entonces?

Pero el teatro de la guerra y sus causas no se encuentran ni en Irán ni en Israel, ni siquiera en todo el Medio Oriente. Es que la crisis irreversible del capitalismo mundial, en su fase terminal, necesita la guerra para su supervivencia. El ataque del Estado de Israel contra Irán es solo un primer experimento y anticipación, al igual que la masacre de Gaza.

Es cierto, todos los capitalismos, todos los Estados, se deben hoy defenderse. Deben defenderse de la crisis económica y financiera, de la competencia en los mercados, del rearme frenético de sus rivales. Pero más que nada, deben defenderse, en el plano histórico general, de su gran enemigo común: la clase obrera internacional. Esa clase, hoy casi invisible, pero que es portadora del Comunismo, de la Revolución.

Hoy no es consciente de ello, si no en su partido que custodia su determinado futuro.

* * *

Pero el gobierno israelí, como todos los demás en el mundo, defiende al Capital, no a su pueblo. Netanyahu lo inmola y lo entrega a las órdenes de los capitalistas de Wall Street.

Esto sirve para provocar el colapso del régimen de los ayatolás, para sustituirlo por otro, más acorde a los intereses de Washington, en su lucha a muerte con el imperialismo rival chino: cortar sus rutas petroleras y en Asia Central.

Este proyecto, por otra parte, genera gran aprensión en otros Estados de la región, especialmente en las monarquías del Golfo, que temen un vacío de poder que es imposible pronosticar cómo podrá ser llenado.

El derrocamiento del régimen de Saddam Hussein en Irak fue un ejemplo de esta política que siembra caos y destrucción, con efectos devastadores para las poblaciones, pero también para los Estados. La caída del régimen iraquí, impuesta por Estados Unidos, derribó un Estado que contrastaba el expansionismo de Irán hacia el Mediterráneo, y ciertamente no favoreció a Israel. Han sido necesarios veinte años de guerras continuas y masacres para destruir Siria, Líbano, Gaza, Cisjordania. ¡Y de qué manera!

La guerra preventiva de Israel, que además posee la bomba atómica y nunca ha permitido inspecciones en sus centrales, ha sido aprobada por todos los países occidentales, los mismos que han condenado el ataque de Rusia en Ucrania, la cual también lo ha justificado como defensivo contra la expansión hacia el Este de la OTAN.

El derecho internacional es solo un engaño y una ilusión. Los imperialismos ya no se confrontan más que en el plano de la fuerza desplegada, del rearme, de la guerra.

Nosotros los comunistas no tomamos partido ni por Israel ni por Irán, ni por ninguno de los frentes mundiales del imperialismo, igualmente feroces, militaristas, anti-obreros y anticomunistas.

El proletariado iraní no tiene motivos para solidarizarse con quienes lo explotan y lo oprimen, sufriendo desde hace décadas la opresión despiadada de un régimen burgués que asesina y encarcela a los líderes obreros más valientes, que ha enviado a millones de jóvenes proletarios a morir al frente en la guerra contra Irak.

En esta situación, el proletariado iraní debe asumir una posición anti-capitalista, en su independencia política de todo partido de la burguesía, tanto del gobierno como de la oposición: ninguna inclinación hacia alternativas democráticas, laicas o incluso monárquicas al régimen de los sacerdotes.

En todos los países, hay que reforzar las organizaciones de defensa económica de la clase obrera, incorporar al proletariado femenino en la lucha por la emancipación de los trabajadores, rechazar todo llamado a la solidaridad nacional, religiosa o étnica con las clases patronales.

Solo la reconstitución del Partido comunista revolucionario y la búsqueda de la revolución comunista internacional podrán poner fin a la explotación, la violencia y la guerra.






El conflicto India‑Pakistán


El atentado terrorista

El pasado 22 de abril, el valle de Baisaran, una localidad cercana a la ciudad montañosa de Pahalgam, en el territorio indio de Jammu y Cachemira, fue escenario de un ataque terrorista. Un grupo de cinco milicianos armados causó 26 víctimas civiles y decenas de heridos.

El comando, equipado con fusiles de asalto M4 y AK-47, habría tenido como objetivo a algunos grupos de turistas de fe hindú. Según lo descrito por varios testigos, las víctimas habrían sido seleccionadas en base al género (solo masculino) y su religión (exclusivamente no musulmanes); los cachemires autóctonos habrían sido perdonados.

Un modus operandi que recuerda en parte al empleado por Hamás en los ataques del 7 de octubre. Algunas víctimas habrían sido obligadas a demostrar su fe islámica recitando la Kalima, un acto de fe pronunciado para expresar la adhesión al Islam. La única víctima musulmana confirmada es un trabajador local, un alquilador de ponis, que habría intentado defender a los turistas.

El ataque fue reivindicado por un grupo relativamente nuevo, conocido como The Resistance Front (TRF), una formación que surgió en 2019, poco después de la decisión del gobierno central indio de revocar la autonomía parcial de Cachemira.

El TRF es considerado estrechamente vinculado, o parte integrante, del grupo yihadista Lashkar-e-Taiba (LeT), protagonista de numerosos ataques en territorio indio en las últimas décadas, incluido el asalto a Bombay de 2008 que, con una duración de tres días, causó 170 muertos.

Sin embargo, pocos días después del ataque, el TRF negó su implicación, sosteniendo que la reivindicación del atentado, enviada a través de Telegram, fue el resultado de una violación informática orquestada por la inteligencia india.

Atacar a turistas no es una novedad para estos grupos; al contrario, responde a una precisa voluntad de obtener una resonancia internacional y mediática. El objetivo es doble: socavar la estabilidad regional y dañar la economía turística india, un sector que en el Cachemira indio ha experimentado un desarrollo significativo en los últimos años.

En junio de 2024, un autobús que transportaba peregrinos hindúes de regreso del templo de Shiv Khori, cerca de Ransoo, en el distrito de Reasi (Jammu y Cachemira), fue asaltado y nueve pasajeros fueron asesinados. El ataque fue reivindicado por los Kashmir Tigers, un grupo también poco conocido que se distingue por sus tácticas de emboscada con armas ligeras. Se le considera afiliado a la organización islamista sunita, fundada en el 2000, Jaish-e-Mohammed (JeM) que en urdu significa “el ejército de Mahoma” y que a lo largo de los años se ha caracterizado por el uso de atentados suicidas.

En un intento de reforzar una imagen de normalidad en la región, la India había organizado en el 2023 una etapa del G20 precisamente en Srinagar, capital del distrito homónimo en Jammu y Cachemira. Evento que fue seguido por protestas por parte china y paquistaní. Los ataques suelen ir dirigidos contra civiles, minorías étnicas y religiosas, peregrinos, turistas, pero también trabajadores, como demuestra la vil acción, también del TRF, que en octubre de 2024 atacó una obra de un túnel en el distrito de Ganderbal, también en Cachemira, a raíz de lo cual murieron 7 trabajadores inmigrantes.

Según los datos del South Asia Terrorism Portal, entre el 2000 y el 2024, aproximadamente 15.000 civiles han sido asesinados en la India a causa del terrorismo, no solo en Jammu y Cachemira, sino en diversas regiones del país, cifras que reflejan la complejidad y la difusión del fenómeno.


De las palabras a los hechos: la operación Sindoor

Los líderes indios culparon inmediatamente a Pakistán, acusándolo de apoyar y alimentar el terrorismo en la región. Islamabad, aunque reiteró la ilegitimidad de la presencia india en Cachemira, rechazó cualquier implicación, devolviendo las acusaciones al remitente.

Al día siguiente del ataque, Nueva Delhi respondió con importantes represalias: suspendiendo el Tratado de las Aguas del Indo (Indus Waters Treaty) y cerrando la frontera de Attari-Wagah, el único paso legal entre los dos países, situado no lejos de Amritsar, en el Punyab indio.

El Tratado de las Aguas del Indo, firmado en 1960 bajo la supervisión del Banco Mundial, regula el reparto de las aguas de la vasta cuenca del río más largo del subcontinente. El Indo nace en las montañas del Tíbet, atraviesa una parte de la India (principalmente Ladakh y Jammu y Cachemira) y fluye por todo Pakistán, desembocando en el Mar Arábigo al sur de Karachi.

El Tratado asigna a la India el uso exclusivo (normalmente para fines agrícolas e hidroeléctricos) de los afluentes izquierdos: Ravi, Beas y Sutlej. El Indo y los de la derecha: Chenab y Jhelum, son de uso paquistaní. Sin embargo, el tratado permite a la India construir proyectos hidroeléctricos también en estos, pero sin alterar su flujo hacia Pakistán.

Estas aguas son indispensables para el sustento de la economía paquistaní: utilizadas principalmente para la producción agrícola, representan aproximadamente el 80% de toda la necesidad hídrica del país. El Ministro de Energía paquistaní, Awais Leghari, definió la suspensión del tratado como «un acto de guerra hídrica; una medida cobarde e ilegal», reiterando que «cada gota es nuestra por derecho y la defenderemos con toda la fuerza».

Dos días después del atentado, ambos Estados anularon los visados e interrumpieron los lazos comerciales. Pakistán cerró su espacio aéreo a los aviones indios y suspendió el frágil acuerdo de Simla, que establece el respeto de la Línea de Control (LoC) y el compromiso de no modificarla unilateralmente. Como demostración de lo que valen estos papeles firmados entre predadores burgueses, este acuerdo ha sido violado innumerables veces desde 1972.

El 29 de abril, el primer ministro indio Modi, durante una reunión con los líderes de la defensa, concedió a las fuerzas armadas indias la “completa libertad operativa”.

Las tensiones aumentan: el 3 de mayo, Pakistán muestra su poderío y prueba el misil balístico Abdali, con un alcance de 450 kilómetros. El mismo día, la India impone restricciones marítimas a los barcos paquistaníes y corta todo el comercio por mar.

La noche entre el 6 y el 7 de mayo marca el inicio de la Operación Sindoor. Las fuerzas armadas indias llevan a cabo ataques en territorio paquistaní contra nueve sitios, identificados como “infraestructuras terroristas”. Según fuentes indias, estos objetivos incluían campos de entrenamiento y cuarteles generales de los grupos terroristas Jaish-e-Mohammed, Lashkar-e-Taiba y Hizbul Mujahideen (HM), esta última una organización que cuenta con combatientes de etnia cachemir.

Islamabad responde inmediatamente con intensos bombardeos de mortero y artillería pesada a lo largo de la Línea de Control. La noche entre el 7 y el 8 de mayo, Pakistán ataca con drones y misiles varios objetivos militares en el norte y el oeste de la India; algunos de estos ataques son neutralizados por los sistemas de defensa aérea indios.

El 8 de mayo, las fuerzas armadas indias responden con misiles y drones, atacando los sistemas de radar de defensa aérea en varias localidades paquistaníes, incluida Lahore. La noche entre el 8 y el 9 de mayo, los ataques de drones paquistaníes contra objetivos indios se suceden, golpeando, entre otros, el aeropuerto de Srinagar y la base aérea de Awantipora. Se estima que Islamabad utilizó más de 300 drones.

El 9 de mayo se registra un notable aumento de la intensidad del fuego a lo largo de la LoC desde ambos frentes, caracterizado por el uso de morteros y artillería de grueso calibre.

Al día siguiente se negocia un alto el fuego entre ambas partes. Sin embargo, a pesar del acuerdo, se registran numerosos enfrentamientos a lo largo de la línea fronteriza. Solo el 12 de mayo, después de cuatro días de violentos intercambios militares ejecutados con ataques con misiles e intensos ataques de drones, los dos países anuncian una tregua, que resultará estable.

Como en todo enfrentamiento entre Estados burgueses, las declaraciones de los representantes de los gobiernos y de los altos mandos militares muestran notables diferencias respecto a las víctimas y al resultado de los ataques recíprocos. Pakistán acusó a la India de haber atacado áreas civiles causando la muerte de 40 civiles y 11 militares, y aproximadamente 200 heridos.

Nueva Delhi desmintió categóricamente las afirmaciones paquistaníes sobre las víctimas civiles, pero sostuvo que sus operaciones resultaron en la muerte de más de 100 “terroristas” solo en la primera oleada de ataques. Según fuentes indias, sus pérdidas militares habrían sido de 5 soldados y 15 civiles muertos y 43 heridos a raíz de los intercambios de artillería y armas ligeras a lo largo de la Línea de Control y de los ataques de drones paquistaníes.


El cese el fuego

El anuncio del acuerdo del 10 de mayo fue dado por el presidente americano y solo en un segundo momento confirmado por el Ministro de Asuntos Exteriores pakistaní y por el Secretario de Asuntos Exteriores indio. Trump, con el papel de cómico que le han asignado, declaró: «Después de una larga noche de conversaciones mediadas por los Estados Unidos, me complace anunciar que India y Pakistán han aceptado un alto el fuego completo e inmediato. Felicitaciones a ambos países por usar el sentido común y una gran inteligencia. ¡Gracias por su atención a este asunto!».

Palabras que no gustaron a la clase dominante india: atribuir el mérito de la mediación a los Estados Unidos sugiere que la India cedió a presiones externas, mientras que, en el imaginario nacionalista, la cuestión de Cachemira y las relaciones con el enemigo pakistaní serían asuntos internos de los dos Estados. Además, Trump habría puesto a los dos países en el mismo plano, no identificando a la India como víctima del terrorismo.

Es evidente, sin embargo, que nos encontramos en una fase histórica en la que las cuestiones locales se insertan en un desequilibrio mundial y no pueden abordarse con total autonomía.

En esta crisis, los dos mayores imperialismos, el americano y el chino, han mantenido una posición cautelosa, invitando a la moderación a ambos Estados contendientes, después de haberlos armado durante décadas. Ciertamente, Estados Unidos, aunque históricamente vinculado a Pakistán, está orientado a reforzar los lazos estratégicos con la India en función antichina. Pekín, en cambio, es tradicionalmente un adversario de Delhi y un aliado de Islamabad, con quien ha construido lazos económicos y comerciales cada vez más estrechos.

Además, para la India, un conflicto armado socavaría las ya maltrechas cadenas de suministro global y ahuyentaría al capital internacional que hoy encuentra en ella una tierra fértil para invertir. Una guerra de larga duración podría poner a prueba la capacidad india de contener, aunque solo sea en parte, la influencia china.


La posición del comunismo revolucionario

Los innumerables conflictos, más o menos extensos, que caracterizan la fase actual del modo de producción capitalista son manifestaciones inexorables de la marcha del capital hacia una nueva carnicería mundial, dictada en primer lugar por la crisis económica general de superproducción. La guerra es una necesidad ineludible para las clases dominantes, no existe alternativa a nuestro “o guerra capitalista mundial o revolución proletaria”. Se vuelve fundamental para los patrones, para sus gobiernos de todo color, encauzar a los trabajadores, de todas las naciones, a la masacre fratricida.

Todas las burguesías, y en este escenario la india y su gemela paquistaní, seguirán soplando el fuego del conflicto, alimentando, cuando y cuanto sea necesario, a los múltiples grupos de “terroristas”, expresión y útiles servidores de las diversas facciones burguesas que los crían y los subvencionan y que, más allá de su supuesta ideología, siempre se pondrán siempre contra la revolución y contra los trabajadores.

Las disputas territoriales como la de Cachemira serán un pretexto útil para impulsar el nacionalismo, así como los conflictos religiosos que se intensificarán para fortalecer al Estado burgués y lanzarlo contra el movimiento proletario.

Pero la guerra también tiene el mérito de desenmascarar el oportunismo en todas sus formas. En India, los dos grandes partidos supuestamente comunistas, el Partido Comunista de la India y su escisión de 1964, el Partido Comunista de la India (Marxista), han vuelto a mostrar su verdadera naturaleza reaccionaria al apoyar abiertamente la Operación Sindoor, subrayando la importancia de la unidad nacional en respuesta al “terrorismo”. Los proletarios indios deberán rechazar tales consignas y hacer suyo, junto con sus hermanos de clase paquistaníes, la consigna El enemigo está en nuestra casa, contra la unidad nacional por la unidad internacional en la lucha de la clase trabajadora.

Otras organizaciones de izquierda indias y paquistaníes, aparentemente más radicales, hoy alineadas contra ambas burguesías nacionales, apoyan luchas de liberación de nacionalidades, desde el Tíbet hasta Baluchistán y Cachemira. En un mundo con el grado general de desarrollo histórico actual, las palabras de denuncia de estas opresiones de minorías se utilizan como instrumentos de la guerra entre los imperialismos, como en el escenario ucraniano respecto a las repúblicas del Donbass, o en la carnicería palestina.

Una tercera carnicería mundial solo podrá ser detenida por el proletariado mundial, unido por encima de nacionalidades, etnias, religiones y que, guiado por el partido comunista internacional, transforme la guerra entre los Estados en guerra entre las clases para la afirmación del Comunismo.








Ciclos de sobreproducciόn y el inevitable cataclismo revolucionario

La crisis de sobreproducción es un elemento central que impulsa al capitalismo a la guerra, al mismo tiempo que proporciona la base social para el resurgimiento de la lucha de clases a escala masiva y, eventualmente, crea las condiciones objetivas para la revolución proletaria. En “Teorías de la Plusvalía”, Marx demostró que cuanto más desarrollado se vuelve el capital, más desplaza el trabajo productivo con funciones improductivas. La competencia capitalista impulsa a cada capitalista a expandir la producción reduciendo los costos laborales mediante la innovación técnica y atacando los salarios de los trabajadores, inundando así el mercado con mercancías mientras que simultáneamente disminuye la capacidad de las masas de trabajadores para realizar el valor de estas mercancías a través del consumo. La productividad aumenta, el tiempo de trabajo por unidad disminuye y el valor de las mercancías individuales cae. Las asociaciones monopolísticas y los cárteles entre empleadores finalmente deben establecerse para regular la producción; sin embargo, con el tiempo, la industrialización de otras partes del mundo y la existencia del mercado mundial conducen al retorno de las rivalidades imperialistas y a la ruptura de los antiguos bloques monopolísticos de capital nacional en áreas particulares de producción. Esto lleva a crisis recurrentes de sobreproducción, momentos en que la masa de mercancías excede la capacidad del mercado para realizarlas a precios rentables.


Los dos Departamentos de la producción capitalista

Marx dividió la economía capitalista en dos departamentos básicos:
     Departamento I: Producción de medios de producción (maquinaria, herramientas, materias primas).
     Departamento II: Producción de medios de consumo (bienes de consumo).

De manera crucial, las crisis surgen no solo en los mercados de consumo (Departamento II) sino también en el ámbito de los bienes de capital (Departamento I). Cuando las mercancías del Departamento II no pueden venderse de forma rentable debido al empobrecimiento de los trabajadores, la demanda de los bienes de capital utilizados para producirlas también disminuye. Se produce una contracción general, ya que ambos departamentos pierden coherencia. El Departamento I comienza a generar vastos excedentes de maquinaria sin usar e infraestructura sobredimensionada, que no pueden emplearse de manera rentable. Así, la sobreproducción no es meramente un síntoma de consumo insuficiente, sino una dislocación sistémica entre los procesos interconectados de acumulación, realización y reproducción en ambos sectores.

A medida que la contradicción entre la creciente capacidad productiva y el decreciente valor realizable se agudiza, el capital huye de la producción de valor real hacia el mundo del capital ficticio. Los mercados de valores, los derivados, las deudas titularizadas y otros instrumentos especulativos permiten que el capital circule en busca de retornos monetarios divorciados de la producción de plusvalía. Sin embargo, estos mecanismos son parasitarios del valor generado realmente en la producción y, por lo tanto, no pueden sostenerse indefinidamente. El colapso inevitable de estas superestructuras financieras conduce a una desvalorización generalizada del capital, quiebras, despidos masivos y destrucción de medios de producción a través de la guerra, allanando el camino para una nueva ronda de acumulación sobre una base técnica superior.

En la época del imperialismo, los monopolios dominan sectores clave, y el capital financiero con sus monopolios industriales subordinados se fusiona con el Estado. Incapaz de generar suficientes ganancias solo con la producción, el capital ataca los salarios para inflar los márgenes. Pero dado que la clase trabajadora es también la principal clase consumidora, esta estrategia reduce la demanda efectiva necesaria para realizar las mercancías. Para compensar la caída de las ganancias, el capital intenta extraer superganancias deslocalizando la producción a regiones de bajos salarios y explotando las diferencias de tipo de cambio entre los mercados laborales nacionales. Al mismo tiempo, depende de trabajadores mejor pagados en los países imperialistas para absorber estos bienes baratos.


Represión y recomposición en la crisis

Dentro de la crisis de sobreproducción, cuando los bienes producidos ya no pueden realizar su valor sin problemas y las finanzas especulativas alcanzan sus límites, el capital inicia una campaña de austeridad. Recorta la financiación de los servicios públicos, devalúa los salarios y despide a un gran número de trabajadores improductivos en nombre de la “disciplina fiscal”. Lo que comenzó como un exceso especulativo se convierte en una devastación real, una desvalorización generalizada de la fuerza de trabajo y del capital industrial. A medida que se acerca este punto, el gasto estatal se reorienta cada vez más hacia el militarismo. La industria armamentística se convierte en uno de los últimos recursos para estabilizar el modo de producción capitalista, capaz de absorber el capital excedente mientras lo destruye. La guerra, ya sea intercapitalista o imperialista, se convierte en la “solución” violenta a la crisis, aniquilando vidas humanas y fuerzas productivas, y despejando el terreno para un nuevo ciclo de acumulación.

Cada fase de sobreproducción, estancamiento y crisis reproduce no solo las contradicciones del capital, sino también la base social para su superación. La clase trabajadora, aunque fragmentada en varias capas – productivas e improductivas, mejor pagadas y pauperizadas-, permanece unificada por su separación de los medios de producción y su dependencia del salario. Los comunistas no reconocen división entre trabajadores industriales y de servicios, entre empleados del sector privado y público, entre trabajadores productivos e improductivos en términos de su potencial revolucionario.

La burguesía rentista parasitaria, sus tentáculos financieros y su Estado asesino deben ser aplastados. La aristocracia obrera debe ser reconquistada a la conciencia de clase, y los trabajadores improductivos deben ser organizados junto a todos los proletarios en un frente único sindical de clase. En la próxima crisis generalizada de sobreproducción, la tarea decisiva es la formación de un único partido comunista internacional, liderando al proletariado internacional bajo la consigna del derrotismo revolucionario en oposición a la inminente guerra inter-imperialista, y la instauración de la dictadura del proletariado tras el triunfo de la guerra civil de clases internacional.






Aranceles y contra Aranceles
Pero la cuenta se la presentan a los trabajadores del mundo

El pánico frenético expresado por los máximos representantes del imperialismo estadounidense ha destrozado las buenas maneras de la hipócrita diplomacia internacional. Asistimos a reacciones análogas de los demás Estados, desde las voces altisonantes hasta las contramedidas o el vil servilismo. Las valoraciones excitadas sobre las relaciones de poder económico y militar se superponen. Algunas preocupadas, otras convenientes. Del gran alboroto de los diversos opinionistas queda excluido por completo el informe entre las clases y el papel de los Estados burgueses en su conflicto.

Estados Unidos de América salió victorioso de la Segunda Guerra Mundial con el papel de gendarme global del capitalismo. Su dominio es de clase: engorda a la burguesía estadounidense y deja caer migajas a la aristocracia obrera de las barras y las estrellas.

La crisis económica del capitalismo es de sobreproducción, lo que lleva la ganancia media cerca de cero. Para volver a arrancar, o mejor dicho para seguir viviendo, el capital necesita ganancias. Los enemigos burgueses se disputan los mercados y las ganancias. El imperialismo financiero, sostenido por la potencia militar, hoy es el amo.

También la artillería pesada del imperialismo chino, con mercancías producidas a bajo coste, tiene el aliento corto: las mercancías chinas sufren una composición orgánica del capital cada vez más cercana a la de los viejos capitalismos. En su trayectoria ha envejecido precozmente.

La guerra comercial de los aranceles es una panacea para el capital y para las burguesías de los distintos Estados. La inflación de precios que de ella surgirá será útil para bajar los salarios reales y dar un respiro al viejo capital, falto de energías.

Es una panacea también política, quita a las burguesías la necesidad de afrontar a cara descubierta al proletariado imponiendo la reducción de los salarios nominales. El “loco” o el “malo” de turno será culpado del aumento del coste de la vida, sin romper la tácita alianza interclasista entre la aristocracia obrera corrupta y la burguesía corruptora.

Cierto, entre ellos los burgueses se pelean, pero pensando que, pase lo que pase, algo acabarán ganando. La inflación hoy es deseada, pero al mismo tiempo las mercancías deben venderse. El colapso de los precios de producción es un índice de la sobreproducción de mercancías. Pero el problema es conseguir vender las mercancías para mantener la reproducción del capital.

El capitalismo, y con él las clases burguesas, es hoy más que nunca incapaz de expresar un programa, un plan para el futuro, una voluntad, se aferra a políticas funcionales para vivir día a día.

La guerra comercial esconde la guerra de clases, así como la guerra imperialista esconde el dominio de clase.

El 2 de abril de 2025, la administración Trump anunció el plan arancelario “Liberation Day”, que introduce un arancel fijo del 10% sobre las importaciones extranjeras y aranceles de represalia más altos para algunos países, en particular China. En los días siguientes estalló la burbuja en Wall Street, con una caída de los índices bursátiles estadounidenses del 15-20% desde principios de año. En dos días, el S&P 500 acusó una pérdida de 5 billones de dólares, superando la de 3,3 billones en marzo de 2020. Mientras Trump anunciaba que “¡es un excelente momento para comprar!” y atribuía la responsabilidad de la situación a “un pequeño problema” en el mercado de bonos, donde algunos están “un poco desorientados”, invitó a sus amigos de Wall Street a apostar por futuros superávits derivados de una intervención coordinada que aplaste la competencia con manipulación del mercado y maniobras comerciales. Todo esto respaldado por un bandidaje militarista para mantener el dominio financiero global.

Los “liberales” gritan por el daño causado a la “economía”, ¡pero en realidad solo les preocupa no perder su parte del botín! Para las clases medias y los diversos apéndices parasitarios que dependen de los superávits del imperialismo estadounidense, todo esto es una locura, expropiados por la gran burguesía y excluidos de su corporativismo fascista. Sin embargo, a medida que los pequeños burgueses son empujados cada vez más, pataleando y gritando, a las filas del proletariado, se dan las condiciones que en el futuro devolverán energía a la lucha de clases.

Pero detrás de los aranceles y el consiguiente caos de los mercados bursátiles hay una estrategia más amplia de Estados Unidos para ejercer presión económica sobre otros países a fin de que acepten un acuerdo “multilateral” sobre las monedas, destinado a reestructurar el orden monetario internacional y el sistema de alianzas, manteniéndolos más estrechamente en la órbita de Estados Unidos, subordinados a sus intereses financieros y a su dominio militar. El plan denominado “Acuerdo de Mar-a-Lago” tiene como objetivo garantizar el dominio del capital financiero estadounidense y reactivar sus industrias, devaluando el dólar e introduciendo una nueva criptomoneda o un nuevo patrón oro, subordinando la protección militar de Estados Unidos a la compra de deuda estadounidense a largo plazo, bajo el control más directo y centralizado del Departamento del Tesoro. Esta es la estrategia de larga data del capital financiero estadounidense, que moviliza sus fuerzas para dominar y subordinar los diversos sub-imperialismos del mundo.

La “guerra comercial” y sus aranceles son solo uno de los instrumentos en el amplio arsenal de la burguesía estadounidense y su cártel financiero dominante, que busca mantener el dominio global y contener al imperialismo rival emergente de China. A medida que el capitalismo mundial se hunde en un creciente estancamiento, incapaz de crecer, y en un aumento de la deuda, podemos ver claramente en estas maniobras las desesperadas estratagemas de un orden mundial en descomposición, forzado en su fase imperialista, cuyo cadáver podrido estorba el camino de la revolución comunista, que inevitablemente llegará.







La mega cárcel salvadoregña y la disciplina laboral de los inmigrantes

Las monstruosas nuevas prisiones de El Salvador, construidas bajo un “estado de excepción” legalmente ratificado, son otro ejemplo más del poder burgués ejercido de una forma descarada, aunque en otras naciones donde el uso de la fuerza, por parte del Estado para suprimir la disidencia y controlar a la población, ha sido justificado bajo una “declaración de emergencia”. Hace un año, más de 100.000 salvadoreños (el 1,6 % de la población) fueron detenidos sin necesidad de conseguirle pruebas, sin mucho proceso o con explicaciones que no tienen sentido.

Se estima que 109.000 personas están detenidas en prisiones, lo que las hace extremadamente hacinadas, ya que dichas prisiones están diseñadas para albergar solo a 70.000 internos. La administración de Bukele fue “incentivada” a llenar estas prisiones indiscriminadamente, en parte debido a las sanciones que Estados Unidos impuso al país, oficialmente como resultado de las negociaciones que esta y administraciones anteriores habían tenido con líderes de pandillas. Tras estas sanciones, se instauró una represión dictatorial brutal y tanto miembros de pandillas como trabajadores comunes, comenzaron a ser encarcelados indiscriminadamente para completar cupos.

La pandilla Mara Salvatrucha (MS-13) surgió inicialmente dentro de Los Ángeles, en los Estados Unidos en la década de 1980, formándose entre los refugiados salvadoreños, que huían de la guerra civil en El Salvador. La guerra civil nacida de la lucha inter-imperialista entre Estados Unidos y el bloque “soviético”. Del lado estadounidense estaba el gobierno de El Salvador, respaldado por Estados Unidos y del otro lado estaba el Frente de Liberación Nacional, guerrillas izquierdistas que obtuvieron apoyo de Cuba y Nicaragua, países alineados con el bloque “soviético”. Cuando el conflicto finalmente terminó y el país todavía se estaba recuperando de los efectos de la guerra, los pandilleros de la MS-13 fueron deportados a su país de origen. Esta deportación masiva y la inestabilidad económica y política causada por la guerra imperialista, llevaron a la explosión de las pandillas en El Salvador, donde estaban profundamente arraigadas en todos los aspectos de la sociedad. Hoy en día, las pandillas se utilizan como excusa para disciplinar al proletariado internacional en todo el continente americano, para lo cual El Salvador se está convirtiendo cada vez más en una de las colonias penitenciarias de los EEUU, beneficiando a la burguesía salvadoreña, que está desempeñando su papel subordinado dentro del orden imperial más amplio.

Las condiciones dentro de la tristemente célebre prisión de El Salvador, llamada “Centro para el Confinamiento del Terrorismo” (CECOT), donde se mantienen a los migrantes deportados, incluyen “golpizas físicas sistemáticas, tortura, denegación intencional de acceso a alimentos, agua, ropa, atención médica”, situación que ha provocado la muerte de al menos 368 personas oficialmente. También se niega el acceso a cualquier persona del exterior, ya sea un abogado o familiares, además más de 3.300 niños sin vínculos con pandillas, han sido sometidos a torturas y condiciones inhumanas.

En enero de 2023 se inauguró el CECOT, una mega cárcel, ubicada en Tecoluca, con una capacidad inicial de 40.000 reclusos. Costó aproximadamente US$100 millones y fue financiado principalmente por los fondos públicos del gobierno salvadoreño, y parte de la financiación también provino de un acuerdo de US$6 millones con el gobierno de EEUU, para albergar a los migrantes deportados, incluidos los presuntos pandilleros que EEUU utilizó como excusa para comenzar las deportaciones.

El efecto sobre los trabajadores desde la introducción de estos “servicios” ha sido un cierto crecimiento del capital, que ha dado lugar a un mayor empleo, pero los empleos son de condiciones precarias, bajos salarios, protecciones sociales limitadas y grandes porciones de la población siguen en la pobreza y dependen en gran medida de las remesas del extranjero. Además, desde que el país ha permanecido en un “estado de excepción”, sus trabajadores han sido objeto de arrestos arbitrarios y de un empeoramiento de las protecciones laborales y, en general, viven en un estado de miedo.

Funcionarios del gobierno de Estados Unidos han estado en negociaciones con cerca de 20 naciones, para expandir el sistema de centros de detención de inmigrantes internacionales, que tendrán menos “supervisión” que las ya mortales instalaciones nacionales, del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).

Hablar de la “igualdad de los hombres”, un viejo sentimiento burgués que ya genera poco o ningún respeto, es una broma cruel cuando miles de personas desaparecieron en un sistema penitenciario sin el debido proceso y abusos desenfrenados. A pesar de su brutalidad, las prisiones estadounidenses y los centros de detención de ICE, claramente no se consideran lo suficientemente aterradores como para asustar a los trabajadores inmigrantes y alejarlos de exigir concesiones en los lugares de trabajo, por lo que la burguesía de Estados Unidos y su administración política, están dispuestos a pagar para detener a estos trabajadores y otros, en prisiones más aterradoras. Como una táctica eficaz para tratar de asustar aún más a los trabajadores y conseguir el objetivo de mantenerlos “obedientes”.

Para aquellos que analizan la historia, esto no es, por supuesto, nada nuevo, ya que podemos recordar fácilmente la operación continua de la Bahía de Guantánamo, que ahora también es un escenario en la propuesta de expansión para la detención de inmigrantes. Guantánamo y los “sitios negros”, por supuesto, se hicieron famosos durante la guerra de Irak como sitios de tortura y muerte sádicas, cuya razón oficial de existencia para extraer información de los “terroristas”, pero cuya razón – no declarada – de existencia, era aterrorizar completamente tanto al proletariado interno de cualquier nación, “enemiga combatiente” de los Estados Unidos, como a su mismo proletariado interno. Esas instalaciones de “sitios negros” todavía están en funcionamiento hoy en día y los prisioneros de la “guerra contra el terror”, todavía están cautivos en estos lugares. Lo que se inició bajo las administraciones anteriores para la Guerra contra el Terror, se ha ampliado aún más para incluir la detención de trabajadores inmigrantes, sentando un precedente legal para hacer esto sin tener que mostrar siquiera ningún tipo de vínculo tenue con el terrorismo, proporcionando así más vías para aterrorizar a los trabajadores “legalmente”.

Pero incluso esto no es nuevo, ya que se llevaron a cabo acciones similares durante el “internamiento” japonés en la Segunda Guerra Mundial (En 1942 120.000 ciudadanos estadounidenses de etnia japonesa, fueron internados en campos de concentración por seguridad), el sistema de esclavitud como propiedad y el terrorismo sistemático, tanto estatal como privado, así como la opresión contra trabajadores negros, esclavos y ex esclavos, antes y después de la Guerra Civil; las redadas del Fiscal Palmer en 1921, el pánico rojo de las décadas de 1940 y 1950, así como los innumerables abusos diarios que enfrentan los trabajadores a manos de la ley.






Sobre los ejécitos de reclutas y profesionales

El monopolio de las armas y de la fuerza es prerrogativa de la clase en el poder; el ejercicio de la violencia le pertenece por derecho.

Con las guerras napoleónicas en Europa se abre un ciclo de guerras revolucionarias, de derrumbe del orden feudal y de formación de los Estados nacionales. Aunque el reclutamiento obligatorio no es una invención de la burguesía, al igual que el ejército permanente, la Francia revolucionaria decreta en varias ocasiones la levée en masse, es decir, la conscripción obligatoria en defensa de la nación en peligro y contra los intentos de restauración del orden social anterior.

La naturaleza de las guerras napoleónicas, garantizaba el entusiasmo y la disciplina entre los combatientes provenientes de las clases revolucionarias, a pesar de los episodios de traición que también se dieron.

El ciclo de guerras para la formación de los Estados nacionales en Europa occidental, concluye con la guerra franco-prusiana de 1870. En el campo de batalla se enfrentan ejércitos de dimensiones nunca antes vistas, con millones de hombres. Comienza el ciclo de las guerras imperialistas, guerra contra el proletariado y guerras de conquista de mercados y materias primas. Engels condenará el primer grito del imperialismo alemán, aunque al mismo tiempo consideraba progresista la unificación nacional alemana. Con el fin de las guerras de formación de los Estados nacionales, la burguesía pierde toda función revolucionaria y revela su papel como una clase saqueadora y anti-proletaria.

En las guerras imperialistas, la acción militar adquiere una doble función, la defensa de los intereses de la nación para el reparto del botín y el mantenimiento del orden constituido, tanto en el país de origen, como en el conquistado.

Los intereses de la clase obrera ya no coinciden con los intereses de la nación. Para la burguesía esto representa un grave problema. Por un lado, necesita un ejército de reclutas amplio y disciplinado para librar una guerra en la que uno de los enemigos es precisamente, la clase de donde provienen, la mayoría de los combatientes.

El ejército de reclutas en la época moderna es un instrumento peligroso si escapa al control, la burguesía debe reaccionar rápidamente, tratando de replicar lo que demostró la Comuna de París; en poco tiempo, las burguesías enemigas se solidarizaron y volvieron las armas contra el proletariado insurgente.

Durante la Primera Guerra Mundial, con la Revolución Rusa se rompe el eslabón más débil de la cadena imperialista; en Francia, Italia y los Balcanes, la sedición y el rechazo de la guerra hierven. Poco después, en Alemania y en Hungría, se forman consejos de obreros y soldados que rompen la disciplina en el ejército. Se enciende la alarma roja, la guerra entre los imperialismos enemigos cesa con una paz de compromiso, impulsada por la urgencia de apaciguar y restablecer el orden social.

Para la burguesía, por lo tanto, administrar el ejército de leva es una necesidad y al mismo tiempo un problema, una tropa armada y entrenada que no sigue órdenes, o peor aún, que obedece las órdenes del partido de otra clase, significa su muerte segura.

En Europa, durante la Primera Guerra Mundial, la represión contra la rebelión de los soldados fue durísima. En Italia, esto se llevó a cabo a través del cuerpo especial de los Carabineros y mediante el aislamiento de las tropas indisciplinadas. Tras la huelga militar de Caporetto, se creó la “Oficina P”, es decir, el departamento de propaganda, con el propósito de revestir de falsos ideales la guerra fratricida entre proletarios y contrarrestar el derrotismo de los socialistas de izquierda. Pocos lo saben, pero el célebre Piero Calamandrei, considerado el poeta de la Resistencia y de la guerra patriótica contra uno de los invasores (cuando el alemán se fue, llegó el estadounidense), inició su carrera en esta oficina. Ya en aquella época, clamaba por el enfrentamiento y la masacre entre los hijos del proletariado.

Las burguesías, superado el impacto inicial por la amenaza a la estabilidad del orden capitalista, aprendieron la lección y, aunque no renunciaron completamente al reclutamiento de proletarios, buscaron reorganizar sus ejércitos de manera distinta. Los ejércitos burgueses comenzaron a estructurarse en cuerpos de élite, profesionales de la guerra, voluntarios bien entrenados, separados de la masa de reclutas.

Mientras que hasta la Primera Guerra Mundial la oposición entre oficiales, suboficiales y soldados reflejaba la división de clases – por un lado, terratenientes y burgueses; por otro, campesinos y proletarios – con una evidente función contrarrevolucionaria, desde la Segunda Guerra Mundial, y más aún en la actualidad, los Estados burgueses modernos pueden nutrir sus rangos de mando exclusivamente con elementos provenientes del proletariado.

Esta “especialización” dentro de las fuerzas militares, extendida verticalmente por toda la jerarquía, se explica como una necesidad técnica de entrenamiento en el uso de nuevas armas. Sin embargo, también cumple la función de garantizar su empleo contra la clase obrera. Cuando los soldados de infantería abandonan horrorizados el frente, intervienen las tropas de élite para imponer la disciplina. Durante la Segunda Guerra Mundial, todos los Estados establecieron cuerpos especiales para el control de la tropa. Las Waffen SS en Alemania nacieron para sostener la “moral de la tropa”, fieles al orden establecido. En Italia, los “Carabineros” desempeñaban esta función.

Con el fin del ciclo de expansión capitalista posterior a la Segunda Guerra Mundial y sus devastaciones, el mantenimiento de un ejército de leva se convirtió en un costo insostenible para la burguesía. Así, a partir de los años 80, el reclutamiento obligatorio fue suspendido en todos los países occidentales o reducido al mínimo.

En Italia, la Ley n.° 331 del 14 de noviembre del 2000, suspendió el servicio militar obligatorio en favor de un ejército profesional. Cuatro años después, la llamada “Ley Martino” prorrogó indefinidamente dicha suspensión. Es importante destacar que el servicio militar obligatorio ha sido suspendido, pero no abolido.

“Por otra parte, incluso guerras de carácter local requerirían ejércitos consistentes para el control del territorio. La disponibilidad de armamento y el dominio del mar o del aire, no son suficientes si falta una tropa desplegada en el terreno, para la sumisión detallada del enemigo armado y de las clases sociales, sus partidos e instituciones. La técnica letal de los armamentos infunde terror y tiene capacidad devastadora, pero no es suficiente; se necesitan más hombres de los que los ejércitos profesionales pueden poner en el campo de batalla.

Los Estados han tratado de responder a esta necesidad apoyándose en las Empresas Militares y de Seguridad Privadas (PMSC), cuya función es respaldar a las fuerzas armadas en operaciones de guerra. En Estados Unidos, existen más de 40 compañías privadas que proporcionan mercenarios para estos cometidos, y con la guerra en Ucrania ha tomado relevancia el Grupo Wagner, una empresa privada de mercenarios con decenas de miles de efectivos, que opera en varios países para extender la influencia y defender los intereses de Rusia fuera de sus fronteras.

Por ejemplo, en Afganistán, tanto a rusos como a estadounidenses les faltó la capacidad de enviar un verdadero ejército de ocupación, y se vieron las consecuencias con la retirada bajo los ataques de los talibanes. La guerra actual en Ucrania es de trincheras, mientras que las grandes ciudades, por ahora, no están en los planes de conquista.

Sin embargo, el ejército mercenario, compuesto por “asalariados”, puede ser aún menos confiable que el de reclutas, como enseña la historia milenaria de los ejércitos de la clase dominante.

El conflicto en Ucrania ha demostrado que un ejército profesional, no puede soportar el desgaste y la pérdida de efectivos impuesta por una guerra simétrica y convencional, que dura meses o incluso años. Tanto Ucrania como Rusia han tenido que recurrir al reclutamiento obligatorio, mientras decenas de miles de jóvenes intentaban desertar y refugiarse fuera del país. A pesar de grandes dificultades, Ucrania ha logrado movilizar a más de un millón de soldados, y Rusia, tras los golpes sufridos en los primeros meses de guerra, también ha movilizado a cientos de miles de efectivos. No obstante, el control de grandes ciudades no está en los planes del gobierno ruso, precisamente porque exigiría un mayor despliegue de tropas.

Ahora, los titiriteros que impulsan la guerra y manipulan a Ucrania desde el exterior, buscan aprobar una nueva ley que reduzca la edad de reclutamiento de 25 a 18 años, enviando al frente a miles de nuevos conscriptos en nombre del Capital, ucraniano y occidental. Por ahora, el gobierno ucraniano se resiste, temeroso de provocar una revuelta social en un país ya agotado por la guerra y la continua pérdida de soldados.

Recientemente, las burguesías polaca y báltica han anunciado su disposición a, en acuerdo con Ucrania, repatriar a los jóvenes desertores que han huido de la guerra, después de haber explotado su trabajo con salarios miserables y condiciones duras. Saben que el conflicto se acerca a sus fronteras. Polonia, Lituania y Estonia se están rearmando,, no solo en términos de equipos y armamento, sino también socialmente, instando a los jóvenes trabajadores a sacrificarse por la bandera y los intereses nacionales. La presencia en casa de desertores y renuentes al servicio militar ucraniano ya es un mal ejemplo. Hoy parten los jóvenes ucranianos; mañana serán los proletarios polacos y lituanos. Todos deben prepararse para descender a las trincheras, por el honor, es decir, por las ganancias del capital nacional.

He ahí por qué la masacre en Palestina es tan atroz. Es puro terrorismo contra el proletariado, no solo en la Franja de Gaza, sino en toda la región del Medio Oriente. En ausencia de un ejército capaz de controlar el territorio, el único recurso restante es la ostentación terrorista de la técnica: bombas anti-búnker, celulares con explosivos, etc. Las burguesías del mundo se declaran horrorizadas, pero en realidad están encantadas con el papel mercenario del Estado israelí contra las masas desposeídas de toda la región, un Estado que solo puede reclutar a unos pocos ciudadanos para enviarlos al matadero.

En Rusia, como en Ucrania, se vacían las cárceles para enviar criminales al frente, reclutados con la promesa de libertad. Una masa de delincuentes es difícil de controlar, pero sirve para operaciones sucias y para corromper la solidaridad entre los reclutas.

Hoy la burguesía avanza hacia un nuevo conflicto generalizado, necesidad de una sociedad moribunda. Solo confía en una guerra inmensa, en la cual, si resulta victoriosa contra el proletariado, pueda imponer su régimen bestial y anticuado de explotación.

Hace apenas unos días, un alto funcionario de la OTAN declaró a la agencia ANSA: «La forma en que los aliados eligen aumentar el reclutamiento de soldados es altamente política, así que no damos indicaciones al respecto, las distintas opciones se basan en la historia de cada nación y en los acuerdos políticos. Sin embargo, alentamos a afrontar la nueva realidad, los planes regionales de defensa aprobados por los líderes nos indican que estamos en el terreno de la seguridad colectiva, de una guerra de desgaste, y se necesitan más hombres. Debemos reconocer –concluyó el alto funcionario– que venimos de una era en la que teníamos fuerzas armadas pequeñas, profesionales, de muy alta calidad, costosas, pero con números limitados, que con la tasa de pérdidas actual en Ucrania, tendrían dificultades para sostener un segundo o tercer mes de conflicto. Por eso alentamos a los aliados a cambiar y a asignar a la OTAN los efectivos que necesitamos».

Las burguesías se verán forzadas a reclutar un vasto ejército que no podrá ser sino de reclutas. Nosotros, los comunistas, aceptamos el desafío que nos propone esta sociedad de la muerte.

Porque el frente no está en el Donbás o en Gaza, sino en nuestra propia casa.

Los comunistas siempre han reconocido la función revolucionaria de los proletarios reclutados en el ejército burgués, y nunca han confiado en los actos de conciencia individual para acabar con los ejércitos y la guerra. No se pide un gesto heroico. Nuestro derrotismo revolucionario no es la acción individual del que deserta y abandona las armas. Es necesario arrebatarle a la burguesía el monopolio de la fuerza armada, para subvertir la técnica y la disciplina del ejército, quien tendría un nuevo mando, el del Partido Comunista, con el fin de desmantelar el orden establecido.

Frente al capitalismo en crisis terminal, que muestra su cara feroz de egoísmos nacionales, exterminios y destrucción, se alza el programa revolucionario del comunismo.






El "Socialismo democrático" falso amigo de la clase obrera

(Informe de la reunión general de Septiembre de 2023)

En su Crítica del Programa de Gotha de 1875, Karl Marx criticó lo que consideraba una corriente particularmente patética dentro del movimiento obrero contemporáneo: un «tipo de democratismo que se mantiene dentro de los límites de lo permitido por la policía y no por la lógica». Marx no veía en las reivindicaciones de esta corriente “más que la vieja letanía democrática que todos conocen: sufragio universal, legislación directa, derechos populares, milicia popular, etc.”. Hoy, siglo y medio después, nos enfrentamos a la misma letanía, mucho más absurda que en la época de Marx, dado que el capitalismo, a menudo disfrazado de democracia burguesa, que sigue siendo su forma política más característica, ha revolucionado el mundo.

Nos referimos a las ruinas del “socialismo democrático”. Quienes se adhieren a esta ideología fundamentalmente pequeñoburguesa suelen ser muy sensibles a las deficiencias de la democracia burguesa: donde promete libertad e igualdad, denuncian la ausencia de libertad y desigualdad; donde promete el gobierno del pueblo, se quejan del gobierno de una pequeña minoría; donde promete la emancipación de las minorías, les desvelan su opresión. En una palabra, están decepcionados por la democracia que realmente existe, es decir, la democracia burguesa. Su solución es simple, aunque banal: se necesita más democracia. En lugar de preguntarse qué implica realmente la democracia y si es realmente la única panacea para los problemas y males del mundo, simplemente asumen que estos problemas se deben a la falta de democracia. A veces llegan a decir que la forma de democracia que existe actualmente no es la verdadera democracia. En sus “Notas sobre el libro de Bakunin”, “Estado y anarquía”, Marx nos informa que “las elecciones son una forma política incluso en las comunidades rusas más pequeñas y en las cooperativas (artels). El carácter de las elecciones no depende de estos nombres, sino de la base económica, de los vínculos económicos entre los votantes”.

Lenin retoma el mismo tema en “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”, donde reprende al oportunista del título por su invocación de la democracia “pura”: “Si no se quiere burlar tanto del sentido común como de la historia, es evidente que es imposible hablar de “democracia pura” mientras existan diferentes clases; solo se puede hablar de democracia de clase (…) “Democracia pura” es la frase mentirosa del liberal que quiere engañar a los trabajadores. La historia conoce la democracia burguesa, que sustituyó al feudalismo, y la democracia proletaria, que sustituyó a la democracia burguesa”.

Actualmente, la gran mayoría de los países del mundo se gobiernan según diversas variantes de la democracia burguesa: es decir, regímenes democráticos adaptados a las necesidades e intereses de la burguesía, la clase que disfruta de la propiedad de los medios de producción. Al extender los derechos políticos a toda la población y dar voz a las masas, la burguesía asegura la continuidad de su dominio de clase. De hecho, en una sociedad sin privilegios políticos a priori, quienes ostentan el poder económico están inevitablemente destinados a gobernar. Precisamente por esta razón, la burguesía, en sus grandes revoluciones contra el Antiguo Régimen, eliminó los privilegios políticos de la nobleza y el rey y, al hacerlo, sustituyó al súbdito feudal por el ciudadano. La igualdad de los ciudadanos es solo el reflejo político de las relaciones económicas en las que se basa la sociedad burguesa. En esta sociedad, donde prevalece la propiedad privada de los productos destinados al intercambio, los individuos se enfrentan entre sí como propietarios de mercancias. Son “libres” en el sentido de que intercambian sus mercancias «voluntariamente»; Y son “iguales” en el sentido de que se reúnen como propietarios de mercancías e intercambian mercancías de igual valor. Aquí, en la relación de intercambio de mercancías, que constituye la base de la producción capitalista, se han abolido todas las distinciones de rango social y privilegios tradicionales. Solo hay propietarios de mercancías.

En el Capital, Marx demostró que la explotación y la esclavitud del trabajo asalariado son perfectamente compatibles con este libre intercambio de mercancías. El trabajador vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario; él y el capitalista intercambian sus mercancías en el mercado, sin que sea necesaria ninguna coerción extraeconómica. Pero la fuerza de trabajo tiene un valor de uso particular: cuando se utiliza, crea nuevo valor, más valor del necesario para su mantenimiento y reproducción. Esta es la fuente de la riqueza capitalista. Al final de todo el proceso, al trabajador, una vez que ha intercambiado su salario por comida, ropa, alquiler y otros bienes esenciales, no le queda nada más que su capacidad de trabajar, su fuerza de trabajo. Para sobrevivir, tendrá que intentar vender de nuevo esta única mercancía suya. El capitalista, mientras tanto, ha recibido el producto del trabajador que, una vez vendido en el mercado, no solo le ha devuelto el equivalente del capital variable (salario) que ha adelantado, sino también una plusvalía que puede utilizarse para subyugar otra fuerza de trabajo.

Es así como la libertad y la igualdad de los propietarios de mercancías se transforman dialécticamente en su opuesto: la explotación y la esclavitud de unos por otros. Como dice Marx: «La ley de apropiación basada en la producción y circulación de mercancías, o la ley de la propiedad privada, se convierte, por su propia e inevitable dialéctica interna, en su opuesto directo».

No es de extrañarse entonces que, al construir el orden político que más le conviene, la burguesía no haya tenido necesidad de recurrir al sistema burdo de los privilegios políticos que caracterizaban al Estado feudal. La libertad y la igualdad no son en absoluto incompatibles con la producción burguesa, de hecho, esta última las presupone como base. Por lo tanto, en esta denominación abstracta, desprovista de cualquier diferenciación de rango, el ciudadano ha reemplazado progresivamente a la nobleza, al siervo de la gleba y al esclavo de los órdenes sociales pre-capitalistas. Como ciudadanos, los individuos de todas las clases – al menos en la forma clásica de la política burguesa – están autorizados a votar, es decir, a participar en la determinación del gobierno de la burguesía. Ellos seleccionan al personal que administrará el Estado burgués, un Estado cuya misión fundamental, la defensa de la propiedad privada y el capital, nunca se cuestiona.

La democracia «cambia cada vez que cambia el demos» (Engels), es decir, cada vez que cambia la situación económica y social de los votantes. El demos, en una sociedad capitalista típica, incluye a toda la población adulta. Pero dentro de esta población, la fuerza económica dominante, y por lo tanto también la fuerza intelectual dominante, es la propia burguesía. Su control sobre los medios de producción también le garantiza el control sobre los medios de producción intelectual; y, por lo tanto, «a ella, en general, se someten las ideas de quienes carecen de medios de producción intelectual». Y dado que la democracia burguesa aborrece los privilegios políticos especiales, es decir, trata a cada miembro de la sociedad como un “ciudadano” abstracto, es natural que quienes ostentan privilegios económicos lleguen a dominar los puestos de gobierno. Disponen del tiempo, el dinero y los recursos para hacerlo, y, después de todo, «las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son las relaciones materiales dominantes tomadas como ideas». Además, la propia maquinaria estatal no puede considerarse al margen del poder económico de la burguesía, porque depende de la acumulación de capital para su poder, un poder que ejerce para salvaguardar dicha acumulación. El Estado es un órgano para el ejercicio del dominio de clase de la burguesía, y las formas democráticas que asume no alteran este hecho fundamental.

Como escribe Lenin: «El historiador marxista Kautsky nunca ha oído que la forma de las elecciones, la forma de una democracia, sea una cosa, y el contenido de clase de una institución dada, otra».

Así, a lo largo de la historia, el mecanismo democrático ha sido utilizado como instrumento de gobierno por diversas clases dominantes, desde los esclavistas atenienses hasta los patricios romanos y la burguesía moderna. La simple forma de la democracia no garantiza en absoluto la dominación de ninguna clase: su resultado depende «de la base económica, de los vínculos económicos entre los votantes» (Marx).

Los individuos involucrados en las relaciones burguesas ven al Estado como un medio para alcanzar ciertos fines que el propio Estado les impone, por ejemplo, la necesidad de propiedad privada para satisfacer sus necesidades. Y mientras tanto, permanece incuestionable su verdadero propósito, salvaguardar las condiciones para que continúe la acumulación de capital. El Estado, en realidad, es la asociación de la burguesía contra otras clases. El clamor contra la corrupción de los grupos de presión corporativos revela solo una completa ignorancia de la naturaleza clasista del Estado. Este se basa en el mantenimiento de la economía capitalista para su propio poder y utiliza la democracia como medio para lograr este fin. Cuando la democracia no logra producir la docilidad requerida, por poco frecuente que sea, siempre se puede recurrir a la fuerza bruta. La violencia no es una contradicción con la democracia, sino su complemento necesario; cuando el bisturí falla, se recurre al garrote.

Marx demostró así como la libertad económica y la igualdad pueden transformarse en su opuesto: la no libertad y la desigualdad. Pero quienes aceptan esta idea en el ámbito económico a menudo se muestran curiosamente reacios a aplicarla a la política. No se dan cuenta de que las elecciones basadas en el sufragio libre, igualitario y universal pueden servir como instrumentos de dominación de clase debido a las relaciones económicas en las que se entrelazan las relaciones entre los votantes. No comprenden que la democracia «carece de valor como principio, siendo más bien un simple mecanismo organizativo fundado en una simple y banal presunción aritmética, que la mayoría tiene razón y unos pocos están equivocados» (El Principio Democrático, 1921), y que su carácter «no depende de este nombre [es decir, democracia], sino de la base económica, de la situación económica de los votantes». Esta situación económica, determinada por el modo de producción imperante, dicta el contenido de la democracia en cuestión. Así, el “mecanismo de organización” democrático ha demostrado su compatibilidad con formaciones sociales tan diversas como el Estado esclavista ateniense, las asambleas de aldeas campesinas y los sindicatos proletarios.

Nuestra corriente escribió en 1920: «La democracia electoral burguesa busca la consulta de las masas, pues sabe que la respuesta de la mayoría siempre será favorable a la clase privilegiada y delegará prontamente en esta clase el derecho a gobernar y a perpetuar la explotación. No será la adición o la eliminación de una pequeña minoría de votantes burgueses lo que cambie la relación. La burguesía gobierna con la mayoría, no solo de todos los ciudadanos, sino también de los trabajadores».

Debe quedar claro, entonces, que una democracia “pura”, “verdadera” o “real” no existe ni ha existido nunca; más bien, la naturaleza de cualquier democracia está determinada por la base económica sobre la que se desarrolla. Y esto debería demostrar por qué “más” democracia no resolverá los problemas creados por el modo de producción capitalista. Al contrario: solo privando a la clase dominante de sus derechos políticos, tras haberla derrocado, la clase obrera, mediante su propia supremacía política irrestricta, logrará la transformación de las relaciones económicas existentes y remediará sus males.

Esto no significa que no se puedan utilizar mecanismos democráticos en los métodos de organización del proletariado. En el curso de la lucha revolucionaria, pueden surgir situaciones que requieran la consulta democrática de la clase, o de sectores específicos de ella. Pero atribuir un valor innato a la democracia significa atar de manos al proletariado de antemano, limitarlo arbitrariamente a un mecanismo de organización específico, privándolo de la versatilidad táctica que necesitará para prevalecer en la conquista del poder. En la lucha a muerte contra la burguesía, puede haber momentos en que el proletariado deba confiar en su órgano dirigente (es decir, el partido) para actuar sin consultar a las masas, como en situaciones de emergencia militar, cuando la mayoría de la clase es engañada por la propaganda burguesa, etc. Rechazar, en principio, cualquier desviación del mecanismo democrático de organización significa paralizar la revolución de antemano.

No se puede plantear extender los derechos democráticos a la burguesía bajo la dictadura del proletariado. Hemos visto que, sobre la base del modo de producción capitalista, la igualdad de derechos políticos entre las clases es precisamente lo que reproduce y sostiene el estado de cosas actual; es el mecanismo que corresponde a los intereses de la burguesía como clase económicamente dominante. Para derrocar este modo de producción, por lo tanto, el proletariado debe privar a su enemigo de derechos políticos y asegurarse que solo los trabajadores ejerzan el poder; debe privilegiarse frente a la burguesía.


El enemigo pequeñoburgués

Queda una pregunta por responder: si la demanda de democracia “pura”, o de mayor democracia en abstracto no proviene del proletariado revolucionario, ¿cuál es la base de clase de esta demanda? O, como habría dicho Lenin: ¿quién se beneficia de ella?

La pequeña burguesía ocupa una posición particular dentro de la sociedad capitalista. Atrapada entre la clase dominante y la clase de los esclavos asalariados, sus miembros individuales se ven constantemente amenazados por una posible proletarización. Ella compite desesperadamente contra la gran burguesía, que con su mayor capital y su control del poder estatal, siempre está destinada a triunfar y a incorporar a los pequeños propietarios a las filas de la clase obrera, en resumen, a expropiarlos desde arriba. El Estado burgués, como la organización de lucha más avanzada de su clase, puede tener interés en mantener un estrato de pequeños propietarios para debilitar la relación antagónica del proletariado con la burguesía, pero solo puede hacerlo oponiéndose a la incesante centralización del capital.

Por otra parte, la pequeña burguesía está amenazada por una expropiación desde abajo, es decir, por un movimiento revolucionario del proletariado contra las relaciones de propiedad privada en las que se basa la existencia de la pequeña burguesía. Demasiado débil para desafiar a la burguesía sola, debe intentar constantemente engañar al proletariado para que apoye sus demandas. Pero tan pronto como el proletariado comienza a sentir su propia fuerza y ​​a luchar por sus reivindicaciones, la pequeña burguesía, atada por su interés en la preservación de la propiedad, traiciona a los trabajadores en momentos decisivos. Este es el tipo de oscilación que han mostrado las llamadas clases medias a lo largo de la historia, una actitud que surge de su precaria posición entre las dos grandes clases de la sociedad moderna.

La moderación, la adhesión a una sociedad burguesa ideal, es, por lo tanto, lo que más desea la pequeña burguesía. El pequeño burgués desea la propiedad privada, pero de tamaño moderado; desea competencia, pero de intensidad moderada; desea trabajadores dóciles; en una palabra, desea una sociedad capitalista sin sus consecuencias necesarias, consecuencias que amenazan su existencia pequeñoburguesa. Por lo tanto, no solo es ultra-reaccionaria, sino un enemiga de la clase obrera, pues es enemiga de la socialización y la concentración de las fuerzas productivas, que constituyen la gran contribución del capitalismo al progreso social y la base de la futura sociedad comunista.

No sorprende, por tanto, que, en el marco de la ideología política, las reivindicaciones de la pequeña burguesía apelen a un ideal democrático “puro”, una forma de democracia que nunca ha existido ni existirá. Ella condena la democracia existente como falsa, mientras exalta una democracia ideal y auténtica. Se venera el reflejo ideológico de la sociedad burguesa, la imagen que esta propaga de sí misma, como refugio ante la precaria posición que realmente ocupa la pequeña burguesía.

«El carácter específico de la socialdemocracia – escribe Marx en “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” – se resume en el hecho de que las instituciones republicanas democráticas se exigen no como un medio para eliminar ambos extremos, el capital y el trabajo asalariado, sino como un medio para atenuar su contraste y transformarlo en armonía. Pero por muy diferentes que sean las medidas que se propongan para lograr este objetivo, por mucho que estas medidas se adornen con representaciones más o menos revolucionarias, el contenido sigue siendo el mismo. Este contenido es la transformación de la sociedad por medios democráticos, pero una transformación que no va más allá del marco de la pequeña burguesía. No hay que visualizar las cosas de forma estrecha, como si la pequeña burguesía pretendiera defender un interés de clase egoísta por principio. Ella cree lo contrario, que las condiciones particulares de su liberación son las condiciones generales, dentro de las cuales solo la sociedad moderna puede salvarse y la lucha de clases evitarse».

El socialismo democrático, como heredero moderno de la tradición conocida en la época de Marx como socialdemocracia, muestra plenamente estas mismas tendencias. Busca más democracia, pura y, es cierto, porque así lo exigen las condiciones particulares de la emancipación de la pequeña burguesía, es decir, la necesidad contradictoria de una sociedad capitalista despojada de sus amenazas y antagonismos necesarios. Y dado que la pequeña burguesía es demasiado débil para extraer concesiones significativas de la burguesía por sí sola, debe sumar al proletariado a su causa. Así, los socialistas democráticos anuncian a los trabajadores su quimera de un capitalismo renovado, prometiendo que su sufrimiento se debe a la falta de democracia y que la democracia “verdadera” les pondrá el poder en sus manos. En lugar de organizarse en su propio terreno de clase para defender sus reivindicaciones, se anima a los trabajadores a participar en campañas interclasistas por la atención médica universal, el aumento de impuestos a los ricos, la nacionalización de las industrias, la abolición del Senado, la renta básica universal, etc. Todas estas medidas, como señala Marx, solo buscan diluir el antagonismo entre el capital y el trabajo, manteniendo a los trabajadores lo suficientemente dóciles como para ser explotados productivamente y a los grandes capitalistas demasiado débiles como para expropiar a sus primos menores. Sobre todo, al pequeño burgués le preocupa mantener su posición siempre amenazada, por las buenas o por las malas.


Comunismo y democracia

Si el socialismo democrático se preocupa por debilitar los antagonismos inherentes al capitalismo y, por lo tanto, por preservar la existencia de la pequeña burguesía y la propia sociedad burguesa, el comunismo se preocupa por agudizar estos antagonismos y llevarlos a su conclusión histórica: el derrocamiento de la clase dominante por la clase obrera. El proletariado no tiene ningún interés en la sociedad burguesa, que se basa en la explotación despiadada de su clase. Al contrario, solo puede liberarse aboliendo la sociedad burguesa y sus fundamentos materiales.

Lo mismo no se puede decirse de la pequeña burguesía, que anhela ante todo mantener su posición dentro de esta sociedad. De ahí su atractivo magnético hacia el socialismo democrático, que promete una armonía alcanzada sin la destrucción de las relaciones sociales existentes ni de la pequeña burguesía como clase. Esta ideología es una quimera: una oposición absurda entre la expresión ideal de la sociedad burguesa y su sucia realidad, entre la democracia “pura” y la democracia en su realidad social. Es un intento fantástico de perfeccionar la sociedad burguesa, de conciliar los opuestos, mientras el proletariado revolucionario busca abolirla. La ideología del socialismo democrático estalla como una burbuja de jabón al más mínimo contacto con el mundo real.

La democracia, fundada en las relaciones de producción burguesas, nos ha dado el mundo que vemos hoy, el mismo mundo que los socialistas democráticos condenan como antidemocrático. Para cambiar este mundo, la democracia no basta; ningún simple “mecanismo de organización” puede garantizar el éxito de una revolución en las relaciones sociales de la humanidad. Lo que se necesita es una revolución proletaria, que prive a la burguesía de toda participación en la vida política y utilice su control dictatorial del poder para abolir por la fuerza las bases de la explotación capitalista.

Esto no ocurrirá hasta que el proletariado haya aprendido a valerse por sí mismo y a luchar por sus objetivos de clase; en otras palabras, hasta que se haya liberado de la influencia engañosa de la pequeña burguesía y sus ideólogos, que solo buscan enlistar a los trabajadores como soldados comunes engañados. Los socialistas democráticos son los primeros defensores de estos principios ideológicos erróneos e inconsistentes, y por lo tanto perjudiciales para el movimiento obrero. La experiencia práctica de los fracasos del actual movimiento obrero obligará inevitablemente a los trabajadores a adquirir conciencia teórica y práctica del significado del engaño democrático y a romper vínculos con la pequeña burguesía y sus organizaciones. La experiencia práctica del éxito de las luchas del movimiento obrero, resultante del rechazo a la mistificación democrática, garantizará que mientras el proletariado siga siendo el celoso guardián de su independencia de clase y del programa del comunismo, la pequeña burguesía nunca recuperará el control del movimiento obrero.








POR EL SINDACATO DE CLASE


Trabajo Sindical en Norteamérica

Camaradas intervinieron en una manifestación de febrero donde la Red Federal Sindical (FUN) promovió una huelga contra los despidos masivos que afectaron a los trabajadores de APWU, LIUNA y AFGE. Si bien las consignas iniciales fueron militantes, la FUN retrocedió hacia llamamientos reformistas e interclasistas al estado. La manifestación de 40 trabajadores estuvo repleta de propaganda electoral y discursos de políticos de los partidos capitalistas.

Nuestra intervención incluyó la distribución de textos del partido, la distribución de folletos de la Red de Acción de Lucha de Clases y la crítica a estos métodos electorales. La purga de trabajadores federales, que ya no se consideraba necesaria para asegurar la fácil valorización del capital, confirma que solo con el surgimiento de una revuelta proletaria generalizada y el surgimiento del futuro sindicato de clase, los trabajadores pueden defender sus intereses económicos. Si bien el microcosmos existente de sindicatos establecidos desaparece con la desaparición de los empleos, el futuro sindicato de clase se basa en la solidaridad generalizada de la propia clase trabajadora.

Resolución del Primero de Mayo de los Trabajadores de la Educación: Un compañero del Partido presentó una resolución en una asamblea de educadores de 500 delegados, convocando a una huelga el Primero de Mayo de 2028 y alineándose con otros sindicatos consolidados que han tomado medidas en este sentido. El discurso recibió aplausos, con el respaldo de importantes locales como la Asociación de Maestros de Portland. A pesar de una ajustada derrota (244-242), muchos trabajadores del estado continúan luchando en sus locales para prepararse ante esta eventualidad.

Asamblea de Trabajadores de Richmond y del Sur (SWA): La SWA está presente en 17 ciudades de 6 estados del sur y sufre una severa represión sindical (por ejemplo, la densidad sindical en Carolina del Norte y Carolina del Sur es del 2,4-2,7%). A pesar de las tendencias legislativas, sigue siendo un terreno fértil para la agitación. Militantes del ICP intervendrán en la cumbre de la SWA de junio con prensa y materiales para consolidar un polo de lucha de clases.

Campaña de Solidaridad con los Trabajadores Inmigrantes de la CSAN: En su reunión de mayo, la CSAN adoptó una iniciativa del Partido para organizar resoluciones en defensa de la mano de obra inmigrante. La campaña incluye: distribución de plantillas de resolución de solidaridad, formación de comités de defensa de los trabajadores inmigrantes, producción de material de agitación y promoción de acciones directas intersindicales para liberar a los militantes sindicales detenidos.

En todos los sectores y regiones, el Partido mantiene su deber fundamental: clarificar, polarizar y consolidar la organización de los elementos proletarios en preparación para la generalización de la lucha de clases y la creación del futuro frente único para la unión de clases.

* * *


Huelga de los trabajadores de Birmingham
“Mega piquetes” y solidaridad internacional

En su última votación, 400 trabajadores del servicio de recolección de basura en huelga, de Birmingham (Reino Unido), organizados en el sindicato “Unite”, votaron con un abrumador 97%, de un 75% de participación, a favor de continuar la huelga ante la última oferta irrisoria de la patronal, el Ayuntamiento de Birmingham. Ahora el camino está abierto para que la huelga continúe hasta finales de año.

La Secretaria General de “Unite”, Sarah Graham, reflexiona sobre si fueron los comisionados del gobierno contratados para supervisar el consejo (después de que se declarara en bancarrota en 2023), los responsables indirectos de diluir la “oferta aproximada”, que había surgido de las discusiones mantenidas en mayo; pero aquí tenemos que intervenir ¿Ha habido alguna vez alguna huelga en la que los empleadores dijeran que podían “permitirse” mejorar los términos y condiciones de los trabajadores?

La disputa comenzó en enero después de que el Ayuntamiento de Birmingham anunciara planes para eliminar el papel del Oficial de Reciclaje y Recolección de Residuos (WRCO). El sindicato dice que el resultado es que 170 ex WRCO y 200 pilotos se enfrentan a perder hasta £ 8.000 (Libras Esterlinas) al año según las propuestas actuales del consejo.

Los huelguistas ciertamente han demostrado la naturaleza esencial de su trabajo y están teniendo un impacto significativo al detener su labor, a medida que se acumulan enormes montones de basura en las calles de Birmingham, con la correspondiente afluencia de ratas, se han formado enormes colas en los puntos de recolección móviles de toda la ciudad. Obviamente, las molestias para los residentes no son algo que les guste a los huelguistas, pero tampoco tienen la intención de dar marcha atrás como resultado de ello.

De hecho, el conflicto se intensificaría en marzo hasta convertirse en una huelga indefinida, y el 9 de mayo en el depósito de Lifford Lane habría un “mega-piquete”, al que asistirían – junto con una rata inflable gigantesca – cientos de trabajadores y simpatizantes de todo el movimiento sindical, incluido el Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales. Esto provocó el cierre total del depósito de residuos, en lo que fue un día muy significativo para la huelga.

La huelga masiva de los piquetes provocó la acumulación de 12.000 toneladas de residuos no recogidos en las calles, especialmente en las zonas donde la policía había reducido su presencia. Así que no pasó mucho tiempo antes de que el ayuntamiento recibiera una orden judicial, para impedir que los vehículos de recogida de residuos fueran obstaculizados al salir de los depósitos por quienes estaban en la línea con los piquetes. Obviamente, esto ha tenido un impacto, pero los trabajadores en este tipo de situaciones tienen un talento casi innato para encontrar el camino alrededor de estos obstáculos.

Así que, tal y como están las cosas, habrá otra ronda de negociaciones, pero respaldadas de manera crucial por la huelga en curso, totalmente respaldada por una abrumadora mayoría de los trabajadores de la basura en Birmingham.

El breve resumen anterior de la disputa de los trabajadores de este servicio, ciertamente no es exhaustivo, y claramente hay más que podríamos aprender sobre esta importante disputa que, como base importante de la lucha obrera en curso y decidida, podría levantar la moral de otros sectores, como los médicos, enfermeras y maestros, donde las disputas en torno a los salarios y las condiciones amenazan actualmente con estallar.

Concluiremos destacando uno de los aspectos más memorables del “megapiquete” del 9 de mayo, que fue su carácter internacional, con un memorable discurso pronunciado por Khalid Sidahmed, del consejo editorial de solidaridad de MENA, en nombre de la Alianza de Trabajadores Sudaneses para la Restauración de los Sindicatos (SWARTU) y las Campañas Basadas en Demandas (TAM), y emitido en nombre de los trabajadores sudaneses de la recolección de basura.

Esta expresión de solidaridad, de un grupo de trabajadores que enfrentan no solo ataques a su sustento en un sentido económico, sino que sus propias vidas se ven amenazadas por tener que llevar a cabo su lucha en medio de una zona de guerra, es verdaderamente aleccionadora.

Su panfleto, distribuido en el “mega-piquete”, que resume el mensaje de solidaridad de los trabajadores sudaneses de la recolección de basura, sin duda vale la pena imprimirlo en su totalidad:


Declaración de solidaridad de los trabajadores sudaneses y campañas basadas en demandas para los trabajadores de recolección de la basura en Gran Bretaña

Un saludo a ustedes al levantar la bandera de la dignidad de los trabajadores frente a la represión y el empobrecimiento.

Nos dirigimos a ustedes hoy en nombre de los trabajadores de la basura en Sudán, que han librado sus justas batallas en las calles y plazas de nuestra capital, Jartum. Enviamos nuestro saludo militante y nuestra solidaridad total e incondicional con su legítima huelga, contra los intentos de reducir los salarios y desmantelar sus conquistas bajo el pretexto de la reestructuración y la austeridad encubierta.

Hemos seguido con admiración su resiliencia frente a los intentos del Ayuntamiento, bajo el gobierno laborista, de abolir el papel del “Oficial de Reciclaje y Recolección de Residuos”, una decisión que su sindicato, Unite the Union, reconoce acertadamente como un simple paso para recortar salarios y socavar las condiciones de trabajo. Sabemos muy bien que cuando las autoridades no logran enfrentar a los trabajadores organizados, recurren a sus viejas herramientas: la policía, la difamación, las leyes opresivas o incluso hablar de intervención militar para recoger los residuos. Hemos sido testigos de lo mismo en Sudán cuando se llamó a la policía para romper nuestras huelgas, y fuimos reemplazados por empresas privadas para romper nuestra unidad, intentos desesperados del Estado de sembrar el miedo y la división.

Conocemos muy bien este tipo de guerra de clases, una guerra no declarada que se libra a través del hambre, las deducciones arbitrarias, los despidos y la discriminación contra las trabajadoras, negándoles la licencia de maternidad y de cuidados. Hemos visto cómo las autoridades nos despojan de nuestros derechos a los contratos, a los seguros y a la seguridad en el lugar de trabajo, incluso mientras limpiamos las mismas calles por las que el Estado se jacta de su imagen “civilizada”, construida sobre nuestro sudor y nuestros cuerpos rotos.

También debemos destacar cómo la guerra en curso en Sudán ha profundizado el sufrimiento de los trabajadores de la basura y ha empeorado las ya terribles condiciones. Muchos de ellos han perdido el contacto y se desconoce su paradero y condiciones de vida. Crecen los temores sobre su destino en medio de informes de brutales asesinatos en zonas que fueron testigos de intensos combates. La ausencia total de información sobre ellos en el caos y la destrucción, hace que su causa no sea solo una demanda laboral, sino también una prioridad humanitaria y moral.

La solidaridad entre los trabajadores de los contenedores en el Sur Global y el Norte Global no es solo un acto emocional, es un paso necesario en una lucha compartida. La austeridad, el racismo y la represión sindical son políticas globales destinadas a debilitar el poder de la clase trabajadora.

La lucha comienza con la organización, la coordinación, la conciencia y la eliminación de las fronteras artificiales entre los trabajadores de aquí y de allá. Estamos con ustedes y les decimos: no hay vuelta atrás. No estás solo. Sus voces nos llegan. Al igual que los trabajadores de la basura en Sudán, sin un sindicato oficial, organizaron sus propios comités a mano y se apoderaron de su derecho a organizarse, vemos que continúan por este camino con resiliencia y conciencia.

Viva su lucha - Viva la solidaridad internacional - Gloria a los trabajadores en todas partes, en todo momento - En nombre de la Huelga y Negociación de los Trabajadores de la recolección de la basura.

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Protestas en las escuelas secundarias de Turquía

El 8 de abril, los docentes de las “escuelas de proyecto” fueron trasladados a diferentes escuelas en Turquía sin ninguna explicación. Se anunció que los contratos de 38.000 maestros que trabajaban en estas escuelas de proyecto habían expirado. El incidente naturalmente, provocó una reacción por parte de los profesores afectados, dando inicio a una protesta a nivel nacional. Los maestros criticaron al Ministerio de Educación, calificando la medida como un movimiento político. Los estudiantes también apoyaron las protestas, realizando sentadas junto a sus profesores.

Esta política ministerial se estableció hace 10 años. Los docentes y administradores de las escuelas designadas como “Proyecto Especial” podían solicitar continuar trabajando en la misma escuela o ser transferidos después de cuatro años de servicio para otra escuela. A pesar del requisito de “solicitud”, algunos maestros se vieron perjudicados por esta política. Este año, el número de docentes afectados aumentó significativamente en comparación con años anteriores.

En el Parque Kuğulu de Ankara, se desplegaron pancartas con consignas como “Borraste a quienes nos educaron; nosotros te borraremos a tí” y “Placer en el palacio, opresión en las escuelas”. También se exhibió una foto de Ali İsmail Korkmaz, joven golpeado hasta la muerte por policías y comerciantes durante las protestas del Parque Gezi.

El Sindicato de Trabajadores de la Educación y la Ciencia (Eğitim-Sen) emitió un comunicado sobre el tema:

“El proceso de asignación de maestros a las escuelas de proyecto no se basa en criterios concretos, medibles u objetivos; está completamente determinado por discreción política y administrativa. El Ministerio puede designar a cualquier docente o administrador que desee en estas escuelas de proyecto, sin anunciar criterios y sin considerar indicadores objetivos como antigüedad, puntos de servicio o competencia profesional. Esta práctica ha socavado gravemente el sentido de justicia y equidad en la educación durante años; el trabajo, la experiencia y la capacidad profesional están siendo ignorados”.

El Estado burgués reprimió brutalmente las protestas contra el despido de los trabajadores que habían cumplido su período de servicio. No se permitió a los estudiantes salir de las escuelas y se recurrió a la violencia policial. ¡Una vez más, el régimen apunta sus armas contra el proletariado para resolver los problemas que él mismo ha creado!

Los estudiantes y sus protestas no pueden defender por sí solos los derechos del proletariado; son insuficientes. No pueden dirigir el movimiento hacia un programa comunista – el programa del proletariado – pero sí pueden apoyarlo. ¡El único golpe que los maestros pueden asestar contra el sistema explotador que los ha llevado a esta situación es unirse a la huelga general junto con todos los demás sindicatos! Solo el arma de la huelga puede aterrorizar a los gobiernos y paralizar sus operaciones.

¡Vivan los sindicatos de clase! - ¡Viva la solidaridad de clase! - ¡Abajo el sistema de explotación y desempleo!

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Huelgas de trabajadores en las fábricas de producción de armas aeronáuticas en EEUU y huelgas de trabajadores en Irán

A partir del 1 de mayo, lo que debería haber sido un día de solidaridad obrera internacional se convirtió en otro patético espectáculo del oportunismo sindical. En la fase imperialista actual de la decadencia capitalista, muchos sindicatos, alguna vez organizados por los propios trabajadores para defender las necesidades inmediatas de la clase obrera, han sido integrados al régimen legal regulatorio del Estado capitalista, colaborando con dirigentes vinculados a los patrones para disciplinar y corromper al proletariado en función de los intereses del capital nacional. El mecanismo sindical del régimen funciona para canalizar los legítimos antagonismos de clase en torno a la disminución de los salarios en un pacto mutuo con el capital para conquistar el botín imperial mientras se deja intacta la estructura más amplia de explotación de la gran mayoría de los trabajadores. Estas maniobras apaciguan la combatividad, cortando cualquier posible vínculo con los sectores peor pagados, no organizados, y enterrando la conciencia de clase bajo el deber nacionalista. Bajo el pretexto de la “solidaridad”, los líderes sindicales apelan a los trabajadores de todo el mundo.

Entre principios de mayo y principios de junio de 2025, dos grandes huelgas interrumpieron segmentos clave de la industria bélica estadounidense. En Pratt & Whitney, cerca de 3.000 maquinistas de las secciones locales 700 y 1746 del IAM (International Association of Machinists) se declararon en huelga durante tres semanas, paralizando la producción del motor de avión F135, utilizado en el caza furtivo F-35 y en otros aviones de guerra. La huelga retrasó entregas y contribuyó a que la empresa matriz RTX, tuviera un trimestre sin ganancias, con el CEO Chris Calio admitiendo que los envíos del F135 se vieron afectados. Los trabajadores obtuvieron un aumento salarial del 6% en el primer año, mejoras en las pensiones y protecciones contractuales que garantizan que la producción de motores militares permanezca en sus instalaciones de Connecticut hasta 2029.

Simultáneamente, más de 900 miembros del UAW (United Auto Workers) se declararon en huelga en las plantas de Lockheed Martin en Orlando y Denver, ambas esenciales para la fabricación del caza F-16, exigiendo mejores salarios y la eliminación de un sistema escalonado de salarios extendido. La huelga duró poco más de un mes. Aunque ni el UAW ni el IAM coordinaron estas acciones laborales, su simultaneidad interrumpió brevemente la cadena de producción de defensa. Sin embargo, a pesar de su influencia material, ambas huelgas terminaron contenidas dentro de los canales sindicales del régimen y marcos legales nacionales, con el presidente del UAW, Shawn Fain, alineando explícitamente el propósito de la huelga con los intereses del imperialismo estadounidense, describiéndola como parte del patriótico “arsenal de la democracia”. Así, el estúpido chovinismo de Fain, disfrazado de ideales elevados, no es más que la cobertura para corromper a los trabajadores, manteniéndolos dentro de un estrecho interés propio y obteniendo su “parte justa” de las ganancias empapadas en sangre del imperialismo estadounidense. Mientras Fain celebra su papel en asegurar el arsenal del Estado capitalista democrático para el exterminio masivo del proletariado y defiende los aranceles como una necesidad patriótica, su supuesto “antifascismo” es, de hecho, una réplica exacta de las políticas estatales y la retórica del sindicalismo fascista del régimen de Mussolini, posteriormente adoptado por la clase capitalista estadounidense en el New Deal, ayudados por las corruptas políticas Stalinistas del frente popular, que jugaron un papel clave en desmantelar la independencia de los órganos defensivos de la clase proletaria en Estados Unidos.

En Irán, las luchas proletarias han estallado en revuelta espontánea. Comenzando el 19 de mayo con camioneros en Bandar Abbas, la ola se extendió rápidamente a más de 150 ciudades, envolviendo Teherán, Mashhad, Karaj y más. Estos trabajadores – camioneros, panaderos, agricultores, enfermeras – se declararon en huelga sin autorización sindical, impulsados por el aumento del precio de la gasolina de $0,04 a $1,90 por litro, una inflación del 35-50%, salarios impagos y costos de vida insostenibles. Su resistencia es un desafío de clase sin mediaciones, una rebelión orgánica contra la presión imperialista y los regímenes domésticos procapitalistas.

Asimismo, como ya mencionamos, a finales de marzo y abril, trabajadores chinos en las plantas de BYD en Wuxi y Chengdu se declararon en huelga en protesta por recortes salariales, bonificaciones no canceladas y el deterioro de las condiciones de trabajo tras una adquisición de Jabil. A estas se sumaron luchas de trabajadores migrantes, maestros y obreros fabriles exigiendo salarios impagos, particularmente cuando la producción local se ralentizó debido al aumento de las tensiones comerciales entre China y EEUU Estos actos colectivos de revuelta proletaria, aunque operando bajo Estados capitalistas despiadados, señalan las posibilidades de un futuro levantamiento espontáneo de la clase proletaria a escala mundial, que, por supuesto, debe confluir en un futuro frente único sindical de clase.

Juntos, estos episodios ilustran cómo los sindicatos pueden convertirse en tropas de choque de la producción bélica; y estos últimos, cómo la unidad y solidaridad proletarias surgen sin mediación oficial, a través de sectores no organizados que actúan por instinto de clase espontáneo debido a las condiciones materiales. Sin embargo, estas fuerzas aun deben desarrollarse y confluir para organizar una defensa mutua que vincule a los trabajadores de distintos continentes y sectores, trascendiendo los confines contractuales y las ilusiones nacionalistas y apuntando a una defensa unificada contra la profundización de la esclavitud salarial. Solo tal solidaridad material, dirigida por la vanguardia política de clase del Partido Comunista Internacional, podrá, cuando llegue el momento, convertir batallas aisladas en la conquista revolucionaria del poder.

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Colombia
La Reforma Laboral, un nuevo engaño

El gobierno burgués colombiano y la camarilla oportunista encabezada por Petro, que ha sido un paladín de la demagogia, se ha mantenido fiel a su estrategia de fomentar los intereses de la burguesía industrial, con políticas que son presentadas cínicamente a la opinión pública como progresistas, avanzadas y comprometidas con las mayorías asalariadas, oprimidas y explotadas, que hace pocos años protagonizaron meses de revueltas callejeras.

En junio el parlamento colombiano aprobó la Reforma Laboral, con rango de Ley, que fue presentada como una victoria por el llamado “Pacto Histórico” y de ese movimiento popular al que tanto rinden culto los oportunistas para impulsar ese policlasismo que los ha llevado a las alianzas y conciliación con la burguesía. Lo cierto es que, con el respaldo crítico (¿?!!) de las centrales sindicales y el sector empresarial, se aprobó un proyecto que solo dará soporte a la flexibilización laboral (sobre-explotsción) y que no contiene sorpresas. La plataforma jurídica aprobada facilitará la contratación por tiempo determinado, mantendrá la duración de la jornada de trabajo sin mayores cambios, ni siquiera asumiendo las conservadoras recomendaciones de la OIT y deja de lado el abordaje de aspectos centrales como el salario, la edad de jubilación, la sobrecarga de trabajo, etc. La mesa queda servida para facilitar al empresariado la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. Y cualquier atisbo de concesión a mejoras a los trabajadores no hay garantía de que se ponga en práctica.

Los trabajadores colombianos tendrán que unir fuerzas por la base, con unidad y organización en la lucha reivindicativa, porque solo la movilización y la huelga son la garantía para lograr conquistas temporales frente a los patronos capitalistas. Las leyes aprobadas por el parlamento ni encarnan las reivindicaciones obreras, ni se cumplirán sin la presión de la lucha de clase. La realidad de esta lucha impondrá la necesidad de pasar por encima de los sindicatos del régimen, patronales y traidores, para dar paso al surgimiento de verdaderos sindicatos de clase, que lleven las luchas de los trabajadores, sin conciliación, hasta sus últimas consecuencias.

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Venezuela
Solo verdaderos sindicatos de clase serán garantía de una lucha consecuente por aumento de los salarios, pensiones y jubilaciones

El gobierno burgués venezolano y el bloque de partidos que lo respaldan han venido avanzando en el control de diferentes instituciones burguesas para poder administrar de manera más efectiva los intereses de la burguesía y los negocios con los imperialismos. A la reelección del presidente de la república, los oportunistas han sumado el control de la mayoría parlamentaria y de la casi totalidad de las gobernaciones. Y ya se aproximan las elecciones municipales, en las que el partido de gobierno aspira también controlar la mayoría de las alcaldías. De esta manera los partidos que controlan el gobierno venezolano se presentarán ante los diferentes agentes del imperialismo, en cada negociación por el acceso a materias primas (petróleo, gas, oro, etc.) y de infraestructura productiva (empresas quebradas con instalaciones productivas que pueden ser recuperadas con inversión extranjera), con la fortaleza de contar con el control de las instituciones del Estado y un accionar político centralizado, que son la base para la explotación del trabajo asalariado en un clima de paz laboral. El gobierno también ha fortalecido el aparato de represión, bajo la excusa de combatir innumerables conspiraciones, con una articulación de los cuerpos policiales, militares y de inteligencia y con un aparato de justicia (tribunales, cárceles, etc.) que les permite mantener un ambiente de miedo entre los trabajadores, que reciben todos los días el mensaje de que cualquier iniciativa de protesta reivindicativa los puede llevar a la cárcel, bajo acusaciones de terrorismo, conspiración y fomento del odio.

En este contexto, pese a la programación de múltiples procesos electorales a lo largo del año, tratando de motivar a la población a cifrar sus esperanzas en la salida democrática burguesa, pacífica y legal, el descontento se mantiene, contenido por el miedo, la frustración, la apatía y, principalmente, por la falta de canales organizativos que permitan a los trabajadores encauzar su descontento y asumir la lucha reivindicativa y de clase. Esta opción se la han negado las diferentes centrales y federaciones sindicales que todas confluyen en la conciliación con el gobierno y los patronos. Y en esto coinciden incluso las organizaciones sindicales vinculadas a las corrientes oportunistas de la llamada “izquierda”. Esta “izquierda crítica” se ha sumado al electoralismo en torno a posiciones como el llamado a la abstención, básicamente por no contar coyunturalmente con tarjeta y candidato propio, o el llamado al voto nulo, que igual reivindica el voto y, en ambos casos, promueven la ilusión de que los trabajadores puedan encontrar soluciones a sus problemas con más democracia, eligiendo cada cierto tiempo a un nuevo representante de la burguesía en el gobierno. Son muy escasos los dirigentes sindicales que llaman a la lucha y la mayoría no escapa a la confusión oportunista.

Las centrales sindicales, fuera de tímidas declaraciones a los medios de comunicación, no plantean la organización y lucha por aumento salarial. El llamado a la Huelga General, que una todas las luchas obreras, no es asumido por los sindicatos ni por la izquierda oportunista que hace oposición al gobierno. Para defender los intereses de la burguesía, la corriente política que controla el gobierno y los diferentes poderes del Estado, el partido socialista unido de Venezuela (PSUV), ha logrado unir a partidos, dirigentes de gremios empresariales, organizaciones sindicales y organizaciones de diferente tipo donde se nuclea la pequeña burguesía y el campesinado. Las oposiciones (también burguesas) han tratado de incidir en los mismos sectores, pero sin alcanzar la misma influencia. Además el gobierno ha practicado con éxito la intervención, inhabilitación, encarcelamiento o compra de la mayoría de los partidos y dirigentes que le hacen “oposición”. Todo esto configura un cuadro de centralización del poder político, reflejo de la centralización de la economía, que nos confirma una vez más que el autoritarismo no solo no es contradictorio con las democracias burguesas y sus mecanismos electorales, sino que es la expresión más óptima y eficaz de la dictadura de clase de la burguesía.

Los trabajadores de petróleo y petroquímica y de diferentes empresas del Estado, pero también de las empresas privadas y trabajadores del sector público, reciben por su trabajo lo que el gobierno llama “ingreso mínimo integral”, que es una suma de varios conceptos, dentro de los cuales el salario represente aproximadamente el 0,5% y con esta política anti-obrera los trabajadores asalariados han perdido diferentes reivindicaciones como las prestaciones sociales, pagos por vacaciones y diferentes primas y beneficios que se calculan en base al monto del salario. Se trata por lo tanto de una baja brutal de los salarios nominales que ha beneficiado enormemente al empresariado, Y a esta reducción nominal se ha sumado la caída del salario real por el efecto de la inflación. Lo mismo ocurre con los trabajadores jubilados y pensionados que solo dependen de una pensión equivalente a 1 dólar mensual más algunos de los bonos que paga el gobierno. En cualquiera de los casos el llamado “ingreso mínimo integral” solo alcanza para cubrir entre el 20 y el 70% del costo de los alimentos requeridos mensualmente por una familia de 5 integrantes y entre el 10 y el 35% del costo de la vida. Pero más de la mitad de la población está desempleada o bajo un desempleo encubierto, no cuenta con estos pírricos ingresos y sobrevive a duras penas.

En empresas como Diana (fabricante de aceites y grasas de consumo humano) a los trabajadores se les paga con productos de la empresa (para que los trabajadores los revendan) y sin embargo el patrón acostumbra retrasarse en los suministros. El sindicato de PNEUS (antigua Pirelli) realizó declaraciones de solidaridad con los trabajadores de Diana, pero no se ha avanzado hacia acciones huelgarias. Los trabajadores tribunalicios, cuyo patrón es el Tribunal Supremo de Justicia, son mantenidos bajo terrorismo laboral, obligados a trabajar horas extras y fines de semana y días feriados, sin que se les cancelen esas horas trabajadas. En las escuelas públicas de primaria y los liceos (secundaria) cerca de 10.000 maestros y profesores han sido suspendidos temporalmente del trabajo, sin pago de salarios – supuestamente por ser políticamente opositores al gobierno – y luego se les reincorporó gradualmente sin pagarles los salarios no cobrados. Incluso hay docentes activos en los planteles que no reciben sus salarios, ya que a nivel de la nómina del ministerio aparecen como desincorporados. Esto viene sucediendo desde el 2024 y es una política que mantiene el ministerio de educación.

Las luchas económicas de los educadores de las escuelas de primaria y secundaria, de los profesores universitarios, de los trabajadores de la salud y de las diferentes instituciones del sector público, las luchas de los trabajadores petroleros y petroquímicos, de los trabajadores de la industria, el comercio, los servicios y el campo, las luchas de los trabajadores jubilados y pensionados, todas tienen como punto central la exigencia de un aumento significativo de los salarios y las pensiones, que no deberían ser inferiores al equivalente a 1.200 dólares mensuales, si tomamos como referencia el valor de mercado de la llamada “Cesta Básica”, aplicables a cualquier categoría u oficio, ya sea que se trate de trabajadores activos, jubilados o desempleados. Igualmente es un punto de unión para todos los trabajadores el rechazo al pago de bonos que anulan el salario y las pensiones, el rechazo al trabajo en horas extras y la exigencia de reducción de la jornada de trabajo. En salud está la exigencia de una reducción significativa del número de camas/paciente por cada médico y enfermera. Y en educación la reducción del número de estudiantes por profesor/aula. Pero las centrales y federaciones sindicales no impulsan ni canalizan estas luchas y rinden culto a la paz laboral y al legalismo. Los directivos sindicales le dicen a los trabajadores activos y jubilados, “tengamos paciencia, vienen buenas noticias, estamos negociando y no debemos tomar acciones de protesta, no debemos dar una patada a la mesa, ya que se pueden paralizar las negociaciones y se pueden perder oportunidades de mejoras socio-económicas”.

Ante este cuadro adverso, el descontento obrero podría terminar desbordándose, como recientemente lo hicieron los ríos que arrasaron con pueblos, carreteras, cultivos y vidas humanas. Pero los estallidos ciegos de la ira de la clase obrera históricamente han terminado en derrotas y en crisis políticas manejables por la democracia burguesa y su aparato de represión. Lo deseable es que se produzca una reanudación de la lucha de clase, la multiplicación de los conflictos de los asalariados, hasta el punto que la huelga general se convierta en una necesidad reconocida por los trabajadores en todas las áreas de la economía. Y esta reanudación de la lucha de clase será la base para el surgimiento de verdaderos sindicatos de clase, capaces de unir las luchas, fuera las trampas del parlamentarismo, del legalismo y del nacionalismo. Los verdaderos sindicatos de clase deberán unir a trabajadores activos, jubilados y desempleados, más allá de las fronteras de los centros de trabajo, con una organización de base territorial, sin separaciones por oficios, categorías, sexo, nacionalidades o creencias religiosas. Mientras tanto, iniciativas como el desarrollo de un Frente Único Sindical de Clase, con organización de base, deben fortalecer la unidad de acción en la lucha reivindicativa. En cualquier caso, toda lucha sindical clasista y consecuente, requerirá de organizaciones económicas dispuestas y preparadas para enfrentar la represión del aparato militar-policial-judicial del régimen burgués, no importa cuál que sea su forma de dominio y control sobra la clase obrera, democrática o abiertamente dictatorial.

Solo verdaderos sindicatos de clase serán garantía de una lucha consecuente por aumento de los salarios, pensiones y jubilaciones.






VIDA DE PARTIDO

Reunion internacional del Partido

Del 25 al 26 de enero de 2025

Al capitalismo en crisis mortal, que muestra su rostro feroz de egoísmos nacionales, exterminios y destrucciones, se opone el revolucionario Programa del Comunismo

Continúa del número anterior


Las ideologías de la burguesía
Dante Alighieri

Con Dante Alighieri tenemos uno de los primeros intentos de la burguesía de dotarse de su propia ideología. El famosísimo comienzo de la Divina Comedia de Dante dice: «A mitad del camino de nuestra vida me encontré en un bosque oscuro, porque estaba perdido el camino recto». A las mil interpretaciones que hacen los estudiosos de Dante añadimos una: Si el autor se encuentra en una situación en la que no ve ni entiende nada y no encuentra salida es porque la ideología del mundo feudal en el que se encuentra inmerso, es demasiada estrecha para la recién nacida clase social a la que pertenece, la Burguesía. Es una ideología inadecuada a las necesidades de esta nueva clase y a su desarrollo, ya que es expresión de relaciones feudales que no contemplaron su existencia.

La burguesía, aunque objetivamente revolucionaria respecto al feudalismo, como todas las clases que se han encontrado en una situación similar en la historia, al principio no tuvo conciencia de ello y habría de tardar varios siglos en elaborar su propia ideología revolucionaria. Al nacer, no quiere destruir el viejo mundo, sino encontrar su lugar en él, desarrollando así una visión del mundo que incluye su propia existencia dentro de la sociedad feudal.

Dante Alighieri, conocido como Dante, nació en Florencia en 1265 en una familia de mercaderes, se ha dicho que era de nobleza menor porque su tatarabuelo Cacciaguida fue caballero en la segunda cruzada, pero lo que es seguro es que su abuelo paterno Bellincione era un plebeyo, y que Alighiero di Bellincione, su hijo y padre de Dante, trabajó como cambista de dinero y también como prestamista.

En enero de 1293 se promulgaron en Florencia las Ordenanzas de Justicia, luego endurecidas en los meses siguientes, por las cuales los Magnates, es decir, los miembros de familias de nobleza menor y antigua, eran excluidos primero de algunos cargos públicos y luego de todos ellos; Se promulgaron leyes favorables al Pueblo, a la nueva burguesía, y desfavorables a los Magnates en todos los campos: alimentario, fiscal, penal, etc. Esto duró hasta febrero de 1295, cuando el prior Giano della Bella, que se había marchado a causa de las acusaciones que se hacían contra él, fue condenado a muerte y excomulgado.

Las Ordenanzas de Justicia fueron un intento, incoherente y aún menos consciente, de dictadura revolucionaria ejercida sobre los Magnates por toda la burguesía florentina. La alianza entre el "pueblo común" y el "pueblo gordo" fracasó entonces debido a la desconfianza mutua y cuando este último, viendo amenazada su supremacía, volvió a buscar aliados entre los Grandes y los Magnates.

En julio de 1295, tras un fallido intento de los magnates de tomar el poder, se promulgaron los “Temperamentos” a las Ordenanzas de Justicia, que consistían en una relajación de las medidas contra los magantes, pero no en su abolición. Los Magnates, antes excluidos de todo cargo porque no practicaban ningún Arte y vivían de sus rentas, ahora podían ocupar diversos cargos con la condición de que se inscribieran en una de las diversas Artes, incluso sin practicarlas. En esta ocasión Dante, inscribiéndose en el Arte de Médicos y Boticarios, pronunció un discurso a favor de los Temperamentos e ingresó en la magistratura de la ciudad, donde permaneció con diversos cargos hasta 1301.

El historiador Alessandro Barbero habla de un Dante con poca originalidad en filosofía y reaccionario en política. Esta era también la opinión de Benedicto Croce y del historiador Jacques Le Goff. Los estudiosos Eugenio Garin y Cesare Vasoli, por el contrario, sitúan acertadamente a Dante en la línea entre la Edad Media y el Renacimiento. El pensamiento de Dante era en realidad ecléctico y poco sistemático, pero esto era común en la filosofía escolástica, donde cada uno hacía una síntesis personal de los diversos autores, quienes a su vez habían hecho lo mismo. Dante era ciertamente aristotélico, y en parte también averroísta, en cuanto compartía la separación de las esferas de la fe y la razón; una separación mucho más clara que la tomista, y que luego se reflejó en sus concepciones políticas. En otros puntos no estaba de acuerdo con Averroes pero sí con Tomás de Aquino. Su aristotelismo estuvo influenciado en particular por el de Alberto Magno, fuertemente influenciado por el neoplatonismo. También estuvo presente en él la tradición agustiniana y franciscana, con influencias joaquinitas.

Dante ha sido definido como reaccionario porque sus ideas estaban dominadas por el Imperio y la Iglesia, las dos instituciones medievales por excelencia, en las que se encarnaba la Divina Providencia. Mientras los papas reivindican la supremacía del poder espiritual sobre el poder temporal, Dante sostiene que ambos poderes son autónomos en su propia esfera. El hombre tiene dos fines y dos felicidades posibles: la terrena, alcanzable con la razón, y la sobrenatural, a la que se llega con la fe. El emperador es el guía hacia la meta terrenal y el papa hacia la meta sobrenatural. El emperador es necesario para traer paz y justicia a un mundo donde la codicia por las riquezas genera odio y guerras continúa entre ciudades, entre reinos y dentro de ellos; el Imperio fue una manifestación de la Providencia divina, pues en él, bajo Augusto, nació Cristo. Para Dante, las capacidades racionales humanas sólo pueden ser desarrolladas plenamente por la raza humana en su totalidad, y para que esto sea posible, son necesarias la paz, la justicia y libertad, que sólo la autoridad indiscutible del Imperio puede garantizar. Indiscutible pero no “absoluta”, es decir, no libre del respeto a la ley humana y divina.

La naturaleza mercantil precapitalista de las ciudades y reinos de los siglos XIII y XIV supuso un proceso de alienación y mercantilización que no tenía solución. Dante ve la sociedad de su tiempo como antagónica al orden sagrado y racional, iluminado por la fe cristiana, que él persigue. El hecho de que el Imperio y la Iglesia estén en el centro de sus reflexiones lo hace parecer un reaccionario, con la cabeza vuelta hacia el pasado. Sin embargo, sigue siendo el hombre de la participación en la vida y la política de la ciudad, un partidario de las libertades municipales, que en realidad no niega cuando apoya la preeminencia del Imperio.

En la lucha entre los sectores de la burguesía a que pertenece, entre ésta y las grandes familias de la antigua nobleza, entre ciudad y ciudad, y entre reino y reino, se da cuenta de que no es posible tener la paz y la tranquilidad necesarias para la "felicidad terrena", es decir, para la prosperidad y la afirmación de la nueva clase burguesa.

Una clase que entonces renunciará al poder conquistado en favor de señoríos y reinos regionales, intentando mantener sus propias prerrogativas y privilegios. En el tiempo de Dante, la burguesía aún no había llegado a concebir tal renuncia. El poeta busca una solución que no existía entonces y que no existirá durante los siglos venideros.

El Imperio considerado como la solución a las luchas por la riqueza y el poder no es la real, sino un Imperio ideal que debería intervenir sólo allí donde la paz, la justicia y las libertades de las ciudades o reinos estén en peligro, debido a enemigos internos o externos. En esta concepción, las ciudades y los reinos deben mantener sus leyes, y por tanto sus libertades, privilegios y autonomías. La monarquía universal de Dante es una respuesta abstracta e histórica a un problema real.

La burguesía naciente se vio desgarrada por luchas internas y por un mundo feudal o epifeudal que la rechazaba, pero en el que ella quería insertarse con igual dignidad. Todavía no podía ser consciente de su propia irreductibilidad a ese mundo, y nunca será plenamente consciente de ello.

Dante representa el intento de insertar esta nueva clase en el viejo mundo, elaborando una ideología adecuada al propósito con los medios teóricos disponibles en ese momento. A través de Aristóteles habla de libertades municipales; A través del Imperio se habla de su preservación; A través de la trascendencia habla de la inmanencia.

Dante, como la clase burguesa a la que pertenece, tiene los pies firmemente plantados en la Edad Media y su mirada dirigida hacia el futuro, e inconscientemente hacia la completa emancipación de esta clase de las relaciones de producción feudales, una emancipación que requerirá muchos siglos más.



La Cuestión Agraria
Fin del capítulo Antecedentes históricos

En el transcurso del siglo XVIII, en ciertas localidades, la población aumentaba y requería una extensión de los recursos alimentarios mediante el paso a un sistema de producción más elevado. Kautsky describe este importante paso: «Un tal sistema se había desarrollado ya en Inglaterra donde, en virtud de condiciones particulares, los fundamentos de la agricultura feudal fueron socavados por una serie de revoluciones, desde la reforma de Enrique VIII hasta la “gloriosa revolución” de 1688, y en el que se había abierto el camino al desarrollo de una agricultura capitalista intensiva, que sustituyó la cría a pasto por la de establo y con el cultivo de plantas forrajeras, y que introdujo, junto a los cereales, las plantas de tubérculo. Pero se vio que era imposible introducir de modo general los resultados de aquella revolución en el continente europeo sin revolucionar las relaciones de propiedad existentes».

El viejo modo de producción se hizo intolerable, cuanto menos para los agricultores más grandes, que producían una notable excedencia para el mercado. «El modo de producción de la Edad Media era perfectamente adecuado a las necesidades de una sociedad de iguales, que tenían todos el mismo nivel de vida y producían para su uso personal (...) Ahora surgía el mercado con sus necesidades cambiantes, se desarrollaba la desigualdad entre los miembros del pueblo, de los cuales unos en sus tierras producían apenas lo que necesitaban para ellos mismos, mientras que los otros producían una excedencia. Los unos, los pequeños, continuaban produciendo para su consumo personal y estaban fuertemente ligados a la comunidad de marca, para los otros ésta se convertía en un obstáculo, ya que, cualquier cosa que requiriese el mercado, ellos no podían producir en sus tierras sino lo que prescribía la comunidad territorial».

Era pues necesario eliminar aquel compromiso entre comunismo fundiario y propiedad privada, repartir el pasto común, suprimir el cultivo en común de los campos y la obligación de cultivo, concentrar las varias pequeñas propiedades y hacer así del propietario fundiario un único propietario de las tierras que así podía explotar sobre la base de las exigencias del mercado.

Pero tal desarrollo no produjo en la población rural una clase capaz de constituir el nervio de esta revolución. La agricultura dependía del desarrollo social del modo capitalista de producción de las ciudades. «Aquella fuerza e iniciativa revolucionaria que la agricultura no había logrado producir por sí misma, le fueron proporcionadas por las ciudades. El desarrollo económico de la ciudad había transformado completamente la situación de las campiñas y hecho necesaria una transformación de las relaciones de propiedad. El mismo desarrollo creó en la ciudad aquellas clases revolucionarias que, levantándose contra la potencia feudal, llevaron la revolución política y jurídica a las campiñas, donde realizaron las transformaciones hechas necesarias a menudo entre los gritos de júbilo de la masa de la población campesina, pero a veces también a pesar de su resistencia».

La burguesía urbana intentó este reordenamiento pero no logró llevarlo a término. Solamente cuando las clases revolucionarias de París, en 1789, se levantaron bajo la guía política de la burguesía, que llamó a los campesinos siervos a sacudir el yugo feudal, solamente entonces la transformación de las relaciones de propiedad rurales tuvieron un desarrollo rápido y decidido también en Francia y, sucesivamente, en los países vecinos.

«En Francia la transformación ocurrió fuera de la legalidad y con la violencia, es decir, con una sacudida y de tal manera que los campesinos no solamente se liberaron de su yugo, sino que obtuvieron también tierra perteneciente a las propiedades confiscadas del clero y de los emigrados, en la medida en que no se apoderó de ella la burguesía misma».

Mientras que en Prusia la transformación fue la consecuencia necesaria de la derrota de Jena.

En toda Alemania esto no ocurrió de modo violento, sino legal y pacífico, con lentitud y vacilaciones, esforzándose por obtener el asentimiento de los señores, protagonistas de todo el movimiento, que aún en 1848 no había llegado a término. En pagar a caro precio esta vía pacífica y legal fueron los campesinos, sea con el dinero contante sea con nuevos impuestos. Escribe F. Engels en su introducción al escrito de Willhem Wolf, “Schlesische Milliarde”: «Podemos calcular que la suma pagada por los campesinos a la nobleza y al fisco para liberarse de los tributos (...) aproximadamente mil millones de marcos. ¡Mil millones para rescatar, sin tener que pagar más los tributos, una mínima parte del terreno que les había sido arrebatado desde hacía 400 años! Una mínima parte, porque la nobleza y el fisco se reservaron la parte con diferencia mayor».

También en Rusia después de la guerra de Crimea, los campesinos fueron liberados no solamente de la servidumbre de la gleba, sino también de la parte mejor de sus tierras.

Aun con escasos resultados, la revolución pacífica y legal donde se desarrolló llevó a la supresión de los gravámenes feudales por un lado y de los restos del comunismo primitivo por el otro, entonces a la instauración de la propiedad privada de la tierra, abriendo el camino a la agricultura capitalista.

En “Prometeo” n.1, noviembre de 1950, se describe el inexorable avance del capitalismo:

«Permanecían caracteres feudales en Alemania hacia 1850 porque, menos que a la izquierda del Rin, la nobleza fundiaria había incluso conservado la jurisdicción sobre sus súbditos, o sea, el señor hacía de juez civil y penal. En la Italia del Sur, antes incluso de la revolución francesa, funcionaba en pleno el sistema de la magistratura de Estado culminante en el regio poder. Aquellos privilegios habían sido en vano pretendidos por los barones desde los siglos de las monarquías angevinas y aragonesas.

«La famosa equiparación fundiaria, orgullo de las entregas económicas liberales de Roma, después de que fue realizado “todo el poder a la burguesía”, ha constituido una de las bases para la acumulación capitalista en Italia, conduciendo, junto al hábil manejo de la política bancaria, el rendimiento de la renta fundiaria de los bolsillos desfondados de los ex-barones a las cajas fuertes de la burguesía industrial y financiera predicha. Bien se entiende que, en el proceso de desarrollo capitalista, las personas de muchos propietarios de pretendidos feudos se transformaban en personas de industriales, comerciantes, banqueros y rufianes de vario tipo del capital».


Capitalismo y agricultura

Kautsky evidencia la dialéctica de la cuestión:

«No hay duda de que la agricultura no se desarrolla según el mismo esquema de la industria, sino que sigue leyes propias. Con esto, sin embargo, no se dice en absoluto que el desarrollo de la agricultura se contraponga al de la industria y que sea con él inconciliable. Nosotros creemos en cambio poder demostrar que se apresuran ambos al mismo fin, si no los consideramos separadamente el uno del otro, sino como partes comunes de un proceso global».

Y de nuevo: «La teoría marxista del modo de producción capitalista no consiste sin embargo simplemente en reducir el desarrollo de este modo de producción a la fórmula “eliminación de la pequeña empresa por parte de la gran empresa”, de modo que quien conozca de memoria esta fórmula tiene en el bolsillo la llave de toda la moderna economía. Si se quiere estudiar la cuestión agraria según el método de Marx no se puede plantear solamente la cuestión de si en la agricultura la pequeña empresa tiene un futuro; debemos en cambio estudiar todos los cambios a los cuales la agricultura está sujeta en el curso del modo de producción capitalista».

En “Jamás la mercancía alimentará al hombre”, de 1953, en el Prospecto Introductorio escribimos: «Mientras la industria manufacturera puede llevar a todas partes sus instalaciones (...) el ser el terreno inamovible e indestructible (en general) crea otro grado de limitación (...) Esta tiene una importancia excepcional (...) en nuestra disciplina (...) tiene una influencia capital sobre la constitución económica de la sociedad, sobre las condiciones y el grado de bienestar de sus componentes».

En nuestro “Comunismo” n.51 de diciembre de 2001 sintetizábamos los “Hilos del Tiempo” sobre la Cuestión Agraria publicados en los números de Programa Comunista de 1953 y 1954. En el capítulo “Economía rural e historia” escribíamos: «La investigación sobre el cambio de las formas de producción y de economía agrícola, que se puede decir hasta ayer han sido parte preponderante de toda la economía social, debe ser extendida a todo el ciclo histórico humano. El marxismo hace una decidida crítica, sobre sola base científica, de la partición molecular de la tierra, causa de estancamiento y de infinita miseria. En materia es importante establecer la preeminencia del método histórico para aclarar el social».

El texto prosigue, sobre el tema descrito en el capítulo precedente: «Son relevantes los factores de la limitación de la tierra y de la llamada fertilidad decreciente. En los germanos, por ejemplo, hay prevalencia de terrenos de uso cívico y estatal; mientras que en los latinos existe el completo desarrollo del sistema alodial (posesión privada). Los germanos, poco numerosos sobre vastas tierras, usan el secular y milenario sistema de los tres campos: de tres terrenos iguales alternativamente uno es cultivado con trigo, el cereal más nutritivo, uno con centeno, cebada o avena, cereales menos nutritivos, uno permanece en reposo (barbecho). Durante mucho tiempo no la tierra, sino el ganado, que pasta sobre terreno común a todos, es objeto de valor y artículo de comercio. Pecunia (dinero) deriva de pecus (ganado). La propiedad privada deriva sea de la partición del terreno colectivo entre familias sea por violencia, esclavitud, conquista. En los pueblos germánicos el cultivo en común desaparece muy tarde; mientras que en Italia la partición individual es prerromana (el Dios Terminus hace la posesión de tierra sagrada e inviolable) por el remotísimo conocimiento de cultivos (vid, olivo, árboles frutales, irrigación) superiores a la cerealícola. En Italia las formas feudales tienen escasa influencia y desaparecen rápidamente entre la caída del imperio bizantino y la época de los Comunes en la que hubo una agricultura altamente intensa (huertos y jardines) e incluso plenamente capitalista».

En el siguiente capítulo “Salida del feudalismo” se encuadraba el traspaso: «En la relación feudal el siervo entregaba al patrón una renta en productos o en trabajo con jornadas de trabajo en su jardín y con cuotas del producto de su pequeña parcela; y estamos por tanto en una economía natural. El moderno patrón de la tierra, el propietario fundiario, goza en cambio de una renta en dinero. Al mismo tiempo la posesión fundiaria de inviolable se convierte en alienable; como el trabajador agrario de vinculado a la tierra, se convierte en libre. Inicialmente este proceso no está determinado solo por la imparable exigencia de dar salida beneficiosa a las fuerzas productivas manufactureras, sino que está también acompañado por igual exaltación de las fuerzas productivas agrarias».

Kautsky traza el “natural” paso de un modo de producción al otro: «En la época feudal no había otra agricultura aparte del pequeño cultivo, y las tierras de la nobleza eran cultivadas con los mismos instrumentos usados por los pequeños campesinos. El capitalismo por primero ha creado la posibilidad de la gran agricultura, técnicamente más racional que la pequeña».

Proseguimos desde “Comunismo” 51: «La economía agraria feudal, caracterizada entre otras cosas por la superposición del trabajo de la tierra y la industria mínima doméstica, mantiene la producción rural lejos del mercado. La economía capitalista atrae a la pequeña empresa campesina al torbellino mercantil. La pretendida independencia de la pequeñísima empresa conduce a una inmensa mayor carga de trabajo para el propietario del pedazo de tierra. Pero, dentro de los límites capitalistas, no se puede contar con la desaparición de la pequeña producción en la agricultura».

Volviendo a Kautsky: «El campesino iba sí al mercado, pero solamente para vender la excedencia de cuanto producía y para comprar solamente lo superfluo, además del hierro, que sin embargo utilizaba con la mayor parsimonia posible. Del resultado del mercado podía depender su comodidad y su lujo, pero no su existencia. Esta comunidad autosuficiente era indestructible».

Sobre el actual modo de producción otra vez Kautsky: «El desarrollo de la industria y del comercio creaba también en las ciudades nuevas exigencias. Mientras nuevos y más perfeccionados aperos penetraban en las campiñas tanto más rápidamente e inexorablemente se hacía activa la relación de intercambio entre ciudad y campiña». Además el militarismo, atrayendo a los hijos de los campesinos a las ciudades, se convierte en la principal causa de la difusión del consumo de tabaco y alcohol.



La izquierda del socialismo otomano y el partido comunista


4. La oposición de izquierda

1923 fue un año de intensa lucha de clases y represión en Turquía. Entre julio y noviembre 32.000 trabajadores participaron en la oleada de huelgas. Los sentimientos nacionalistas estaban muy difundidos. Los comunistas solo desempeñaron un papel significativo en un pequeño número de huelgas, debido a la dura represión. A finales de año, la Liga de Sindicatos Rojos fue disuelta y todas las organizaciones comunistas fueron forzadas a la clandestinidad por los kemalistas.

A finales de 1923, la represión de la izquierda comunista y de los sindicatos rojos dejó el campo libre a los círculos intelectuales, siempre favorables al kemalismo. En su artículo de 1923 “Movimientos del socialismo en Turquía”, Sefik Hüsnü expresó no sólo sus habituales ilusiones sobre el movimiento kemalista, sino también su concepción del socialismo como una sociedad introducida por estadistas nacionalburgueses:

«Turquía no carece de clases ni de lucha de clases. Solo que, dado que la clase burguesa capitalista es una entidad muy pequeña y débil, mientras que la clase obrera y campesina constituye una enorme mayoría, la lucha de clases se desarrolla entre los capitalistas extranjeros, las élites locales y los ricos propietarios que están a su servicio, y fundamentalmente asume la forma de una lucha nacional. Hasta ahora, en esta lucha, los particulares gobiernos dinásticos siempre han tomado partido por los capitalistas, enemigos de la nación (...) De ahora en adelante, el gobierno del pueblo, que deriva su poder de la soberanía nacional, debe ponerse del lado de los justos, es decir, de la nación, y ser un gobierno del trabajo y de los trabajadores.

«La presencia entre los estadistas, como los Diputados de Economía y Previsión Social, de personas que parecen inclinadas a actuar con mentalidad marxista, hace indispensable que nuestro gobierno no dude en seguir este camino. Queremos que esta política sea más abierta y que se cree una confianza más sincera y mutua entre la clase obrera, campesina, las instituciones y autoridades del gobierno, guiadas por los intereses de las masas trabajadoras. Solo así será posible culminar adecuadamente nuestra actual revolución. Si en el camino logramos desarrollar nuestra industria, entonces será necesario dar nuevos pasos hacia el valle del socialismo».

Sin embargo, para entonces, las izquierdas en Anatolia, Constantinopla y Bakú ya habían entrado en contacto entre sí y no estaban dispuestas a ceder el control del partido a la derecha. Una carta de 1924 escrita por Ginzberg a los compañeros nos da una idea del alcance de las actividades de la izquierda en ese período:

«En cada número del periódico, deben informar incluso de los eventos y cambios más pequeños en el movimiento sindical en Turquía y especialmente en Constantinopla (...) Incluyan también noticias sobre los problemas sindicales actuales, los eventos políticos recientes, los campesinos, los impuestos, etc., así como información sobre el país, las nuevas leyes, etc. Asegúrense de que haya más noticias del interior del país que del extranjero (...) Del 1° de mayo, relaten hasta el más mínimo detalle y envíen un informe extenso de lo ocurrido o un largo artículo sobre el “Taarruz” (Ofensiva).

«Como saben, los futuros intelectuales del partido comunista turco se están desplazando cada vez más a la derecha. Debemos combatir esta tendencia al “marxismo legal” con todas nuestras fuerzas, como lo hemos hecho en el pasado, teniendo presente que si persisten en este camino, los elementos sanos —sobre todo los proletarios— no los seguirán (...) Solo en la acción se revelará su verdadero rostro (...) Lenin dijo una vez: “Es necesario separarse para reunirse mejor”; esa es nuestra situación actual. Creo que muchos de ellos tarde o temprano caerán en el menchevismo».

Aydınlık fue duramente criticado por el delegado ucraniano Manuilski en el V Congreso del Comintern:

«En el segundo Congreso, establecimos la actitud de las jóvenes secciones comunistas hacia los movimientos de liberación nacional bajo la dirección de la burguesía, que marchaban hacia el poder. Pero desde entonces, nos enfrentamos a una nueva situación en los países de Oriente: ¿qué debemos hacer contra las burguesías nacionales que han tomado el poder? En el órgano del Partido Comunista de Turquía han aparecido artículos que invitan al Partido Comunista a apoyar el desarrollo del capitalismo nacional contra el capitalismo extranjero. En este punto, encontramos entre nuestros camaradas turcos una tendencia que se expresa claramente en la visión del “marxismo legal”, una vez defendida en su día en Rusia por Struve (quien decía que la clase obrera debía apoyar el desarrollo del capitalismo en Rusia)».

Las críticas de la izquierda a la derecha comenzaban a ser escuchadas dentro de la Internacional. Quien respondió a Manuilski fue uno de los delegados de la izquierda, Kazim de Van.

La intervención de Bilen, por su parte, habría impactado a Ginzberg, el delegado de la izquierda de Constantinopla, al afirmar que la clase obrera no existía realmente en Turquía:

«Algunos camaradas opinan que en el Cercano Oriente, durante la guerra mundial, se desarrolló un proletariado industrial por un lado y una industria nacional por otro, preparando el terreno para la liberación económica del país de los imperialistas. Esto es completamente erróneo (...) La guerra del kemalismo contra el imperialismo y los restos del sistema feudal aún no ha terminado. Por lo tanto, estamos obligados a apoyarlos como antes, y esto está en nuestro interés de clase».

Los dos primeros documentos que leímos en la reunión fueron escritos por İsmail Hakkı y Aleko Stakos, de la organización juvenil de la izquierda. El primero es significativo por la elaboración de la línea de la izquierda contra el fascismo: una lucha resuelta, pero sin formar un frente o alianza con otros partidos o desviarse del objetivo de la dictadura del proletariado. El segundo es un importante relato de la izquierda sobre la oleada de huelgas de 1923. Ambos artículos expresan la línea trazada por Ginzberg, uno de los principales exponentes de la izquierda, respecto a la revolución nacional y el papel del proletariado.

El tercer documento presentado, el discurso de Kazim de Van en el V Congreso del Comintern, difiere de la posición de Ginzberg en matices sobre la duración de las tareas destructivas del movimiento nacional contra el antiguo régimen feudal. Kazim también sostiene que no hay reivindicaciones nacionales entre la minoría kurda en Turquía, una posición que probablemente era cierta respecto a las revueltas kurdas a favor del califato, pero que pronto sería desmentida con el surgimiento de la República Kurda de Ararat en 1927.

El cuarto documento presentado a los camaradas es la respuesta de Ginzberg a İsmail Bilen en el III Congreso del Profintern, donde refuta la idea de la inexistencia de un proletariado industrial en Turquía. El último documento fue un artículo de oposición de Ginzberg, significativo para resolver la crisis del partido con medios orgánicos, seleccionando a los mejores, es decir, a los camaradas más capaces, en lugar de confiar en mayorías democráticas y elecciones, y para extraer lecciones de la oleada de huelgas de 1923.

Esta documentación se incluirá como apéndice en la publicación del texto completo del informe.