|
|||||||
|
El gobierno israelí ha justificado el ataque a Irán para impedir que se dote del arma nuclear. ¿Una guerra defensiva, entonces?
Pero el teatro de la guerra y sus causas no se encuentran ni en Irán ni en Israel, ni siquiera en todo el Medio Oriente. Es que la crisis irreversible del capitalismo mundial, en su fase terminal, necesita la guerra para su supervivencia. El ataque del Estado de Israel contra Irán es solo un primer experimento y anticipación, al igual que la masacre de Gaza.
Es cierto, todos los capitalismos, todos los Estados, se deben hoy defenderse. Deben defenderse de la crisis económica y financiera, de la competencia en los mercados, del rearme frenético de sus rivales. Pero más que nada, deben defenderse, en el plano histórico general, de su gran enemigo común: la clase obrera internacional. Esa clase, hoy casi invisible, pero que es portadora del Comunismo, de la Revolución.
Hoy no es consciente de ello, si no en su partido que custodia su determinado futuro.
* * *
Pero el gobierno israelí, como todos los demás en el mundo, defiende al Capital, no a su pueblo. Netanyahu lo inmola y lo entrega a las órdenes de los capitalistas de Wall Street.
Esto sirve para provocar el colapso del régimen de los ayatolás, para sustituirlo por otro, más acorde a los intereses de Washington, en su lucha a muerte con el imperialismo rival chino: cortar sus rutas petroleras y en Asia Central.
Este proyecto, por otra parte, genera gran aprensión en otros Estados de la región, especialmente en las monarquías del Golfo, que temen un vacío de poder que es imposible pronosticar cómo podrá ser llenado.
El derrocamiento del régimen de Saddam Hussein en Irak fue un ejemplo de esta política que siembra caos y destrucción, con efectos devastadores para las poblaciones, pero también para los Estados. La caída del régimen iraquí, impuesta por Estados Unidos, derribó un Estado que contrastaba el expansionismo de Irán hacia el Mediterráneo, y ciertamente no favoreció a Israel. Han sido necesarios veinte años de guerras continuas y masacres para destruir Siria, Líbano, Gaza, Cisjordania. ¡Y de qué manera!
La guerra preventiva de Israel, que además posee la bomba atómica y nunca ha permitido inspecciones en sus centrales, ha sido aprobada por todos los países occidentales, los mismos que han condenado el ataque de Rusia en Ucrania, la cual también lo ha justificado como defensivo contra la expansión hacia el Este de la OTAN.
El derecho internacional es solo un engaño y una ilusión. Los imperialismos ya no se confrontan más que en el plano de la fuerza desplegada, del rearme, de la guerra.
Nosotros los comunistas no tomamos partido ni por Israel ni por Irán, ni por ninguno de los frentes mundiales del imperialismo, igualmente feroces, militaristas, anti-obreros y anticomunistas.
El proletariado iraní no tiene motivos para solidarizarse con quienes lo explotan y lo oprimen, sufriendo desde hace décadas la opresión despiadada de un régimen burgués que asesina y encarcela a los líderes obreros más valientes, que ha enviado a millones de jóvenes proletarios a morir al frente en la guerra contra Irak.
En esta situación, el proletariado iraní debe asumir una posición anti-capitalista, en su independencia política de todo partido de la burguesía, tanto del gobierno como de la oposición: ninguna inclinación hacia alternativas democráticas, laicas o incluso monárquicas al régimen de los sacerdotes.
En todos los países, hay que reforzar las organizaciones de defensa económica de la clase obrera, incorporar al proletariado femenino en la lucha por la emancipación de los trabajadores, rechazar todo llamado a la solidaridad nacional, religiosa o étnica con las clases patronales.
Solo la reconstitución del Partido comunista revolucionario y la búsqueda de la revolución comunista internacional podrán poner fin a la explotación, la violencia y la guerra.
Frente a los ataques a nuestro nivel de vida, la super-explotación activa y las deportaciones de nuestros hermanos de clase inmigrantes, ustedes han elegido el camino de la acción, de la resistencia, que debe ir acompañado de una lucha dentro de nuestros sindicatos y en nuestros lugares de trabajo ¡hacia la huelga general! Las revueltas y protestas son un gran primer paso, pero sin huelgas y organizaciones obreras más fuertes, están condenadas al fracaso. ¡Alerta! La burguesía busca apropiarse de nuestra genuina ira proletaria para servir a sus propios fines y reforzar el mismo sistema que genera estos ataques despiadados: el capitalismo.
¡NO
DEJEN QUE SU HERMOSA DISPOSICIÓN DE LUCHA Y SACRIFICIO SEA EN VANO!
La democracia y el fascismo son dos caras del sistema capitalista que se refuerzan y dependen la una de la otra. La democracia liberal es la forma estable de la dictadura de clase de los capitalistas cuando la inevitable crisis social es controlable, mientras que el fascismo es asumido por la misma clase en el poder, pero con la centralización de la autoridad y la expansión de la violencia estatal externa para mantener el capitalismo durante las crisis.
El Estado burgués, con su Constitución, Declaración de Derechos, tribunales, leyes y parlamento, no es «nuestro» ni lo será nunca, ya que son estas instituciones las que sirven para defender y hacer cumplir la explotación rabiosa del proletariado por la burguesía. ¡No hay nada que defender dentro del Estado burgués! ¡Ni la democracia, ni la Constitución, ni el estado de derecho burgués! La burguesía proclama «derechos inalienables» de todo tipo (humanos, civiles, naturales, etc.), sin embargo, son completas falsedades y no sirven para beneficiarte, ya que se basan en la separación, la competencia y la propiedad. El reciente estallido de ira proletaria en Los Ángeles demuestra la necesidad del Estado de eludir sus propias leyes para someter los disturbios que amenazan su existencia.
Según la burguesía, la libertad significa la libertad de explotar a los trabajadores asalariados para obtener ganancias y la igualdad significa la igualdad legal formal de las personas en un mercado de poder desigual. La burguesía y sus lacayos quieren hacernos creer que simplemente haciendo oír nuestra voz y apelando a los políticos, ya sean demócratas o republicanos, se logrará un cambio, ¡pero nada podría estar más lejos de la verdad!
Abolir el ICE, la policía o cualquier otro cambio fundamental en la sociedad es poco realista sin una revolución obrera internacional. El proletariado debe continuar librando sus luchas por aumentos salariales radicales, reducciones de las horas de trabajo, mejores condiciones laborales y la ampliación de una solidaridad significativa que se extienda no solo entre sectores y sindicatos, sino también entre las divisiones raciales, aumentando nuestra capacidad internacional para defender activamente a los más explotados entre nosotros, incluidos los trabajadores inmigrantes residentes en nuestro país. Esto significa organizarse en sindicatos o coordinadoras obreras y luchar por un sindicalismo de clase, contra los dirigentes que colaboran con los patrones y el Estado, de modo que si algún trabajador fuera arrestado en su lugar de trabajo por el ICE, un sindicato podría convocar inmediatamente una huelga general en toda la ciudad.
Se necesitará un número y una oleada bárbara de corazones, diez veces mayor de lo que vemos en Los Ángeles, unidos como trabajadores por encima de todas las divisiones, en un movimiento sindical de clase con la dirección del Partido Comunista Internacional en una guerra contra el capitalismo mismo. La liberación verdadera solo puede venir con el establecimiento de la dictadura del proletariado y el comunismo mundial con la abolición del trabajo asalariado, el dinero, la producción de mercancías y el Estado.