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Imperialismo y luchas de los pueblos coloniales en la sangrienta experiencia de Indonesia Desde los orígenes hasta 1920 (Il Programma Comunista, n.1-5,7-9, 1967) |
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1) - La Indonesia pre-colonial 2) - El Imperio comercial portugués: Aurora de la era de la producción capitalista 3) - La primera fase del sistema colonial holandés: La época de la manufactura 4) - Segunda fase del sistema colonial holandés: El intermedio “jacobino” y la era de la gran industria 5) - El sistema Van den Bosch 6) - Primeras conclusiones del estudio sobre Indonesia y la génesis del capitalismo: a.La definición leninista del imperialismo b.La ley agraria de 1870: Destrucción definitiva de la propiedad común de la aldea c. El acaparamiento del petróleo indonesio por parte de los trusts d. El movimiento político y social en Indonesia de 1908 a 1920 |
El baño de sangre proletario del que emerge, o mejor dicho, en el que aún está sumergida Indonesia, es el último eslabón de una trágica cadena que nos proponemos documentar aquí, como ilustración de la piratería capitalista y como reafirmación del programa revolucionario marxista.
El vastísimo archipiélago que forma la actual Indonesia (3.000 islas, de las cuales solo 1.000 están habitadas) parece, desde el punto de vista del clima, la fauna y la flora, uno de esos edenes naturales regalados por los dioses para la felicidad del hombre. En 1.900.000 km², desde Sabang, al norte de Sumatra, hasta Merauke, en Nueva Guinea Occidental, viven 82.500.000 habitantes, con una densidad media de 44 habitantes por km² (cifras de 1958). La temperatura es constante y uniforme (26,2° en Pontianak, al noroeste de Kalimantan, y en Kupang, en la isla de Timor; en Yakarta, 26,4° en mayo y 25,5° en enero), y aún hoy el 70% de la superficie de las islas orientales está cubierta de bosques (80% en Kalimantan, 60% en Sumatra, 25% en Java).
Sin embargo, las cifras que indican la densidad de la población ya ofrecen una idea de los trastornos históricos a los que han estado sometidos los habitantes de las “islas felices”. Si la densidad media es de 44 habitantes por km², alcanza los 80 en las Molucas, 65 en las islas de la Sonda, 30 en Sulawesi (o Célebes), 25 en Sumatra y 7 en Kalimantan (o Borneo). En Java se concentran aproximadamente dos tercios de la población, con una densidad de 410 habitantes por km².
Mucho ha cambiado, sin duda, para los habitantes de las “islas felices”, desde el período en que dominaba el despotismo asiático del reino de Srivijaya, basado en las comunidades aldeanas, hasta que se les impuso, a través de vicisitudes alternas, infames, sangrientas y feroces, el sistema colonial, «el dios extranjero que subió al altar junto a los viejos ídolos de Europa y que un buen día, con un empujón repentino, los hizo caer a todos juntos y proclamó que hacer plusvalía era el fin último y único de la humanidad» (Karl Marx, El Capital, Libro 1, Sección VII, Capítulo 24).
1) La Indonesia pre-colonial
Dejando de lado las conjeturas sobre la antigua presencia de la especie humana en las islas del archipiélago indonesio (en 1891 se descubrió en la llanura de Trinil, al noreste de Sumatra, el famoso Pitecántropo, y otro fue encontrado en Java), centrémonos en el período que va del siglo X al XIII, que vio el florecimiento del reino de Srivijaya, expresión del despotismo asiático y basado en la típica comunidad aldeana (dessa) que sobrevivió hasta finales del siglo XIX. Veremos luego a través de qué infamias, con qué métodos feroces, los colonizadores cristianos, portugueses, franceses, ingleses y holandeses, lograron en el curso de cuatro siglos inculcar a los campesinos de las “islas felices” el principio “natural” de la propiedad privada, obligándolos, mediante el saqueo, el robo y la masacre, a abandonar el sistema tradicional de la comunidad aldeana.
Con la caída del Reino de Srivijaya y el surgimiento en el siglo XII del imperio naval constituido por el Reino de Modjopahit, se llega a la penetración del Islam en las islas del archipiélago indonesio. A diferencia de lo ocurrido en otros lugares, como en India, la difusión del islamismo fue rápida y segura, de modo que hoy el 88% de la población indonesia es de religión musulmana. En el plano social interno, la nueva religión llevó a la desaparición del sistema de castas.
A mediados del siglo XIII se formaron en el norte de Sumatra los primeros
Estados musulmanes. Cuando en 1511 los portugueses hicieron su aparición en
estas regiones, se encontraron con tres poderosos reinos musulmanes: el
sultanato de Atjeh (Sumatra), de Demak (este de Java) y de Ternate (en las
Molucas). Es interesante que las crónicas mencionen que en 1414 el príncipe de
Malaca era un musulmán, Mohammed Iskandar Shah: interesante porque Malaca
representaba la posibilidad de controlar el comercio de especias desde las islas
del este hasta India. En realidad, los portadores del islamismo en Indonesia
fueron los piratas y mercaderes árabes, persas e indios del Sind y Gujarat. El
único objetivo de los reinos musulmanes de Malaca, Atjeh, Demak y Ternate era
defender el monopolio del comercio de especias. Para dar una idea de los
beneficios asegurados por este monopolio, recordemos que, por ejemplo, el precio
de los clavos de olor (difundidos principalmente en las Molucas, en Ternate,
Tidore y Halmahera) se duplicaba solo en el viaje desde las Molucas hasta
Malaca, y sufría un aumento adicional desde Malaca hasta Europa.
2) El Imperio
comercial portugués - Aurora de la era de la producción capitalista
La transformación del artesano en capitalista industrial, en la Europa del siglo XV, representaba un proceso demasiado lento frente a las exigencias comerciales creadas por el mercado mundial, entonces en formación. Este proceso avanzaba, como escribe Marx en el capítulo citado de El Capital, “a paso de tortuga”; la sociedad feudal en el campo y corporativa en las ciudades constituían sus límites. Los mismos límites encontraban en su desarrollo las dos formas de capital que la Edad Media había heredado y conservado de formaciones económicas anteriores: el capital usurario y el capital comercial. Estas barreras debían ser rotas, y lo fueron, «con la violencia... partera de toda vieja sociedad, preñada de una nueva, ella misma una potencia económica» (Marx, El Capital, Libro I, Capítulo 24). «El descubrimiento de las tierras auríferas y argentíferas en América, el exterminio y la reducción a la esclavitud de la población aborigen, enterrada en las minas, la incipiente conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en una reserva de caza comercial de pieles negras, son los signos que distinguen el alba de la era de la producción capitalista».
Estas son las palabras de Marx sobre la «incipiente conquista y saqueo de las Indias Orientales» llevados a cabo en el siglo XVI por los navegantes portugueses. Este hecho marca el amanecer de la era de la producción capitalista. Albuquerque, el aventurero portugués conquistador de Goa en 1510, ocupa en 1511 Malaca, empleando la más brutal violencia contra las poblaciones locales, y envía a Francisco Serrano a las Molucas, centro de la producción de clavos de olor. Estas islas ya habían atraído la atención de los españoles (en 1521 había llegado Magallanes, favorablemente recibido por el sultán de Tidore), quienes las abandonaron en 1529.
A pesar de la violencia que los portugueses emplearon en su política de expansión comercial (en 1550 el gobernador portugués hizo asesinar al sultán de Ternate, provocando una insurrección), los métodos que utilizaron para asegurarse el monopolio del comercio de especias consistían esencialmente en una serie de acuerdos con los reinos musulmanes del archipiélago. En 1521 se creó un banco portugués en Ternate; posteriormente, firmaron compromisos con el sultán de Atjeh para el comercio de pimienta y contratos comerciales en las Molucas con el sultán de Ternate. A estos métodos se sumaban los violentos de la anexión. Timor fue ocupada, así como en Java los Estados de Gresik, Panarukan y Cheribon (hoy Cirebon). La competencia de otros Estados comerciales europeos (los españoles ocuparon Filipinas y fundaron Manila en 1517, los ingleses llegaron con Drake a Ternate y partieron con grandes cargamentos) hizo que el precio de las especias se disparara enormemente. Según Jean Bruhat, Histoire de l’Indonésie (Presses Universitaires de France, 1958), el precio de las especias incluso se triplicó tras la llegada de los portugueses. Así, se acumularon gigantescos beneficios durante el período correspondiente a la formación del imperio comercial portugués, gracias al monopolio del comercio de especias impuesto con violencia en las Indias Orientales, y estos beneficios fluyeron hacia Europa, favoreciendo la génesis del capital industrial.
Por un lado, el capital usurario y comercial europeo había encontrado, fuera de los obstáculos constituidos por la estructura feudal del campo y la estructura corporativa de las ciudades, un campo libre de empleo en las Indias Occidentales: la ferocidad de los métodos empleados parecerá idílica cuando la comparemos con la característica del sistema colonial correspondiente al período de la manufactura y la gran industria.
Por otro lado, los beneficios acumulados a través del monopolio del comercio de especias, fluyendo hacia Europa pasando de España y Portugal a Holanda, permitirán el surgimiento de las primeras manufacturas y del capital industrial. Escribe Marx, en el citado Capítulo 24 de El Capital: «Con las deudas públicas surgió un sistema de crédito internacional que a menudo oculta una de las fuentes de la acumulación originaria de este o aquel pueblo. Así, las bajezas del sistema de rapiña veneciano son aún uno de esos fundamentos arcanos de la riqueza de capitales de Holanda, a la que Venecia en decadencia prestó grandes sumas de dinero. Lo mismo ocurre entre Holanda e Inglaterra».
Marcando el amanecer de la era de la producción capitalista, el imperio comercial portugués de las Indias Orientales también inaugura sus métodos económicos, así como el alba anuncia los rayos del sol: resulta que los comerciantes portugueses, no satisfechos con el resultado obtenido al triplicar el precio de las especias, cuando la producción local superaba las posibilidades de transporte y las demandas del mercado, destruían los excedentes en el lugar para evitar una caída de precios. Con razón Camões pudo cantar «el pimiento ardiente, la flor seca de Banda, la nuez moscada y el negro clavo que ilustran la nueva isla Moluca». El “pimiento ardiente”, en realidad, los comerciantes portugueses lo quemaban cuando la sobreproducción amenazaba los precios, iluminando con estas y otras llamas la “nueva isla” Moluca.
3) La primera fase del sistema colonial holandés - La época de la manufactura
Marx, después de enumerar, en el pasaje citado, «los signos que distinguen el alba de la era de la producción capitalista», continúa: «Estas idílicas vicisitudes son momentos fundamentales de la acumulación originaria. Tras ellas viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el orbe terráqueo como teatro. La guerra comercial se abre con la secesión de los Países Bajos de España, adquiere proporciones gigantescas en la guerra anti-jacobina de Inglaterra y continúa aún en las guerras del opio contra China, etc.».
La secesión de los Países Bajos de España, que según Marx marca el inicio de la guerra comercial de las naciones europeas, con el mundo entero como escenario, se sitúa al comienzo de la colonización holandesa de Indonesia como una de sus principales causas. Tras la anexión de Portugal por parte de España (1580), la lucha de los Países Bajos contra esta última dificultaba a los mercaderes holandeses obtener especias en Lisboa: de ahí surge la necesidad económica para Holanda de colonizar las Indias Orientales. Esto da lugar a una larga guerra comercial, que tiene como escenario el archipiélago indonesio, involucra cruelmente a las poblaciones locales y concluye solo en 1648, cuando España reconoce la independencia de los Países Bajos. Algunos episodios de esta guerra: en 1595, una flota hispano-portuguesa parte de Goa con la intención de destruir la flota holandesa; en 1601, los holandeses expulsan a los hispano-portugueses del puerto de Bantam y los derrotan en Ternate. En esta larga guerra comercial, la colonización de Indonesia por parte de Holanda no tiene su origen en la iniciativa estatal, sino en la burguesía comercial y manufacturera en formación. Marx escribe: «La nueva manufactura se estableció en los puertos marítimos de exportación o en puntos del interior que estaban fuera del control del antiguo sistema urbano y de su constitución corporativa». Y añade: «Las “sociedades monopólicas” (Lutero) fueron poderosas palancas de concentración de capital».
La colonia aseguraba a las manufacturas incipientes un mercado de salida para una acumulación potenciada por el monopolio del mercado. El tesoro, capturado fuera de Europa directamente mediante el saqueo, la esclavitud, el robo y el asesinato, fluía de vuelta a la metrópoli y allí se transformaba en capital. Holanda, que fue la primera en desarrollar plenamente el sistema colonial, alcanzó en 1684 el apogeo de su grandeza comercial. Estaba «en posesión casi exclusiva del comercio de las Indias Orientales y del tráfico entre el suroeste y el noreste de Europa. Sus empresas pesqueras, su marina, sus manufacturas superaban a las de cualquier otro país. Los capitales de la república eran quizás mayores que los del resto de Europa en su conjunto». Gülich olvida añadir que la masa popular holandesa ya en 1648 estaba más agotada por el trabajo, más empobrecida y más brutalmente oprimida que la del resto de Europa en su conjunto.
Así, por un lado, los beneficios extraídos en las colonias «directamente mediante el saqueo, la esclavitud, el robo y el asesinato» fluyen de vuelta a la metrópoli y se transforman en capital para las primeras manufacturas; por otro lado, estas mismas manufacturas encuentran en las colonias para sus productos «el mercado de salida de una acumulación potenciada por el monopolio del mercado». Holanda, según las palabras citadas de Marx, fue la primera en desarrollar plenamente el sistema colonial. En este período, es decir, en el período manufacturero, el sistema colonial se basa en el saqueo, la esclavitud, el robo y el asesinato, como escribe Marx y como demostraremos sintéticamente en el caso de la actual Indonesia.
IPosteriormente, en la era de la gran industria, el sistema colonial se “perfeccionará”, y hoy, en la era del imperialismo, se declara “superado” o, para usar la jerga de los sicofantes del capital, “racionalizado”. El propósito de este estudio es, entre otras cosas, demostrar con el ejemplo específico de Indonesia que los “perfeccionamientos” y “superaciones” del sistema colonial son perfeccionamientos y superaciones en la ferocidad y la infamia.
Obligada a obtener las especias no ya en Lisboa, sino directamente, la burguesía comercial y manufacturera holandesa funda la primera Compañía Holandesa para el comercio con las Indias Orientales: la Compañía Van Verne, que emprende el 2 de abril de 1595 la primera expedición, tocando Bantam y Bali, y cuya flota escapa de la persecución de los hispano-portugueses, regresando triunfalmente a su patria. Así, se suceden las expediciones holandesas, que llegan a Sumatra, Java, Madura, el norte de Borneo: Van Neck llega a las Molucas, y se establecen agencias comerciales en las islas de Banda. En Holanda, florecen nuevas compañías privadas: en Ámsterdam se forma la Nueva Compañía, que se fusiona con la Compañía Van Verne; Balthazar de Moucheron crea una compañía en Zelanda (1597); surge la compañía de Middelburg (1598); Isaac Le Maire funda en Ámsterdam la Compañía de Brabante. Los Estados de Holanda preconizan una compañía única «para la conservación de los comercios», y finalmente, gracias principalmente a Oldenbarnevelt, se llega a una fusión: el 20 de marzo de 1602 nace la Compañía General de las Indias Orientales. Esta obtiene no solo el monopolio del comercio, sino también el derecho de organizar el sistema colonial en el archipiélago indonesio.
Según el citado Bruhat, la Compañía General tiene el derecho «de hacer contratos en las Indias con los habitantes naturales del país en nombre del Estado, y de mantener tropas y oficiales para la administración de la justicia» que «prestarán juramento de fidelidad al Estado y a la Compañía en lo que respecta al comercio». El capital inicial de la Compañía, 6.440.200 florines, es aportado por las 6 Cámaras de Comercio de las Provincias Unidas; un vínculo federativo une a las Cámaras en la Asamblea de los Diecisiete, constituida proporcionalmente de la siguiente manera: Ámsterdam (8), Zelanda (4), Mosa (2), Holanda del Norte (2), mientras que el decimoséptimo representante de la Asamblea es designado por turno por Zelanda, Mosa y Holanda del Norte. El Estado se ha convertido claramente en el comité de negocios de la burguesía comercial y manufacturera: los Estados Generales nombran a los directores de la Compañía a partir de una lista propuesta por las Cámaras; los empleados de la Compañía deben jurar lealtad al Estado; los comandantes de las flotas que regresan de las Indias deben entregar un informe escrito al Estado. Finalmente, con la aprobación de los Estados Generales, los Diecisiete deciden confiar la dirección general de los bancos de descuento, los fuertes, los territorios, las fuerzas militares y navales de la Compañía a un gobernador general: el primero de ellos es Pierre Both (1610-14).
Se establecen así las bases sólidas del primer sistema colonial de la era capitalista. Como coronamiento exterior del nuevo edificio, se funda en 1619 Batavia, hoy Yakarta, capital de la Compañía. La burguesía comercial y manufacturera holandesa tiene, a partir de entonces, vía libre para su desarrollo: ha conquistado el Estado, reduciéndolo a un comité de negocios propio; ha organizado el sistema colonial, mediante el cual puede transferir el “tesoro” de las Indias Orientales a la metrópoli para transformarlo en capital, y potenciar su propia acumulación vertiendo sus productos en las colonias gracias al monopolio del mercado.
Su ascenso y su poder se leen claramente en la siguiente tabla, extraída de
Bruhat:
Dividendos de los accionistas de la 3ª “Compañía General” |
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1605 | 1606 | 1607 | 1608 | 1609 | 1610 | 1629 | 1642 |
17% | 75% | 40% | 20% | 25% | 50% | 22% | 50% |
Como escribe Marx, el sistema colonial, el dios extranjero, se había subido al altar y derribado juntos a los antiguos ídolos de Europa, proclamando que hacer plusvalía era el fin último y único de la humanidad. Veamos ahora cómo los piadosos calvinistas colonizadores de las Indias Orientales pusieron en práctica su misión específica, según la cual producir plusvalía era el fin último y único de la humanidad.
Observemos las características peculiares del sistema colonial inaugurado en las Indias Orientales por la Compañía. Por un lado, la política de anexión violenta continuó con una ferocidad sin igual: en este período se libran las terribles y largas guerras javanesas, cuyo objetivo era imponer en el territorio correspondiente al antiguo sultanato de Matarám el monopolio de la Compañía, que concluyeron solo en 1684, y las guerras por Célebes (1660-70) contra el sultán de Makassar. Por otro lado, se sigue practicando la política de acuerdos con los poderes locales sobrevivientes. Sin embargo, ahora los llamados “acuerdos” se reducen al monopolio puro y simple de la Compañía, lo que genera las continuas guerras que hemos mencionado y conduce a una anexión progresiva.
Las características del “sistema económico” inaugurado por la Compañía son muy reveladoras al respecto. Se reducen a lo siguiente: la Compañía tiene el derecho exclusivo de comprar los productos. Ejemplo: en 1734, la Compañía impone al sultán de Matarám el cultivo de la pimienta, pero al mismo tiempo exige la destrucción del cultivo del café en seis meses; a finales de siglo, al contrario, al subir los precios del café, su cultivo se impone nuevamente en la misma región. Otro ejemplo: en las Molucas, la Compañía ordena la destrucción de las plantaciones de clavo de olor, lo que genera revueltas en las poblaciones de Ambón (hoy Ambon) (1648) y Ternate (1650), que logran vencer a las guarniciones holandesas: el resultado es la más atroz represión de las poblaciones locales, la destrucción de las plantaciones, mientras los habitantes son esclavizados y transportados de una isla a otra.
Durante todo este período, las revueltas se suceden. En Jepara, un banco de descuento es asaltado y destruido. En las islas Banda, la recolección de especias provoca revueltas: en las islas Keli Lontor, Pulau Run y Rozengain, la población masculina es exterminada, y las mujeres y niños son reducidos a la esclavitud. La misma Batavia, capital de la Compañía, es manchada por la sangre derramada abundantemente en esa especie de noche de San Bartolomé que ocurrió en 1740, que vio la masacre de los chinos (en su mayoría artesanos y pequeños comerciantes): estos, unidos a los chinos residentes fuera de Batavia, se levantaron, logrando ocupar las ciudades de Kartasura y Rembang: dos años fueron necesarios para que la Compañía sofocara la rebelión.
Sintetizando las características de esta primera fase del sistema colonial holandés, correspondiente al período de la manufactura y la acumulación originaria del capital, Marx escribe, en el citado capítulo 24 del primer libro de El Capital (refiriéndose, entre otras cosas, a una obra de Thomas Stamford Raffles, gobernador inglés de Java en 1811, durante la guerra comercial entre Francia e Inglaterra: Java and its dependencies, Londres, 1817): «La historia de la administración colonial holandesa –y Holanda fue la nación capitalista modelo del siglo XVII– muestra un cuadro insuperable de traiciones, corrupciones, asesinatos e infamias».
Más característico de todo es su sistema de robo de hombres en Célebes para convertirlos en esclavos en Java. Los cazadores de hombres eran entrenados para este propósito. El cazador, el intérprete y el vendedor eran los principales agentes de este tráfico, y los príncipes indígenas los primeros vendedores. La juventud robada era escondida en las prisiones secretas de Célebes hasta que creciera para ser enviada en los barcos negreros. Un informe oficial dice: «Esta sola ciudad de Makassar está llena de prisiones secretas, una más horrible que la otra, repletas de desgraciados, víctimas de la codicia y la tiranía, encadenados, arrancados violentamente de sus familias. Para apoderarse de Malaca, los holandeses corrompieron al gobernador portugués, que en 1641 los hizo entrar en la ciudad; y ellos corrieron inmediatamente hacia él y lo asesinaron para “ahorrar” las 21.875 libras, precio de la traición. Donde los holandeses ponían el pie, seguían la devastación y el despoblamiento. Banyuwangi, provincia de Java, contaba en 1750 con más de ochenta mil habitantes, en 1811 solo tenía ocho mil. ¡He aquí el doux commerce!».
Las infamias del sistema colonial en las Indias Orientales, en esta primera fase correspondiente a la época de la manufactura, no suscitan, sin embargo, ninguna crítica en Holanda. Escribe Marx: «Con el desarrollo de la producción capitalista durante el período de la manufactura, la opinión pública europea había perdido el último resto de pudor y conciencia moral. Las naciones comenzaron a jactarse cínicamente de cada infamia que fuera un medio para acumular capital».
Pongamos como epígrafe, al final de este análisis de la
primera fase del sistema colonial holandés en las Indias Orientales, y como
conclusión que sintetice su significado histórico, las palabras con las que Marx
cierra el párrafo 64, “Génesis del capitalista industrial”, del capítulo 24 del
primer libro de El Capital: «Tanta fue la dificultad del parto de las “leyes
eternas de la naturaleza” del modo de producción capitalista, el llevar a cabo
el proceso de separación entre los trabajadores y las condiciones de trabajo, el
transformar en un polo los medios sociales de producción y subsistencia en
capital, y en el polo opuesto transformar a la masa del pueblo en trabajadores
asalariados, en “pobres libres que trabajan”, esta obra de arte de la historia
moderna. Si el dinero, como dice Augier, “viene al mundo con una mancha de
sangre en la cara”, el capital viene al mundo chorreando sangre y suciedad de la
cabeza a los pies, por cada poro».
4) Segunda fase del sistema
colonial holandés: El intermedio “jacobino” y la era de la gran industria
La guerra comercial entre las naciones europeas con el orbe terráqueo como escenario, que según las palabras de Marx sigue de cerca los momentos fundamentales de la acumulación originaria y que comienza con la secesión de los Países Bajos de España, asume, siempre según las citadas palabras de Marx, proporciones gigantescas en la guerra antijacobina de Inglaterra.
Antes de ocuparnos de ella y de sus consecuencias en la evolución del sistema colonial holandés en la fase de transición de la manufactura a la gran industria, consideramos interesante mencionar un episodio marginal de la guerra comercial permanente que acompaña la génesis del capital: la guerra entre Holanda e Inglaterra (1780-84) que llevó a la ocupación de Penang (George Town) por parte de los ingleses. Es interesante porque se entrelaza con la guerra de independencia estadounidense. Junto a los ejércitos de Washington y Horatio Gates, no solo Francia (1778), no solo España al año siguiente, sino también Holanda (1780) entran en guerra contra Inglaterra. El objetivo de la intervención antinglesa por parte de España y Holanda era reducir el imperio colonial inglés: con la paz de Versalles (3 de septiembre de 1783), no solo las trece colonias americanas vieron reconocida su independencia, sino que Inglaterra tuvo que ceder a Francia Senegal y varias islas de las Antillas, y España obtuvo Florida y Menorca; en cuanto a Holanda, cedió a Inglaterra Penang, como hemos mencionado.
Tales son los orígenes “anticoloniales” de los Estados Unidos de América, que lograron arrancar la independencia a Inglaterra solo gracias a un episodio de la guerra comercial entre naciones europeas por el reparto del botín colonial. El colonialismo es el invernadero en el que floreció el capitalismo, y el capitalismo estadounidense no es una excepción: surgió aprovechando un episodio de la guerra comercial de España, Francia y Holanda contra Inglaterra, se desarrolló a través del exterminio de las poblaciones aborígenes y la semicolonización de América del Sur, y hoy, en la época en que el capitalismo ha alcanzado la fase imperialista, extiende su poder en África, Asia y América Latina, superando en ferocidad e infamia los peores métodos empleados por los sistemas coloniales del pasado. Sus manos rapaces se extienden hoy también sobre Indonesia, como veremos al final de este estudio. Y, después de todo esto, los falsos “comunistas” del Kremlin y los cuáqueros de todo el mundo tienen la desfachatez de fingir llorar por el destino de la “democracia” estadounidense comprometida en la guerra de Vietnam.
Después de esta digresión, que no es tal sino una anticipación, se trata ahora de ver cuáles fueron las repercusiones de la guerra antijacobina de Inglaterra en la evolución del sistema colonial holandés. La República Bátava, surgida tras la Revolución Francesa, firma en 1795 un tratado de alianza con Francia, mientras que desde Londres Guillermo V de Orange-Nassau invita a los gobernadores de la Compañía a recibir a los ingleses como amigos. Los administradores coloniales, por su parte, deciden permanecer leales al nuevo gobierno. El 1 de mayo de 1796, la antigua Compañía muere, y se forma un Comité para los Asuntos Orientales. En realidad, ni la burguesía holandesa ni los administradores de la difunta Compañía tenían nada que temer del nuevo gobierno de la República Bátava. Basta citar, a este respecto, dos pasajes de una Declaración del nuevo gobierno del 27 de abril de 1799, sobre la cuestión de la abolición de la esclavitud: «No es necesario aplicar los principios de libertad e igualdad en las posesiones de las Indias mientras estas se encuentren en el necesario estado de sujeción (...) No será posible abolir la esclavitud hasta que un orden superior de civilización general permita la mejora de la suerte de los esclavos con la cooperación de todas las naciones europeas que tienen dominios de ultramar» (Jean Bruhat).
Durante todos estos años, naturalmente, la guerra antijacobina de Inglaterra, expresión gigantesca de la guerra comercial de las naciones europeas por el reparto del botín colonial, continúa, y en las Indias Orientales se expresa en una guerra permanente entre ingleses y franco-holandeses. De 1808 a 1810, los franceses son dueños de las Indias Orientales; el 8 de agosto de 1811, Batavia es ocupada por los ingleses, y el destino de las colonias holandesas cae en manos de ese sir Thomas Stamford Raffles mencionado por Marx. En 1814, Inglaterra devuelve a Holanda sus colonias: Raffles se opone a la “traición” y resiste: el 29 de enero de 1819, en una isla “comprada” al sultán de Johor, funda Singapur, escala obligada del comercio a través del estrecho de Malaca. Finalmente, tras el tratado de Londres del 17 de marzo de 1821, los ingleses conservan Singapur y las Indias Orientales permanecen en manos holandesas.
Recordada así la crónica de la guerra comercial antijacobina de Inglaterra en sus repercusiones en el archipiélago indonesio, es indispensable detenerse en el período en que Indonesia fue ocupada por los franceses (1808-10), porque marca la transición de la primera fase del sistema colonial, correspondiente al período de la manufactura, caracterizado por el saqueo, la esclavitud, el robo y el asesinato, a la segunda fase, correspondiente a la era de la gran industria, en la que el saqueo, la esclavitud y el robo se “perfeccionan”, se sistematizan, se legalizan, y al legalizarse superan en ferocidad e infamia. Es muy interesante el hecho de que el “perfeccionamiento” del sistema colonial holandés ocurra durante la ocupación francesa, y sea el resultado de la obra del “jacobino” Daendels, “peregrino de la libertad” refugiado de Holanda en Francia durante los turbulentos años de la Revolución, regresado a Holanda con la formación de la República Bátava, y finalmente gobernador de Indonesia de 1808 a 1810, años en los que pudo poner en práctica “los mismos principios”: muy interesante, porque caracteriza desde el principio, marcándolo con un sello de infamia, el “anticolonialismo” de la pequeña burguesía francesa. Esta, por lo demás, desde 1808 en adelante ha podido ilustrar a través de otras pruebas y, por así decirlo, a gran escala, desde Indochina hasta Madagascar y Argelia, en el curso de un siglo y medio, los “eternos principios” en los que se basa su anticolonialismo.
Durante el gobierno de Daendels, el proceso que lleva a la pérdida de toda autonomía de los príncipes indígenas continúa. Características son las innovaciones introducidas en el campo de los cultivos de exportación. Hemos visto cómo en la época del monopolio de la Compañía todo se reducía al hecho de que esta tenía el derecho exclusivo de fijar la naturaleza y extensión de las plantaciones, y de comprar sus productos. Daendels perfecciona el viejo sistema, lo legaliza y lo hace más feroz. Se establece por ley que cada aldea debe plantar, por ejemplo, un número determinado de plantas de café: después de 5 años, 2/5 de la cosecha van gratuitamente al Estado, mientras que el resto es comprado monopolísticamente por el Estado a precios corrientes. También el sistema esclavista-feudal de trabajo forzado, practicado ilegalmente en la época del dominio de la Compañía, es legalizado por Daendels con la introducción del sistema de las corveas. Al respecto, escribe: «El único medio de percibir impuestos de los campesinos es el sistema de la corvea» (Jean Bruhat).
El período de la dominación francesa también marca el inicio de la colonización privada, a través de la venta de grandes extensiones de tierra al oeste y este de Batavia, con total libertad por parte de los propietarios para explotar a los campesinos. Escribe Daendels: «La protección de los trabajadores solo sirve para alentarlos en su pereza natural, mientras desalienta a los plantadores occidentales». Ciertamente, no era fácil convencer a los campesinos de las Indias Orientales, ligados al sistema de la comunidad aldeana, y por lo tanto no separados aún de las condiciones naturales de su trabajo, es decir, de los medios de producción y subsistencia, no aún convertidos en “libres” según los “eternos principios”, a vender “libremente”, mediante un “contrato libre”, su fuerza de trabajo como una mercancía, con el fin de producir plusvalía en las plantaciones.
Tal resultado, tal «obra de arte de la historia moderna», había requerido para su realización en Europa tres siglos de saqueo, esclavitud, robo y asesinato en las Indias Orientales y las colonias. Para que ahora pudiera ser impuesto a las poblaciones del archipiélago indonesio, era necesaria la aplicación legal de los mismos métodos feroces que habían caracterizado la acumulación originaria del capital en Europa, por ejemplo, en Inglaterra.
Escribe Marx en el capítulo final de El Capital, titulado “La teoría moderna de la colonización”: «En Europa occidental, cuna de la economía política, el proceso de la acumulación originaria está más o menos completado. Aquí el régimen capitalista o se ha apoderado de toda la producción nacional, o, donde las condiciones económicas están menos desarrolladas, controla al menos indirectamente los estratos de la sociedad que continúan vegetando en decadencia junto a él y que forman parte del modo de producción antiguo (...)
«En las colonias las cosas son diferentes. Aquí el régimen capitalista se topa en todas partes con el obstáculo del productor que, como propietario de sus propias condiciones de trabajo, se enriquece con su propio trabajo y no con el del capitalista. La contradicción entre estos dos sistemas económicos diametralmente opuestos se manifiesta aquí prácticamente en su lucha. Donde el capitalista tiene detrás el poder de la metrópoli, busca por la fuerza hacer tabla rasa del modo de producción y apropiación basado en el trabajo propio. El mismo interés que en la metrópoli lleva al sicofante del capital que es el economista político a declarar en teoría que el modo de producción capitalista empuja al economista “a hacer una confesión completa” o a proclamar en voz alta la antítesis de los dos modos de producción. Con este fin, demuestra cómo el desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo, la cooperación, la división del trabajo, el empleo de máquinas a gran escala, etc., son imposibles sin la expropiación de los trabajadores y la correspondiente transformación de sus medios de producción en capital. Y en interés de la llamada riqueza nacional, el economista busca medios artificiales para producir la pobreza popular (...) Así como el sistema proteccionista en sus orígenes tendía a la fabricación de capitalistas en la metrópoli, la teoría de la colonización de Wakefield, que Inglaterra intentó poner en práctica por ley durante un tiempo, tiene como objetivo la fabricación de asalariados en las colonias. Él llama a esto “colonización sistemática”.
«Por lo tanto, mientras el trabajador pueda acumular para sí mismo –y puede hacerlo mientras siga siendo propietario de sus medios de producción– son imposibles la acumulación capitalista y el modo de producción capitalista (...) Dado que en las colonias aún no existe, o existe solo de manera esporádica, o en un ámbito demasiado limitado, la separación entre el trabajador y las condiciones de trabajo y la raíz de esta, la tierra, y tampoco existe aún la separación de la agricultura de la industria, la destrucción de la industria doméstica rural, ¿de dónde debería venir, entonces, el mercado interno para el capital? (...)
«Por un lado, el viejo mundo arroja continuamente a las colonias capital ávido de explotación; por otro, la reproducción regular del trabajador asalariado como trabajador asalariado se topa con obstáculos notables y en parte insuperables (...) No es de extrañar que Wakefield se queje de la falta de relación de dependencia y del sentido de dependencia en los trabajadores asalariados de las colonias. Su discípulo Merivale dice que (...) en países de vieja civilización el trabajador, aunque libre, depende por ley natural del capitalista, en las colonias esta dependencia debe ser creada con medios artificiales».
Las colonias de las que habla Marx en la página citada de El Capital son, como aclara en la nota, «tierras vírgenes colonizadas por inmigrantes libres»; se trata de la nueva frontera que se abría a los inmigrantes europeos en los Estados Unidos de América alrededor de 1840.
Aquí, el modo de producción y apropiación basado en el trabajo propio, característico del colono libre estadounidense, se oponía a la instauración del modo de producción capitalista, basado en la expropiación de los trabajadores y la transformación de sus medios de producción en capital. En el archipiélago indonesio, el obstáculo que el capital encuentra en su difusión es el mismo: el productor que, como propietario de sus propias condiciones de trabajo, se enriquece con su propio trabajo y no con el del capitalista. Solo que, tal obstáculo toma en las Indias Orientales la forma de la comunidad aldeana, supervivencia del modo asiático de producción. En esta forma es también peculiar la unión de la agricultura con la industria doméstica dentro de la comunidad aldeana, como en la finca del colono libre estadounidense, y el primer objetivo del capital es también aquí la separación de la agricultura de la industria, la destrucción de la industria doméstica rural, para la creación del mercado interno.
La “colonización sistemática” correspondiente al período de la gran
industria persigue, por tanto, el resultado de fabricar asalariados en las
colonias, de crear con medios artificiales la reproducción regular del obrero
asalariado como obrero asalariado. Citamos una vez más las palabras de Marx: «La
contradicción entre estos dos sistemas económicos diametralmente opuestos se
realiza aquí prácticamente en su lucha». Tal lucha, en el curso de la cual los
capitalistas holandeses, respaldados por el poder de la metrópoli, hicieron
limpieza a la fuerza del modo de producción y apropiación basado en el trabajo
propio, tiene en las Indias Orientales su preludio con el sistema de las corveés
inaugurado por el “jacobino” Daendels, y alcanza su punto culminante en los años
de 1825 a 1870 con el sistema Van den Bosch, del cual nos ocuparemos ahora.
5) El sistema Van den Bosch
Dos hechos históricos de relevante importancia marcan el inicio del sistema Van den Bosch en las Indias Orientales, que definimos anticipadamente como el sistema de la organización esclavista-feudal de los cultivos coloniales de exportación con el fin de lograr la expropiación violenta de los campesinos y la fabricación artificial de asalariados: estos son la gran insurrección de Dipa Negara en 1825, y la revolución belga de 1830.
Con la feroz represión de la revuelta liderada por Dipa Negara, príncipe de Yogyakarta, y que se prolongó durante cinco años, de 1825 a 1830, que costó a las tropas coloniales 15.000 muertos y 200.000 víctimas entre la población, la “colonización sistemática” característica del período de la gran industria sancionó el principio de la anexión violenta y la destrucción de toda autonomía local: de este modo, la fase capitalista característica del período de la gran industria precede directamente, por los métodos empleados en las colonias, la posterior fase imperialista, y la fase actual que los sicofantes del capital llaman de “descolonización” y que nosotros, marxistas revolucionarios, definimos como la fase de la repartición imperialista del mundo tras la Segunda Guerra Mundial.
Otras feroces represiones, que tienen el mismo significado que la guerra contra Dipa Negara, se sucederán a lo largo del siglo XIX hasta principios del siglo XX: así la destrucción del sultanato de Atjeh, al norte de Sumatra, que controlaba las rutas comerciales, realizada mediante un acuerdo anglo-holandés en el que Holanda reconocía el dominio inglés sobre Malaca y Singapur e Inglaterra daba mano libre a Holanda en la ocupación del norte de Sumatra; destrucción llevada a cabo en el curso de una guerra que se prolongó de 1871 a 1908; así las masacres de Bali ocurridas en 1906, etc.
El otro hecho histórico que inaugura y acompaña la instauración del sistema Van den Bosch en las Indias Orientales es, como decíamos, la revolución belga de 1830, que los historiadores académicos definen como revolución “liberal”: “libertad” para el capital en la metrópoli, “libertad” de la corveé en las colonias, tal es el significado de la revolución “liberal” de 1830.
Marx, en el capítulo VIII del Primer Libro de El Capital, “La jornada laboral”, Sección 2° (“La voracidad de plusvalía. Fabricante y boyardo”), estableciendo una comparación «entre la voracidad de plusvalía en los principados danubianos con la misma voracidad en las fábricas inglesas» después de recordar que en las provincias rumanas «el modo de producción original estaba basado en la propiedad común», escribe: «Con el tiempo, dignatarios militares y eclesiásticos usurparon tanto la propiedad común como los servicios que por ella se solían hacer (...) Así se desarrollaron también relaciones de servidumbre, de hecho y no de derecho, hasta que Rusia, la liberadora del mundo, elevó la servidumbre de la gleba a ley, con el pretexto de abolirla. El código de la corveé, proclamado por el general ruso Pavel Dmitrievič Kiselëv en 1831, había sido dictado, naturalmente, por los mismos boyardos. Así Rusia, de un solo golpe, conquistó a los magnates de los principados danubianos y los aplausos de los cretinos liberales de toda Europa».
Del mismo modo, la revolución belga de 1830, que tras el acuerdo liberal franco-inglés llevó a la separación de Bélgica de Holanda y a la abdicación del “autocrático” Guillermo I, acompañó en las Indias Orientales el florecimiento del sistema Van den Bosch y la legalización de la corveé en una medida muy superior a la codificada en el código de la corveé del general Kiselëv: todo ello, naturalmente, entre los aplausos de los cretinos liberales de toda Europa.
Veamos ahora qué novedades caracterizan el sistema Van den Bosch en comparación con el sistema de su predecesor, el “jacobino” Daendels. Durante el gobierno de este último se había establecido que cada aldea debía entregar 2/5 de la cosecha al Estado: una especie de renta en especie. Con el sistema Van den Bosch, cada aldea debía ceder 1/5 de sus tierras al Estado, y cada hombre adulto debía aportar 1/5 de su trabajo en ellas (de 60 a 70 días de corveé al año): los productos así obtenidos, productos de exportación, pasaban a la Compañía de Comercio que los revendía en Ámsterdam y Rotterdam. Por tanto, expropiación de los campesinos y destrucción inicial de la propiedad común de la aldea (1/5 de las tierras pasan al Estado), y legalización de la corveé.
Pero esta era solo la fachada legal del sistema Van den Bosch. En este período, de hecho, aparecen “contratistas” (compañías holandesas y chinas) que se apoderan de otra parte de las tierras pertenecientes a la comunidad aldeana y obligan a los campesinos a trabajar en ellas. De un quinto de las tierras apropiadas por el Gobierno y los plantadores privados, se pasa a un tercio, luego a la mitad: los días de corveé impuestos al campesino eran legalmente 60-70 al año, pero se convierten en 90, e incluso 240. A esto se suman otras corveés: transporte de los productos a los almacenes, construcción de caminos, puertos, fortificaciones: resultado, una altísima mortalidad. Los campesinos ya solo disponen de uno o dos días libres por semana, y a pesar de ello se sigue cobrando el impuesto territorial sobre ellos. El sistema administrativo de este período corresponde a las medidas económicas destinadas a erradicar la propiedad común y a la fabricación artificial de asalariados de la que hemos hablado.
Todo el territorio se divide en provincias: en cada una de ellas un residente europeo, asistido por un residente adjunto, un secretario y un controlador, tiene la función de imponer el sistema de cultivos obligatorios y corveés. Cada provincia tiene un regente indígena, a quien se le confía el papel de intermediario entre el gobierno y la población. Cada regencia se divide en distritos que dependen de otro jefe indígena (el wedono). La unidad básica sigue siendo la aldea comunitaria (dessa): su jefe es elegido por la población, pero es necesaria la ratificación del gobierno de Batavia. El período comprendido entre 1824 y 1870, es decir, entre el tratado de Londres, que marcó la restitución de las Indias Orientales a Holanda, y la ley agraria de la que pronto nos ocuparemos, ve así la destrucción de la comunidad aldeana, la supresión de la propiedad común de la tierra y la unión de la agricultura con la industria doméstica, la introducción violenta de la propiedad privada y la separación violenta del trabajador de las condiciones de su trabajo. Hemos visto qué métodos fueron necesarios para lograr tales resultados.
Cumplida su función, el sistema Van den Bosch debía ser abandonado. Al final de este período, la “opinión pública” holandesa comienza a criticar el sistema vigente en las Indias Orientales. Ahora que el sistema de corveés había alcanzado su objetivo –fabricar asalariados por la fuerza– la pequeña burguesía podía volverse anticolonialista, contentándose por el momento con pedir el abandono de los métodos más incivilizados en las colonias, ya que no servían más. El 1 de enero de 1860 se abolió oficialmente la esclavitud. El sistema de cultivos impuestos por el Estado se abolió gradualmente en la siguiente progresión: 1863: clavo y nuez moscada; 1865: índigo, té, canela; 1866: tabaco; 1878-91: azúcar; 1918: café.
En cuanto a los efectos del sistema Van den Bosch en la economía indonesia, es evidente que la imposición de cultivos obligatorios para la exportación, y la destrucción de la economía basada en las comunidades aldeanas, no podían sino afectar negativamente a la alimentación de la población. Aunque no podemos proporcionar cifras sobre la producción de alimentos en este período, podemos recordar que entre 1844 y 1860 hubo hambrunas en la región de Cheribon y en el centro de Java.
En el campo de los cultivos coloniales, en estos años se produce un estancamiento de los cultivos tradicionales como la pimienta y la canela; un desarrollo continuo de la producción de café y caña de azúcar; el ascenso de las plantaciones de índigo, que alcanzan el tercer lugar entre 1840 y 1863; el desarrollo del cultivo del tabaco; la introducción del cultivo del té. El café, la caña de azúcar y el índigo ocupan respectivamente el primer, segundo y tercer lugar en la economía colonial indonesia de este período. Entre 1830 y 1840, Ámsterdam se convierte en el principal mercado de café y caña de azúcar.
Para dar una idea del impacto de los cultivos individuales en los beneficios
obtenidos en este período, reproducimos algunas cifras proporcionadas por Bruhat.
En los años 1830-77, sobre una ganancia colonial de 600.000.000 de florines, el
café tiene una incidencia que alcanza los 4/5: en los años 1840-64 el café
proporciona un beneficio de 374.180.000 florines, el azúcar de 60.743.000, el
índigo de 32.815.000. La dependencia de los beneficios coloniales de las
fluctuaciones de los precios en el mercado mundial se refleja en las siguientes
cifras: en solo cuatro años, 1860-64, las ganancias obtenidas en café, azúcar,
índigo, té y tabaco alcanzan 160.620.000 florines, de los cuales 126.158.000
corresponden solo al café; en 1848 el Estado holandés vende un picul (60 kg) de
café a 13,30 florines, con un beneficio de 3,71 florines, mientras que en 1858
el picul de café se vende a 81 florines y el beneficio alcanza los 27,75
florines. En conclusión, el sistema Van den Bosch, que corresponde a la fase de
la gran industria para el capitalismo europeo, marca la destrucción de la
propiedad común de la tierra en las Indias Orientales y crea las condiciones
para la difusión en ellas del modo capitalista de producción.
6) Primeras conclusiones del estudio
sobre Indonesia y la génesis del capitalismo
Ha sido necesario recordar someramente los acontecimientos feroces e infames que hicieron posible la introducción de la “civilización” capitalista en Indonesia, no porque sea nuestra intención hacer ejercicios académicos sobre la historia de este país, sino para oponer una vez más a las utopías interesadas de la pequeña burguesía sobre el “progreso” y la “civilización”, la concepción marxista según la cual la sucesión de las formas de producción está acompañada de grandes crisis revolucionarias y la violencia es la partera de toda vieja sociedad preñada de una nueva. Y, así como la “civilización” capitalista no representa para los comunistas el punto final definitivo de la sociedad humana, sino al contrario la última formación económica antagónica (la más antagónica y contradictoria en comparación con las que la precedieron), su introducción violenta en las colonias no tiene nada que ver con las armonías sociales pacifistas, progresistas y democráticas propias del “anticolonialismo” pequeño-burgués. En el siglo XX, por lo demás, la palabra anticolonialismo ha pasado de moda, para ser sustituida por otra: antiimperialismo.
Así como el colonialismo clásico fue el invernadero que hizo posible el florecimiento del capitalismo en Europa, la difusión del modo capitalista de producción en las antiguas colonias fue el resultado de la transformación del capitalismo europeo en imperialismo, y de la consiguiente exportación de capital financiero en lugar de la simple exportación de mercancías. Tal proceso, del cual ahora se trata de seguir someramente las fases y consecuencias en Indonesia, destruye definitivamente las ilusiones pequeño-burguesas de una posible evolución pacífica del capitalismo. No lleva a una superación del viejo colonialismo, sino a su intensificación.
La introducción del capitalismo en las colonias no ocurre fuera del tiempo y del espacio, como les conviene pensar a los sicofantes del oportunismo pequeño-burgués, sino en una fase histórica precisa, en el marco de las relaciones imperialistas que dominan el mercado mundial. De tales relaciones las antiguas colonias no pueden salir en virtud de ninguna descolonización, como lo han demostrado los últimos cincuenta años de historia, sino solo tras la destrucción revolucionaria del capitalismo en las metrópolis y en las colonias. Indonesia es un ejemplo típico y trágico de ello, como veremos.
Tales son las tesis y la previsión de la Internacional Comunista de los
gloriosos años 1919-20, tesis que es tarea de nuestro Partido retomar con un
retraso de toda una fase histórica, extrayendo todas las lecciones de la derrota
y la contrarrevolución que han imperado durante cuarenta años. Las lecciones de
la contrarrevolución se resumen en un resultado que es al mismo tiempo el
patrimonio de la lucha de la Izquierda Comunista dentro de la Tercera
Internacional, patrimonio que debe ser transmitido a las nuevas generaciones
revolucionarias: fin de los bloques políticos, de los compromisos en el frente
único entre el proletariado y la pequeña burguesía en las metrópolis y las
colonias. La continuación de este nuestro estudio sobre el movimiento
revolucionario y contrarrevolucionario en Indonesia contribuirá a reafirmar una
vez más esta preciosa enseñanza que el Partido Comunista Internacional ha sabido
extraer de la contrarrevolución para utilizarla en la revolución del mañana.
a) La definición de Lenin del imperialismo
Lenin vincula su análisis de la fase imperialista del capitalismo estrechamente con El Capital de Marx. Sobre la base de las previsiones marxistas sobre la creciente concentración y centralización del capital, sobre la base del análisis marxista sobre la escisión entre ganancia empresarial e interés, y la consiguiente autonomización del capital productivo de interés en la forma del crédito, autonomización a la que se acompañan todos los fenómenos de parasitismo económico y putrefacción social que se harán evidentes en los años inmediatamente posteriores, Lenin enuncia en 1915 los cinco principales rasgos de la fase imperialista: «1) la concentración de la producción y del capital, que ha alcanzado un grado tan alto de desarrollo que crea monopolios con función decisiva en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el capital industrial y la formación, sobre la base de este “capital financiero”, de una oligarquía financiera; 3) la gran importancia adquirida por la exportación de capital en comparación con la exportación de mercancías; 4) el surgimiento de asociaciones monopolísticas internacionales de capitalistas, que se reparten el mundo; 5) la completa repartición de la tierra entre las mayores potencias capitalistas».
El significado general, teórico y político, de la obra de Lenin sobre el imperialismo ya ha sido reconstruido en estas páginas, restableciéndolo en su pureza, ante todo frente a las descaradas falsificaciones estalinistas y post estalinistas, y enmarcándolo en la tarea política que a nuestro Partido le corresponde de denunciar las manifestaciones macroscópicas del imperialismo actual y luchar contra las interpretaciones mistificadoras que de ellas ofrece la pequeña burguesía mundial al proletariado. Nuestro estudio sobre la evolución política y social de Indonesia forma parte de este trabajo político colectivo del Partido.
En la obra citada, Lenin sitúa a Holanda, en el período entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en la categoría de Estados rentistas (Rentnerstaat): «Sartorius von Waltershausen en su libro sobre “El sistema económico de la colocación de capitales en el extranjero” considera a Holanda como el tipo de “Estado rentista”».
Por lo tanto, a principios de siglo, Holanda entra económica y socialmente en la fase imperialista, y el movimiento político y social indonesio será considerado por nosotros desde este punto de vista. En su obra sobre el imperialismo, Lenin proporciona un cuadro de las «posesiones coloniales de las grandes potencias, en millones de kilómetros cuadrados y en millones de habitantes», del cual se desprende que las seis grandes potencias juntas (Inglaterra, Rusia, Francia, Alemania, Estados Unidos, Japón) tenían en 1914 un dominio colonial que se extendía sobre 65 millones de kilómetros cuadrados y que comprendía 523,4 millones de habitantes, mientras que las posesiones coloniales de otros Estados (Bélgica, Holanda, etc.) se extendían sobre 9,9 millones de kilómetros cuadrados y comprendían 45,3 millones de habitantes. Lenin comenta estas cifras: «Junto a las posesiones coloniales de las grandes potencias hemos puesto las pequeñas colonias de los Estados menores, las cuales forman el objeto más próximo, por así decirlo, de una posible y verosímil nueva “repartición” de las colonias. En su mayoría, estos Estados menores conservan sus colonias solo gracias a la existencia entre las grandes potencias de antagonismos y roces, que impiden un acuerdo para la división del botín».
Nosotros consideraremos, pues, desde el punto de vista enunciado por Lenin, los acontecimientos políticos y sociales de Indonesia en nuestro siglo, desde la adaptación del dominio holandés a la nueva fase imperialista, pasando por el intermedio de la ocupación japonesa, hasta llegar al actual período de la llamada independencia política (en lenguaje marxista, de repartición política del mundo entre las grandes potencias imperialistas tras la Segunda Guerra Mundial). Consideraremos en Indonesia la evolución de una pequeña colonia de un Estado menor, que forma el objeto de una posible y verosímil nueva repartición.
Uno de los factores objetivos predominantes de la influencia del imperialismo en la economía indonesia es, como veremos, el descubrimiento del petróleo en las Indias Holandesas, y demostraremos cómo este contribuye al surgimiento de lo que Lenin define como el cuarto rasgo principal del imperialismo: «el surgimiento de asociaciones monopolísticas internacionales de capitalistas, que se reparten el mundo».
Finalmente, demostraremos cómo toda la historia política de Indonesia en este siglo, y en particular en sus más recientes y actuales desarrollos, que han sumido en una confusión hipócrita a los sicofantes del oportunismo mundial de marca rusa y de marca china, encuentra su explicación a la luz del tercer rasgo del imperialismo enunciado por Lenin: «la gran importancia adquirida por la exportación de capital en comparación con la exportación de mercancías». La exportación de mercancías, en la fase imperialista del capitalismo, sigue a la exportación de capital, acumulado en aquellas metrópolis imperialistas que hoy llevan los nombres de Washington y Moscú, y este capital financiero, exteriorización máxima de las relaciones capitalistas de producción, expresión suprema del poder del imperialismo mundial, reparte el mundo en esferas de influencia a su antojo, tirando y cortando los hilos de aquellas marionetas miserables, sus propias criaturas, cuyo único cometido ha sido hasta ahora el de uncir al proletariado de los países coloniales y semicoloniales al carro del capital: marionetas que llevan los nombres de Sukarno, Ben Bella, Nkrumah.
Contra ellas, contra sus sucesores, contra los “anti-imperialistas” pequeñoburgueses de todo el mundo, filo-rusos y filo-chinos, deberá levantarse en armas el proletariado super-explotado de las colonias y semi-colonias, subordinando su lucha y su definitiva emancipación social a la revolución comunista del proletariado de las metrópolis imperialistas. Para el logro de este resultado político de alcance mundial, que solo puede liberar las contradicciones explosivas del imperialismo mundial llevándolas a su necesaria solución, lucha el PARTIDO COMUNISTA INTERNACIONAL.
b) La ley agraria de 1870 - Destrucción definitiva de la propiedad comunal de la aldea
La ley agraria de 1870 presenta los siguientes caracteres esenciales:
1) Los indígenas pueden conservar legalmente las tierras comunales, estas no
pueden ser vendidas a no indígenas, pero pueden ser arrendadas a no indígenas
por un período máximo de 20 años (período que corresponde a la producción de la
caña de azúcar, y favorece por tanto a los plantadores de azúcar).
2) Las tierras incultas pasan a ser propiedad del gobierno. Pero la noción
de tierra inculta es muy vaga dado el sistema de roza y quema (tierra quemada)
para implantar cultivos coloniales. Estas tierras estatales “incultas” pueden
ser dadas en arrendamiento enfitéutico a holandeses, a sociedades comerciales
holandesas o indonesias.
Se produce un endeudamiento de los campesinos, y su éxodo hacia las plantaciones.
Al final de este proceso, en 1932, el 83% de las tierras se han convertido, al menos en Java, en propiedad privada.
El endeudamiento del pequeño campesino privado desarrollado tras la ley agraria, depende del hecho de que trabaja en gran parte para la exportación, y que la fluctuación de los precios de las materias primas en el mercado mundial lo afecta mucho más duramente que a los grandes plantadores. Se produce, pues, a partir de la ley de 1870, un proceso que ve el aumento de los campesinos sin tierra, el endeudamiento del pequeño campesino para pagar impuestos y adquirir los bienes de consumo indispensables, y por tanto la dependencia del pequeño campesino del usurero (que en Indonesia se convierte en el jefe de la aldea, el comerciante chino y holandés).
La modificación en la estructura de los productos de exportación, la destrucción de la propiedad comunal y la introducción de la producción capitalista en la agricultura, facilitada por la ley agraria de 1870, se acelera con la crisis de 1885 provocada por las enfermedades que destruyen las cosechas de té y café. (Café: exportaciones en 1880, 59.888.000 florines, en 1885, 29.708.000 florines; precio del café: 1877, 60 florines el picul, 1883, 35 florines; precio del azúcar 1877, 19 florines, 1883, 13,5 florines, 1884, 9 florines). En cuanto a los productos coloniales de exportación, la evolución se manifiesta en las siguientes cifras: en 1870 el café y el azúcar representan el 75% del valor total de las exportaciones, en 1900 el 40%. En 1877 se introduce el cultivo del hevea (planta del caucho) y de la palma de aceite; después de la Primera Guerra Mundial, Indonesia se convierte en el segundo productor mundial de caucho, y en 1929 aporta una producción de 384.000 toneladas sobre una producción mundial de 1.017.000 toneladas. En 1938 la superficie dedicada a la producción de palma de aceite (elaeis) cubre 84.000 ha.
La destrucción de la propiedad comunal, la dependencia del campesino del usurero, la formación de masas de campesinos sin tierra, la introducción de nuevos cultivos coloniales en relación con las exigencias del mercado mundial en la fase imperialista (ejemplo destacado el caucho), se acompañan de la formación de grandes plantaciones capitalistas que emplean el trabajo de asalariados. Por ejemplo, solo en Sumatra, la Deli Maatschappij, creada en 1869 para las plantaciones de tabaco, empleaba en 1920 a más de 35.000 obreros en 830 plantaciones.
En el informe enviado al Segundo Congreso de la Internacional Comunista, el delegado indonesio Maring (seudónimo del famoso Sneevliet) alude a los rasgos que hemos recordado de la colonización en Indonesia, en particular a la imposición del monocultivo mediante el arrendamiento forzoso de la tierra por parte de los azucareros, a la destrucción de la comunidad de aldea, y al sometimiento de la aristocracia al carro de los colonizadores. Interesantes son las informaciones que proporciona sobre la situación económica en Java, especialmente en lo que respecta a la condición de los campesinos. Según Maring, sobre una población de 50.000.000 de indígenas, 1 millón de chinos, y alrededor de 150.090 europeos, los campesinos serían 24 millones y los “proletarios e intelectuales” (entendidos estos como los indígenas que conocen el holandés y pueden por tanto desempeñar tareas técnicas y organizativas) 3-4 millones.
En las plantaciones, la jornada de trabajo era siempre superior a las 10 horas diarias; el salario masculino de 0,35 florines al día y el femenino de 0,20 (para los ferroviarios 20 florines al mes). El ingreso medio anual de una familia campesina que en 1878 era de unos 110 florines, bajó en 1904 a 80 y no había vuelto a alcanzar el nivel original en 1920. Los impuestos gravaban un 24% sobre el ingreso medio. Las cifras proporcionadas por Maring confirman los rasgos esenciales de la evolución de la economía campesina en Indonesia a partir de la ley agraria de 1870. Esta evolución, estrechamente ligada al afianzamiento de la fase imperialista, se refleja también en las modificaciones de la emigración holandesa a Indonesia. En 1853 residían en Java 17.285 europeos, y 4.832 en las otras islas del archipiélago, casi todos funcionarios: en 1900 el número de europeos pasa a 62.477 en Java, y a 13.556 en las islas, y la mayoría de ellos son plantadores y comerciantes. Junto a ellos aparecen los capitalistas financieros. Alexandre von Arx, en L’évolution politique en Indonésie de 1900 à 1942 (Friburgo, 1949), parodia así la sumisión de la economía indonesia por parte del imperialismo: «Si en 1870 era el interés de los plantadores el que dominaba la política del gobierno, después de 1885 fue el de los financieros y capitalistas» (Bruhat).
Nuestro modesto esbozo económico de la evolución de la agricultura indonesia a partir de 1870, y de las influencias determinantes que sobre ella tuvo el afianzamiento de la fase imperialista en las metrópolis capitalistas, no puede ser mejor completado que con la cita de las dos primeras Tesis sobre la cuestión agraria aprobadas en el Congreso de los Pueblos de Oriente (Bakú, 1920):
«1) La clase campesina de los países de Oriente es la única clase productiva. Su trabajo alimenta a los grandes propietarios, la burguesía y la burocracia. Aplastada por el peso de las vestigios del feudalismo, la servidumbre, los diezmos, los impuestos, está sumida en una miseria intolerable, presa del hambre crónica, agobiada de deudas, sometida a los propietarios de tierras, los funcionarios y los usureros. La opresión y la explotación de los campesinos de Oriente por parte del Estado, del capital extranjero y de los propietarios de tierras alcanza proporciones tales que el campesino es incapaz no solo de progresar, sino de llevar una existencia simplemente humana, reducido como está a la condición de bestia de carga.
«2) Las causas de la opresión y la explotación de los campesinos son: a) el mantenimiento de las costumbres feudales que ponen al campesino en relaciones de dependencia personal y económica de los propietarios de tierras; b) el acaparamiento de las tierras por parte de los propietarios, que les permite, dada la insuficiencia de tierras libres, someter al campesino y transformarlo, a pesar de una libertad jurídica, en un verdadero siervo; c) El acaparamiento de las tierras por parte del poder (central o local) y la concesión en arrendamiento de vastas tierras demaniales a las clases privilegiadas y a los capitalistas, que crean a favor de estos últimos un monopolio de la posesión de la tierra y obligan a los campesinos a ser meros arrendatarios y miserables jornaleros; d) la carga aplastante de los impuestos y el modo arbitrario de recaudarlos mediante órganos burocráticos irresponsables, representantes de un poder despótico; e) la ausencia de seguridad individual, la anarquía y el bandidaje sistemático practicado por tribus nómadas semisalvajes, sostenidas por el poder en sus violencias contra los campesinos; f) de todas estas condiciones deriva la espantosa miseria de los campesinos. Su absoluta indigencia los obliga a endeudarse, lo que los pone completamente a merced de los usureros; los frutos de su trabajo apenas alcanzan para pagar los intereses de las deudas con los bancos, los propietarios, los campesinos ricos, los usureros; g) la falta absoluta de herramientas agrícolas, dinero, máquinas, bestias de carga, semillas, etc. (consecuencia de la ruina del campesino) les impide organizar su propia economía agrícola incluso en el caso de que posean tierras o dispongan de ellas».
Veremos qué función revolucionaria asignaba a los campesinos superexplotados de Oriente la Internacional Comunista, en el marco unitario de la estrategia mundial de la lucha por la instauración de la dictadura internacional del proletariado y de la república universal de los Soviets. Veremos qué función se atribuía en esta lucha mundial al proletariado desarrollado de las metrópolis imperialistas y al proletariado embrionario de las colonias y semicolonias. Veremos a través de qué informaciones y qué errores la lucha por la emancipación social de los pueblos de Oriente, y en el caso específico de los campesinos indonesios, se enfrentó a la más catastrófica de las derrotas. Veremos finalmente cómo esta lucha no podrá sino reanudarse en el futuro próximo, ya que las condiciones objetivas que la hacen necesaria están más presentes que nunca a medio siglo de distancia.
Antes de desarrollar someramente todo este conjunto de cuestiones, es aún indispensable proporcionar algunos datos sobre la introducción del capital financiero en la economía indonesia, y sobre la influencia que sobre ella tuvieron las asociaciones monopolísticas internacionales.
c) El acaparamiento del petróleo indonesio por parte de los trusts
Tras el descubrimiento de yacimientos de petróleo en Sumatra (Langkat y Atjeh), Java (Rembang y Semarang) y en las Molucas (Ceram), se funda en 1883 la “N. V. Koninklijke Nederlandsche Maatschappij, tot exploitatie van Petroleum”, que se convertirá posteriormente en la Royal Dutch. En 1910 se realiza una fusión entre la Royal Dutch y la Shell Transport and Trading Company, con la consiguiente creación de la Royal Dutch Shell. A esta fusión de capital financiero anglo-holandés le sigue una fusión adicional del capital anglo-holandés con el estadounidense, para la explotación conjunta del petróleo indonesio.
Lenin, en El imperialismo, describe así esta lucha por la repartición del mundo: «Naturalmente, la división del mundo entre dos poderosos trusts no excluye que pueda ocurrir una nueva repartición, tan pronto como cambie la correlación de fuerzas como consecuencia del desarrollo desigual debido a guerras, quiebras, etc. Un ejemplo de esta nueva repartición y de las luchas que provoca lo ofrece la industria del petróleo».
«El mercado mundial del petróleo está sustancialmente repartido hoy entre dos grandes grupos financiarios: la Standard Oil Co. americana, de Rockefeller, y los dueños del petróleo ruso de Bakú, Rothschild y Nobel. Estos dos grupos mantienen entre sí relaciones íntimas, pero desde hace algunos años están amenazados en sus posiciones de monopolio por cinco adversarios: 1) el agotamiento de las fuentes petrolíferas de América; 2) la competencia de la firma Mantascev de Bakú; 3) el descubrimiento de nuevas fuentes de petróleo en Austria y 4) en Rumania; 5) las fuentes petrolíferas transoceánicas, especialmente en las colonias holandesas (las riquísimas firmas Samuel y Shell, ligadas también al capital inglés). Estos tres últimos grupos de empresas están ligados a los grandes bancos alemanes, y a la cabeza está el más grande, el Deutsche Bank (...) Se inició una lucha, llamada en la literatura económica lucha por “la repartición del mundo”. Por un lado, el “trust petrolífero” de Rockefeller, para apoderarse de todo, fundó en la misma Holanda una “sociedad filial”, compró las fuentes de petróleo en las Indias Holandesas, con el fin de golpear a muerte a su principal adversario, el trust anglo-holandés Shell. Por otro lado, el Deutsche Bank y los otros grandes bancos de Berlín trataron de asegurarse Rumania y unirla, contra Rockefeller, con Rusia. Rockefeller disponía de un capital muy considerable y de una espléndida organización para el transporte y la entrega de petróleo a los consumidores. La lucha, por tanto, debía terminar y terminó (1907) con la completa derrota del Deutsche Bank» (Lenin).
A principios de siglo, la economía indonesia se encuentra completamente sujeta a las leyes del mercado mundial capitalista en su fase imperialista, y se convierte en el objeto de la lucha por el reparto del mundo entre los trusts y las grandes potencias imperialistas.
Formalmente, hasta 1945, Indonesia seguirá siendo una colonia holandesa. En realidad, se encuentra en la condición de aquellas «pequeñas colonias de los Estados menores» de las que habla Lenin, «las cuales forman el objeto más próximo, por así decirlo, de una posible y verosímil nueva “repartición” de las colonias». La lucha por el reparto de Indonesia ha visto entrar en escena, desde principios de siglo hasta hoy, a tres grandes potencias: el imperialismo anglo-holandés, el imperialismo japonés y el imperialismo estadounidense. Toda la historia política de Indonesia en nuestro siglo es la historia de la lucha por su reparto entre estas tres potencias imperialistas: el ascenso al poder y la caída de Sukarno son un simple episodio de ello.
En la fase imperialista del capitalismo, la exportación de mercancías sigue a la exportación de capital financiero. La siguiente tabla del comercio exterior indonesio desde 1909 hasta 1939 ofrece una idea de la lucha entre el imperialismo anglo-holandés, el estadounidense y el japonés por el reparto de Indonesia. (Fuente: Bruhat, op. cit., p. 78).
PORCENTAJE DE LAS IMPORTACIONES DE: | |||||||||
Años | 1909 | 1913 | 1918 | 1920 | 1929 | 1932 | 1935 | 1938 | 1939 |
Holanda | 32,5 | 36 | 3 | 24 | 20 | 16 | 13 | 22 | 21 |
EE.UU. | 1,8 | 2 | 14 | 15 | 13 | 7 | 8 | 13 | 14 |
Japón | 1,2 | 2 | 21 | 11 | 11 | 21 | 30 | 15 | 18 |
PORCENTAJE DE LAS EXPORTACIONES A: | |||||||||
Holanda | 26,3 | 34 | 1 | 16 | 16 | 19 | 22 | 20 | 15 |
EE.UU. | 3,3 | 2 | 18 | 13 | 12 | 12 | 15 | 15 | 21 |
Japón | 4,3 | 5 | 12 | 6 | 3 | 4 | 5 | 3 | 3 |
Ya en 1922, en las Tesis del Cuarto Congreso sobre la Cuestión de Oriente, la Internacional Comunista podía prever el estallido de un nuevo conflicto imperialista que tendría como causa la lucha entre Estados Unidos y Japón por un nuevo reparto de Asia.
Años |
Pueblos con propiedades exclusivamente |
|
privada | collectiva | |
1882 | 5605 | 13548 |
1892 | 8240 | 11136 |
1902 | 6711 | 7885 |
1907 | 6889 | 7288 |
1912 | 7500 | 6043 |
1917 | 7526 | 4739 |
1922 | 8016 | 3005 |
A principios de siglo, Indonesia se convierte en el escenario donde se enfrentan
los capitales financieros anglo-holandés, estadounidense y japonés, y su
economía queda completamente sometida a las leyes del mercado mundial
capitalista en su fase imperialista.
En cuanto a la agricultura, la destrucción de las comunidades rurales tras la
ley agraria de 1870 va acompañada de la introducción de cultivos como el hevea
(caucho) y el elaeis (palma aceitera), la formación de grandes plantaciones
donde se emplean trabajadores asalariados, y la subyugación de la masa de
pequeños campesinos por parte de los usureros. Presentamos algunas cifras,
extraídas del artículo de Samin, Der Aufstand auf Java und Sumatra, publicado
en Die Kommunistische Internationale, n.° 13 de 1927, que muestran, por
un lado, la destrucción de la propiedad común y, por otro, la importancia de las
pequeñas explotaciones campesinas en la producción de productos agrícolas de
exportación.
Durante todo el período analizado por Samin, desde 1882 hasta 1922, los pueblos con propiedad mixta se mantienen alrededor de la cifra de 10.000, mientras que el número total de pueblos disminuye debido a la concentración de varios pueblos en uno solo. Estas cifras dan una idea del proceso de expropiación de los campesinos y de la formación de una enorme masa de campesinos pobres.
Años | Exporta- ciones de productos agrícolas en millones de florines |
Porcentaje de productos de indígenas (pequeñas explotacio- nes agri- cultores) |
De Jiava | ||
1918 | 231 | 15,7% |
1921 | 516 | 12,6% |
1922 | 400 | 10,3% |
1923 | 651 | 11,8% |
1924 | 695 | 12,0% |
De otras islas | ||
1918 | 70 | 44% |
1921 | 113 | 47% |
1922 | 121 | 49% |
1923 | 166 | 42% |
1924 | 205 | 41% |
Las cifras de esta segunda tabla demuestran: 1) el enorme desarrollo de la producción agrícola para la exportación (de 231 millones de florines en 1918 en Java a 695 millones en 1924, y en las otras islas de 70 a 205), lo que indica la completa sujeción de la agricultura indonesia a las necesidades del mercado mundial en la fase imperialista; 2) la incidencia de las pequeñas explotaciones campesinas en la producción de productos agrícolas para la exportación es claramente minoritaria y en constante disminución (del 15,7% en Java en 1918 al 12% en 1924, y del 44% al 41% en los mismos años en las otras islas); esto implica el predominio de las grandes plantaciones y el empobrecimiento de los campesinos; 3) la introducción de la agricultura capitalista (plantaciones) está mucho más avanzada en Java que en las otras islas.
En este punto, podemos tener un cuadro suficientemente preciso de las dos clases fundamentales de la sociedad indonesia en los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial. El campesinado pobre y explotado constituye la enorme mayoría (Maring, como hemos visto, en el citado informe al Segundo Congreso de la Comintern, proporciona la cifra de 24 millones de campesinos en Java sobre 50 millones de indígenas). No disponemos de cifras respecto al número de asalariados agrícolas en las plantaciones, evidentemente incluidos en los 3-4 millones de obreros de los que habla siempre Maring en relación con Java. El proletariado industrial está bastante concentrado, aunque poco numeroso, y se encuentra distribuido en fábricas de azúcar, minas de estaño, pozos de petróleo y refinerías, medios de transporte (carteros, ferroviarios y tranviarios), gas y electricidad. Disponemos de las siguientes cifras sobre el empleo obrero, que se refieren a 1938: 1.830.000 obreros, de los cuales 120.000 empleados en grandes fábricas, 840.000 en fábricas medianas, 670.000 en industrias domiciliarias. El número de artesanos, también en 1938, ronda los 3-4 millones. Se trata ahora de ver cómo la lucha de las dos clases fundamentales de la sociedad indonesia, el campesinado pobre y el proletariado, en los años de 1908 a 1927, se reflejó en el plano político, en el proceso de formación de los partidos políticos en Indonesia, y en particular del Partido Comunista de Indonesia.
d) El movimiento político y social en Indonesia de 1908 a 1920
El sistema político vigente en Indonesia a principios de siglo es muy simple, y corresponde más o menos a las administraciones coloniales de la época. La soberanía es ejercida por el rey y el parlamento holandés, en el que se sienta un diputado indonesio, y es delegada a un gobernador general, asistido por un Gran Consejo para las Indias.
A partir de 1908 se desarrollan en Indonesia los primeros movimientos políticos nacionalistas. Al seguir su formación, nos referiremos al citado informe de Maring al Segundo Congreso de la Comintern y a la obra citada de Bruhat. El 20 de mayo de 1908 se funda en Batavia un movimiento independentista javanés formado por estudiantes, el Budi Utomo. Este movimiento, entre otras cosas, apoya la adopción del malayo como lengua nacional única para toda Indonesia. Esta reivindicación es defendida por la revista mensual Pudjangga Baru (El nuevo escritor), fundada en 1913.
El 28 de octubre de 1928, el Congreso de la Juventud Indonesiana aceptará el malayo como única lengua nacional. Hacemos en este punto dos observaciones. La existencia en Indonesia de una lengua dominante hablada por el pueblo, el malayo, y de una religión dominante, el islamismo, constituye desde el principio un factor favorable para la conquista de la independencia nacional, factor que no existe, por ejemplo, en la India, ni siquiera hoy. La India contemporánea todavía enfrenta el problema no resuelto de la unidad lingüística y la unidad religiosa. Es superfluo añadir que la ausencia de divisiones lingüísticas y religiosas también favorece la unificación del proletariado en la lucha revolucionaria. El movimiento del Budi Utomo representa la matriz del Partido Nacional Indonesiano, fundado en 1927 por Sukarno y Hatta después de la derrota del movimiento revolucionario mundial dirigido por la Internacional Comunista en Asia (China e Indonesia) y en Europa.
La base social del nacionalismo del Budi Utomo, y más tarde del Partido Nacional Indonesiano, no está representada por una inexistente burguesía nacional, democrática, progresista y anti-imperialista, como sostuvieron Stalin y Bujarin en 1926 respecto a China y como sostienen aún más descaradamente hoy los filo-rusos y filo-chinos, sino por una inteligencia pequeñoburguesa, vil, cobarde y dispuesta a cualquier compromiso con el imperialismo. Volveremos más adelante sobre esta cuestión, que se presenta de formas diferentes en todos los movimientos revolucionarios desarrollados en las colonias en la primera mitad del siglo.
En 1911, según el citado informe de Maring, el escritor Ernest François Eugène Douwes-Dekker funda el Partido Indonesiano, extendido a todo el país, que rechaza la lucha de clases y busca apoyos en la socialdemocracia holandesa: es declarado ilegal en 1913, sus organizadores son primero internados, luego obtienen permiso para trasladarse a Holanda; regresan en 1918, pero la organización se ha desintegrado en el ínterin.
En 1911-1912 surge en el centro de Java, y pronto se extiende al este de la isla, el Sarekat Islam (Unión del Islam), bajo la dirección del joven intelectual Oemar Said Tjokroaminoto. El juicio que Maring da de este movimiento en su informe al Segundo Congreso de la Comintern es contradictorio: calla sobre puntos esenciales que caracterizan su naturaleza social, con el evidente propósito de justificar la táctica de noyautage y de frente único que practicada hacia él por la Asociación Socialdemócrata Indonesiana, de la que Maring formaba parte. Maring define el Sarekat Islam como “un partido de masas con seguimiento obrero y campesino”, y lo compara incluso, sin poder evidentemente dar ninguna razón clara, con los cartistas ingleses. Sin embargo, Maring no dice lo que incluso un historiador “progresista” como Bruhat llega a admitir, y es que el Sarekat Islam reunía a comerciantes javaneses de batik, y que su fin era la protección de la industria y el comercio javaneses frente a la competencia europea y china. El hecho de que el Sarekat Islam recurriera en su agitación a medios violentos, y que arrastrara tras de sí a masas de obreros y campesinos no organizados, no justifica el juicio que de él da Maring, y aún menos la táctica del noyautage hacia él.
Según el relato de Maring, el Sarekat Islam es reconocido por el gobierno solo como una organización local, y el mismo gobierno logra infiltrar a sus agentes, como el doctor Rinkes, quien crea en su seno un ala derecha que lanza la consigna “nada de acciones de masas: las masas no están maduras”. En 1916, este ala derecha apoya la política gubernamental de fortalecimiento de la defensa nacional. Si la habitual distinción entre ala derecha y ala izquierda (luego invocada para justificar la participación de los comunistas chinos en el Kuomintang) puede servir a Maring para defender la táctica del frente único y del noyautage, lo que él mismo admite, es decir, el apoyo del Sarekat Islam (aunque sea de su “ala derecha”) a la guerra imperialista, es suficiente para despojar a este movimiento de la característica de movimiento nacionalista revolucionario, en el sentido en que esta definición es utilizada por las Tesis nacionales y coloniales aprobadas en el segundo Congreso de la Internacional Comunista.
En 1914, bajo la influencia de socialistas holandeses y en particular de H.J.F. Sneevliet (Maring), se constituye la Asociación Socialdemócrata de Indonesia, en la que las tendencias de izquierda prevalecen sobre las fabianas de la derecha. Durante la guerra, la Asociación lucha contra el militarismo colonial y, según Maring, se gana las simpatías del Sarekat Islam, en el cual promueve la formación de un ala izquierda. En 1915, la Asociación publica el bimensual “Palabra Libre” y en 1916 el mensual en malayo “Voz del Pueblo”. En 1917, el ala reformista abandona la Asociación y se constituye en la sección indonesia del Partido Laborista Holandés. El descontento de la enorme masa de campesinos pobres y del pequeño pero concentrado y superexplotado proletariado, agudizado por la guerra imperialista, preocupa a la administración colonial, que intenta prevenirlo y controlarlo con la creación del Volksraad (Consejo del Pueblo) el 16 de diciembre de 1916, cuya primera reunión se celebra el 18 de mayo de 1918. Consultivo hasta 1927, obtiene luego cierto poder legislativo que solo puede ejercerse con el acuerdo entre el Volksraad y el Gobernador.
En su sistema electoral, para ser elector se requiere tener 25 años, saber leer y escribir, y pagar impuestos sobre un ingreso de al menos 300 florines al año. Del artículo citado de Samin se desprende que, según estadísticas oficiales, el ingreso per cápita en Java en 1924 era de 42,86 florines al año. Bruhat escribe que en 1936, por ejemplo, en la provincia de Java hubo 709 electores en total, de los cuales 178 eran holandeses, 453 indígenas y 78 extranjeros, y que en el Volksraad los indonesios tenían un representante por cada 2.250.000 habitantes, los chinos uno por cada 200.000 y los holandeses uno por cada 10.000. Con razón los indígenas apodaron al Consejo del Pueblo “Consejo de las chinches blancas”. Sin embargo, esto no impidió que el Sarekat Islam participara en las elecciones del Consejo de las chinches blancas y lograra elegir en 1918 a “dos miembros de derecha”, como los define Maring. El noyautage practicado por la Asociación Socialdemócrata de Indonesia en el Sarekat Islam, que Maring defiende, y la formación en su seno de un ala izquierda, no impiden que el Sarekat Islam apoye la guerra imperialista y participe en las elecciones del Consejo de las chinches blancas, naturalmente bajo el impulso de su “ala derecha”.
Nunca se logra entender bien quién representa esta ala derecha. Maring dice que, mientras el fundador del Sarekat Islam, Tjokroaminoto, lo convierte en un movimiento de masas con seguidores obreros y campesinos, solo el doctor Rinkes, agente del gobierno, habría creado un ala derecha. Todo esto es desmentido por un simple hecho: en 1923, el Sarekat Islam se dividió en un ala izquierda y un ala derecha, que conservó el nombre, y el representante del ala derecha fue precisamente Tjokroaminoto. Evidentemente, es la misma historia que se repetirá en 1924-27 en China, cuando los comunistas fueron obligados por Moscú a unirse al Kuomintang, para favorecer la formación de un ala izquierda, y cuando todas las “alas izquierdas” del Kuomintang terminaron ahogando en sangre la revolución proletaria en China y en toda Asia. Para nosotros queda establecido que un partido que ha participado en las elecciones del Volksraad, aunque sea a través de su “ala derecha”, no puede ser considerado un partido nacionalista-revolucionario, en el sentido que se da a esta definición en las Tesis nacionales y coloniales del segundo Congreso de la Comintern.
A este respecto, recordamos que un auténtico partido nacionalista-revolucionario, la Estrella Norteafricana argelina, rechazó en 1934 aceptar el Proyecto Blum-Viollette, que concedía el derecho a voto en las elecciones parlamentarias francesas a unos 20.000 argelinos, en una situación histórica mucho más desfavorable y contrarrevolucionaria que en 1918. ¿Qué decir de un partido “nacionalista” que, como el Sarekat Islam, participa en 1918 en las elecciones del Consejo de las chinches blancas? ¿Y cómo es posible que en un partido así, según informa Maring en el citado informe al segundo Congreso de la Comintern, entraran en 1918, incluso en su dirección, varios “socialistas revolucionarios javaneses”? En cuanto a la Asociación Socialdemócrata de Indonesia, boicotea las elecciones al Volksraad, participando solo en las elecciones administrativas locales.
La creación del Consejo del Pueblo no puede, naturalmente, impedir la entrada en la lucha del proletariado y los campesinos pobres. En 1917-18 ocurren violentas manifestaciones campesinas, y el Sarekat Islam y los socialistas promueven acciones de masas conjuntas contra el gobierno. Los socialistas toman la iniciativa de formar sindicatos y conquistan el de los ferroviarios (8.000 en 1918), bajo cuyo impulso surge en 1919 una central sindical que en 1920 cuenta con 15.000 a 20.000 afiliados, principalmente ferroviarios y azucareros. En marzo de 1917, al conocerse la noticia de la primera revolución en Rusia, Sneevliet es arrestado pero pronto liberado; Baars y Brandsteder llevan a cabo una intensa propaganda entre los marineros y soldados. A principios de 1918 se celebra el primer congreso socialista, cuyo programa afirma que la independencia nacional solo es posible mediante acciones de masas dirigidas por los socialistas y vinculadas al movimiento revolucionario mundial. A finales de 1918, Sneevliet es expulsado, los javaneses Darsono y Semaun son arrestados, Brandsteder es expulsado en la primavera de 1919, mientras que 13 miembros de un consejo de soldados reciben largas penas de prisión. En cuanto al Sarekat Islam, en 1919 dirige una agitación por el desarrollo del cultivo del arroz, en contra del cultivo de la caña de azúcar.
El movimiento revolucionario en Indonesia alrededor de los años veinte presenta, pues, características originales en comparación con otros países de Asia e incluso con China. En primer lugar, en Indonesia surge desde 1914 un Partido Socialista de izquierda que mantiene una actitud de oposición frente a la guerra, apoya la Revolución de Octubre y, poco después del fin de la guerra, es capaz de formar y dirigir sindicatos. El 23 de mayo de 1920 adopta oficialmente el nombre de Partido Comunista de Indonesia y se adhiere a la Internacional Comunista.
Pero este mismo Partido practica la táctica del noyautage y del frente único con respecto a un movimiento como el Sarekat Islam, un movimiento que defiende los intereses particularistas de los comerciantes indígenas, que apoya la guerra imperialista, que acepta los compromisos más vergonzosos con la administración colonial y que hace suya la ideología del pan-islamismo.
No fue, pues, casualidad que Sneevliet pudiera bautizar la desastrosa táctica de la colaboración de los comunistas con el Kuomintang en China, una táctica que repudiaba las Tesis nacionales y coloniales del segundo Congreso de la Internacional Comunista y que llevaría a una derrota catastrófica a la revolución proletaria en China y en toda Asia.