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La vasta indignación, rabia y horror que ha provocado la masacre a la que los palestinos han sido sometidos en la Franja de Gaza durante casi dos años, así como el deseo de hacer algo para aliviar su insostenible situación, se está manifestando en una gran adhesión a la recolección y envío de víveres, y en la negativa de los trabajadores portuarios de muchos países a embarcar armas destinadas al conflicto.
Por otro lado, es evidente que existen fuerzas poderosas en el mundo que fomentan la continuación de la destrucción y se oponen a la paz, siendo indiferentes a cualquier sentimiento humano. Las motivaciones de este conflicto, de hecho, son de política internacional y no pueden resolverse en el plano humanitario. La barbarie de la guerra no se manifiesta solo en Gaza; la guerra civil en Siria de 2011 a 2018 y la hambruna en Sudán han provocado aún más víctimas.
La causa de la matanza de palestinos, que de otro modo sería inexplicable, no es local, sino común a todos: es el capitalismo. Incluso una hipotética solución no le impediría seguir generando otros conflictos, marchando hacia la tercera guerra mundial.
Lo que hace especial a la destrucción de Gaza hoy es que, en un lado del frente, es llevada a cabo por un Estado democrático -“la única democracia del Medio Oriente”, se afirma-, apoyado por “la democracia más grande del mundo”, es decir, por los EEUU, tanto por las administraciones demócratas como por las republicanas, y por otras democracias, comenzando por Alemania e Italia.
Las democracias cometen masacres y guerras al igual que los regímenes autoritarios. Esto se debe a que todos son regímenes burgueses y capitalistas: la forma de gobierno -democrática, autoritaria, teocrática- solo tiene valor en la medida en que sea más o menos útil para mantener el control sobre la clase trabajadora.
Por lo tanto, no se puede esperar que se ponga fin a este y otros conflictos apelando a las instituciones y al derecho internacional, porque los sujetos a los que se apela, los Estados burgueses, son los verdaderos instigadores de las guerras: tanto cuando actúan directamente como cuando actúan en representación de otros.
Si bien el Estado de Israel es un vasallo de los EEUU que defiende sus intereses en la crucial área del Medio Oriente, las potencias regionales y mundiales que fingen apoyar a los palestinos lo hacen solo para disputar mercados y el dominio mundial al primer imperialismo del mundo. Solo con este fin, Irán y Qatar – y detrás de ellos China – apoyan a Hamás, cuyos líderes burgueses viven en el extranjero con lujos.
Hamás fue financiado en sus primeros años por el Estado israelí y, durante muchos años más, por Qatar a través de un acuerdo oficial con Israel. Con la masacre del 7 de octubre de 2023, en la que masacró a civiles israelíes, incluidos muchos pacifistas, así como a proletarios inmigrantes, ofreció el regalo más deseado al militarismo de las burguesías israelí y estadounidense. Esta guerra fue deseada por Hamás y las potencias que están detrás de él, no menos que por el gobierno israelí. Los habitantes de Gaza son víctimas de dos verdugos, como siempre lo es el proletariado en las guerras imperialistas.
Las guerras en el capitalismo no son provocadas por la maldad o la locura de este o aquel jefe de Estado – Hitler, Saddam, Putin, Trump, Netanyahu – ni por ideologías particularmente reaccionarias – el nazifascismo, el islam radical, el sionismo religioso – sino siempre por los enormes intereses económicos que protegen los Estados nacionales burgueses. El capitalismo necesita la guerra para sobrevivir a la crisis económica de sobreproducción que lo devora como un cáncer cada día más. Por esta razón, los conflictos se multiplican y se avanza hacia un tercer conflicto mundial.
Describir cada conflicto individual como un caso especial siempre ha servido a los regímenes burgueses para justificarlo, para empujar a los proletarios a la masacre fratricida con los trabajadores de otros países. En Gaza e Israel, no se muere por el sionismo ni por el islamismo, ¡sino por el capitalismo!. Así como la Segunda Guerra Mundial no fue para combatir el nazifascismo – con el que todos los Estados burgueses, incluida la URSS estalinista falsamente socialista, hicieron negocios hasta el día antes del conflicto – sino para un nuevo reparto del mundo.
Si la guerra se hace por intereses económicos, solo puede ser detenida por una fuerza capaz de estrangular a los Estados burgueses golpeando estos intereses, es decir, las ganancias. Esta fuerza solo la tiene la clase trabajadora en todos los países.
Por muy admirables y apreciables que sean, las manifestaciones de opinión son impotentes frente a la mortal máquina de guerra de los Estados burgueses. En Israel, muchos reservistas desertan. Durante más de un año, cada semana se han organizado manifestaciones pacifistas para detener la guerra, cada vez con mayor participación, la última de las cuales vio a más de 300 mil personas en la calle. Pero mientras estas movilizaciones no se eleven al plano de una huelga general de varios días, no detendrán al régimen burgués israelí. No es casualidad que la dirección de la Histadrut, el sindicato más grande del país, estrechamente ligado a la burguesía nacional, esté haciendo todo lo posible para impedir este desarrollo.
La gran mayoría de los hombres no quiere la guerra, y sin embargo se encuentran arrastrados a ella, porque la política no está determinada -como según la engañosa ideología democrática- por la mayoría de las opiniones, sino por la fuerza de las minorías organizadas. Cada Estado burgués es una minoría organizada, con sus cuerpos militares y policiales y jerarquías de mando, fortalecida por el poder económico.
Pero la clase proletaria, organizada en grandes sindicatos combativos y dirigida políticamente por un partido con un claro programa revolucionario, tiene una fuerza aún superior. Millones de trabajadores, organizados en un verdadero sindicato de clase, en una huelga general por tiempo indefinido, pueden poner de rodillas a cualquier gobierno burgués. Dirigidos por un partido auténticamente revolucionario que encuadre a unas decenas de miles de ellos, pueden superar el poder de la burguesía, detener la guerra, tomar el poder y emancipar a la humanidad del capitalismo.
Contra la guerra en Gaza, contra la guerra en Ucrania, es necesario luchar dentro de los sindicatos para que se agite la consigna de una huelga general internacional contra la guerra imperialista, que ponga a la cabeza la consigna de la unidad internacional de todos los trabajadores, incluidos israelíes y palestinos.
Solo
esta solidaridad y batalla internacional de la clase obrera vendrá a
emancipar también a los palestinos, como a todas las minorías
nacionales, de la infame opresión casi secular a la que están
sometidos.
Cada día, desde la Franja de Gaza, llegan imágenes y noticias de multitudes hambrientas, sedientas, enfermas, exhaustas, ametralladas, haciendo cola bajo el sol para comer o beber una botella de agua, mientras hospitales y escuelas son bombardeados. Miles de palestinos, incluidos algunos muy jóvenes, están detenidos sin juicio en Israel, mientras que toda la población de Gaza está encerrada en una prisión al aire libre que es bombardeada y diezmada a diario.
Gaza no es la única región del mundo donde se producen masacres sin motivo aparente, donde la gente muere de hambre o sed. Pero este genocidio calculado lo está llevando a cabo un gobierno y un parlamento elegidos democráticamente, la “única democracia de la región”, mediante la acción del ejército regular de un Estado, no por bandas criminales de mercenarios, con armas vendidas libremente, o incluso donadas, por países igualmente democráticos. No solo el Estado de Israel, sino todos los Estados están implicados en la masacre: incluso los Estados árabes que se proclaman amigos de los palestinos, Turquía que dice defender a los musulmanes, Irán que, junto con Israel, financió y armó a Hamás.
Porque la vida de un pueblo no significa nada para los agentes del gran capital mundial. Para las monstruosas concentraciones de riqueza en todo el mundo, la única ley y moral es la búsqueda de la ganancia. Que la humanidad muera, mientras sobreviva la desquiciada acumulación de capital.
En todos los países, el gran capital, a través de sus hombres, sus partidos, sus aparatos estatales, mantiene a poblaciones enteras como rehenes. Sus vidas son solo moneda de cambio. Los defienden si les resultan útiles; si no, que mueran. En la “selección natural” de los capitales, los más inescrupulosos y sanguinarios sobreviven.
La destrucción sistemática de la Franja de Gaza y sus habitantes lleva casi dos años ocurriendo a la vista de todo el mundo. Solo en los últimos días los gobiernos parecen haberse dado cuenta. Pero el coro de condenas y desaprobación verbales de numerosas cancillerías no debería inspirar ninguna esperanza de alivio, y las pocas cajas de alimentos lanzadas en paracaídas para una población de dos millones son vergonzosamente simbólicas. Las organizaciones internacionales establecidas al final de la Segunda Guerra Mundial, ante la evidencia del crimen, confirman su absoluta impotencia y su papel cosmético para ocultar el rostro monstruoso del capitalismo. La ONU y la Corte Penal Internacional emiten condenas que solo quedan en el papel.
Los hechos, por lo tanto, demuestran que la única ley que impera es la de la fuerza; no hay derecho sin una fuerza que pueda ejercerlo. El Estado burgués de Israel, un cobarde mercenario estadounidense, explotando un vacío de poder en la región, recibió la tarea de bombardear las capitales de Líbano, Siria, Irán y Yemen con impunidad. Pero todo Occidente se alegró de que, en Irán, “Israel también esté haciendo para nosotros el trabajo sucio”, como lo expresó con desdén la canciller alemana.
Este es el llamado “derecho internacional” que defiende la “coexistencia pacífica entre Estados”.
A una fuerza solo puede oponerse otra. Por lo tanto, ni el asco ni la indignación individual pueden detener ni mitigar la masacre. En una sociedad de clases, las clases tienen el poder. Hasta ahora, hemos visto algunas manifestaciones confusas y espontáneas, pero las organizaciones obreras, los partidos políticos, que no existen, y los sindicatos, que siguen a la patronal, han permanecido en silencio. Consintiendo así la masacre de nuestros compañeros trabajadores en Palestina.
En una situación en la que se avecina un enfrentamiento militar más generalizado entre imperialismos, el genocidio de Gaza se repetirá muchas veces, tanto entre las personas que tienen la mala fortuna de encontrarse en las líneas de conflicto entre los bloques, así como en la retaguardia.
Este es el escenario al que se enfrenta el proletariado internacional si se
deja reclutar en la guerra que se avecina. La clase proletaria, organizada en
sus renacidas organizaciones de defensa económica y dirigida por el Partido
Comunista revolucionario, es la única fuerza que puede contrarrestar la
alternativa decadente del capital: su disciplina de clase debe anular la
disciplina de los Estados, y la guerra de la burguesía debe ser contrarrestada
por la guerra del proletariado.
El nuevo proceso de paz, iniciado el 1 de octubre de 2024 con el apretón de manos entre Devlet Bahçeli, líder del fascista MHP (Milliyetçi Hareket Partisi - Partido del Movimiento Nacionalista), y diputados del Partido nacionalista kurdo DEM (Partido para la Igualdad y la Democracia de los Pueblos, también abreviado como HEDEP), ha llegado a un punto de no retorno con el inicio de la entrega de armas por parte del PKK.
Este proceso, de gran importancia para la política burguesa tanto en Turquía como en todo Medio Oriente, en el actual contexto del imperialismo que conduce a una guerra mundial, no ofrece resultados significativos para la resolución de la cuestión kurda. Esto confirma aún más lo que nuestro partido ha afirmado respecto a la cuestión de las nacionalidades oprimidas, según lo cual el camino hacia su resolución en el marco del modo de producción capitalista, se cerró históricamente con las revoluciones populares, nacionales y anticoloniales de África y Asia en las tres décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, que llevaron a la burguesía al poder mundial, sobre las cenizas de los regímenes políticos pre-capitalistas sobre los que se asentaba el colonialismo histórico europeo.
Las cuestiones nacionales residuales – como la kurda, la palestina y muchas otras – que quedaron sin resolver tras el fin de ese ciclo histórico de luchas de liberación nacional, cuyo contenido revolucionario residió en la transición de regímenes políticos y sociales pre-capitalistas a regímenes capitalistas, solo encontrarán solución tras el cumplimiento del nuevo contenido político y social revolucionario en la agenda de la historia: la revolución proletaria internacional. Sin ella, y antes de ella, cualquier partido que aún asuma la tarea de luchar por cualquier causa de emancipación nacional, privado como está, y como no puede ser de otra manera, de la base material revolucionaria que en movimientos pasados residía en el carácter revolucionario de un segmento de la burguesía, generalmente los campesinos pobres, solo puede convertirse en un instrumento de una u otra potencia imperialista regional o global. Es decir, ya no se convierte en un instrumento de emancipación política y revolución social, sino en un instrumento de la guerra imperialista, el instrumento supremo de la preservación capitalista y la destrucción de la humanidad.
Implícita en esta inversión del rol y la función de los partidos que aún afirman luchar en su terreno, está la inevitable traición a la causa nacional. El PKK, como ha sido claro y denunciado por nuestro partido durante décadas, ha confirmado plenamente este marco histórico, tal como lo ilustra el marxismo. Las negociaciones entre el Estado burgués turco y el PKK se remontan a antes de la llegada al poder del AKP en 2002. En “La cuestión kurda a la luz del marxismo” (“Comunismo”, núms. 97 y 98 de 2024), escribimos sobre el intento de proceso de paz previo entre 2012 y 2015: «A principios de 2015, el ala parlamentaria del PKK, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), y el gobierno turco afirmaron haber llegado a un acuerdo. Tras un alto al fuego en gran medida exitoso, las elecciones generales turcas de 2015 resultaron en una fuerte victoria para el HDP (13% de los votos, +7,5%), una caída igualmente pronunciada para el AKP (41% de los votos, -9%) y un parlamento sin mayoría absoluta. Poco después, tras la muerte de dos policías en el Kurdistán del Norte, el gobierno turco lanzó operaciones policiales en ciudades y operaciones militares en el campo contra el PKK, poniendo fin de hecho al alto al fuego y al proceso de paz. Las operaciones continuarían durante los siguientes años, esto condujo a la destrucción de numerosas ciudades en el norte del Kurdistán. Todos los sospechosos del PKK en el asesinato de dos policías turcos en 2018, fueron absueltos por el tribunal por falta de pruebas. El “proceso de paz” entre Turquía y el PKK ha demostrado una vez más que, en el capitalismo, la paz ocurre cuando se prepara la próxima guerra».
Al igual que el fin del antiguo proceso de paz, el comienzo del nuevo también se produjo cuando dicha maniobra resultaba conveniente para los intereses del régimen burgués turco, tanto en política exterior como interior.
Los acontecimientos que hicieron esto necesario en política exterior, fueron por un lado, la guerra en Gaza que estalló el 7 de octubre de 2023 y el conflicto imperialista que se ha profundizado en Medio Oriente; por otro lado, el colapso del régimen baazista sirio el 8 de diciembre de 2024, preparativos de los cuales el Estado turco conocía desde hacía seis meses. La presencia de una fuerza militar experimentada, equipada y entrenada como el PKK, habría representado una fragilidad para el Estado turco en un contexto que está conduciendo hacia una guerra mundial.
En política interna, la crisis económica cada vez más grave, la pérdida de popularidad de la Coalición Popular – de la cual forma parte el AKP (el “Partido de la Justicia y del desarrollo” del presidente turco Erdoğan) y el MHP (el “Partido del Movimiento Nacionalista” de Devlet Bahçeli) son los componentes clave – el auge del CHP, el Partido Republicano del Pueblo, que salió victorioso en las últimas elecciones municipales y, a pesar de las detenciones a gran escala, ejerce cada vez más presión sobre el gobierno, es la condición que permite la maduración de una nueva coalición gobernante.
Así, las palabras pronunciadas en el pasado han quedado en el olvido, y bajo el liderazgo de Devlet Bahçeli, el Estado turco ha tendido una rama de olivo al PKK. Abdullah Öcalan, etiquetado como “líder terrorista” en la retórica estatal durante décadas, se ha convertido en el “líder fundador”. Y Öcalan ha cumplido su parte, ordenando al PKK que deponga las armas y se disuelva. Aunque la cúpula guerrillera de Kandil – sede del cuartel general del PKK en las montañas homónimas del Kurdistán iraquí – intentó retrasar las órdenes de la cúpula e impuso algunas condiciones, la dejación de armas comenzó tras el discurso oficial de Öcalan, primero en el congreso del PKK y luego ante las cámaras en una ceremonia a la que asistieron líderes clave como Bese Hozat y Mustafa Karasu. Las armas fueron destruidas cerca de Süleymaniye, en el noreste de Irak.
En el ámbito político burgués y parlamentario, el DEM (Partido para la Igualdad y la Democracia del Pueblo), cuya base se opone al actual gobierno turco, fue apartado de la oposición y convertido en una reserva del bloque gobernante. Esto obligó al CHP, que había ofrecido un apoyo crucial al proceso de paz, a acercarse a los partidos nacionalistas turcos hostiles a los kurdos, como el “Partido del Bien” (İyi) y el “Partido de la Victoria” (Zafer). El objetivo de Erdoğan y su séquito para las próximas elecciones parece ser presentarse como el candidato de la paz, contra la continuación del conflicto, con los nacionalistas kurdos, en oposición a un candidato como Mansur Yavaş, alcalde de Ankara, nacionalista turco, antikurdo y exmiembro del MHP. Si bien la alianza con el DEM afirma limitarse a la paz con los kurdos, podría allanar el camino, con algunos de sus miembros, para una nueva constitución que elimine los obstáculos legales a la reelección de Erdoğan.
El hecho de que la principal reivindicación de los nacionalistas kurdos sea la libertad de Öcalan, quien durante décadas lideró la organización, poniéndose al servicio de todas las potencias regionales que oprimieron a los kurdos y de alguna de las principales potencias imperialistas, demuestra lo que promete el proceso de paz. Las otras promesas sobre la mesa son una suerte de amnistía para la mayoría de los guerrilleros y políticos detenidos, la posibilidad de que algunos participen en la política democrática y la restitución, de alguna forma, de los municipios kurdos que el Estado turco ha puesto bajo administración. Para vaciar la retórica, la postura pacifista – el silenciamiento de las armas, el reconocimiento de los derechos y el diálogo en lugar de la guerra – se ha visto contrarrestada por la reiterada afirmación de que a los kurdos no se les concederá ni un ápice de autonomía. Tampoco se discute la demanda de la educación en su lengua materna.
Uno de los aspectos más importantes del nuevo proceso de paz, es el destino de la región gobernada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por el movimiento nacionalista kurdo en Siria. El 28 de enero, el comandante de las FDS, Mazloum Abdi, anunció, durante las conversaciones en Damasco con Al-Jolani, el nuevo presidente sirio, que se había alcanzado un acuerdo sobre la reorganización del ejército y la integridad territorial del país, especificando que las FDS pasarían a formar parte del ejército sirio. Por otro lado, el proyecto de constitución elaborado por Hay'at Tahrir al Sham – la organización islamista liderada por Al-Jolani, en el poder desde diciembre – no ha satisfecho a los nacionalistas kurdos, quienes han insistido en su exigencia de una existencia autónoma, buscando retrasar el desmantelamiento lo máximo posible, tal como lo hizo la dirección del PKK en Kandil.
Finalmente, los kurdos sirios, tras años de ser instrumentos de Estados Unidos sobre el terreno, escucharon del embajador estadounidense en Ankara y del Representante Especial para Siria, Barack, que no obtendrían ni un ápice de autonomía en Siria. Así, la llamada “Revolución de Rojava”, que comenzó con la retirada del régimen de Assad del Kurdistán sirio, fue rápidamente aplastada por orden estadounidense. Los nacionalistas kurdos en Siria dependen tanto del imperialismo estadounidense, que no pudieron oponer la más mínima objeción a la decisión que se les impuso.
En la situación actual, que conduce a una nueva guerra mundial, el Estado turco está cubriendo su mayor vacío de seguridad: la cuestión de Siria. Los nacionalistas kurdos, que ahora declaran abiertamente que los kurdos de Turquía se pondrán al servicio del Estado turco, no pueden oponerse a la entrada de los kurdos sirios al servicio del Estado sirio.
En este contexto, solo hay un problema que ni Turquía, ni Siria, ni Estados Unidos están abordando: el brazo iraní del PKK, el PJAK. Nadie habla de la entrega de las armas del PJAK. Tras la destrucción de armas, parece que la fuerza militar del PKK está a punto de ser transferida al Kurdistán Oriental. De esta forma, la daga kurda, en línea con los intereses del imperialismo estadounidense, apuntaría contra la burguesía iraní.
Todos estos acontecimientos demuestran una vez más que, en las condiciones actuales, la cuestión kurda no puede resolverse en el marco del régimen capitalista, bajo la guía de las potencias imperialistas globales y regionales.
La única solución reside en la lucha de clases. El proletariado kurdo debe luchar por sus intereses, organizado en sindicatos de clase junto al proletariado turco, árabe e iraní, aprovechando sus experiencias de lucha, que en el pasado llevaron al establecimiento de consejos obreros en el Kurdistán iraquí.
Es este camino el que conduce a la revolución y a la dictadura del
proletariado, tomando el poder en cada uno de los estados capitalistas
existentes. Una vez destruidas las bases materiales de los intereses
capitalistas, que actualmente explotan los problemas nacionales no resueltos,
éstos finalmente encontrarán una solución.
En un informe presentado el 3 de julio de 2025 al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (“De la economía de la ocupación a la economía del genocidio”), la relatora especial para los territorios palestinos, Francesca Albanese, ha puesto de manifiesto la implicación de empresas de todo el mundo en la campaña militar de Israel en Gaza, afirmando que “el genocidio de Israel continúa porque es lucrativo para muchos”. Esta contundente declaración causó un gran revuelo mediático, con reacciones inmediatas del gobierno de Israel, de Estados Unidos y de los laboratorios mediáticos que enfrentan al llamado “anti-semitismo”, pero además se ha puesto en evidencia una vez más la hipocresía de las instituciones burguesas nacionales e internacionales y de todo el discurso basado en la ficción de la igualdad ante la ley.
La Guerra como fenómeno lucrativo del capitalismo
Nuestra Perspectiva
La guerra puede ser interpretada no como un evento aislado, sino como una manifestación de las contradicciones inherentes al sistema capitalista. La dinámica de acumulación de capitales lleva a períodos de agudización de la competencia entre las grandes potencias capitalistas por mercados, materias primas y esferas de inversión, que conduce inevitablemente a conflictos armados, donde la guerra se convierte en un mecanismo inapelable para resolver las contradicciones del sistema.
En nuestro texto “Tesis clásicas y evaluaciones del partido ante las guerras imperialistas” (1989) realizamos las siguientes afirmaciones:
«¿Podrían los gobiernos burgueses y sus jefes impedir la guerra? Estos no tienen la posibilidad ni de provocarla ni de impedirla. Admitiendo incluso que, personalmente no quisieran que la guerra estallase o que no encontrasen oportuno acelerarla, sus intenciones tienen un efecto escaso: la oligarquía del alto capitalismo que representan y de la cual dependen, está obligada a obrar en la producción, en la industria, en el comercio, en las finanzas, según leyes económicas inexorables que conducen a la guerra. La guerra no es una política de una cierta capa o partido burgués, es una necesidad económica».
«¿Podrían, por otro lado, impedir la guerra los movimientos pacifistas interclasistas, los “partidarios de la paz”, las “palomas” de todo tipo? Estos movimientos no proletarios expresan solamente el mezquino deseo pequeño-burgués de mantener las ventajas que el capitalismo está en condiciones de ofrecerles todavía, a costa del proletariado europeo y sobre todo extraeuropeo. La historia enseña que tales movimientos se disuelven en caso de guerra para abrazar las falsas justificaciones de la propia burguesía: ¡empuñar las armas y combatir al ’enemigo’ para defender y restablecer la paz!»
«En el ámbito del modo de producción capitalista y con los instrumentos ofrecidos por el sistema político apoyado en ellos, la guerra imperialista no puede evitarse: sólo una contrafuerza histórica que se oponga a dicho sistema, la de la clase proletaria guiada por su partido, puede constituir la única posibilidad de impedirlo. Sólo cuando se derrumbe la estructura mundial del poder capitalista, se privará a la humanidad de sus horrores, el primero de todos la guerra: en un mundo socialista, en una sociedad no mercantil, no capitalista, no estatal, primer inicio verdadero de la historia humana, la guerra no tendrá ya razón de ser».
¿Puede la Organización de las Naciones Unidas detener las guerras? ¿Informes como los de Albanese conducirán a acciones concretas para detener la masacre en Gaza? ¿Si se detiene la masacre en Gaza, cuánto tiempo tardará en surgir una nueva masacre causada por la confrontación imperialista en cualquier parte del mundo? En el capitalismo no es posible alcanzar la “paz y la seguridad internacional, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, lograr la cooperación internacional…” y todas esas mentiras contenidas en las declaraciones de principio de las instituciones internacionales. La ONU no detendrá las guerras y las masacres; no es una cuestión de quienes la dirigen o de si las naciones que la integran asumen las recomendaciones de Albanese, ninguna de las cuales dirige la atención a la causa: el capitalismo.
Pero el desarrollo de las guerras no trae consigo la parálisis general de los negocios. Se abren las llamadas oportunidades de negocio, que Albanese denuncia en su Informe como si se tratara de una novedad y sin cuestionar la raíz de la masacre en Gaza: el sistema capitalista y las contradicciones entre Estados burgueses e imperialistas.
El negocio lucrativo del genocidio y la guerra
La guerra como fenómeno lucrativo, consecuencia de crisis cíclicas del capitalismo y del choque de intereses económicos, tiene numerosos paralelismos en la historia reciente. Múltiples negocios crecieron o se levantaron de la nada durante la primera y segunda guerra mundial, fortaleciéndose los monopolios y el capital financiero. En guerras como la de Irak, Ucrania y muchas más en las últimas décadas, solo hay que seguir la ruta del dinero y de los contratos de suministro de insumos y materias primas o de operación de determinados negocios, para encontrarse con la dura realidad de cómo se acumula capital sobre la base de la masacre de seres humanos y la destrucción.
En su más reciente informe, la relatora denunció a más de 60 compañías de todas partes del mundo por ser “cómplices” de “la maquinaria corporativa que sostiene el proyecto colonial israelí”. “Pude haber escrito este informe hace años: desde hace décadas que estas empresas sabían que Israel estaba violando los derechos de los palestinos. Pero ahora, muchas se han beneficiado del genocidio”, aseveró. Entre las empresas mencionadas están las estadounidenses Blackrock y Vanguard (inversión); las colombianas Drummond y Glencore (carbón) y la española Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (transporte). El informe señala a decenas de empresas y fondos que se están lucrando del conflicto y la ocupación en Gaza y Cisjordania, lo que Albanese denomina una “economía del genocidio”.
Si bien el informe completo con la lista exacta de todas las 60 empresas o fondos mencionados no está públicamente disponible en detalle en los resúmenes, las noticias y comunicados de prensa han destacado algunas de las principales categorías y empresas mencionadas:
Empresas tecnológicas globales: IBM, Microsoft, Google, Palantir, Amazon. Estas compañías han facilitado sistemas y tecnologías utilizadas por Israel que, según el informe, contribuyen a las violaciones de los derechos de los palestinos. Empresas de construcción y transporte: CAF (Compañía Española de Ferrocarriles y Autobuses): Específicamente mencionada por su participación en la construcción de un tranvía en Jerusalén, lo cual ha generado controversia por su conexión con asentamientos ilegales. Volvo: Aunque la empresa ha refutado las acusaciones, ha sido señalada en el informe. Instituciones financieras: BNP Paribas, Barclays. Estas entidades bancarias han sido mencionadas por suscribir “bonos de guerra” israelíes durante el conflicto, lo que contribuye a financiar las operaciones militares. Otras empresas y sectores: Empresas de la industria armamentística y energética. Se menciona que el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha colaborado con el Ministerio de Defensa israelí en proyectos como el control de enjambres de drones, una tecnología utilizada en el conflicto en Gaza.
Dentro de las empresas acusadas por Albanese de participar en una “economía de genocidio” se encuentran la mexicana Orbia Advance Corporation y la brasileña Petrobras.
El controvertido envío de carbón colombiano a Israel
Para mediados del año pasado, Colombia era el mayor proveedor de carbón a Israel con una participación de más del 50% del mercado, según el American Journal of Transportation. En junio de 2024, el presidente colombiano Gustavo Petro, quien desde hace años ha condenado públicamente los ataques de Israel contra la población palestina, anunció que su país suspendería las exportaciones de carbón a Israel. Asimismo, publicó un borrador precisando que las exportaciones de carbón se reanudarían si Israel cumple una orden de la Corte Internacional de Justicia que le exige retirar sus tropas de la Franja de Gaza. Pero finalmente Colombia ha seguido exportando carbón a Israel mediante al menos dos empresas multinacionales: la suiza Glencore y la estadounidense Drummond. Tras el decreto de agosto de 2024, que prohíbe exportar carbón a Israel, la empresa le pidió al gobierno de Petro reconocer que existe un compromiso jurídico que permite la exportación del mineral a Israel. Drummond precisó que, tras evaluar una serie de documentos, las autoridades competentes expidieron una autorización para que continuara el suministro de carbón a Israel. “Una vez expedida la correspondiente autorización por parte del gobierno nacional, la compañía procedió a cumplir con las obligaciones contractuales previamente establecidas” (comunicado de Drummond). Es decir que la prohibición de exportaciones de carbón de Colombia a Israel anunciada por Petro no se cumplió. Se impone el llamado imperio de la Ley y la burguesía ejerce su derecho. “Al suministrar carbón, gas, petróleo y combustible a Israel, las empresas contribuyen a la infraestructura civil que Israel utiliza para consolidar su anexión permanente y la destrucción de la vida palestina”, denuncia el informe presentado por Albanese.
Sin embargo el Presidente Gustavo Petro afirmó “No sale una tonelada de carbón para Israel” el jueves 24 de julio de 2025, en el contexto de la salida de un buque cargado de carbón con destino a Israel, lo que él consideró un “desafío” a su gobierno a pesar de la prohibición de exportaciones que ya había establecido. A raíz de esta situación, el 29 de julio de 2025, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia presentó un borrador de decreto que busca prohibir “sin excepción” la totalidad de las exportaciones de carbón térmico a Israel, modificando el decreto anterior para eliminar cualquier condicionante. Pero Israel seguirá recibiendo carbón. El mercado, que no es sensible a las masacres, presentará a los capitalistas la oportunidad de negocio y un nuevo proveedor atenderá los requerimientos de carbón de Israel.
Petrobras también hace negocios en el curso del genocidio en Gaza
Petrobras, una de las petroleras más grandes del mundo y mayoritariamente propiedad del Estado brasileño, estaría colaborando con dicho “genocidio”, según la relatora especial de la ONU. El informe especifica que los gigantes petroleros BP y Chevron son las empresas que más aportan a las importaciones de crudo que necesita Israel. “Cada conglomerado suministró efectivamente el 8% del petróleo crudo israelí entre octubre de 2023 y julio de 2024, complementado con envíos de petróleo crudo desde campos petrolíferos brasileños, en los que Petrobras tiene la mayor participación”, afirma el texto. Irónicamente el presidente brasileño se ha manifestado crítico de Israel y su genocidio en Gaza. Pero en su defensa – y lavándose las manos como un moderno Pilatos – manifestó que Petrobras no ha exportado petróleo a Israel y hay varias empresas que explotan los campos petrolíferos brasileños. De nuevo el imperio de la ley y la libre empresa, dejan claro que se impone el derecho de la burguesía a hacer negocios sin importar con quien.
Las reacciones ante el Informe Albanese
El informe de Francesca Albanese, que señala a empresas internacionales por beneficiarse del conflicto en Gaza, ha generado diversas reacciones en la comunidad internacional. Estados Unidos ha manifestado una fuerte oposición al informe, imponiendo sanciones a Francesca Albanese. El Secretario de Estado ha acusado a la relatora de llevar a cabo una campaña “ilegítima” y “sesgada”, con acusaciones de “anti-semitismo descarado, apoyo al terrorismo y un abierto desprecio por Estados Unidos, Israel y Occidente”. La ONU ha instado a EEUU a revocar estas sanciones. Israel ha rechazado de plano las acusaciones presentadas en el informe, calificándolas de infundadas y de un “abuso de poder” por parte de la relatora. Alemania ha mostrado una postura de desacuerdo con las implicaciones del informe sobre el “genocidio” en Gaza. En el Reino Unido, familias palestinas iniciaron acciones legales contra British Petroleum, acusándola de “poner la gasolina del genocidio” debido a su participación en el conflicto.
En síntesis una vez más nos encontramos ante una situación que evidencia que la guerra, en el marco del capitalismo, es un producto de la economía y de la competencia inter-imperialista y es un motor de lucro y negocio para empresas y consorcios monopólicos.
La médula del negocio
Pero la médula del negocio no es el centro de atención del Informe de Albanese. La guerra alimenta las ganancias de la Industria militar. Y aunque Israel cuenta con una fuerte industria militar, los registros en diferentes órganos de prensa dan cuenta de una lista larga de empresas que han sido beneficiadas en los últimos 2 años con contratos de suministro de armamentos, municiones, etc.
Estados Unidos es, con mucho, el principal proveedor militar de Israel. Así tenemos: Lockheed Martin: Mayor contratista de defensa estadounidense. Ha suministrado a Israel durante décadas aviones de combate (como los F-16 y F-35), misiles Hellfire y otros equipos. Sus acciones han subido significativamente desde el inicio del conflicto. Boeing: Fabrica los cazas F-15, helicópteros Apache AH-64 y los kits JDAM (que convierten bombas convencionales en municiones guiadas de precisión). Tras octubre de 2023, aceleró la entrega de miles de bombas y kits JDAM a Israel. General Dynamics: Suministra proyectiles de artillería a Israel. Sus acciones también han experimentado un aumento considerable. Han manifestado que el sector de la artillería está “bien situado” para beneficiarse de la ofensiva israelí. Raytheon Technologies (ahora RTX Corporation): Fabricante de misiles de defensa aérea, misiles de crucero y otros sistemas de armas. Es un proveedor clave de Israel en el ámbito de la defensa aérea (por ejemplo, para el sistema Cúpula de Hierro). Northrop Grumman: Provee una amplia gama de sistemas y equipos de defensa, incluyendo componentes para aviones, radares y sistemas de guerra electrónica. Caterpillar: Aunque no es una empresa de armamentos per se, proporciona excavadoras D9 blindadas, que Israel utiliza ampliamente en operaciones en Gaza, incluyendo demoliciones. Esto la convierte en una empresa indirectamente beneficiada por la actividad militar.
Empresas europeas: Varios países europeos también han tenido contratos o exportaciones de armamento a Israel. BAE Systems (Reino Unido): Produce el obús M109 de 155 mm, utilizado por Israel en Gaza, y suministra componentes electrónicos para los cazas F-15, F-16 y F-35. Rheinmetall (Alemania): Fabricante de municiones, vehículos blindados y otros sistemas militares. Alemania ha sido un proveedor importante de armas a Israel. Leonardo (Italia): Empresa italiana de defensa que también ha tenido contratos con Israel. Italia ha reportado la exportación de armamento a Israel. Nammo (Noruega/Finlandia): A través de su filial española, Nammo Palencia, exportó municiones a Israel en noviembre de 2023, siendo Elbit Systems la receptora.
Epílogo
En carta de fecha 1 de julio de 2025 el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se dirigió a la Fundación Nobel para postular a Donald Trump al Premio Nobel de la Paz. Netanyahu entregó a Trump la carta de nominación que, según dijo, había enviado al comité del Nobel: “Está forjando la paz mientras hablamos, un país y una región tras otra”. Esta declaración tuvo lugar durante una cena en la Casa Blanca el 7 de julio, donde ambos líderes celebraron sus recientes operaciones militares conjuntas contra las instalaciones nucleares de Irán, que ambos han calificado de “éxito total”, pese a que este “éxito” ha quedado evidenciado como una mentira repetida mil veces por los medios o aparatos de propaganda controlados por Occidente y, más específicamente, por Israel.
Mientras tanto surgieron iniciativas que apoyan la postulación de Francesca Albanese y los médicos de Gaza para el premio de la Paz. Destacan dentro de los patrocinantes de Albanese los eurodiputados Matja Nemec y Aodhán Ó Ríordáin, socialdemócratas y laboristas en el Parlamento Europeo, algunos gremios y sindicatos de Túnez y hasta personalidades del cine, la música, la literatura y la academia italiana, así como diferentes organizaciones pacifistas de carácter pequeñoburgués. Se trata de todo ese segmento de la política burguesa que critica a los gobiernos autoritarios y la ausencia de la independencia de poderes y que exigen como solución “más democracia”, que critican la guerra en un sentido genérico, sin reconocer su origen en la dinámica del sistema de la economía capitalista – y no en las inclinaciones individuales de determinados gobernantes por la violencia, el autoritarismo y el fascismo – y el papel de la lucha de clases subyacente.
Dos candidaturas que representan dos caras de una misma moneda, en esta dinámica de masacres, mentiras y videos que caracterizan a las guerras imperialistas en curso, mecanismo del cual la Fundación Nobel forma parte y es exponente de la misma hipocresía y cinismo que podemos observar en la Organización de las Naciones Unidas. Se trata de instituciones y actores que seguirán pregonando las ilusiones sobre la ficción del imperio de la Ley y los derechos, dentro de los países y en el choque entre los Estados, siendo que el derecho no deriva de leyes sino de la fuerza que tiene la burguesía o un determinado Estado capitalista (o grupo de Estados) para imponerlo. Cumpliendo la Constitución Nacional y los tratados internacionales o pasando por encima de ellos, la burguesía y el imperialismo impondrán por la fuerza su derecho de oprimir a la clase obrera y explotar el trabajo asalariado. Detrás de las mentiras y la demagogia de la democracia y el “imperio de las leyes”, la realidad termina siendo que el capitalismo no podrá mantenerse sin la masacre de las mayorías asalariadas y oprimidas.
En el contexto de este teatro del absurdo vemos al Fiscal General de Venezuela abrir una investigación a Nayib Bukele por crímenes de lesa humanidad en el trato a migrantes venezolanos en las cárceles de El Salvador (no abrió investigación, por cierto, a Donald Trump por detener y secuestrar migrantes acusados de delitos no confirmados en sentencias de tribunales; ya que con Trump sostienen lucrativas negociaciones), mientras en Venezuela el gobierno burgués de los bolivarianos igual encarcela a sus opositores políticos y a sindicalistas sin ningún apego a la legalidad y derechos que ellos proclaman en sus leyes, sus discursos y su constitución. Pero igualmente vemos al partido demócrata norteamericano llamando a Trump “monarca” y autoritario, pese a que por mucho tiempo, en sus administraciones, han controlado a diferentes poderes y los han subordinado al Poder Ejecutivo, una forma de centralizar la dirección del Estado sin romper con las apariencias de la ficción de la independencia de poderes en la democracia burguesa (dejando cada vez menos espacio para diferencias entre democracia y fascismo). El cinismo es un componente necesario en el discurso burgués sobre la ficción de los derechos humanos y la libertad e igualdad ante las leyes; ficción de la que hacen culto no solo los exponentes de la burguesía, sino la pequeña burguesía y todos los oportunistas y la izquierda que se autodenomina democrática.
Ni la burguesía, ni las corrientes “críticas” de la pequeña burguesía podrán ofrecer una salida de fondo a las masacres que denuncian sobre la población en Gaza y todas las masacres que sufren las mayorías asalariadas tanto en las guerras abiertas como en los centros de trabajo y de explotación de los asalariados. La burguesía y la pequeña burguesía – incluso aquellos sectores de ésta que se presentan como oposición “radical” (y siempre democrática) al capital – son fuerzas conservadoras que se oponen firmemente al fin del capitalismo, que será el fin de su historia.
Todas esas mentiras, todo ese cinismo, todo ese absurdo, más temprano que tarde será arrasado por la reanudación de la lucha de clase del proletariado, por el retorno de la organización de clase en la lucha reivindicativa económica y por el reencuentro de la clase obrera con el partido comunista internacional, que trazará el curso revolucionario a seguir. La revolución proletaria barrerá con la democracia y el fascismo y con todas sus ficciones de derechos e igualdad, con la fuerza, la violencia y la dictadura de la clase obrera.
La posición comunista frente a la guerra imperialista deriva de su posición
general hacia el capitalismo: quiere la supresión total del mismo. Las crisis
económicas, y las guerras que las siguen, son palancas que pueden utilizarse
para echarlo abajo. El marxismo no ve paz ni bienestar perpetuos en el
capitalismo: una y otro constituyen las premisas necesarias de crisis cada vez
más profundas y de guerras cada vez más destructivas. El comunismo quiere la
paz, ciertamente, pero no la paz efímera mantenida con ejércitos súper armados
enfrentados como nunca, dispuestos a lanzarse unos contra otros o contra
proletarios alzados en cualquier país; quiere la paz verdadera, orgánica,
posible sólo en la sociedad sin clases sociales, conquistada con la revolución
internacional.
Con el despliegue de tres buques de guerra, a los cuales se suma un submarino de propulsión nuclear, presente desde comienzos de agosto en la zona, que cuenta con capacidad misilística y operaciones de inteligencia, junto a aeronaves de patrulla marítima P-8 Poseidón, incluyendo un contingente militar de más de 4.000 marines, el gobierno norteamericano ordenó esta operación para realizar una demostración de su poder militar y de disuasión en el Caribe.
El movimiento de tropas tiene como basamento la orden del gobierno norteamericano, del pasado 8 de agosto, de emplear a las Fuerzas Armadas contra carteles de drogas extranjeros. Destacan dentro de estos carteles los mejicanos y colombianos, pero también el llamado “Tren de Aragua” de Venezuela.
De manera simultánea a este despliegue, el gobierno de los Estados Unidos, específicamente la Fiscal General, Pam Bondi, anunció en agosto el aumento de la recompensa por información que conduzca al arresto de Nicolás Maduro, Presidente del gobierno burgués venezolano, a un monto de 50 millones de dólares. La primera vez que se estableció una recompensa por Maduro fue el 26 de marzo de 2020, cuando el Departamento de Estado, durante la anterior administración de Donald Trump, ofreció 15 millones de dólares. En enero de 2025, la administración del entonces presidente Joe Biden – ya terminando su mandato – aumentó el monto de la recompensa de 15 a 25 millones de dólares.
Pero piden recompensa por Maduro y sin embargo mantienen comunicación y llegan a acuerdos de negocio con su gobierno sobre petróleo (en la primera quincena de agosto EEUU recibió 2 buques con petróleo extraído por Chevron), migrantes y otros temas.
La trama de esta novela ya es conocida y también los actores de reparto. El imperialismo norteamericano ya presentó su guión de lucha contra el narcotráfico, con un despliegue sin precedentes en el Caribe, pese a que la ONU ha producido informes que indican que la mayor parte de los cargamentos de droga que entran a EEUU, provenientes de américa del sur, lo hacen por las costas del pacífico. Es sabido que el objetivo estratégico real de Norteamérica es el control del petróleo, el gas y otro conjunto de recursos naturales de alto valor económico y que, en su área de influencia inmediata, se ubican en el territorio comprendido entre el Golfo de México (que ahora quieren llamar “Golfo de América”) y Venezuela (incluyendo el territorio Esequibo en disputa con Guyana). También es sabido que los movimientos militares de EEUU y sus coordinaciones con varios países de la región, tienen tiempo ejecutándose, pero ahora se les ha dado una gran resonancia mediática con fines políticos.
El gobierno venezolano desgarra su garganta con alaridos y poses de un “anti-imperialismo” que cínicamente admite pactos, acuerdos, alianzas y negocios, tanto con la burguesía local como con las trasnacionales, garantizándoles mano de obra barata y paz laboral basada en la acción del binomio represión estatal – sindicatos patronales. El guión del gobierno también incluye el llamado a la unidad nacional contra el enemigo externo. Y este es el guión de la mayoría de los partidos de oposición, de derecha y de izquierda, que levantan las banderas de la defensa de la patria. El guión de los sindicalistas, de las centrales sindicales del régimen, es pedirles a los trabajadores que pongan sus exigencias reivindicativas a un lado, porque primero es la patria. Y no faltan las arengas contra los “vendepatria”, con los que el chavismo aprovecha de perseguir a sus opositores y a los disidentes internos y aturdir con amenazas y chantaje al movimiento obrero.
Pero así como los gringos montan su show del despliegue militar, el gobierno burgués venezolano hace lo mismo. En correspondencia con esto el presidente Maduro anunció el 18 de agosto el despliegue de 4,5 millones de milicianos en respuesta a las “amenazas” de Estados Unidos. La Milicia, integrada por unos 5 millones de reservistas, según cifras oficiales dudosas, fue creada por el expresidente Hugo Chávez. Más tarde pasó a ser parte de uno de los cinco componentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Maduro pidió a las bases políticas de su gobierno avanzar en la conformación de las milicias campesinas y obreras “en todas las fábricas”. “¡Fusiles y misiles para la fuerza campesina! Para defender el territorio, la soberanía y la paz de Venezuela”, dijo. “Misiles y fusiles para la clase obrera, para que defienda nuestra patria”, remarcó Maduro. El 21 de agosto Nicolás Maduro anunció la convocatoria a una jornada de alistamiento de las “fuerzas milicianas” los días 23 y 24 de agosto, a realizarse en las sedes de cuarteles militares, unidades militares, plazas públicas centrales, plazas Bolívar y en las sedes de las bases populares de defensa integral. Esta jornada se cumplió y se amplió para los días 30 y 31 de agosto y el gobierno anunció que se alcanzó una cifra de 8,5 millones de milicianos alistados y que a partir de ahora el alistamiento sería permanente y se iniciarían los entrenamientos militares de estas personas. Pero, aunque estas cifras son dudosas, lo que si es cierto es que muchos trabajadores del sector público acudieron forzados por los patronos a alistarse como “milicianos”.
Estos anuncios están preñados de demagogia. El gobierno monta un show politiquero, aprovechando los anuncios norteamericanos, para levantar su discurso patriótico y tratar de apartar a las masas asalariadas de su descontento y de las motivaciones para la lucha de clase. El cuerpo miliciano venezolano es un contingente mal armado (para no decir desarmado) al que han afluido parte de los desempleados y personas de la tercera edad, en la búsqueda de algunas migajas que les ayuden a sobrevivir y que es ocupado en labores de resguardo de instituciones y algunas otras tareas que no implican la confrontación física o combate o el uso de armamento. Pero con estos anuncios se llena los titulares en la guerra de mentiras que se desarrolla en los medios y redes sociales.
No han faltado los grupos y partidos que se autodefinen de “izquierda” que han respaldado el llamado de Maduro a alistarse como milicianos. En este contexto, los llamados a asumirse como “patriotas y anti-imperialistas”, realmente son llamados a someterse a la burguesía, a apartarse de la lucha de clases y a tomar el camino contrarrevolucionario.
Pero el movimiento obrero debe reaccionar con una posición de clase, fuera de la trama de esta novela de la burguesía y el imperialismo. En Venezuela, como en todos los países capitalistas, la clase obrera no tiene que luchar contra la invasión de un ejército de un otro Estado burgués, porque el gobierno burgués que la llama a alistarse en las milicias está siempre contra de ella: y es su primer enemigo. La lucha de la clase obrera, mientras que no conquiste el poder político, no es militar sino social, en defensa del salario y mejores condiciones de vida, y también lucha política, para derrotar el poder de la burguesía, no importa si ésta se asume nacionalista o títere de una potencia extranjera.
Ninguna alianza con la burguesía ni unidad por la defensa de la patria. El movimiento obrero debe avanzar en su organización para la lucha reivindicativa consecuente, contra los capitalistas (públicos y privados), por aumento significativo de los salarios, pensiones y jubilaciones reducción de la jornada de trabajo, reducción de la edad de jubilación, mejora de las condiciones e higiene de trabajo, etc. El llamado a la unidad nacional y a la defensa de la patria somete a la clase obrera al control de la burguesía y sus partidos. La clase obrera no tiene patria.
Ninguna alianza con el imperialismo. Ni el norteamericano, ni el ruso, ni el chino, ni ningún otro. No se puede enfrentar al imperialismo norteamericano y tener como amigos a los gobiernos y empresas de China, de Rusia o de cualquier otra potencia capitalista. Todos los Estados capitalistas son enemigos del proletariado.
Impulso de la HUELGA GENERAL. Todas las luchas reivindicativas de los trabajadores deben confluir en la Huelga General, que debe ser una huelga indefinida y sin servicios mínimos y debe sumar a los trabajadores del sector público y del sector privado.
Retomar los Sindicatos de Clase. Verdaderas organizaciones de lucha
consecuente por las reivindicaciones de los trabajadores. Enfrentar la
discriminación y división de los trabajadores por su nacionalidad, oficio,
creencias religiosas, sexo o color de piel. Rescatar las asambleas y la
organización de base. Organización sindical basada en la localidad donde residen
los trabajadores y no en los centros de trabajo. Incorporación de los
desempleados, pensionados y jubilados.
Con las elecciones municipales del 27 de julio en Venezuela la burguesía cierra un ciclo que le ha permitido fortalecer el control y administración del Estado (su Estado). El balance entre el 28 de julio de 2024 y el 27 de julio de 2025 deja a los bolivarianos del chavismo con el control de la presidencia de la república (Poder Ejecutivo), el Poder Electoral, el Poder Judicial, el Poder Legislativo y el llamado Poder Moral, además del control sobre el Banco Central, la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, y también los Consejos Legislativos estadales y los Consejos Municipales.
Particular relevancia tuvieron las elecciones presidenciales del 28 de julio 2024 ya que en la confrontación interburguesa la fracción del chavismo se vio en la necesidad de imponerse por la fuerza sobre la opción opositora, sin mostrar pruebas que desmintieran las acusaciones de fraude electoral y en cambio apuntaló su poder político con la represión a las protestas post-electorales. Esta acción de fuerza no solo le garantizó al chavismo su continuidad en el gobierno, sino que abrió las puertas a un proceso de ampliación de la centralización política, necesario para facilitar los negocios de la burguesía y el imperialismo.
No hay espacio para que fracciones parlamentarias en desacuerdo o la confrontación entre partidos, le impidan al chavismo administrar los intereses de la burguesía. Incluso la minoría opositora en el parlamento y en algunos gobiernos locales, ha asumido una coexistencia con el chavismo, con la misma misión de dar sostén a los negocios de la burguesía. Cualquier perturbación política que entorpezca los planes de la burguesía y las trasnacionales en Venezuela, que tienen como principal sustento la sobre-explotación de los trabajadores, tendría que surgir del magma social y todas las contradicciones que bullen en él, siendo la principal la contradicción capital-trabajo.
Pero para enfrentar el conflicto social el chavismo ha dedicado el último cuarto de siglo a fortalecer el aparataje militar-policial-judicial que, aunque utilizado en estos años principalmente contra opositores demócrata burgueses, está destinado a reprimir a la clase obrera y la previsible reanudación de la lucha de clases. El Código Civil, las leyes contra el odio y contra el terrorismo y la traición a la patria, han venido blindando al Estado burgués para el ejercicio de la represión. La subordinación práctica de los tribunales a los fiscales acusadores, la persecución, detención, secuestro, desaparición, tortura, aislamiento, sin previo juicio, de activistas sociales y políticos, incluidos dirigentes sindicales, se ha venido imponiendo como práctica reiterada para cerrar el paso a sus opositores políticos (por lo general también demócrata burgueses – de izquierda y derecha- y oportunistas) y representan el terrorífico aparato aceitado y lubricado para enfrentar la inevitable reanudación de la lucha de clase de los trabajadores, que terminarán retomando la huelga, indefinida, sin preaviso, sin servicios mínimos, capaz de integrar, bajo exigencias reivindicativas comunes, a asalariados de diferentes oficios y ramas de actividad económica.
A este trabajo de cohesión política del Estado burgués, para enfrentar la crisis, defender los negocios de la burguesía y el imperialismo y reprimir todo posible brote de lucha independiente de los trabajadores asalariados, se suma la labor traidora de centrales y federaciones sindicales que dividen, desorganizan y desmovilizan al movimiento obrero. Y es por esto que decimos que se trata de sindicatos del régimen, que lo ayudan a mantenerse y a obtener la mayor ganancia de la explotación de los trabajadores.
Con todas estas posiciones favorables Fedecámaras, el gremio que agrupa al empresariado venezolano, anunció que presentará un paquete de leyes englobadas en lo que han llamado “Plan Nacional de Inversión y Empleo”, dando forma a “un nuevo marco legal que fomente la iniciativa privada y la generación de puestos de trabajo”. Con esto Fedecámaras dicta la pauta al gobierno y a la Asamblea Nacional sobre los temas que deben ser prioritarios en su agenda de trabajo.
Mientras tanto el gobierno de Estados Unidos acordó con el venezolano la reactivación de las operaciones de Chevron, previendo el impacto negativo que la caída de los precios internacionales del petróleo pudiera tener en la producción norteamericana. El contrato con Chevron es desconocido y no fue presentado a la Asamblea Nacional; y esto no causará mayores controversias políticas… esto es lo que necesita la burguesía hoy: un gobierno que centralice al máximo la toma de decisiones. Un gobierno sometido a la confrontación entre los llamados “poderes del Estado” o limitado por las polémicas y choques entre fracciones parlamentarias y diferentes bloques de partidos, es un gobierno que verá limitada su efectividad para tomar las decisiones requeridas para la buena marcha de los negocios de la burguesía y el imperialismo y para enfrentar tanto la crisis económica como cualquier crisis política, principalmente la crisis política a la que más teme la burguesía, que es aquella que se derivará de la reanudación de la lucha de clases asumida por el movimiento obrero.
Y aún con todo esto el gobierno anunció un Decreto de Emergencia Económica que establece que el Poder Ejecutivo podrá centralizar los impuestos y los ingresos fiscales, preparándose para un escenario de reducción de ingresos y con potestad para reducir las cargas impositivas a los capitalistas.
En cuanto a la izquierda oportunista, ésta clama por más democracia, denuncia fraudes electorales, exige el cumplimiento de la constitución y se regocija por las abultadas cifras de abstención. Toda la crítica que hace esta izquierda al gobierno burgués de los chavistas o a sus opositores de derecha, se derrumba frente a su fe en la democracia y en las leyes, que los hace incapaces de impulsar un cambio revolucionario y de conducir al movimiento obrero hacia la toma del poder y la implantación de la dictadura del proletariado. Las elecciones contempladas por la democracia burguesa permiten establecer quienes serán los administradores de los intereses de la burguesía en un período determinado; y la izquierda oportunista y pequeño burguesa pide a gritos que se les permita optar con sus candidatos, para demostrar que también pueden ser buenos administradores de las instituciones del Estado burgués. La derecha y la izquierda de la democracia burguesa sobrevaloran las cifras de abstención a su conveniencia: la oposición de derecha pretende demostrar que las cifras de abstención muestran el rechazo y derrota del gobierno de los chavistas, mientras que la oposición de izquierda habla de una elevación de la “conciencia de las masas” y de una “oleada revolucionaria”. Pero esas “masas” son una amalgama policlasista, también llamada “pueblo”, que tiende a expresar la visión política de la pequeña burguesía golpeada por la crisis capitalista, que busca salidas en programas sociales y económicos que no se plantean la ruptura con la explotación del trabajo asalariado. Difícilmente la “conciencia” de los votantes que se abstuvieron llegó a ser otra cosa que una conciencia democrático burguesa, la conciencia de los que buscan soluciones a su situación depauperada, dentro de la democracia burguesa y el capitalismo, porque el proletariado y su partido no se han convertido todavía en una opción de poder a la cual seguir. Los oportunistas llaman a una abstención acomodaticia y en este caso prácticamente obligada por el gobierno que les ha cerrado todas las posibilidades de inscribir candidaturas, pero no vacilarán en presentar candidatos si la situación cambia. La abstención electoral es la táctica correcta siempre y cuando se asuma como una posición antisistema coherente, que implica el abandono del parlamentarismo y la concentración de los esfuerzos políticos en el impulso de las luchas extraparlamentarias del proletariado. La participación electoral va en sentido contrario a la preparación revolucionaria.
La vicepresidenta de la república, Delcy Rodríguez, manifestó en julio, en acto en el que mostró cifras sobre el crecimiento económico de Venezuela, que “El centro de la recuperación económica son los hombres y mujeres trabajadores de Venezuela, lo que hemos producido ha sido gracias a los trabajadores de distintos sectores de los motores económicos”. Y esto es cierto: sin las gigantescas tasas de explotación del trabajo asalariado y toda la miseria y carencias manifiestas en el día a día de las familias de los asalariados, no habría sido posible a los capitalistas sobrellevar la crisis de la economía. La riqueza y las ganancias de la minoría poderosa han sido preservadas a costa del sufrimiento y la pobreza de la clase obrera. Este es el balance que deja la democracia burguesa de ayer, de hoy y de mañana.
La clase obrera no tiene por lo tanto nada que buscar en la democracia
burguesa, ni en sus leyes ni en sus shows electorales. Solo queda el camino de
la lucha unitaria y firme por reivindicaciones elementales, que deberá confluir
en la lucha por el poder, conscientes de que democracia y fascismo son dos caras
de una misma moneda y conscientes también de que hasta la conquista de la más
pequeña reivindicación, implicará enfrentar al aparato militar-policial-judicial
de la burguesía, uniendo todas las luchas en la huelga general y siguiendo el
curso que dicte su partido, el partido comunista internacional.
En la lucha entre los cárteles petroleros por el control del mercado volvemos a encontrar todas las características típicas de la era del imperialismo, repetidamente subrayadas por nuestra corriente y sintetizadas, durante la Primera Guerra Mundial, en 1916, por Lenin.
«Por lo tanto, sin olvidar el valor condicional y relativo de todas las definiciones en general, que nunca pueden abarcar todas las concatenaciones de un fenómeno en su pleno desarrollo, debemos dar una definición del imperialismo que incluya las siguientes cinco características básicas: 1) La concentración de la producción y el capital ha alcanzado tal grado de desarrollo que ha creado monopolios que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) La fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación, sobre la base de este «capital financiero», de una oligarquía financiera; 3) La exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia excepcional; 4) La formación de asociaciones capitalistas monopolistas internacionales que se reparten el mundo, y 5) Se completa la división territorial del mundo entero entre las mayores potencias capitalistas. El imperialismo es el capitalismo en esa etapa de desarrollo en la que se establece el dominio de los monopolios y el capital financiero; en la que la exportación de capital ha adquirido una importancia pronunciada; en la que ha comenzado la división del mundo entre los trusts internacionales, en la que se ha completado la división de todos los territorios del globo entre las mayores potencias capitalistas”(Lenin, “El imperialismo, fase superior del capitalismo"» (Cap. VII).
«Cuanto más se desarrolla el capitalismo, tanto más sensible se hace a la escasez de materias primas, tanto más aguda es en todo el mundo la competencia y la caza de fuentes de materias primas. De esto nace la tendencia del capital financiero a ampliar su propio territorio económico en la lucha furiosa por el último rincón de la esfera terrestre no dividido aún, o por un nuevo reparto de los ya divididos» (“La Izquierda Comunista” nº 15, noviembre 2001).
Hoy en día, en el negocio del petróleo, 7 mega-corporaciones (Exxon, Chevron, Aramco, Rosneft, CNPC, Shell y BP) controlan el 45 % de la producción mundial, fusionando capital industrial y financiero según lógicas de dominio imperialista. Aunque con el paso del tiempo, tras cada crisis y cada guerra, la distribución del negocio petrolero ha cambiado, con la salida o la entrada de alguna empresa, lo que permanece constante es que un puñado de cárteles, que integran capacidad productiva, capital financiero y poder político, mantienen el control del ciclo del petróleo y sus derivados.
El petróleo sigue siendo el recurso estratégico más importante para el funcionamiento del capitalismo, condicionando las relaciones de poder entre las potencias. La lucha por el control de los hidrocarburos no es solo una disputa económica, sino la expresión de la contradicción intrínseca al sistema capitalista: la competencia interimperialista por los mercados, los recursos y los beneficios, que tiende a desembocar en crisis y enfrentamientos armados. La historia del petróleo y de las luchas entre petroleras es inseparable del choque global por el dominio del mundo.
Una descripción detallada de las dinámicas que han caracterizado el negocio del petróleo a lo largo de la historia, marcada por crisis de sobreproducción, competencia entre capitales, enfrentamientos y guerras por el reparto de los mercados y los territorios asociados, se puede encontrar en nuestro estudio “Il petrolio, i monopoli, l’imperialismo” (El petróleo, los monopolios, el imperialismo), publicado en Il Partito Comunista, n.º 357-373, 2013
La situación actual de la oferta y la demanda
La demanda global de petróleo sigue creciendo constantemente, impulsada por las economías capitalistas emergentes (sangre joven para la acumulación de capital), como China e India, mientras que la oferta ha sufrido fluctuaciones debido a factores geopolíticos (sanciones a Rusia, conflictos en el Medio Oriente) y tecnológicos (extracción de esquisto en América del Norte).
En el mercado, junto a los países con economías de alto consumo que dependen en gran medida de las importaciones, otros disponen de grandes reservas pero tienen una actividad económica relativamente modesta, incapaz de consumir todo su petróleo.
Los países con alto consumo y baja producción son:
China, con 14,5 millones de barriles por día (mb/d) en 2023, importa el 70%
de sus necesidades.
India, con 5,2 mb/d, depende en un 85% de las importaciones.
Europa, con 13 mb/d, sigue dependiendo del gas y el petróleo rusos a pesar de
las sanciones.
La “inteligencia artificial” no reducirá la demanda de petróleo, ya que los centros de datos requerirán el 2% de la electricidad globalmente producida (según la Agencia Internacional de Energía), generada principalmente con combustibles fósiles. La agencia S&P Global ha previsto que la demanda de gas natural para sostener los centros de datos podría alcanzar los tres mil millones de pies cúbicos por día para 2030. Solo el crecimiento urbano en Asia y para los transportes mantendrá alta la demanda de combustibles y de plásticos al menos hasta 2040. También los “ejércitos robot” (drones y vehículos autónomos) requieren y consumen derivados del petróleo para su construcción.
En el capitalismo, la tecnología avanza no para “salvar el planeta”, sino para que los monopolios puedan obtener superganancias de la esclavitud de millones de hombres.
Pero actualmente, con una demanda que no da señales de recuperación, asistimos a un exceso estructural de la oferta, similar al de la crisis de 2014-16, sin embargo, con un margen de maniobra menor debido a la desaceleración en curso en China.
Uno de los factores a la baja en la demanda es el crecimiento de la cuota de vehículos eléctricos en las ventas globales, que alcanzó el 17% en 2023.
Así, la producción hoy tiende a superar a la demanda. Esto tuvo su origen más evidente en la explotación de los esquistos en América del Norte (fracking), en la entrada al mercado de la producción de Guyana y en los cambios asumidos por la OPEP+, el cartel de productores liderado por Arabia Saudita y Rusia, que anunció su intención de romper con la política de recortes a la producción, frente a la “estabilización del mercado”.
También se señalan nuevas instalaciones para la distribución, además de la extracción, para la licuefacción de gas natural y los nuevos gasoductos y oleoductos que facilitan el suministro a los puertos (en Canadá). La capacidad de refinación global ha aumentado, pero en 2024 los márgenes de ganancia han disminuido.
Los inventarios siguen siendo relativamente altos. En los Estados Unidos eran de 360 millones de barriles en abril de 2024. Europa y China también han acumulado, aprovechando los precios bajos.
En este escenario de superproducción, los primeros perdedores serán aquellos que no puedan competir con la reducción de precios. Se impondrá un fortalecimiento del control monopolístico. Solo las guerras locales pueden generar un desequilibrio en la oferta que permita mitigar el impacto del aumento de la producción.
Reservas y perspectivas de agotamiento
Cuadro 1 Los 5 principales países consumidores y productores 2023 (mb/d) |
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Pais | Con- sumo |
Pro- duc- ción |
Défi- cit /Supe- rávit |
EEUU | 20,5 | 18,5 | -2,0 |
China | 14,5 | 4,1 | -10,4 |
India | 5,2 | 0,7 | -4,5 |
Arabia S. | 3,9 | 11,1 | +7,2 |
Rusia | 3,6 | 10,9 | +7,3 |
Fuente: BP Statistical Review 2023 |
Las reservas mundiales probadas alcanzan los 1.700 millones de barriles, pero
su distribución es desigual. Venezuela posee las mayores, con 304 mil millones
de barriles, pero su producción se ha desplomado debido a las sanciones y la
falta de inversión. Arabia Saudita, con 267 mil millones de barriles, y Rusia,
con 80 mil millones, mantienen altos niveles de extracción, aunque con
horizontes de 50-60 años. Estados Unidos, con 69 mil millones, depende del
esquisto, cuyas reservas son menos duraderas: 20-30 años.
Cuadro 2: Reservas probadas y vida útil al ritmo actual |
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Pais |
Reser- vas (mmb) |
Vida útil (años) ** |
Venezuela | 304.000 | >100 |
Arabia S. | 267.000 | 65 |
Canadà* | 168.000 | 80 |
Irán | 157.000 | 90 |
Rusia | 80.000 | 25 |
EEUU | 69.000 | 20 |
* Incluye arenas bituminosas ** Media global: 50 años |
La caída en el precio del petróleo indica una sobreproducción. Sin embargo, los precios fluctúan debido a diversas situaciones, como la guerra en Ucrania o la desaceleración del crecimiento en los países consumidores, además de los aumentos especulativos temporales. Es evidente que la situación actual muestra una alta capacidad de producción que choca con una demanda que no crece al mismo ritmo. Esto frena el desarrollo y la concentración de las fuerzas productivas asociadas al negocio petrolero.
Tendencias recientes de los precios del petróleo
A continuación, se presenta un resumen de la evolución reciente de los
precios:
2014-2016: Colapso debido a la sobreproducción (EEUU + OPEP), con un precio
que cayó hasta los 30 dólares por barril.
2020: La desaceleración del comercio global y del sector manufacturero,
vinculada a la crisis del COVID-19, provocó que el precio se desplomara por
debajo de cero, a -37 dólares (futuros del WTI), ya que los tanques de
almacenamiento en los puertos estaban llenos y no había dónde descargar los
petroleros.
2022: La guerra en Ucrania hizo que el precio del Brent se disparara a 139
dólares.
2023-2024: Los precios cayeron a 75-90 dólares debido a la desaceleración de
China y al ajuste de la producción de la OPEP+.
2025: En abril, los precios descendieron al nivel de 2021.
La comparación de estos periodos con el año 2008, cuando el precio alcanzó un pico de 147 dólares en julio, demuestra la volatilidad que responde a las crisis capitalistas en curso y cómo las guerras influyen en la recuperación de los precios. Todo esto no es más que el reflejo de la anarquía del mercado capitalista.
El reflejo del choque inter-imperialista
A principios de abril, el precio del barril de Brent, de referencia para Europa, descendió a 65 dólares, mientras que el West Texas Intermediate (WTI) se situó en 62 dólares.
Las especulaciones financieras en el mercado fueron impulsadas por dos anuncios clave. Primero, la OPEP+ (Arabia Saudita, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Rusia, Kazajistán, Argelia y Omán) comunicó que aumentaría su producción en 411.000 barriles diarios, el triple de lo previsto. Si bien la función histórica de la OPEP ha sido acordar recortes de producción para sostener los precios, la agresiva participación de Estados Unidos en el mercado petrolero la ha obligado a defender sus propias cuotas. Fueron Rusia y Arabia Saudita quienes impulsaron este aumento de la oferta.
La OPEP+ ya contaba en 2024 con una capacidad de producción sin utilizar de 5,86 millones de barriles diarios. El aumento previsto anularía el 44% de la reducción que el bloque había mantenido desde 2022.
Además, el mercado reaccionó al anuncio de aranceles por parte de Estados Unidos y a la respuesta de China, lo que aceleró la caída de los precios.
Estados Unidos está imponiendo sanciones más severas a Irán y Venezuela, y ha anunciado aranceles secundarios para los compradores de petróleo venezolano e iraní, y posiblemente, ruso. China, que compra casi el 75% de la producción venezolana, podría ser sancionada.
Aunque el Gobierno estadounidense suspendió posteriormente las medidas arancelarias y a pesar de haber alcanzado un acuerdo comercial con China, esto no fue suficiente para que los precios volvieran a subir.
A finales de mayo, los precios rondaban los 64,90 dólares para el Brent y 61,85 dólares para el WTI. El gobierno estadounidense decretó la salida de Chevron de Venezuela, pero el lobby petrolero logró atenuar la medida para no ceder este espacio a sus competidores (como China). El gobierno de EEUU busca precios del petróleo más bajos y ha presionado a los sauditas para que aumenten la oferta. En enero, con el crudo por encima de los 75 dólares, Donald Trump, en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, expresó su deseo de que Arabia Saudita y la OPEP actuaran para bajar los precios, facilitando así que la Reserva Federal continuara reduciendo las tasas de interés.
Queda por ver el impacto de la caída de los precios en la rentabilidad de la extracción con tecnología de fracking. La caída de los precios a mínimos en 2021 (por debajo de los 65 dólares) ha obligado a las empresas de fracking estadounidenses a recortar inversiones y cerrar pozos marginales, donde los costes superan los 60 dólares. Según la AIE, la producción estadounidense podría disminuir en 0,7 mb/d a finales de año. Un escenario de precios inferiores a 60 dólares provocaría un aumento de las quiebras de las empresas de esquisto, altamente endeudadas (como Whiting Petroleum en 2020). Todo ello exacerbaría la tensión entre el lobby petrolero, que pide proteccionismo, y los grandes consumidores (tecnología informática, compañías aéreas, Amazon, Tesla), que se benefician de unos costes energéticos más bajos.
Esta contradicción, sumada a la guerra arancelaria con China, agrava la crisis de acumulación en el sector energético. Ya en los primeros cuatro meses de 2025, Texas y Dakota del Norte registraron 5.000 despidos en los servicios relacionados con el fracking (perforación y transporte).
En el fracking, el coste medio de extracción en las principales cuencas (Permiano, Bakken, Eagle Ford) oscila entre 48 y 65 dólares, dependiendo de la eficiencia operativa y la ubicación. Los pozos de nivel 1, los más productivos, pueden ser rentables incluso con el petróleo a 50-55 dólares, mientras que los marginales han cerrado temporalmente.
Dentro del sector energético, una reacción a la crisis son las fusiones que refuerzan los monopolios en la búsqueda de reducir los costes.
Las contradicciones entre las clases burguesas en EEUU se agudizan y se proyectan en la escena internacional hasta desembocar en una guerra, que también influirá en los precios, con grandes variaciones en la oferta y la demanda.
Los cárteles
La dinámica de las contradicciones inter-imperialistas por el control del petróleo confirma las predicciones del marxismo. En el mercado petrolero, observamos el dominio de los monopolios, con cinco compañías que controlan el 45% del mercado; la fusión entre la banca y la industria (JPMorgan y BlackRock dictan las inversiones); y las guerras locales (Yemen, Ucrania, Golfo Pérsico).
El hecho de que las diez mayores compañías petroleras controlen el 58% del mercado confirma que son los cárteles internacionales quienes se reparten el mercado. Los países de la OPEP+ poseen el 80% de las reservas. Además, el negocio petrolero concentra el 73% del comercio en dólares.
Aunque los monopolios ocasionalmente llegan a acuerdos, la lucha y la competencia no disminuyen, sino que se agudizan bajo nuevas formas. Esto lo hemos observado en la historia de la OPEP y más recientemente en la OPEP+. Por ejemplo, en 2023, Arabia Saudita (aliada de Estados Unidos) y Rusia (parte de los BRICS) acordaron recortes de producción, pero compiten en los mercados asiáticos.
La fusión entre el capital financiero y las compañías petroleras se resume en
el siguiente cuadro:
Cuadro 3 Vinculación entre banca y petróleo (Primeras 5 financieras 2023) |
|||
Bancos |
% Ac- ciones |
Compañía | Potencia vinculada |
JPMorgan Chase | 18% | ExxonChevron | EEUU |
HSBC | 12% | Shell, BP | Reino Unido |
Gazorimbank | 30% | Rosneft | Rusia |
En 2023, BlackRock (la mayor empresa de inversión del mundo) controlaba el 7% de Saudi Aramco. Los bancos han pasado “de ser modestos intermediarios a poderosos monopolios que controlan casi la totalidad del capital monetario de todos los capitalistas y pequeños empresarios, así como la mayor parte de los medios de producción y las fuentes de materias primas, tanto en un país como en varios. Esta transformación de numerosos y modestos intermediarios en un puñado de monopolistas es uno de los procesos fundamentales en la transformación del capitalismo en imperialismo capitalista (...) Los capitalistas dispersos se transforman en un único capitalista colectivo” (El imperialismo, Cap. II). “La oligarquía financiera teje una densa red de relaciones de dependencia sobre las instituciones económicas y políticas de la sociedad burguesa contemporánea sin excepción: he aquí la manifestación más evidente de este monopolio” (Cap. X).
En China, son los grandes bancos, tanto privados como estatales, los que financian y apoyan la expansión internacional de las empresas chinas. Sin embargo, tanto BlackRock como JPMorgan tienen participaciones en empresas petroleras chinas a través de fondos indexados y vehículos de inversión globales, e invierten en grandes compañías energéticas que cotizan en bolsa como PetroChina, CNOOC y Sinopec. Estas participaciones suelen ser minoritarias y forman parte de la estrategia de diversificación global de estos gestores de activos.
En Rusia, el principal banco conectado es Sberbank, aunque en el contexto actual, muchas empresas rusas están abriendo cuentas en bancos chinos para eludir las sanciones internacionales y facilitar las transacciones en yuanes.
Chevron está vinculada a la Standard Oil of California (Socal), que fue una de las “siete hermanas” originales del petróleo; hoy Chevron es considerada la heredera directa de esa histórica empresa.
Hoy, si actualizamos la lista de las “siete hermanas” en Occidente, encontramos grandes compañías que dominan el negocio petrolero global, colosos estatales y privados: Saudi Aramco (Arabia Saudita), ExxonMobil (Estados Unidos), Chevron (Estados Unidos), Shell (Reino Unido/Países Bajos), BP (Reino Unido), TotalEnergies (Francia) y Eni (Italia). Sin embargo, compañías estatales como las chinas Sinopec y China National Petroleum y la rusa Gazprom rivalizan o superan a varias compañías occidentales en términos de producción y reservas.
En orden de cuota de mercado, las mayores compañías petroleras y sus áreas de
influencia son:
1. Saudi Aramco (Arabia Saudita): Ásia y Europa.
2. China National Petroleum: Asia, África, América Latina y Medio Oriente.
3. ExxonMobil (Estados Unidos): América, África, Asia y Europa.
4. Gazprom (Rusia): gas en Europa y Asia.
5. Shell: Europa, África, Asia y América.
6. BP: Europa, América, África y Asia.
7. Chevron (Estados Unidos): América, África, Asia y Australia.
8. TotalEnergies: Europa, África, Medio Oriente y América.
9. Sinopec: China, Asia, África y algunos proyectos globales.
10. Eni: Italia, África, Europa y Medio Oriente.
Aramco domina en términos de reservas y producción global; CNPC y Sinopec son líderes en Asia y tienen una fuerte presencia en África; Gazprom controla el gas ruso y su exportación a Europa, mientras que las compañías occidentales (Exxon, Chevron, Shell, BP, Total, Eni) han diversificado sus operaciones en todo el mundo.
Las compañías chinas, en particular CNPC, Sinopec y CNOOC, han suplantado o arrebatado cuotas de mercado a ExxonMobil, Shell, BP y Chevron, especialmente en América Latina (Brasil, Venezuela, Ecuador, Argentina) y en África (Angola, Sudán), donde han aumentado sus inversiones y acuerdos de explotación petrolera, entrando en competencia directa con las “Major” occidentales. También han adquirido presencia en Asia Central y Sudoriental a través de alianzas estratégicas y adquisiciones.
En términos generales, las grandes compañías petroleras están asociadas a las
diferentes potencias imperialistas y se hacen defender por las diplomacias y las
armas de sus Estados.
- EEUU y Europa: ExxonMobil, Chevron, Shell y BP, que controlan el 15% del
mercado global y se unen para dominar la OTAN.
-
Rusia: Rosneft y Gazprom, que mandan en el Kremlin.
- China: CNPC y Sinopec, en Pekín.
Otros actores: OPEP - OPEP+ - BRICS
Cuadro 4 Participación de mercado de las petroleras (2023) |
|||
Compañía | Produc- ción (mb/d) |
Pais | Alianza imperialista |
Saudi Aramco | 12,0 | Arabia S. | EEUU/OTAN |
Rosneft | 5,8 | Rusia | BRICS |
CNPC | 4,5 | China | BRICS |
ExxonMobil | 3,9 | EEUU | OTAN |
Nat.Iranian Oil Co. | 3,6 | Irán | Eje anti-EEUU |
La OPEP, que suministra el 40% de la producción mundial, ha perdido influencia frente al cartel de la OPEP+ (que incluye a Rusia), que regula los precios conteniendo la producción.
Sin embargo, Estados Unidos, con el 18% de la producción global,
principalmente de esquisto, actúa como un factor de equilibrio que debilita al
cartel. A pesar de ello, la introducción en el mercado de grandes cantidades de
petróleo norteamericano contribuye a la sobreproducción y a la caída de los
precios, lo que reduce los beneficios y las ganancias, tanto para los
productores de petróleo de esquisto como para todos los demás países
productores.
Cuadro 5 OPEP - OPEP+ - EEUU |
||
Bloque | % Produc- ción global |
Objetivo |
OPEP (13 países) | 40% | Controlar precios |
OPEP+ (incluye Rusia) | 55% | Contrarrestar a EEUU |
EEUU (esquisto) | 18% | Desestabilizar carteles |
Estas contradicciones se producen en el contexto de la competencia anárquica entre capitalistas y hacen añicos la utópica “multipolaridad”. Los bloques capitalistas bipolares pero inestables reflejan la evolución de los cárteles típica de la era del imperialismo. La OPEP+ no escapa a esta guerra entre las corporaciones capitalistas, dentro de estos bloques domina la competencia y no habrá ni solidaridad ni colaboración cuando se trate de defender los intereses particulares o de aprovechar las oportunidades para ampliar el control de los mercados.
La guerra sigue a la economía
El rearme de los Estados, por su parte, se financia con los ingresos del petróleo. El capitalismo transforma el petróleo en sangre y la sangre en ganancias.
La guerra es inevitable mientras existan los monopolios. «¿Qué otro medio podría haber, sino la guerra, para suprimir la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación del capital, por un lado, y el reparto de las colonias y las “esferas de influencia” para el capital financiero, por el otro? (...) Una característica esencial del imperialismo es la rivalidad entre las diferentes grandes potencias en su lucha por la hegemonía, es decir, por la conquista de territorios, no tanto directamente para sí mismos como para debilitar al adversario y minar su hegemonía» (Cap. VII).
En la disputa por las materias primas y los mercados, destacan las relacionadas con el negocio petrolero. En este contexto, se entrelazan los intereses tanto de los Estados y corporaciones que controlan las reservas y la producción de petróleo como los de aquellos que dependen de él para abastecerse: ambos, aunque en conflicto, dependen el uno del otro, bien conectados para la acumulación de ganancias.
La preferencia de algunos Estados por la nacionalización de sus reservas,
extracción, refinación y comercialización responde siempre a un modelo
capitalista, que continúa y no se emancipa de la sujeción a los monopolios,
tanto nacionales como internacionales, a través de mecanismos financieros,
comerciales y tecnológicos. Ya sea que se cubra bajo ideologías nacionalistas y
soberanistas o bajo la defensa de la llamada multipolaridad o pluripolaridad, la
lucha por el reajuste de las fuerzas monopólicas para el control del petróleo y
sus derivados está siempre en curso e inevitablemente tiende a la guerra
mundial, para la cual hoy la sobreproducción general de todas las mercancías ya
hace sonar los tambores.
Cuadro 6 Intervenciones militares y reservas (2000-2024) |
||
Pais | Reser- vas (mmb) |
Potencia interventora |
Irak (2003) | 145.000 | EEUU/OTAN |
Libia (2002) | 48.000 | OTAN/Francia |
Venezuela (sanciones) |
304.000 | EEUU |
Las guerras que ya se están librando también expresan la lucha entre los cárteles petroleros por el control de los mercados, las reservas y los territorios de importancia logística o político-militar. Ya se están estableciendo áreas de influencia y control. Estados Unidos, por ejemplo, ocupa el 90% de los yacimientos petrolíferos orientales en Siria (Deir ez-Zor), y en el Golfo Pérsico y el Mar Rojo, cinco portaaviones estadounidenses patrullan las rutas por donde navega el 20% del flujo mundial.
Los polos de control imperialista del petróleo que se están configurando son:
- EEUU Dominan el petróleo de esquisto (12 millones de barriles por día en
2023) y militarizan el Golfo Pérsico (alianza con Arabia Saudita), recurriendo
también a sanciones para asfixiar a sus competidores (Venezuela, Irán).
- China Se asegura los suministros a través de inversiones en Irak, Angola y
Kazajistán y desarrolla rutas alternativas (corredor Pakistán-China, ferrocarril
a Teherán).
- Rusia Después de las sanciones, redirige las ventas hacia la India y China,
recurriendo a descuentos y gasoductos (“Power of Siberia” de Yakutia a China).
Están bloqueados por las sanciones el oleoducto “Druzhba”, que conecta Rusia con
Europa; el “Nord Stream 2”, de Rusia a Alemania; y el Gasoducto Transadriático
(TAP), de la región de Tiumén a la costa del Mar Caspio. En 2022, el 60% de las
exportaciones rusas se destinaron a Europa; en 2023, el 45% a China y el 30% a
la India.
El ataque a Irán
El conflicto entre Israel e Irán del pasado mes de junio provocó una subida inicial de los precios del petróleo. Sin embargo, estos volvieron rápidamente a los niveles anteriores una vez que se anunció el alto el fuego y se confirmó la ausencia de graves interrupciones en el suministro. La guerra de propaganda, la manipulación de la información y todas las puestas en escena, aunque asfixiantes, no lograron alterar de forma sustancial las percepciones del mercado sobre la oferta y la demanda.
El temor era el potencial cierre del estrecho de Ormuz, un brazo de mar vital por el que transita entre el 20% y el 33% del petróleo y el gas natural licuado (GNL) del mundo. La AIE incluso se preparó para liberar sus reservas estratégicas de petróleo, lo que reflejaba la gravedad de la amenaza percibida para el suministro global.
Irán no respondió a los ataques estadounidenses minando el estrecho. Los Estados en conflicto actuaron bajo el acuerdo no declarado de no dañar las instalaciones de producción y entrega de petróleo y gas, dándole a cada una de las partes la libertad de masacrar a la “población civil”, a los habitantes de las capitales de Irán e Israel. Esto es lo que le interesa al capital financiero y a los cárteles petroleros. Y el precio del petróleo no se disparó: se temía que con el cierre del estrecho pudiera alcanzar los 300 dólares.
El aumento de la capacidad de producción en Occidente y el crecimiento de la oferta de la OPEP+ podrían compensar el cierre del estrecho de Ormuz; pero esto solo se pondrá a prueba cuando las fuerzas infernales del imperialismo lleven a un enfrentamiento militar prolongado.
Escenarios de guerra
En el Medio Oriente, Estados Unidos mantiene bases en Siria (Deir ez-Zor) para controlar los yacimientos de petróleo. En África, China extrae el 10% del petróleo del continente (Nigeria, Angola), en competencia con los franceses (Total) y los británicos (BP). En América Latina, las nacionalizaciones en México (Pemex) y la lucha de Venezuela por el territorio del Esequibo chocan con los intereses de Exxon.
Con el debilitamiento de Irán, Hamás y Hezbolá, el nuevo gobierno sirio, más alineado con Estados Unidos y Turquía, y los recientes acuerdos entre Estados Unidos y Arabia Saudita, las grandes compañías petroleras occidentales (ExxonMobil, Chevron, BP, Shell) y Arabia Saudita están reforzando su control sobre el mercado regional. Mientras tanto, Rusia y China ven limitada su influencia y su acceso a nuevos proyectos, a pesar de mantener sus posiciones en Irán e Irak. La correlación de fuerzas favorece a Estados Unidos y a sus aliados del Golfo, lo que reduce la capacidad de Rusia y China para expandir su cuota de mercado a corto plazo.
Pero hoy, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Etiopía, Indonesia) controlan el 43% de la producción mundial de petróleo y la OTAN (Estados Unidos, Canadá, Noruega) el 25%, en parte gracias a la tecnología del fracking. Pero este reparto del mundo está en constante evolución.
El choque inter-imperialista muestra así varios teatros de operaciones ricos en petróleo, hasta que la contienda económica y comercial se eleve a una guerra general.
En el Medio Oriente, las tensiones globales se manifiestan en la oposición entre Irán y Estados Unidos/Israel. Irán, sometido a sanciones occidentales, ha intentado expandir su influencia en la región (Yemen, Irak, Siria, Líbano). Arabia Saudita, un aliado clave de Estados Unidos, también compite con Irán por la hegemonía regional. La “guerra de los 12 días” no pone fin a esta confrontación.
En el Mediterráneo oriental, Turquía desafía a Grecia, Chipre, Israel y Egipto por los yacimientos de gas. La OTAN está dividida (Estados Unidos apoya a Grecia, pero Turquía es un miembro).
Inestabilidad en Irak y Siria: la presencia de tropas estadounidenses, rusas, turcas e iraníes crea fricciones. Los grupos yihadistas podrían ser usados como proxys.
África: la nueva frontera de la disputa energética
En Libia, Rusia, a través del Grupo Wagner y Haftar, se opone a Turquía, EEUU y la Unión Europea (que apoyan al gobierno de Trípoli) por el control de los mayores yacimientos de petróleo y gas de África.
En el Sahel y el Golfo de Guinea, Francia (y la UE) están perdiendo influencia frente a Rusia (mercenarios de Wagner) y China. Los ataques yihadistas podrían servir de pretexto para una intervención extranjera.
En Mozambique, un país rico en gas natural, se están produciendo conflictos armados por el control de los mega-yacimientos de gas en Cabo Delgado (TotalEnergies, Exxon, China).
En Europa del Este está en juego el gas ruso. En Ucrania, como extensión del conflicto actual, la OTAN podría intervenir directamente. Polonia y los países bálticos son fronteras candentes.
En Azerbaiyán, que está en conflicto con Armenia, pasan corredores energéticos. Turquía y Rusia se disputan la influencia en el Cáucaso. El Gasoducto Transadriático (TAP) es fundamental para Europa.
En América Latina, Estados Unidos se resiste a China y Rusia
En Venezuela, con las mayores reservas del mundo, Rusia y China tienen inversiones estratégicas en asociación con PDVSA.
En el Esequibo hay petróleo en alta mar, lo que genera tensiones entre Venezuela y Guyana, apoyadas por ExxonMobil y Estados Unidos.
En el mar de China Meridional, China se enfrenta a Estados Unidos, Filipinas y Vietnam por las rutas de navegación y los yacimientos de gas. Un bloqueo naval chino tendría repercusiones en el 60% del comercio mundial de energía.
En Taiwán, en caso de una invasión por parte de China, Estados Unidos podría intervenir interrumpiendo las cadenas de suministro de chips y energía.
Hacia un conflicto general
La dinámica de las contradicciones inter-imperialistas por el control del negocio petrolero no hace más que confirmar las posturas de los comunistas. En la situación actual del mercado petrolero, vemos el dominio de los monopolios, la fusión entre bancos e industria y las guerras locales. Son características de la era del imperialismo y el negocio del petróleo las encarna plenamente.
El gasto militar en el Medio Oriente ha crecido un 67% desde 2010 (SIPRI), financiado con los ingresos del petróleo.
Las contradicciones inter-imperialistas en el marco del negocio petrolero son un reflejo de la tendencia a la sobreproducción, que exacerba la competencia, y representan un componente importante en el choque general de los imperialismos por la nueva distribución del mundo, añadiendo condiciones materiales que conducen a la guerra mundial. Solo el proletariado, retomando la lucha de clases, puede detenerla, transformándola en una guerra revolucionaria que pondrá fin al capitalismo y al dominio de la burguesía en todo el planeta.
«Dialécticamente, el monopolio crea la base de la sociedad comunista porque representa un enorme progreso en la socialización de la producción y en la innovación técnica. El desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social es la tarea histórica del capital que, a través de este desarrollo, crea inconscientemente las condiciones materiales para una forma de producción superior. Pero bajo el régimen capitalista, la producción social se opone cada vez más a la apropiación privada basada en el capital, en el trabajo asalariado y en el valor de cambio» (“El Petróleo, monopolios y el imperialismo“, Il Partito Comunista n.357-373 de 2015).
Los oportunistas intentan engañar una vez más al movimiento obrero con sus indicaciones para la defensa de la economía nacional, el control soberano de los yacimientos petrolíferos y del comercio y la utopía demagógica de la multipolaridad, soñando con un capitalismo en el que los cárteles y los monopolios compiten entre sí pacíficamente. Quizás de manera “ecológica” y “respetuosa con el planeta”. Así, buscan enmascarar la preparación para una nueva y violenta repartición del mundo.
El proletariado mundial, bajo la dirección del Partido Comunista
Internacional, sabrá rechazar estos engaños y abrir el camino a la historia. Con
su lucha de clases, transformará sus luchas económicas defensivas en lucha
política por el poder: una nueva guerra de los trabajadores contra el moribundo
capital mundial.
Admisiones de la prensa burguesa
A veces, los burgueses llegan a admitir, aunque de manera muy parcial, las grandes ganancias que obtienen con las guerras, sin por ello renunciar a sus hipócritas y pretenciosas lamentaciones por los horrores que estas provocan.
El 15 de junio, el “Sole 24 Ore”, periódico de la Confederación de la Industria Italiana, publicó un artículo titulado “Bolsas y guerra”. En él leemos: «Paradójicamente, el ruido de los cañones tranquiliza. ¿Por qué? Porque se abren nuevas lógicas de beneficio. Las empresas activas en la defensa (aunque sería más correcto llamarlas “productoras de armas”) ven aumentar los pedidos, los gobiernos incrementan el gasto militar y los inversores siguen el dinero… La confirmación también proviene de los datos. Un estudio (...) que examinó siete conflictos entre 1983 y 2011 (desde Grenada hasta Libia, pasando por Panamá, Irak, Afganistán y las dos guerras del Golfo), muestra que en el mes anterior al estallido de la guerra, el S&P 500 cae en promedio un 0,6%. Sin embargo, en los treinta días siguientes gana un 4%. Y en un plazo de seis meses, el aumento promedio alcanza el 7,2%. Pero eso no es todo. El patrón (...) no se limita a las guerras recientes. También se ha confirmado plenamente en la primera parte del siglo XX. Durante la Primera Guerra Mundial, el Dow Jones subió un 21,2% neto de inflación. En la Segunda Guerra Mundial, incluso un 23% (...) En los primeros meses del segundo conflicto mundial, por ejemplo, Wall Street se contrae. Luego, en la primavera de 1942, todo cambia. Dos eventos invierten el rumbo: la derrota japonesa en Midway y el giro de la batalla de Stalingrado a favor del Ejército Rojo. La hipótesis de una victoria de los Aliados comienza a abrirse camino. Y los mercados anticipan el final de la guerra, apostando por la reconstrucción. A partir de ahí, el Dow Jones despega (...) Así, mientras la Guerra de Corea se desata, el mismo índice gana un 19,6%. Durante el largo conflicto de Vietnam, entre 1964 y 1973, registra un aumento del 20,5%. Las dos guerras del Golfo, en 1991 y 2003, tuvieron impactos similares: un shock inicial, seguido de una recuperación».
Los burgueses descubren el agua tibia. Dicen abiertamente, con la inevitable hipocresía, que para ellos la guerra es un paraíso donde fluyen ríos de ganancias. Pueden decirlo (en el periódico que leen los burgueses) porque el proletariado está anestesiado por la propaganda burguesa, por lo que no los trata como se merecen, junto a sus periodistas asalariados.
La tarea del Partido Comunista es mostrar a los proletarios que el enemigo no está más allá de la frontera, sino dentro de su propia casa, y que la única respuesta es la que ya se vio en Rusia en 1917: no desertar y arrojar los fusiles, según la indicación de anarquistas y pacifistas, realizando un bonito gesto heroico para luego ser fusilados. Antes que los héroes muertos preferimos los proletarios vivos. La tarea de los comunistas conscriptos (alistados o reclutados) en la guerra es permanecer vivos para preparar la revuelta, manteniendo los fusiles bien sujetos para el momento de la revolución en el que, por orden del Partido, los volverán contra su propio Estado Mayor y contra los capitalistas, sus verdaderos enemigos.
La huelga general detiene por un día al gigante indio
El pasado 9 de julio en la India se llevó a cabo una huelga general a escala nacional que los indios llaman Bharat Bandh. Las cifras son impresionantes: los organizadores estiman que alrededor de 200 millones de trabajadores se sumaron al paro, paralizando por un día grandes sectores de la economía y los servicios en muchos estados del gigante indio.
La huelga fue convocada por 10 de las 11 principales confederaciones sindicales de la India en protesta contra las políticas económicas y laborales del gobierno central. Sin embargo, se trata de un frente sindical controlado por partidos de la izquierda burguesa y autodenominados comunistas. El Indian National Trade Union Congress está dirigido por el gran partido de la burguesía india Indian National Congress, hoy relegado a la oposición, pero impaciente por volver a servir las necesidades de su majestad el capital.
La AITUC, la federación sindical más antigua de la India, está bajo las directrices del Communist Party of India, mientras que el Centre of Indian Trade Unions es el ala sindical del Communist Party of India (marxist), nacido en 1964 de una escisión del CPI. Por último, otro gran sindicato es el All India Central Council of Trade Unions, que está políticamente vinculado al Communist Party of India (m-l), surgido de una de las numerosas divisiones ocurridas en los años 70.
No es novedad que, desde que la banda burguesa de Modi reina en la India, la única gran confederación sindical que generalmente no se adhiere a estas huelgas sea la Bhartiya Mazdoor Sangh (BMS), afiliada al partido gobernante Bharatiya Janata Party (BJP).
Las demandas de los sindicatos
Las reivindicaciones de esta huelga se resumieron en 17 puntos presentados al Ministro de Trabajo. Entre las principales se pide la retirada de los cuatro nuevos Códigos del Trabajo, aprobados por el Parlamento entre 2019 y 2020. Estos revocan 29 leyes pre-existentes, con el objetivo declarado del gobierno indio de “mejorar la facilidad para hacer negocios”.
Aunque el gobierno dio luz verde a estas reformas hace cinco años, su aplicación completa se ha retrasado a la espera de que en cada estado aprueben las reglas de implementación.
Los sindicatos sostienen que estas leyes reducen los derechos de los trabajadores, aumentan las horas de trabajo, la precariedad y la explotación. También han solicitado la introducción de un salario mínimo mensual, automáticamente ajustado a la inflación, de al menos 26.000 rupias (aproximadamente 290 euros). Reafirman que la jornada laboral debe mantenerse en ocho horas diarias, mientras que las nuevas leyes permitirían a las empresas trabajar hasta 12 horas.
Los sindicatos también piden que se detenga la privatización de empresas de propiedad estatal en sectores clave como ferrocarriles, bancos, seguros, correos, minas, electricidad, defensa y telecomunicaciones.
Además, se reclama la vuelta al sistema de pensiones anterior, no contributivo, y la garantía de una pensión mínima de 9.000 rupias mensuales para todos los inscritos en el fondo de previsión obligatorio y otros esquemas de seguridad social (excluyendo de hecho al inmenso sector informal).
Otro punto del documento pide la prohibición de la práctica generalizada del trabajo con contrato a tiempo determinado y externalizado, imponiendo en su lugar la contratación indefinida en el sector público, la industria y los servicios.
Todo esto en un escenario que garantice plenamente el derecho de organización y de huelga a todos los trabajadores sin restricciones.
Los trabajadores informales
La columna vertebral de la huelga estuvo formada por los trabajadores del sector público, en particular los empleados de seguros, correos, minas de carbón y hierro, bancos y obreros siderúrgicos. El sector del transporte vio una fuerte adhesión de conductores de autobuses y trenes, aunque algunos grandes sindicatos ferroviarios independientes no se sumaron. En diversas áreas del país se produjeron numerosos bloqueos de vías y cortes. Cabe destacar en varios estados la amplia participación de los trabajadores de la red eléctrica.
También se adhirieron millones de trabajadores del “sector informal”, caracterizado por la falta de regulación, de contratos escritos, sin vacaciones pagadas, permisos por enfermedad, seguros médicos, planes de pensiones y otras formas de protección. Los salarios a menudo están por debajo de los mínimos legales y no hay ninguna regulación sobre los horarios de trabajo. En los entornos laborales, la falta de seguridad e higiene es la norma. La carencia de contratos de trabajo hace difícil para estos trabajadores, que constituyen la mayoría en varios estados, unirse a los sindicatos y negociar colectivamente. A menudo son migrantes internos, trabajan en microempresas no registradas, no raras veces de gestión familiar. Entre ellos se encuentran trabajadores de la construcción, obreros de pequeñas empresas, empleados domésticos, jornaleros agrícolas, operadores de centros para la infancia, trabajadores a domicilio, porteadores, operadores de comedores escolares, conductores de rickshaw (triciclos motorizados que operan como taxis) y taxis, y muchos otros.
El panorama regional
La huelga tuvo un impacto significativo en casi todos los estados indios,
aunque su intensidad y participación fue diferente en las regiones. Las áreas
tradicionalmente más fuertes para los movimientos sindicales y de izquierda
registraron una parálisis casi total.
En Kerala, gobernado desde 2016 por el Left Democratic Front (LDF), una alianza de partidos liderada por el Communist Party of India (Marxist), CPI(M), las oficinas y el transporte público y privado permanecieron cerrados, así como casi la totalidad de las actividades comerciales. También el puerto de Kochi y la refinería cercana quedaron cerrados a pesar de que las leyes del Estado lo impiden. En varias ciudades se celebraron concurridas manifestaciones de protesta.
También en Bengala Occidental la huelga tuvo un fuerte impacto con bloqueos de carreteras y vías férreas y manifestaciones masivas. Hubo enfrentamientos entre activistas de izquierda, la policía y partidarios del TMC (Trinamool Congress), el actual partido de centro en el gobierno de Bengala que desde 2011 sucedió, después de 34 años, al Frente de Izquierda, liderado por los partidos “comunistas”. El sector del carbón y las fábricas de yute, donde la sindicalización es fuerte, vieron una adhesión masiva.
Pero incluso en estados no gobernados por la izquierda, como Tripura, Odisha, Bihar y Jharkhand, los trabajadores se adhirieron a la huelga con bloqueos de carreteras y vías férreas, y amplias adhesiones en varios sectores clave como la industria carbonífera. Se registraron fuertes adhesiones en Uttar Pradesh, en particular entre los trabajadores de la red eléctrica.
También en Assam, Andhra Pradesh, Telangana, Puducherry, Gujarat, Goa, Madhya Pradesh y Chhattisgarh se registraron adhesiones e interrupciones de los servicios.
En Maharashtra, en las huelgas y los bloqueos obreros se insertaron activistas políticos maoístas que protestaron contra el reciente Public Security Bill. Esta legislación otorga al gobierno estatal poderes más amplios para prevenir “actividades ilegales”, en particular el «naxalismo urbano» y los maoístas. En Tamil Nadu se habrían producido varios miles de arrestos temporales de los participantes en la huelga y las manifestaciones.
La no resuelta cuestión campesina
Entre los 17 puntos de las centrales sindicales hay demandas que provienen del mundo de los pequeños campesinos. Uno se refiere al Precio de Apoyo Mínimo (MSP), la garantía de que los productos sean comprados por el gobierno a un precio “justo”, protegido de la volatilidad del mercado y de las especulaciones de los intermediarios. En otro punto exigen la condonación de los préstamos para este sector social, un lazo crónico e incurable con el que el capital estrangula a los campesinos indios.
Si las cifras de la adhesión a la huelga demuestran la gran fuerza numérica, y por lo tanto las potencialidades de la clase obrera india, debe señalarse que a la clase de los asalariados se han unido organizaciones de trabajadores rurales que agrupan principalmente a pequeños campesinos que cultivan tierras propias o en alquiler a largo plazo.
Entre estas destaca el Frente unido de los agricultores (Samyukta Kisan Morcha, SKM), compuesto por decenas de sindicatos agrícolas que en varios estados, incluidos Punjab, Haryana y Rajasthan, han organizado masivas manifestaciones campesinas en apoyo a la huelga y contra el gobierno.
Su fuerza reside en el gran número de los pequeños y marginales cultivadores, que todavía constituyen la gran mayoría del mundo campesino indio y que, en un pasado reciente, habían liderado masivas protestas contra las nuevas leyes agrícolas del ejecutivo central. Léase de nuevo el artículo “Nell’India flagellata dalla crisi e dalla pandemia - Tra proteste contadine e scioperi operai” en Il Partito Comunista Internacional n.407.
Esta categoría en la India representa aproximadamente el 86% de todos los cultivadores, campesinos que poseen menos de 2 hectáreas de tierra. De estos, los “marginales” (con menos de 1 hectárea) son la porción más grande, alrededor del 65%. Poseen el 47% de la superficie cultivable total. Esta cuota disminuye de año en año, por un proceso lento pero continuo de proletarización.
Para muchos de estos campesinos pequeños y marginales el trabajo asalariado se ha convertido en la fuente de ingresos principal, o una necesaria fuente de ingresos complementaria. Ya desde 2018-19 los salarios, o un sueldo, representaban la mayor fuente de ingresos para la familia agrícola promedio. Muchos “agricultores propietarios” a menudo se han visto obligados a buscar trabajo como jornaleros, usualmente sin ningún contrato formal, después de haber cultivado su campo.
Sin embargo, existe también otro aspecto a considerar: varios campesinos, por “pequeños” que sean, contratan jornaleros, quizás en las temporadas y para las operaciones que requieren mano de obra. En este caso el campesino tiene interés en mantener bajos los salarios de los jornaleros. El aumento del salario mínimo, una reivindicación clave de los jornaleros, supondría una carga adicional para el campesino, que lucha por vivir con las ganancias de la tierra.
Se trata por lo tanto de clases diferentes con necesidades diferentes y es en este marco que se debe establecer la relación entre el movimiento de los trabajadores asalariados y el del variado mundo campesino, más allá de la propaganda de los falsos partidos comunistas.
Mientras tanto, el gobierno, impulsado por los capitalistas, se ve obligado a romper con el pasado y hacer que la India sea cada vez más competitiva para atraer capitales. La agricultura debe producir a costos cada vez más bajos, en competencia con otros mercados regionales y para alimentar a los millones de proletarios arrojados al torbellino de las industrias, de las que se extrae plusvalía.
Este es el fin del capital indio, que mañana será perseguido también por quienes se oponen al actual gobierno. El capital indio y los inversores internacionales quieren una producción moderna en el campo. La burguesía india ya no tiene la posibilidad de mantener estas sub-clases híbridas. La centralización y modernización de la propiedad agrícola en la India es un proceso lento pero inexorable.
Ciertamente, en la India el heterogéneo mundo campesino, que durante milenios ha sido la base de la sociedad, intentará resistir, sobrevivir, pero la condena a muerte de la pequeña explotación está escrita en la historia. La única salida será el traspaso revolucionario a una nueva sociedad, a la producción socializada, liberando a los pequeños campesinos del trabajo en la pequeña parcela, que en el mundo del Capital ya no representa una riqueza sino una esclavitud.
Los trabajadores indios, y sus hermanos de clase de cada país, romperán estas cadenas atacando frontalmente al capital.
Pero hoy en la India, como en todas partes, impera el oportunismo político y sindical, que bloquea o desvía el movimiento de todos los desheredados en la defensa del interés nacional y la conservación del poder burgués.
La fuerza del proletariado como clase, la única potencialmente revolucionaria, no reside exclusivamente en el número, sino en la sana consistencia de sus organizaciones defensivas y en su dirección política, que debe tener como fin la lucha intransigente contra los patrones y su Estado. Esto solo ocurrirá cuando una minoría de ellos se haya reconocido en el partido comunista revolucionario.
Mientras los capitalistas se pelean los trabajadores chinos se rebelan
En medio de la guerra comercial entre las dos potencias imperialistas dominantes del mundo, el Secretario del Tesoro de Estados Unidos visitó Pekín. A principios de junio se negoció una supuesta tregua, que resultó en una reducción de los aranceles estadounidenses sobre China. Estos aranceles siguen siendo mucho más altos que antes de que el nuevo gobierno estadounidense asumiera el cargo en enero, mientras que los aranceles de China se redujeron. Estas negociaciones comerciales, llevadas a cabo para asegurar condiciones “justas” para Estados Unidos, son en realidad un arma diplomática utilizada por el capital financiero estadounidense para someter a la clase capitalista china, que se enfrenta a una crisis cada vez más grave.
Mientras se llevaban a cabo estas negociaciones, un movimiento obrero independiente y militante comenzó a organizarse al margen de la estructura sindical oficial de China. Este movimiento podría anunciar un resurgimiento de la lucha de clases masiva.
Consecuencias económicas de los aranceles
A mediados de 2025, los aranceles estadounidenses, que habían alcanzado el 145% antes de reducirse a cerca del 30%, provocaron una fuerte contracción en el sector manufacturero chino, orientado a la exportación. Según datos oficiales, el crecimiento anual de la producción industrial cayó al 5,8% en mayo, su nivel más bajo en seis meses, mientras que las exportaciones a Estados Unidos cayeron un 34,5%. Según Reuters, a pesar de la reducción de los aranceles, la pérdida de empleos industriales se mantuvo entre 4 y 6 millones, mientras que los economistas advierten que estas medidas comerciales podrían reducir el crecimiento anual del PIB de China en un 1,6%.
La prolongada crisis inmobiliaria del país continúa frenando la recuperación económica general. La inversión inmobiliaria cayó un 10,7% entre enero y mayo, con una caída en los precios de las viviendas nuevas en 70 grandes ciudades, y el número de propiedades sin vender alcanzó los 391 millones de metros cuadrados.
Esto, sumado a los aranceles aduaneros, ha provocado el cierre de fábricas, numerosos despidos y retrasos en el pago de salarios. También han provocado un aumento de las protestas, especialmente en provincias donde el mercado inmobiliario ya se encuentra en mal estado, como Henan y Hebei.
En este contexto, con el pretexto de “normalizar el comercio”, el Secretario del Tesoro de EEUU ha presentado a China sus ya habituales exigencias: aumento de la compra de bonos del Tesoro estadounidense para financiar el déficit presupuestario, la abolición de los subsidios estatales que protegen el capital industrial chino y la apertura forzosa de los mercados financieros nacionales a las empresas estadounidenses.
China, si bien acepta formalmente la reducción y el aumento de los aranceles sobre los productos estadounidenses, ha suspendido temporalmente las ventas de deuda estadounidense iniciadas en marzo y abril. Como hemos informado en nuestra prensa, el llamado Acuerdo de Mar-a-Lago, que constituye el marco de estas exigencias, no es más que un sistema modernizado de extorsión y una continuación de la misma vieja piratería imperialista por otros medios.
La combatividad obrera en China
Mientras los funcionarios estadounidenses y chinos hablaban de finanzas y diplomacia, la realidad tras sus palabras era el temor a que un colapso económico y una crisis social pudieran estallar en cualquier momento en un levantamiento proletario, socavando las bases industriales de China.
En los últimos años, el movimiento obrero chino se ha vuelto más activo. Según el Boletín Laboral de China, en 2023 se produjeron 434 huelgas en fábricas, un fuerte aumento respecto a las 37 de 2022 y las 66 de 2021. Esta tendencia continuó en 2024, con un total de 1.509 protestas/huelgas obreras, 719 de las cuales tuvieron lugar en el primer semestre del año, lo que indica niveles persistentemente altos de descontento. Entre enero y abril de este año, se registraron aproximadamente 540 conflictos, con 171 huelgas solo en enero.
La tendencia al alza de las huelgas ha continuado. Tras la imposición de aranceles aduaneros y el cierre de fábricas, de abril a junio, mes en que se escribió este artículo, China fue testigo de protestas proletarias y acciones colectivas independientes organizadas al margen de la estructura sindical represiva del régimen estatal. El 24 de abril, cuando la fábrica de artículos deportivos Guangxin, en el condado de Dao, cerró sin pagar salarios ni prestaciones sociales, cientos de trabajadores se declararon en huelga. Los trabajadores de la fábrica de placas de circuito impreso de Shangda Electronics se declararon en huelga tras no recibir sus salarios desde principios de año ni cotizaciones a la seguridad social durante casi dos años. El 28 de abril, estalló una protesta en Wuzhen, al Este de China, por el impago de salarios desde enero. Miles de personas marcharon hasta el ayuntamiento para protestar y una docena de manifestantes fueron arrestados. Los trabajadores de Yunda Express en los distritos de Chengdu, Dongguan y Dao también se declararon en huelga y salieron a las calles para protestar por el cierre de la fábrica. También estallaron protestas por el impago de salarios en Mongolia Interior.
En la provincia suroccidental de Sichuan, una fábrica textil fue incendiada por el impago de salarios. Previamente, los trabajadores habían organizado guardias, presentado demandas y organizado plantones (toma de portones de fábricas), criticando la falta de recursos legales. El Estado no logró evitar que esta acción extrema saliera a la luz pública y la protesta de los trabajadores se hozo “viral” en redes sociales.
Miles de trabajadores de la fábrica de coches eléctricos BYD se declararon en huelga tras una de las mayores acciones laborales en la historia reciente de China. A principios de abril, entre 1.000 y 2.000 trabajadores de las plantas de electrónica de BYD en Wuxi y Chengdu se declararon en huelga contra una serie de ataques económicos de la empresa: se recortaron los salarios basados en el rendimiento y se prohibieron las horas extras, lo que resultó en una reducción general de los ingresos de aproximadamente un 40-50 %. La huelga, coordinada entre dos fábricas separadas por más de 1.000 kilómetros, representó una evolución en las luchas obreras chinas. Fue numéricamente mucho mayor que las huelgas típicas, que involucran a unos pocos cientos de trabajadores, se centran en problemas locales y están dispuestos a aceptar acuerdos secretos y entre bastidores. En contraste, esta huelga rechazó abiertamente la oferta de negociaciones a puerta cerrada con la dirección y forzó las negociaciones públicas. Los trabajadores marcaron así un punto de inflexión hacia la unidad de acción en lucha de clases al margen de la estructura sindical controlada por la empresa y el Estado, la Federación Nacional de Sindicatos de China (ACFTU).
La naturaleza de la huelga, que puso de manifiesto la creciente combatividad y las redes de solidaridad en el lugar de trabajo, alarmó a la empresa y al gobierno. Las autoridades del PCCh respondieron con redadas de equipos SWAT, numerosos arrestos y represión para evitar la expansión de movimientos laborales más amplios.
La ACFTU, presente en todos los sectores, sigue siendo el único sindicato legalmente reconocido en China. Con 302 millones de afiliados en 1.713.000 organizaciones sindicales de primer nivel, es el sindicato más grande del mundo. El PCCh ejerce un férreo control sobre la ACFTU, en particular mediante el nombramiento de dirigentes a nivel regional y nacional. Como todos los sindicatos del régimen, su objetivo principal es reprimir las revueltas obreras, prevenir las huelgas y someterlas a los intereses del capital nacional. Sin embargo, la actual ola de huelgas de los trabajadores chinos se desarrolla con total independencia de los sindicatos establecidos por el régimen y representa un avance en la lucha de clases independiente de los trabajadores chinos.
Al mismo tiempo, debido a la profundidad de la crisis social, otros sectores de la pequeña burguesía, como propietarios de viviendas y comerciantes, han organizado protestas frente a instituciones locales, bloqueando carreteras y ocupando obras de construcción, a medida que se agrava la crisis financiera e inmobiliaria.
La respuesta de los sindicatos del régimen y del PCCh
La clase capitalista china, incapaz de resolver la crisis, ha respondido hasta ahora con violencia estatal. Los manifestantes son golpeados, arrestados o desaparecidos. En un clima de creciente represión, el Boletín Laboral Chino, con sede en Hong Kong, que llevaba años informando sobre el desarrollo del movimiento obrero en China, cesó misteriosamente sus actividades el 12 de junio y cerró su sitio web y sus redes sociales.
La Federación Nacional de Sindicatos de China, en particular con motivo de su centenario en abril, ha reafirmado el liderazgo del Partido Comunista Chino, enfatizando la necesidad de “relaciones laborales armoniosas”, mecanismos de negociación salarial y estabilidad en los puestos de trabajo. Si bien evitan comentar sobre huelgas en sus declaraciones oficiales, los líderes del PCCh, junto con altos funcionarios del gobierno, han advertido recientemente contra la “creciente presión sobre el empleo”, enfatizando que “el empleo es la base de la estabilidad social”. Recientemente, en provincias como Guangdong, la ACFTU ha promovido reformas estatales de la negociación colectiva como medidas de “democratización”, al tiempo que trabaja para reprimir huelgas y movimientos obreros masivos.
La creciente actividad proletaria no es el resultado de eventos aislados, sino los primeros signos del regreso espontáneo de las masas trabajadoras a la lucha de clases. Aunque aún no está guiada por su propio partido y programa, ni está organizada en sindicatos de clase, está comenzando a resurgir en todo el mundo al borde del colapso económico del capital y de futuras guerras imperialistas. La burguesía estadounidense observa con preocupación y cálculo. Trump afirmó haber alcanzado un “acuerdo rápido” para “salvar a China de una situación muy grave”. La flexibilización de los duros aranceles no se debió a la generosidad, sino a cambio de concesiones para fortalecer el dominio financiero estadounidense. Pero detrás de todas las maniobras estadounidenses para desestabilizar al PCCh se encuentra el riesgo de un resurgimiento involuntario de la combatividad de clase de los obreros de la principal potencia industrial mundial.
Las masas proletarias en China y en todo el mundo aún no están organizadas, no cuentan con su propio programa y partido, y, como en todas partes, continúan bajo el dominio del Estado burgués. Este aparato en China sirve como el último velo de la traición estalinista al proletariado global.
Sin embargo, el movimiento obrero, dentro del marco delineado por Marx, avanza en su camino histórico hacia la meta que la izquierda comunista nunca ha abandonado: la dictadura del proletariado, la abolición del trabajo asalariado y la destrucción de la sociedad de clases. Hasta entonces, cada reunión de embajadores, cada misión del Tesoro, cada proyecto de ley o acuerdo comercial no será más que una táctica dilatoria, un taburete en equilibrio sobre un volcán.
Primer derrotismo del proletariado palestino e israelí contra el Estado de Israel y Hamás
El conflicto en Gaza lleva 18 meses en curso. Se trata de un choque interimperialista del capitalismo en su fase de putrefacción. No se trata de sionismo e islamismo, ni de judíos y palestinos, sino de grupos de Estados burgueses que se escudan en ideologías nacionalistas y religiosas para perseguir fines puramente lucrativos.
Una guerra que resultó en la masacre de 54.000 palestinos y 2.000 israelíes.
No por ninguna maldad particular de uno o ambos bandos, sino porque la guerra por la preservación del capitalismo es necesariamente despiadada.
Restablecer la paz, por lo tanto, no consiste en eliminar el “fascismo” de un bando o el “fanatismo” del otro, lo cual habría producido y prolongado el conflicto, sino el capitalismo, que necesariamente conduce a la guerra al producir y utilizar ideologías y movimientos cada vez más reaccionarios.
A mediados de enero, tras 15 meses de guerra, que comenzó el 7 de octubre de 2023 y pocos días antes de que el nuevo gobierno estadounidense asumiera el cargo el 20 de enero, se alcanzó una tregua entre Israel y Hamás. Como era de esperar, la fragilidad de la tregua se hizo evidente rápidamente y la segunda fase del acuerdo nunca se alcanzó, reanudándose la acción militar el 18 de marzo.
Durante estos dos meses, los aproximadamente 2,1 millones de gazatíes, que se salvaron de los bombardeos de la fuerza aérea israelí, se enfrentaron a la dureza de su situación, y cientos de miles huyeron del sur de la Franja de Gaza hacia el norte, encontrándose en las ruinas de una de las zonas más devastadas por el conflicto.
Esos dos meses también sirvieron a Hamás para reorganizar sus filas. Tras sufrir aproximadamente 20.000 bajas entre sus militantes, según se informa, renovó sus filas reclutando a un número similar, impulsado por la búsqueda de lo que ahora es casi la única fuente de sustento en la Franja de Gaza. Por lo tanto, el Estado israelí no ha logrado su objetivo declarado de “destruir a Hamás”.
En el informe presentado en la reunión general a finales de enero, mostramos cómo ambas partes en conflicto presentaron argumentos para respaldar la tesis de haber salido victoriosas, principalmente por motivos internos. Señalamos que el verdadero perdedor, de hecho, fue el proletariado de ambos bandos, ya que la tregua no fue resultado de su movilización, sino de acuerdos entre las partes burguesas, quienes, justo cuando habían bajado temporalmente las armas, las levantarían de nuevo, reanudando la masacre.
Durante los dos meses de tregua, las entregas de rehenes israelíes fueron oportunidades para que las milicias de Hamás exhibieran sus uniformes, que se habían conservado bien durante la guerra en los túneles cerrados al acceso de la población civil, que les servía de escudo. Esta demostración de fuerza tenía un objetivo más interno que externo, con el fin de disuadir a las masas proletarias de Gaza de rebelarse.
Esta evaluación nuestra se ha visto confirmada por los acontecimientos de los meses siguientes y hasta la actualidad.
Momentáneamente liberado de las garras de la guerra, el control del régimen burgués de Hamás se ha debilitado. Tras la reanudación de los combates el 18 de marzo, estallaron repetidas manifestaciones, con cientos, y en algunos casos miles, de proletarios exigiendo el fin del conflicto y del régimen de Hamás. Estos proletarios exigen la rendición en una guerra entre burgueses en la que se han dado cuenta de que solo tienen las de perder. En estas manifestaciones no ondeó ni una sola bandera palestina, solo banderas blancas. Es evidente que un segmento significativo del proletariado de Gaza culpa del conflicto y sus terribles consecuencias no solo al Estado burgués de Israel, sino también a Hamás.
Las manifestaciones tuvieron lugar principalmente en el norte de la Franja y algunas en la ciudad de Gaza. Sin embargo, la última, el 19 de mayo, en Khan Yunis, muestra que el levantamiento también está ganando terreno en la parte sur de la Franja, que muchos afirman que está más firmemente controlada por Hamás. Otros incidentes han confirmado la dificultad de Hamás para mantener el control sobre la población, con repetidos saqueos de almacenes de alimentos e incluso la ejecución de un policía a plena luz del día por miembros de un clan local.
Sin embargo, los bombardeos israelíes comenzaron con una intensidad relativamente baja y se han intensificado con el paso de las semanas. Si bien inicialmente provocaron protestas callejeras, a partir de cierto punto las impiden o dificultan, ya que la población se ve obligada a priorizar la urgencia de sobrevivir en condiciones desesperadas. Un proletariado postrado y diezmado por los bombardeos es más controlable, tanto durante como después del conflicto. Por lo tanto, la Fuerza Aérea Israelí acudió en ayuda de Hamás.
En la noche del 4 al 5 de mayo, una semana antes de la visita del presidente estadounidense a tres países del Golfo Pérsico (Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos), el gobierno israelí anunció una nueva operación que llevaría a la ocupación indefinida de amplias zonas de la Franja de Gaza. La Operación “Carros de Gedeón”, que comenzó el 18 de mayo, fue precedida por intensos bombardeos.
Entre los objetivos atacados repetidamente por la fuerza aérea se encontraba el hospital europeo de Khan Yunis. Mohammed Sinwar, quien, tras el asesinato de su hermano Yahya en octubre pasado, se había convertido en el líder de facto de Hamás, murió, según se informa, en los túneles subterráneos. Esto confirmó cómo Hamás utiliza estructuras civiles para ocultarse, proporcionando al Estado israelí un pretexto para bombardearlas y avanzar con su plan – reivindicado explícitamente solo por la extrema derecha mesiánica, como resultado objetivo del conflicto – de hacer la Franja inhabitable, despoblarla al máximo y controlar a la población, confinándola en campos de internamiento o deportándola.
El 13 de mayo, Netanyahu declaró: «Para la emigración de los residentes de Gaza, el problema es la acogida de otros países: si tuvieran la oportunidad, el 50% de los gazatíes se irían». No cabe duda de que esto es cierto, de que muchos proletarios preferirían huir de ese infierno, sin buscar en absoluto el martirio que Hamás reclama en nombre de la patria palestina. Pero ningún partido ni Estado burgués quiere acogerlos, especialmente los árabes. Hamás tampoco quiere liberarlos, para quienes cientos de miles de jóvenes desempleados representan su base de reclutamiento y su influencia política.
Ningún Estado capitalista quiere ni sabe qué hacer con la población de Gaza. Había 400.000 en 1967, 1,1 millones en 2001 y 2,2 millones en 2022, año del último censo, con 54.000 nacimientos. Pero a medida que la crisis económica se agrava, todo el proletariado mundial representará una superpoblación inútil y peligrosa para el capitalismo. Gaza es el futuro que el imperialismo prepara para el mundo entero, llevándolo hacia un tercer conflicto mundial, un nuevo holocausto proletario.
Una parte fundamental de la nueva operación “Carros de Gedeón” es una revisión completa del sistema de distribución de ayuda alimentaria a la población agotada. Anteriormente, estaba gestionado por la UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, y Hamás, según Israel, logró apropiarse de parte de la ayuda para su financiación.
Desde principios de marzo, Israel ha bloqueado toda entrada durante 11 semanas, provocando hambruna en la población. Durante la tregua de dos meses entre enero y marzo, entraron casi 600 camiones cada día. El saqueo de almacenes aumentó. Posteriormente, a partir del 21 de mayo, se permitió la entrada de 119 camiones en cuatro días.
El nuevo sistema de distribución de ayuda se confiaría a empresas privadas estadounidenses a través de cuatro grandes centros de distribución: tres en Rafah y uno en el centro de la Franja, al sur del corredor de Netzarim, que pasa al sur de la ciudad de Gaza. La distribución sería semanal, con un paquete entregado a cada hamulot (familia extensa). El gobierno israelí pretende que la distribución en los cuatro centros acelere la evacuación de la población hacia el sur y desaloje la zona norte.
Desde 2016, durante la presidencia de Obama, Estados Unidos ha garantizado a Israel una ayuda militar de 3.800 millones de dólares anuales, aproximadamente el 15% de su presupuesto de defensa. El acuerdo debía estar vigente hasta 2028. Sin embargo, desde el 7 de octubre de 2023, Estados Unidos ha asignado aproximadamente 23.000 millones de dólares a Israel en ayuda de emergencia y operaciones relacionadas solo en el primer año de la guerra, casi seis veces la cantidad prevista. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, entre 2019 y 2023, Estados Unidos suministró a Israel el 69% de sus importaciones de armas; Alemania, el 30%; e Italia, el 0,9%.
Trump ha firmado acuerdos comerciales con Arabia Saudita, Catar y los Emiratos Árabes Unidos por valor de 600.000 millones de dólares, 243.000 millones de dólares y 200.000 millones de dólares, respectivamente. Unos días antes, el 6 de mayo, tras bombardear intensamente a los hutíes en Yemen casi a diario durante mes y medio, llegó a un acuerdo con ellos: los buques estadounidenses ya no serán atacados por las milicias chiíes hutíes. Sin embargo, estas continúan lanzando misiles contra Israel.
Durante su visita a Arabia Saudita, Trump también se reunió con el nuevo presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, a quien anunció el levantamiento de las sanciones al país, lo que permitirá la inversión de las potencias locales: sin duda, de Catar, Arabia Saudita y Turquía.
Finalmente, de repente, tras 17 meses de guerra y más de 50.000 víctimas, los gobiernos del Reino Unido, Francia, Canadá y otros países europeos parecen haber tomado conciencia de la masacre en curso, han denunciado la catastrófica situación humanitaria en Gaza y han amenazado con tomar medidas concretas contra Israel. Pero la falsa indignación de estas burguesías no tiene nada que ver con una nueva solidaridad. Se debe, más bien, al cambio en su relación con el imperialismo estadounidense y su estrategia internacional. Además, les interesa mantener un equilibrio entre
Confirmando la falsedad de la teoría del aislamiento internacional de Israel, desde abril ha mantenido intensas negociaciones con Turquía, patrocinadas por Azerbaiyán, para evitar un conflicto en Siria. Tras el punto álgido de la tensión, y poco antes de que el ejército turco ocupara un aeropuerto militar cerca de Palmira, la Fuerza Aérea israelí bombardeó la pista y otras infraestructuras. Los intereses de los capitalistas británicos y franceses siempre han chocado en torno a Palestina. La creación misma de Israel significó la pérdida del mandato del capitalismo británico. La crisis de Suez de 1956 y el fracaso de la maniobra conjunta entre Francia, el Reino Unido e Israel marcaron, por un lado, el fin del colonialismo histórico del imperialismo europeo y, por otro, la sumisión definitiva de la burguesía israelí al imperialismo estadounidense.
No es casualidad que Alemania e Italia, que venden armas a Israel, hayan adoptado una postura diferente, más alineada con la conducta de Estados Unidos, limitándose a críticas verbales inofensivas sobre la conducta de Tel Aviv en tiempos de guerra.
Las maniobras del imperialismo, más allá de cierto límite, son inescrutables. Pero lo que debería preocupar a las clases trabajadoras palestina, israelí e internacional es que cualquier acuerdo entre los imperialismos no presagiará un futuro de paz, sino un conflicto aún peor. Las potencias burguesas que hoy consideran conveniente silenciar las armas son las mismas que financiaron los frentes de guerra. Con los mismos cálculos cínicos, pueden hacer la paz ahora y desatar la guerra mañana. Consideremos a Qatar: es uno de los principales financiadores de Hamás, alberga a sus líderes en el extranjero y, al mismo tiempo, alberga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio, y cierra acuerdos multimillonarios con Washington, que es el mayor financiador del ejército israelí. O Turquía, también partidaria de Hamás, pero miembro de la OTAN. Señalar únicamente al Estado burgués israelí como enemigo del proletariado palestino es mistificar la realidad del capitalismo global. Para ellos – y para la clase obrera de todo el mundo – es toda la burguesía la que vive de su sudor y sangre.
El proletariado solo puede romper esta cadena, esta Santa Alianza burguesa internacional, luchando contra su propia burguesía, o de lo contrario se verá arrastrado al juego de poderes y acabará luchando no por sí mismo, sino, en los frentes de guerra o en ciudades bombardeadas, por el enemigo de clase.
La guerra solo puede detenerse verdaderamente – y no ser una mera tregua burguesa entre un conflicto y otro – movilizando al proletariado involucrado en ella, en una lucha derrotista del frente nacional interno. ¡Este es el valor excepcional de las manifestaciones contra Hamás en la Franja de Gaza durante los últimos dos meses!
Las manifestaciones que se han celebrado cada semana en Israel durante meses, con perseverancia y tenacidad, avanzan en esta misma dirección. Varias cartas públicas firmadas por miles de personas, incluidos reservistas, han sido importantes, exigiendo un acuerdo para la liberación de los rehenes israelíes y un acuerdo de paz con Hamás. Decenas de miles de reservistas se han negado a ser llamados de vuelta al servicio militar.
Un importante y valiente paso adelante lo marcó la manifestación en Tel Aviv del 28 de abril, cuando cientos de manifestantes marcharon exhibiendo fotos de niños palestinos víctimas de la guerra en Gaza, a pesar de los intentos de la policía por impedirlo. Se rompió un muro, declarando públicamente la solidaridad con las víctimas en el otro frente de guerra, en lugar de simplemente exigir la liberación de los rehenes.
Este movimiento, admirable en las condiciones históricas y actuales de la guerra en Israel, es, sin embargo, interclasista, desorganizado y desorientado. Para detener la guerra, es necesaria la intervención de una verdadera fuerza social. Esta fuerza solo puede provenir de la clase opuesta a todos los intereses burgueses, una clase que pueda presentarse como cohesionada, unida, organizada, disciplinada y políticamente dirigida hacia un objetivo. Esta clase es la clase obrera.
La estructura básica de la clase obrera son los sindicatos, y su arma es la huelga.
Pero hoy, incluso en Israel, los sindicatos están dirigidos por agentes de la burguesía, patriotas y belicistas.
El 6 de mayo, el líder de la Histadrut, Arnon Bar-David, rechazó categóricamente la idea de una huelga general, añadiendo que no apoyaba la reciente huelga de docentes: «Deben volver al trabajo. No apoyo la huelga (...) He tomado la decisión estratégica de no paralizar el país en tiempos de guerra» (“The Times of Israel”, 7 de mayo).
Los docentes israelíes, que lucharon contra los recortes salariales impuestos por una medida gubernamental para cubrir los costos de la guerra, separaron sus intereses de los de su propia clase dominante y se opusieron eficazmente a la guerra y apoyaron su derrota. Este derrotismo es solidario y convergente con el de los gazatíes. «Detener el país en tiempos de guerra», el temor fundado de Bar-David, es una necesidad histórica y el lema de los comunistas.
El camino hacia la reconstrucción de verdaderos sindicatos y un verdadero partido comunista mundial no será fácil ni corto, sino derrotista y antipatriótico. La clase obrera, incluso en Israel, sigue bajo el control de la burguesía, debido a la larga tradición de sindicatos vendidos al régimen y al poder residual del imperialismo que aún garantiza la corrupción de una capa de la aristocracia obrera. Pero esta primera pequeña huelga derrotista del profesorado israelí, aunque parcial y limitada, marca el camino de una lucha proletaria general desde posiciones de clase y, por lo tanto, implícitamente también contra la guerra y el militarismo del Estado de Israel, en solidaridad de facto con los oprimidos y explotados de Palestina y contra la guerra que se prepara entre los Estados de todo el mundo. Primer derrotismo del proletariado palestino e israelí contra el Estado de Israel y contra Hamás.
Continúa la oposición de los trabajadores a las deportaciones de ICE en EEUU
Durante las últimas seis semanas, la aplicación de medidas migratorias en Estados Unidos ha experimentado una fuerte escalada, marcada por redadas de alto perfil, polémicas batallas legales y una creciente reacción negativa de organizaciones sindicales y grupos comunitarios interclasistas. Desde julio, estos enfrentamientos han comenzado a transformar lo que antes eran protestas episódicas en un movimiento interclasista sostenido y coordinado en oposición a las incursiones de ICE, que permanece relativamente localizado en centros de inmigración como Los Ángeles.
El punto crítico más reciente se produjo el 10 de julio en Camarillo, California, cuando el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y agentes federales allanaron una plantación de cannabis. Más de 200 trabajadores fueron detenidos, y la operación se tornó mortal cuando el trabajador agrícola Jaime Alanis García cayó casi 9 metros al intentar evadir a los agentes. La redada provocó una rápida condena por parte de sindicatos, defensores de los derechos de los inmigrantes de la burguesía de izquierda y grupos de libertades civiles, quienes presentaron la muerte como consecuencia directa de una estrategia de control militarizado, pero omitieron sistemáticamente identificar la naturaleza de clase de los ataques.
Tan solo un día después, los agentes ejecutaron órdenes de allanamiento en Glass House Farms y otra operación relacionada con el cannabis en el sur de California. En respuesta, manifestantes y trabajadores bloquearon físicamente el acceso a las instalaciones, lo que provocó una respuesta policial con gas lacrimógeno. Más de 100 trabajadores agrícolas fueron detenidos y varios necesitaron atención médica. El tenso enfrentamiento puso de relieve la creciente realidad de que los trabajadores no son simples espectadores en estas operaciones, sino que se auto-organizan in situ para resistir.
A principios de agosto, el poder ejecutivo llevó el asunto al máximo tribunal, instando a la Corte Suprema de Estados Unidos a revocar una orden judicial vigente que prohibía al ICE realizar redadas itinerantes basándose únicamente en características generales, como hablar español o realizar trabajos jornaleros. Organizaciones de libertades civiles, en particular la ACLU, condenaron la solicitud como un intento de normalizar la discriminación racial. Mientras tanto, las repercusiones de la aplicación de la ley han trascendido los lugares de trabajo. En varios pueblos pequeños, se cancelaron festivales culturales latinos y eventos comunitarios de larga data debido al temor a la posible presencia del ICE. Si bien las autoridades no citaron amenazas directas, los organizadores describieron un “clima de miedo” tan generalizado que prácticamente paralizó las celebraciones públicas.
En Los Ángeles, la resistencia ha pasado de protestas reactivas a una
movilización sostenida. En julio se lanzó la campaña “Verano de Resistencia”,
coordinada por sindicatos como SEIU 721 y United Teachers Los Angeles,
trabajadores de UTLA, UFCW 324, UFCW 770, Teamsters Local 396, junto con
organizaciones burguesas de derechos de los inmigrantes e interreligiosas. Estas
coaliciones interclasistas organizaron patrullajes de respuesta rápida,
capacitaciones para conocer sus derechos y una red de comunicaciones en toda la
ciudad para rastrear los movimientos de ICE. Voluntarios de grupos como Unión
del Barrio comenzaron a patrullar los pasos elevados de las autopistas y las
áreas de concentración, especialmente cerca de Terminal Island, para identificar
y transmitir la actividad policial en tiempo real. Sus alertas, que a menudo se
difunden a través de las redes sociales, sirven como sistemas de alerta
temprana, lo que permite a los trabajadores inmigrantes tomar precauciones. Si
bien son eficaces para frustrar muchas de las actividades policiales de ICE a
nivel de calle en el área local de Los Ángeles. La organización culminó el 12 de
agosto, cuando cientos de personas se congregaron en el
Parque MacArthur para un paro comunitario de 24 horas. Los líderes sindicales
exigieron el cese de las redadas y una redefinición del poder obrero, vinculando
la aplicación de la ley migratoria con las luchas obreras más amplias.
Estas acciones se basan en el reconocimiento de que la aplicación de la ley migratoria ya no es un asunto político independiente para los sindicatos, sino un asunto de los trabajadores. Los sectores que experimentan la aplicación más estricta de la ley, desde la agricultura hasta los servicios, están compuestos en su mayoría por trabajadores inmigrantes. Las redadas frenan los esfuerzos de organización, disuaden a los trabajadores de denunciar violaciones de seguridad o robo de salarios, y debilitan la influencia de los trabajadores sobre los jefes. Estos sindicatos en Los Ángeles han reconocido que defender a los miembros inmigrantes significa defender los intereses de la masa trabajadora en general.
Las últimas seis semanas han revelado una doble vía de escalada. Por un lado, el ICE ha llevado a cabo redadas a gran escala, ha impulsado la ampliación de sus facultades para realizar arrestos itinerantes y ha mantenido una presencia que se extiende profundamente a la vida pública y cultural de las comunidades inmigrantes. Por otro lado, los sindicatos y las organizaciones de base han evolucionado sus tácticas, pasando de la protesta espontánea a una infraestructura a largo plazo que combina el monitoreo callejero, las manifestaciones públicas y las huelgas para formar una oposición unificada.
Este esfuerzo representa un avance para muchos de los respectivos sindicatos al reconocer la cuestión migratoria como un problema que afecta generalmente al propio movimiento obrero. Representa un paso positivo hacia la futura unión de clase basada en la solidaridad entre todos los sectores de los trabajadores y los sindicatos. Sin embargo, para que la lucha alcance su máximo potencial, el movimiento obrero debe liderarla, estableciéndola firmemente en una perspectiva de clase obrera, fuera del ámbito de las coaliciones interclasistas dominadas por los marcos activistas de la izquierda burguesa.
EEn cambio, es esencial que los trabajadores luchen por liberarse del yugo de
la camisa de fuerza de la NLRB para retomar el arma de la huelga solidaria,
combatir el liderazgo oportunista de izquierda que promueve tácticas derrotistas
de conformidad y desvía al sindicato hacia tácticas activistas y legislativas a
costa de dejar de centrarse en el arma más poderosa de los sindicatos, la
huelga, lo que debe combatirse a todos los niveles, tanto local como nacional.
El actual ataque generalizado contra el nivel de vida de la clase trabajadora en
Estados Unidos solo puede combatirse eficazmente con el arma de la huelga
generalizada, y todos los sindicatos del país deben aspirar a ese objetivo.
Desde 2020, las reuniones generales del partido se llevan a cabo por videoconferencia. Solo en las regiones donde tenemos secciones, los compañeros siguen juntos los trabajos desde la sede local del Partido. Esto significa que, desde algunas regiones, los compañeros deben conectarse temprano por la mañana, mientras que en otras lo hacen a altas horas de la noche.
Para superar la diferencia de idiomas, preparamos y ponemos a disposición de todos, con antelación, la traducción de los informes de las secciones y de los grupos, así como el texto de los comunicados, en inglés, español e italiano. Las intervenciones improvisadas de los compañeros se traducen al momento.
Como siempre, en nuestras reuniones generales, el ambiente es fraternal, de colaboración y de gran respeto por el compromiso y el esfuerzo de todos. El encuentro se desarrolla de manera productiva y en un orden efectivo, entre comunistas que ponen el bien del partido y de la revolución muy por encima de las miserias del personalismo y el intelectualismo burgués, de los cuales nos hemos liberado felizmente desde siempre en nuestro movimiento.
Así emancipados, disfrutamos de ese comunismo al que tenemos la alegría y la satisfacción de contribuir a allanarle el camino.
Como de costumbre, a la reunión general se le asignan dos funciones, sin que haya una oposición rígida: una sobre los estudios y las actividades prácticas, y la otra sobre los resultados y las reflexiones generales de estos. Dedicamos una primera sesión a que las diversas actividades del Partido confluyan en el conocimiento y la evaluación comunes, enumerando los progresos y las posibles dificultades; una segunda sesión se dedica a la exposición de los informes sobre diversos temas, encargados para su estudio y profundización a compañeros individuales o a un grupo de ellos.
Como es habitual, a continuación se presenta un breve resumen de los
informes. Estos son los temas tratados:
- El rearme de los Estados |
- La guerra entre Ucrania y Rusia |
- Primer derrotismo del proletariado palestino e israelí contra el Estado de Israel y contra Hamás |
- El conflicto India-Pakistán |
- La crisis del capital y la competencia por el petróleo |
- La Internacional de los Sindicatos Rojos, capítulos 6-7-8 |
- Raza, clases y cuestión agraria en los Estados Unidos - Esclavismo y ascenso del mundo burgués, parte 2 |
- Alienación y crisis de las relaciones humanas en el capitalismo: sexo y amor |
- Documentos de la izquierda del socialismo otomano y del Partido Comunista de Turquía, parte 5 |
- La clase obrera en Burkina Faso, parte 3 |
- Acontecimientos del capitalismo alemán |
- Objetivos y métodos del estudio sobre el curso del capitalismo |
- Actividad del partido en Norteamérica |
Una Unión Europea cada vez más dividida pretende encontrar la unidad como un tercer polo imperialista, en oposición a los liderados por China por un lado y Estados Unidos por el otro. Pero el recién elegido canciller Merz ya lo ha negado: «El gobierno federal proporcionará a las fuerzas armadas todos los recursos financieros que necesiten para convertirse en las más fuertes de Europa».
El pretexto es que «la fuerza mantiene a raya a los agresores». En realidad, si la historia del último siglo ha demostrado algo, es que el conflicto que se prepara solo es falsamente entre los agresores y los agredidos, porque la guerra es una necesidad económica de todos los capitalismos y el rearme es una consecuencia de ello.
Por el momento, los Estados europeos parecen estar del lado de Estados Unidos. El canciller alemán continúa: «Detectamos elementos de rivalidad sistémica en las acciones de política exterior de China y vemos con preocupación la creciente cercanía entre Pekín y Moscú». Tonos similares llegan de París y Londres.
No es que las burguesías europeas sean más belicistas que otras; simplemente se encuentran en una posición más débil que sus rivales y hablan abiertamente de guerra mundial, rearme y movilización popular, tras décadas de proclamar los principios sagrados del rechazo a la guerra, la paz democrática y disparates similares, siempre con la misma intención de aturdir al proletariado.
Desde 2022, las empresas de defensa de todo el mundo han visto dispararse sus pedidos, ingresos y cotizaciones bursátiles, con los consiguientes dividendos para los accionistas, que en Europa suelen incluir a los propios Estados. En Alemania, Rheinmetall está considerando comprar la planta de Osnabrück a Volkswagen para fabricar tanques, una de las tres fábricas que el fabricante de automóviles planea cerrar en Alemania. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, la empresa alemana ha multiplicado por diez su valor en bolsa, mientras que las ventas de automóviles Volkswagen en 2024 han caído un 3,5 %.
En la reunión, informamos a los camaradas sobre los datos relativos al gasto militar de cada Estado. Comprender estos factores y sus cambios a lo largo del tiempo proporciona una imagen del equilibrio de poder entre los imperialismos, evitando la propaganda mediática burguesa.
Los datos publicados por el SIPRI comienzan en 1949, los primeros años tras el fin de la Segunda Guerra Imperialista, y abarcan más de 140 Estados. Hoy, nos limitamos a examinar los cambios ocurridos en los años más recientes y solo en relación con los estados que más gastan.
Durante 2024, se gastó la impresionante cantidad de 2.718 billones de dólares (al valor del dólar de 2023) en armamento a nivel mundial, lo que representa un aumento del 9,4 % con respecto al año anterior, un incremento significativo. Este gasto equivale al 2,5 % del Producto Interior Bruto mundial. Es el décimo año consecutivo de aumento del gasto mundial, pero este se ha acelerado desde 2021 y aún más en el último año.
Los mayores inversores en armamento son los grandes países imperialistas, ese “puñado de Estados” que hoy, como a principios del siglo XX, domina al mundo. Ocho de ellos – EEUU, China, Rusia, Alemania, India, Gran Bretaña, Francia y Japón – con un gasto combinado de 1.804 billones de dólares, representan el 66 % del gasto mundial en armamento. Los 15 principales gastan el 80 % del total mundial, pero representan menos de la mitad de la población mundial.
Estados Unidos, con una población de 347 millones (el 4 % de la humanidad), gasta el 37 % del total mundial en armamento.
La disponibilidad de armamento cada vez más potente y destructivo es proporcional al desarrollo económico del capitalismo. Por lo tanto, la fuerza militar beneficia al capital invertido en el aparato militar-industrial, que no tiene país y responde únicamente a los intereses financieros y de la ganancia.
En Rusia, el gasto alcanzó los 150.000 millones de dólares, un aumento del 38 % en comparación con 2023 y el doble de la cifra de 2015, lo que corresponde al 7 % del PIB del país, más del triple de la participación de los países europeos. Solo los cinco países europeos más grandes (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Polonia) gastaron 311.000 millones de dólares. Los datos proporcionados por Von der Leyen son manifiestamente falsos.
La burguesía mercenaria ucraniana está martirizando al país bajo las órdenes del imperialismo europeo y estadounidense, que le suministra préstamos y armas. Durante el último año, el gasto militar del país alcanzó los 68.000 millones de dólares, el 34% de su PIB. Ucrania también cuenta con una próspera industria armamentística nacional que emplea a casi 300.000 trabajadores. ¡Por lo tanto, los industriales ucranianos ya han ganado su guerra!
Alemania aumentó su gasto militar un 28 % con respecto al año anterior, alcanzando casi los 86.000 millones de dólares, ascendiendo al cuarto puesto mundial. Alemania, desarmada, pudo recuperarse rápidamente gracias a su fortaleza financiera y su potente aparato industrial.
En Polonia, un país con tradición militar y arraigado en el nacionalismo antirruso, el gasto militar ya había comenzado a aumentar drásticamente en 2018. El gobierno aprovechó la guerra en Ucrania para vociferar sobre la amenaza rusa, y desde 2017 casi se ha triplicado. Durante el último año, ha aumentado un 30%, alcanzando los 35.000 millones de dólares y superando el 4% del PIB.
Gran Bretaña es uno de los pocos países occidentales que ha mantenido estable el gasto. Londres no escatima en sus críticas a Rusia, pero el aumento del gasto en 2024 apenas logra compensar la inflación.
Los miembros europeos de la OTAN ya gastan un total de 454.000 millones de dólares, aproximadamente el triple de lo que gasta Rusia y el 30% del total de la OTAN. Sin embargo, como advierte el SIPRI: «Un simple aumento del gasto no se traducirá necesariamente en un aumento significativo de las capacidades militares ni en una mayor independencia de Estados Unidos». El aumento generalizado del gasto militar, reclamado a viva voz por el presidente del Parlamento Europeo, no sirve en realidad para fortalecer una “defensa europea”, que no existe, sino únicamente para financiar las industrias militares. Cada Estado invierte en su propio ejército. Un ejército europeo nunca se formará. Por otro lado, en cinco o siete años, tendremos un poderoso ejército alemán, un poderoso ejército francés, un poderoso ejército polaco, y el frente de guerra volverá a cruzar Europa como lo hizo dos veces en el siglo pasado.
Estados Unidos, la principal potencia imperialista del mundo, alcanzó un gasto de 997.000 millones de dólares, un aumento del 5,7% respecto al año anterior, lo que representa el 3,4% del PIB, el 37% del gasto militar mundial y el 66% del gasto de los Estados miembros de la OTAN. Además del gasto en personal y en las bases que Estados Unidos mantiene en gran parte del mundo, el compromiso, según el SIPRI, se dirige a «la modernización de las capacidades militares y el arsenal nuclear para mantener una ventaja estratégica sobre China y Rusia».
Canadá, el otro país importante de Norteamérica, mantuvo estable su gasto en aproximadamente 29 mil millones de dólares, el 1,3% del PIB.
Brasil es el mayor inversor en armas del subcontinente latinoamericano, con un gasto aproximado de 22 mil millones de dólares, una marcada disminución respecto a los 27 mil millones de dólares de 2018.
México aumentó su compromiso en un 39%, hasta los 16,7 mil millones de dólares, principalmente para fortalecer la Guardia Nacional y la Armada, que participan activamente en la lucha contra el crimen organizado y la inmigración ilegal.
El gasto militar de los países del Medio Oriente fue de aproximadamente 243 mil millones de dólares, un aumento del 15% en comparación con 2023 y del 19% en comparación con 2015.
Israel aumentó su gasto en un asombroso 67%, alcanzando los 45 mil millones de dólares. Esto representa casi el 9% del PIB del país, solo superado por Ucrania. Las “ayudas” militares estadounidenses, en virtud de un acuerdo firmado durante la administración Obama, ascendieron a 3,8 mil millones de dólares anuales, aproximadamente el 15% del presupuesto regular de defensa de Israel. Desde el 7 de octubre de 2023, este compromiso ha sido sustituido por la “ayuda de emergencia”. Solo en el primer año de la guerra, Estados Unidos ha asignado aproximadamente 23.000 millones de dólares a Israel y operaciones relacionadas, casi seis veces la cantidad habitual. Estados Unidos ha cubierto aproximadamente el 70% del gasto militar de Israel relacionado con la guerra, lo que le ha permitido librar una campaña prolongada en múltiples frentes. El 67% de las armas fueron suministradas por Estados Unidos, el 32% por Alemania y el 1% por Italia. Por lo tanto, podemos afirmar que el genocidio de Gaza fue ordenado por Washington e implementado por Estados Unidos y Alemania.
Los demás países de la región no han aumentado significativamente su gasto, con la excepción del Líbano, que lo incrementó un 58%, alcanzando los 635 millones de dólares.
Cabe destacar que Irán ha reducido su compromiso militar un 10%, hasta los 7.900 millones de dólares. El impacto de las sanciones y la situación social del país impiden que el régimen exija más sacrificios para la guerra. Arabia Saudita se ha mantenido prácticamente estable en 79.000 millones de dólares, pero parece estar preparándose para firmar un acuerdo para la compra masiva de armas a Estados Unidos: la impresionante cifra de 142.000 millones de dólares. Para poner esto en perspectiva, entre 1950 y 2022, el Reino compró un total de 164.000 millones de dólares en armas estadounidenses.
La República Popular China, el segundo mayor imperialismo del mundo, aumentó su gasto un 7% con respecto al año anterior, alcanzando los 318.000 millones de dólares. Pekín está invirtiendo en la modernización de sus fuerzas armadas, reforzando sus capacidades de ciberguerra y ampliando su arsenal nuclear. La diferencia en el coste de las armas en el mercado chino en comparación con el de otros países, especialmente Estados Unidos, dificulta estimar el verdadero tamaño del ejército chino. China está concentrando sus recursos en el Indopacífico. Por otro lado, las fuerzas armadas estadounidenses, si bien son ciertamente superiores en general a las chinas, están desplegadas en muchas regiones del mundo, lo que otorga a Pekín una ventaja actual.
Japón aumentó el gasto un 20%, alcanzando los 58.000 millones de dólares, el mayor incremento desde 1958, lo que elevó el gasto al 1,4% del PIB, superando el 1% impuesto al país desde la Segunda Guerra Mundial.
El gasto de Taiwán, a pesar de las crecientes tensiones con Pekín, se mantuvo prácticamente estable en 16.000 millones de dólares. India aumentó su gasto militar en poco más del 2%, alcanzando los 84.000 millones de dólares. Esto representa el 28% del gasto de China y el 9% del de Estados Unidos, una diferencia significativa que también se refleja en la calidad del equipo, la capacidad nuclear, la modernización y el trato al personal. La solución buscada es sustituir los sistemas de armas importadas por producción nacional.
Pakistán, por otro lado, ha reducido su gasto en aproximadamente 500 millones de dólares en los últimos años, estableciéndose en 8.000 millones de dólares, tras alcanzar un máximo de 106.000 millones de dólares en 2021.
En África, a pesar de verse asolada por algunas de las guerras más sangrientas para la población civil, especialmente en la región subsahariana, el gasto en armas y fuerzas armadas ha aumentado solo un 3% en comparación con 2023 y un 15% en comparación con 2015.
Durante las recientes negociaciones, la delegación rusa declaró que el objetivo de las conversaciones era “una paz duradera”, abordando las “causas profundas” del conflicto. Las condiciones del Kremlin para la paz son: la neutralidad de Ucrania (es decir, la no pertenencia a la OTAN, el no alojamiento de tropas y bases extranjeras y la no posesión de armas de destrucción masiva); y el reconocimiento por parte de Ucrania y la comunidad internacional de la anexión rusa de Crimea, Donetsk, Luhansk, Jersón y Zaporiyia.
El gobierno ucraniano ha calificado repetidamente estas demandas de “inaceptables” y reitera que “Crimea, como toda Ucrania, debe ser libre”. Pero “no tiene cartas que jugar”, como se le recordó en todo el mundo.
Los capitalistas ucranianos están ciertamente preocupados por tener que confesar al proletariado – enviado al frente – que su sacrificio fue en vano. Y no porque esos soldados perdieran la guerra nacional, sino porque este es el resultado de todas las guerras: un nuevo reparto del botín del que el proletariado siempre queda excluido y que beneficia a las clases dominantes.
La negativa de la burguesía ucraniana a hacer concesiones al vencedor es irrealista y criminal, cuando ahora es evidente que es imposible detener el avance ruso, y mucho menos organizar un contraataque para reconquistar los territorios perdidos. Continuar la guerra costará miles de muertos más y una destrucción aún más terrible sin cambiar el resultado final del conflicto. Como dijo un ex asesor de Zelenski: «Ucrania puede negociar y perder cinco regiones hoy o seguir luchando y perder ocho en unos meses».
Pero en esta postura, el gobierno ucraniano cuenta con el apoyo de algunos Estados europeos que siguen pidiendo una “paz justa”. Ni siquiera los “dispuestos” – es decir, Francia, Gran Bretaña y Polonia, junto con Alemania, que ha afirmado asumir el liderazgo – tienen la intención de proporcionar ayuda militar decisiva a Ucrania, ya sea en armas, hombres o ayuda financiera. La OTAN mantiene la misma postura.
Según diversos observadores, Rusia, fortalecida por la percepción de una creciente ventaja militar y la retirada gradual de Estados Unidos del suministro de armas a Ucrania, está preparando una ofensiva de verano. Ucrania, por otro lado, sufre escasez de soldados, carece del armamento necesario y sus recursos económicos están menguando.
Mientras tanto, la continuación de la guerra beneficia a todos los capitalistas: favorece a la industria militar y permite el saqueo de la riqueza mineral y agrícola de Ucrania, en beneficio de los gigantes industriales europeos y estadounidenses.
Además, la burguesía rusa también está en riesgo. Los problemas económicos, sociales y políticos se acumulan durante estos años de guerra y podrían desencadenar la reanudación de la lucha de clases.
Por lo tanto, las posibilidades de que las próximas negociaciones tengan un resultado positivo y pongan fin a la guerra son muy escasas. No es un cliché decir que es más fácil empezar una guerra que terminarla. Una guerra que ya lleva más de tres años, involucrando a millones de soldados, con un coste enorme en personal y material, y que ha agotado gran parte de las reservas de armas y municiones de los países occidentales, así como de Rusia y sus aliados.
Rusia desató la guerra porque la guerra siempre es rentable en el capitalismo y para reaccionar al cerco de la OTAN. La burguesía oligárquica ucraniana libró una guerra indirecta, vendida a capitalistas occidentales, principalmente a los estadounidenses. Por lo tanto, la guerra terminará cuando las principales corporaciones europeas, estadounidenses y rusas hayan acordado cómo repartirse los activos ucranianos.
Las conversaciones entre Trump y Putin habían insinuado una paz basada en una división flagrante de esas riquezas, como parte de un acuerdo para ampliar los lazos económicos entre los dos Estados imperialistas. Actualmente, parece que todo se está cuestionando, lo que quizás reabra el juego también para otros actores: China, presente en la zona desde hace años; Estados europeos como Alemania, Gran Bretaña, Polonia, Francia e Italia; y los imperialismos menores que, a pesar de haber contribuido a armar a Kiev proporcionándole armas y dinero, ahora corren el riesgo de ser excluidos del juego.
Además, en las fronteras, la burguesía de Rumania, Hungría, Eslovaquia y Polonia esperan el momento oportuno para reclamar los territorios que les arrebataron al final de la Segunda Guerra Mundial. El resultado de esta disputa para Ucrania se puede resumir en una frase: lo ha perdido todo. Otra lección más para el proletariado sobre el valor de los llamamientos burgueses a luchar por la libertad, la independencia nacional, la defensa de la patria y disparates similares.
La guerra en Ucrania, al igual que las del Medio Oriente, forma parte de la necesidad de guerra del capitalismo mundial. Todos los grandes Estados están intensificando sus esfuerzos para mejorar la eficiencia y el poder de sus fuerzas armadas. La demanda de nuevas armas es bien recibida por los sectores industriales que, afectados por la crisis de sobreproducción, reconvertirán sus producciones civiles. La Unión Europea insta a sus Estados miembros a aumentar su capacidad militar, mediante la revisión de sus presupuestos nacionales, incluido el aumento de la deuda. Esto era una auténtica herejía hasta hace unos meses. Se insta a los gobiernos a gastar menos en sanidad, educación e infraestructuras, y más en sus ejércitos.
El asunto preocupa incluso al ministro de Economía italiano, quien no oculta su antipatía por los políticos bruselenses: «Será políticamente muy difícil aumentar drásticamente el gasto en defensa y reducir el gasto social: no creo que ningún gobierno esté dispuesto». Debemos demostrarle al ministro que se equivoca: los gobiernos lo harán, incluso a costa de no ser reelegidos, porque sirven a los intereses del régimen burgués, y éste quiere el rearme. No serán la democracia ni los parlamentos, ni de derecha ni de izquierda, quienes defenderán las condiciones de vida y de trabajo del proletariado durante los próximos años, los años en que los Estados se preparan para la guerra general. Será tarea del propio proletariado hacerlo, luchando resueltamente por aumentos sustanciales de salarios, por una reducción general de la jornada de trabajo, por mejores condiciones de trabajo y contra la propaganda nacionalista y patriótica, el rearme y las amenazas de guerra.
Objetivos y métodos del estudio sobre el curso del capitalismo
Es bien sabido que, en nuestra concepción materialista de la historia, la base económica, es decir, cómo el hombre produce y se reproduce, es la que determina la superestructura de las relaciones sociales, así como la moral, las religiones, la ciencia, el derecho, etc., que son superestructuras adicionales de la superestructura política y de fuerza.
Por lo tanto, una parte fundamental del marxismo es conocer las leyes de este “primer motor” económico, que en última instancia determina el desarrollo humano.
No es casualidad que en las reuniones generales solíamos exponer primero el informe sobre el curso del capitalismo.
El marxismo es una ciencia experimental que identifica las leyes generales y abstractas del desarrollo histórico y las verifica en los fenómenos empíricos. Adelanta previsiones, cualitativas y a veces también medibles en cantidad y tiempo, que somete a la prueba de los hechos y las observaciones.
Esta verificación en los hechos se ha extraído de los estudios de los marxistas no solo en el ámbito de la economía en sentido estricto: ¿la masa de mercancías frenará su crecimiento hasta un máximo infranqueable o en el capitalismo debe crecer sin medida? ¿La organización productiva avanza hacia la dispersión o la concentración en grandes unidades? ¿La propiedad se difunde y se fracciona o se concentra en colosales monopolios? ¿La venta de mercancías procede en un crecimiento regular y continuo o se bloquea periódicamente? ¿Su régimen político tiende progresivamente a las libertades individuales y a la democracia o al fascismo, a la dictadura abierta? ¿Hay que confiar en una paz permanente entre los Estados o las guerras son inevitables?....
El propósito de nuestro observatorio sobre la producción y distribución de mercancías no es solo la verificación de las leyes de Marx sobre la economía, para denunciar la falsedad de las escuelas burguesas, sino profundizar en el conocimiento de los detalles y particularidades del volcánico mundo del capital. El partido revolucionario debe conocer, y en la medida de lo posible prever, este mundo en el que se entrelazan crisis catastróficas regulares, y fenómenos no solo puramente económicos, como los contrastes entre centros nacionales adversos, guerras locales o generales, intervenciones de Estados, el efecto de las excepcionalidades climáticas en las cosechas, etc.
El estudio sobre el curso del capitalismo, después de los fundamentos de Marx y de Lenin y de nuestros otros grandes compañeros, se reanudó en el Partido en la reunión de Cosenza de 1956 (RG17) y desde entonces el tema no ha faltado entre nuestros estudios.
Sobre la modalidad de esta diligente elaboración, escribimos en la
Presentación de nuestro volumen “El curso del capitalismo mundial”, que el
trabajo orgánico del partido sobre los diferentes temas se articula en varias
fases distintas, aunque fusionadas en la sustancia:
- trabajo colectivo de investigación básica,
- recogida y ordenamiento de datos,
- exposición oral en las reuniones generales,
- primer informe en la prensa,
- aportaciones adicionales y perfeccionamiento surgidos de todo el partido,
- informe extenso publicado.
Un tejido de trabajo que en cada una de sus fases es capaz de ofrecer aspectos y relieves originales.
En esa primera década posterior a la Segunda Guerra Mundial – cuando el capitalismo estaba recuperando su impulso, aunque con dificultades, y cuando la propaganda moscovita hacía pasar por socialismo a su joven productivismo capitalista y se jactaba de poder superar a los Estados Unidos en ese terreno – el partido debía desmentir esas falsas tesis verificando en el curso histórico real la ley del envejecimiento del capitalismo, que se resume en la inexorable disminución de la tasa de ganancia con el tiempo y, por lo tanto, la desaceleración de su crecimiento relativo. En la comparación internacional se verificaba numéricamente cómo todos los jóvenes capitalismos, como el ruso de entonces, habían acumulado y acumulaban más rápidamente que los viejos.
Hoy, desde 1975 en adelante, habiendo entrado el capital mundial en una nueva y larga fase de superproducción, nuestra investigación tiende predominantemente a documentar las diferentes modalidades y tiempos de hundimiento en la crisis de los diferentes centros nacionales del capital y las graves perturbaciones que se derivan de ello en las relaciones entre las economías y entre los Estados.
Obviamente, el primer dato a considerar es el de la población, su crecimiento y su distribución en los diferentes países.
Pero la vida del capitalismo se manifiesta en la producción de “una gran masa de mercancías”, como Marx abre El Capital, en la fórmula D-M-M'-D'. Por lo tanto, el fenómeno a estudiar es el volumen de las producciones, cuánto escupe la máquina del capital al mercado, en masa física y en valor. A su vez, esta serie temporal, con datos anuales o mensuales, puede subdividirse por tipo de mercancía (cereales, carbón, acero, cemento, petróleo, electricidad...) o por país de fabricación.
De estas series de números, que se pueden expresar en unidades físicas o como
índices proporcionales, se investiga:
- La serie en sí, sus intervalos temporales crecientes y decrecientes, sus
máximos y mínimos sucesivos, durante las crisis.
- La magnitud del crecimiento en el año o en el mes, y la tendencia de este
aumento en el tiempo.
- La relación entre el aumento, anual o mensual, y el valor en el año o en el
mes anterior. Esta relación también es, y muy significativamente, calculable
como promedio en los ciclos sucesivos en los que se envuelve el crecimiento del
capitalismo.
La tasa de aumento, en la hipótesis simplificadora de que toda la ganancia anual se reinvierte, es similar a la Tasa de Ganancia = Ganancia / (Capital constante + Capital variable) = (Producto(n) - Producto(n-1)) / Producto(n-1).
Pasando de la producción a la circulación del capital, hay que investigar el curso de las otras magnitudes que describen su atormentado curso: consumos, precios, comercio internacional, cambio de las monedas, emisión y movimiento del capital financiero, tasa de interés, endeudamiento de las empresas, de los privados y de los Estados.
Es un trabajo que requiere mucha diligencia en la recogida y registro de los datos, que hoy el capitalismo proporciona en gran abundancia, pero que deben ser evaluados en su fiabilidad y hechos homogéneos. Sabemos que los burgueses siempre mienten y que, por costumbre de clase, nunca dicen la verdad, pero nosotros debemos saberla identificar incluso a través de sus mentiras.
Hoy deberíamos retomar las largas series históricas reportadas en el volumen del “Curso”, actualizarlas para los 35 años siguientes y presentarlas, sucesivamente una por una, y muy útilmente comentarlas en las reuniones del Partido.
Es posible que varios compañeros sigan cada uno la evolución de una magnitud diferente. Sería deseable conservar las series numéricas en un formato electrónico del Partido, accesible para todos, y para facilitar los cálculos y las comparaciones.
Este trabajo de investigación “básica”, en largos arcos históricos, es descuidado por los burgueses, siempre interesados solo en la coyuntura inmediata. Esto no quita que hay que seguir la lectura de sus órganos especializados, de los que hay que descifrar la jerga y eludir las deformaciones interesadas.
Actividad del partido en Norte América
La crisis general del capitalismo continúa manifestándose en sus formas clásicas: guerra, desorden económico, chovinismo nacional, ruina de la naturaleza e intensificación de la explotación del trabajo. La burguesía, enmascarada con una fraseología democrática o abiertamente autoritaria, ofrece solo variaciones de la misma dictadura de clase. La ilusión de la democracia, del “mal menor”, sigue siendo un poderoso obstáculo para la capacidad del proletariado de reconstituirse como clase revolucionaria.
Pero esta situación histórica confirma una vez más la necesidad y la validez atemporal del partido revolucionario, no como un instrumento improvisado adecuado para el momento, sino como un desarrollo orgánico anclado en la herencia teórica y programática del marxismo. «El verdadero partido es un organismo histórico, un cuerpo que actúa, que combate, que se mueve, que lucha en el tiempo y en el espacio, y sobre todo en la lucha de clases; pero al mismo tiempo es un hilo de continuidad a través del tiempo, a través de generaciones y generaciones de militantes» (1965). Esto no es retórica, guía cada intervención, cada expresión, cada momento, incluso cuando el órgano de clase del comunismo se encuentra en medio de la confusión y la derrota del proletariado moderno – no para adaptarse, sino para volver a afirmarse.
En esto consiste la verdadera táctica del Partido hacia la reconstitución del movimiento de clase revolucionario: estar presentes sin tapujos, con claridad, fuera de cualquier compromiso.
Hoy el proletariado está desarmado, fragmentado y saturado de ilusiones democráticas. Pero en nuestra concepción orgánica, el partido no es una formación de la espontaneidad inmediata o local ni una coalición de corrientes. Es el órgano histórico de la clase obrera, que persiste incluso en los períodos de derrota. No tenemos nada que improvisar, estamos continuando un trabajo. No prevemos construir el partido de nuevo con cada oleada de protesta o revuelta estudiantil. Actuamos en continuidad con las grandes rupturas históricas de 1848, 1871, 1917, 1921, y nos levantamos sobre las ruinas dejadas por la traición, la socialdemocracia, el estalinismo y el oportunismo.
El partido sabe que hoy su tamaño numérico será limitado, pero trabaja igualmente para restablecer el vínculo entre la teoría y la acción, la organización y el programa, la cohesión militante orgánica y la necesidad, la práctica y la lucha por el comunismo.
Nuestras tareas siguen siendo claras:
- Preservar y transmitir el programa revolucionario en su totalidad: el
sindicalismo de clase, la necesidad de la dictadura del proletariado, la
abolición del trabajo asalariado.
- Rechazo de toda forma de frentismo, coalición y compromiso entre partidos.
- Intervenir dondequiera que se manifieste el proletariado, incluso bajo
banderas mistificadas.
Solo el Partido, órgano histórico forjado en la teoría y probado en la guerra de clases, puede reconstituir el movimiento comunista.
El partido reconoce que el sindicato es la forma elemental en la que el proletariado se organiza como clase. El partido participa en el movimiento sindical para defender y fortalecer las posiciones de la clase obrera en su lucha inmediata contra el capital y para preparar las condiciones organizativas y tácticas para el derrocamiento revolucionario del orden burgués. Una condición indispensable es la dirección del partido comunista sobre el movimiento sindical.
Por lo tanto, el partido huye tanto del abstencionismo sectario como de la dependencia oportunista de las burocracias sindicales.
Nuestro trabajo de sección ha continuado en gran parte sobre la base de los estudios de los compañeros y de las publicaciones. En la reunión se presentó un detalle de las traducciones / revisiones / maquetaciones al idioma inglés de textos de archivo desde finales de marzo en adelante. Hasta la fecha se han completado más de 75 textos, que se refieren a varios índices por tema teórico o histórico: Teoría marxista del conocimiento, China, Oriente Medio, África Negra, Religiones, Teoría de la crisis. Actualmente se están elaborando 6 textos significativos, incluidas obras fundamentales sobre economía marxista, la organización internacional del trabajo y las críticas a la moral burguesa. Los principales proyectos en curso, con la contribución también de los compañeros en Gran Bretaña, incluyen la traducción completa de “Economic and Social Structure of Russia Today” (1956) y “The Jewish Question Today”, ambas obras muy voluminosas y de contenido exigente.
El periódico bimestral “The International Communist Party” se publica regularmente, y su redacción, impresión y distribución está a cargo de la sección norteamericana. La sección se dedica a estudios para producir contenido regular para el periódico. El último número contiene 24 artículos que cubren, además de temas de teoría y actualidad, correspondencias de luchas proletarias en los Estados Unidos, Chile, Grecia, Argentina, Bruselas, Irán y Turquía. También se ha publicado el primer número de “Communism”, revista semestral del partido (ya disponible para pedidos en el sitio web) de cuya redacción también se están encargando los compañeros de los Estados Unidos. Está prevista la convergencia de contenidos y la colaboración editorial con la revista paralela en idioma italiano “Comunismo”.
También hemos impreso y distribuido en los Estados Unidos, en formato tabloide y en idioma español, una selección de los artículos de nuestro “El Partido Comunista Internacional” en 4 páginas. Creemos que es una operación que podemos repetir regularmente cada seis meses. Estas páginas serán distribuidas a los numerosos trabajadores latinos presentes en los Estados Unidos. Los compañeros han trabajado para perfeccionar y mejorar la Editorial del partido y su sitio web. Actualmente, su catálogo impreso cuenta con 11 textos fundamentales, escritos desde 1948 en adelante, y 15 descargables en Pdf, desde 1848 en adelante. Otros compañeros estadounidenses están ocupados en transferir a formato de audio-texto algunos de los artículos de nuestra prensa más reciente. Ya tenemos grabaciones en inglés, español, portugués, italiano, francés y turco.
En cuanto a la intervención externa, encontramos que también en los Estados Unidos hoy se está precipitando la crisis del capitalismo con la intensificación de los ataques a la clase obrera. Cada vez más, el capitalismo no puede ofrecer al proletariado otra cosa que explotación, guerra y fascismo.
El actual asalto del gobierno a los trabajadores federales (más de 260.000 despidos) representa la lógica inexorable de la acumulación de capital en crisis.
La actual intensificación de la crisis capitalista crea tanto oportunidades como peligros para la intervención del partido. Por un lado, surgen corrientes de lucha de clases en los sindicatos existentes y en nuevas organizaciones de base, por otro, se mantiene la influencia oportunista y la corrupción burguesa dentro del movimiento obrero norteamericano.
Ningún alivio llegará jamás a las masas que sufren, a través de métodos reformistas. Solo a través de la conquista de una auténtica dirección comunista de los sindicatos podemos preparar a la clase para las luchas revolucionarias que nos esperan.
Esto puede ser abordado por un partido firme y disciplinado, guiado por una clara comprensión teórica.
En los últimos meses se han presentado varios momentos, aunque dominados por palabras interclasistas e ilusiones democráticas burguesas, en los que los compañeros de la sección estadounidense del Partido han podido intervenir para reafirmar los métodos de la lucha de clases y distribuir nuestra prensa.
En Chicago, en la manifestación «Hands Off!», “¡Manos fuera!” (de la democracia), había alrededor de 700 personas, convocadas con palabras pacifistas, nacionalistas y democráticas. A pesar de la confusión política de la multitud (ondeo de banderas de barras y estrellas, llamamientos morales al Estado e invitaciones a “defender la democracia”), los participantes acogieron con interés nuestros materiales. Incluso los eventos políticamente más degenerados pueden resultar útiles para nuestra propaganda, no para establecer alianzas, sino, al contrario, para denunciar el reformismo y reafirmar la alternativa revolucionaria.
También en Virginia y en Illinois hubo manifestaciones “anti-Trump” con la farsa burguesa del antifascismo en plena exhibición, para encauzar el descontento proletario hacia el electoralismo y la colaboración de clase. Sin embargo, la necesidad de encontrar una salida era evidente. Distribuimos nuestro reciente volante “¡Atención trabajadores!” a los participantes, muchos de los cuales estaban disgustados con ambos partidos del capital. Intervenimos no para encontrar “convergencias”, sino para sabotear su control ideológico, demostrando que el fascismo y la democracia son gemelos nacidos del mismo vientre capitalista.
El Primero de Mayo intervinimos en Portland, Pittsburgh, Chicago, Richmond y en Nuevo México. La fiesta del proletariado sigue siendo apropiada por fuerzas burguesas y pequeño-burguesas. Intervinimos para hacer resurgir su contenido de clase original.
¡Procedemos por el camino trazado, hacia la recuperación de la clase obrera! ¡Hacia la sociedad comunista sin clases!.